Primeros pasos en la observación del cielo: OriónEscuchar artículo - Artikulua entzun

Patxi POLO

Recuerdo mis primeros intentos de reconocer el cielo estrellado siendo niño. En un cuaderno dibujaba las posiciones de las estrellas que destacaban desde el patio de mis padres, y comparaba, inseguro, mis imprecisos esquemas con las confusas cartas celestes de una vieja guía de Astronomía.

La primera constelación que aprendí a reconocer con total seguridad (sospecho que aún antes que la Osa Mayor), fue la que convierto en motivo de este artículo, porque para iniciarse en la contemplación del cielo es quizás la que nos ofrece mejores referencias, ya que posee nada menos que dos estrellas de primera magnitud (grado de importancia según el brillo), y al menos cinco de segunda. Una vez reconocida, es imposible olvidarla. Me refiero a la constelación de Orión.

La Tierra, en su translación anual, superpone por pura perspectiva el Sol hacia el centro de la Galaxia en una parte de su recorrido, para proyectarlo hacia el exterior galáctico seis meses después. Cuando el Sol transcurre por las constelaciones en dirección al núcleo (Sagitario, Ofiuco, Escorpión), las noches muestran el lado contrario (Can Mayor, Orión, Géminis, Tauro,...), es decir, podemos observar el brazo inmediatamente exterior, al cual resulta que nuestra estrella pertenece por su parte más interna. (Fig.1). Cuando damos la espalda al centro, nos encontramos de frente con el brazo al que pertenecemos, y este hecho coincide con el Verano en el hemisferio Sur, y el Invierno en el Norte.

Precisamente de Orión recibe el nombre esta cinta galáctica que no es sino la Vía Láctea en su versión invernal, y que conocemos como el brazo de Orión.

Así pues, toda esta zona celeste se completa con numerosas constelaciones de gran importancia, con muchos objetos de cielo profundo al alcance de pequeños instrumentos, pero también, y esto es lo que más nos interesa, por muchas estrellas de intenso brillo que podemos contemplar a simple vista.

Todas las estrellas que se mencionan en este texto pueden contemplarse con nuestros ojos desnudos, sin necesidad de ningún tipo de instrumento, pero es muy recomendable el rastreo de la zona con unos sencillos prismáticos, que probablemente muchos lectores tendrán abandonados en el armario o en el trastero. Mientras que los primeros pasos con un telescopio, suelen resultar complicados, y a menudo frustantes, con los binoculares aumentamos considerablemente la capacidad del ojo para captar luz permitiendo su uso de manera muy intuitiva. Es, sin duda, el mejor equipo para iniciarse en la observación del cielo. Como dato, decir que unos económicos 7x50, captan en el peor de los casos, 50 veces más luz que nuestros ojos, y, por ejemplo nos muestran la Luna 7 veces más cerca, es decir, nos la muestra tal y como la veríamos desde 55.000 Km, frente a los 385.000 Km reales.

Idea aproximada de nuestra galaxia Vía Láctea
Fig.1 – Idea aproximada de nuestra galaxia Vía Láctea. El Sol se sitúa en la parte interna de uno de los brazos alejados del núcleo, conocido como Brazo de Orión. Algunos observadores opinan que nuestra galaxia es una espiral barrada, con un brazo recto que atraviesa el núcleo y del que se prolongan las espiras. (Evidentemente ningún terrestre ha viajado aún tan lejos para advertir su forma). En los últimos años se ha descubierto una pequeña galaxia (Sagitario A) muy próxima al núcleo, que está siendo absorvida por la Vía Láctea, lo que nos convierte en residentes de una galaxia “caníbal”.

Podríamos decir que nuestra posición apartada nos impide conocer las noticias más importantes que se cuecen en los barrios más céntricos.

ORION A SIMPLE VISTA

Para localizarla, debemos recordar que es una constelación invernal, así que en Otoño ya puede verse hacia el Este antes del amanecer, en Invierno cruza por todo el Sur a lo largo de la noche, y en Primavera tan solo asoma hacia el Oeste durante las primeras horas nocturnas. En Verano resulta inobservable.

La figura que muestra el bello y violento personaje, hijo de Poseidón y de Euríale, es la de un rectángulo en vertical dividido por la mitad mediante tres estrellas en linea recta y equidistantes, que una vez reconocidas nunca olvidaremos. Se las conoce por “Las Tres Marías”, y representan el cinturón del cazador. (Fig.2).

Comenzaremos por la parte superior izquierda de dicho rectángulo donde luce una de las estrellas más extraordinarias de todo el cielo. Su nombre es BETELGEUSE (alfa orionis), derivación de Ibt Al Jauzá u “hombro del gigante”. Si la contemplamos sin prisas, apreciaremos su color rojizo en contraste con sus estrellas vecinas. Sólo podemos contemplar otra estrella de primera magnitud con un color tan destacadamente rojo, y además se sitúa en el otro extremo del cielo. (La célebre Antares, en el Escorpión)1. Es por ello que ya su simple contemplación en un entorno oscuro para percibir claramente su tono cálido, merece sin duda el esfuerzo. Se trata de una monstruosa supergigante roja, tan grande que si se situase en la posición del Sol, no sólo contendría la órbita de la Tierra, sino que su descomunal volumen engulliría más allá de la órbita marciana. Fué la primera estrella conocida con tales dimensiones, cuando un equipo norteamericano midió su diámetro por medio de un interferómetro en 1920. El color rojo se debe a su fría temperatura fotosférica, que apenas rebasa los 3000ºK frente a los 5500ºK de nuesta estrella. Sin embargo, a pesar de la menor temperatura de sus capas externas, en su interior alcanza los 170 millones de grados necesarios para transformar el Helio en Carbono. (El Sol permanece en su primera etapa transformando Hidrógeno en Helio que cae inerte hacia el núcleo, proceso que alcanza 15 millones de grados, y dentro de unos 4500 millones de años transformará el Helio en Nitrógeno y Oxígeno como última fase de fusión). Pero Betelgeuse es una estrella con aproximadamente 20 masas solares, tan masiva que sus reacciones se producen con extrema violencia, agotando su combustible rápidamente. En apenas un millón de años, pasará a tranformar el Carbono en Neón, y mediante sucesivas etapas cada vez más cortas llegará a producir hierro, justo antes de su final. Su energía interna la hincha y deshincha en pulsaciones irregulares, cambiando su tamaño drásticamente. Pasa de tener 300 diámetros solares a alcanzar los 900 en sus máximos de brillo. Como un corazón moribundo y que se desangra, Betelgeuse late arrítmicamente expulsando masa propia al espacio que, como sofocándola en sus estertores finales, la rodea y ensombrece. Cuando estalle como supernova, brillará más que la Luna llena durante varios días, para ir debilitándose durante meses hasta no volver a verse nunca más.

Cuando la miro en las plácidos atardeceres de Primavera, como una fuente de luz en perpetua calma, intento imaginar la brutal violencia de su verdadera existencia, más allá de cuanto nuestra mente pueda concebir.

Continuando al Norte del cinturón o “Tres Marias”, a la derecha de Betelgeuse, destaca BELLATRIX (gamma Orionis), la guerrera. Una gigante azul que anuncia una zona llena de estrellas muy calientes y luminosas. Aún teniendo un diámetro de unos 10 soles, y brillar como unos 6.000 de éstos, queda en una discreta posición frente a otras estrellas gigantes azules del complejo de Orión. Se estima a una distancia de 1200 años-luz. Dentro de unos pocos millones de años se convertirá en una gigante roja. Está envuelta en nubes de gas, lo que sugiere que eyecta materia al espacio.

Al otro extremo del Cinturón de Orión, al Sur de éste, en el extremo inferior derecha, luce la estrella más brillante de la constelación, que injustamente es reconocida como beta orionis en lugar de alfa. Miramos al pie del gigante, la deslumbrante RIGEL. Aunque a simple vista nos parezca blanca (con un telescopio puede percibirse mejor su color real), se trata de una gigante azul con una superficie tan caliente que supera los 15.000ºK. Aunque mucho mayor que el Sol, parecería una enana comparándola con Betelgeuse. Sin embargo, la dobla en masa, y además brilla como unos 60.000 soles. Se dice que si estuviera a la misma distancia que el sistema triple de Alfa y Próxima Centauri (las estrellas más cercanas al Sol), sólo tendríamos noche cerrada durante los meses de Verano en los que permanece bajo el horizonte, y no podríamos disfrutar de las maravillas del cielo Invernal (en el hemisferio Sur sería su cielo estival), porque su luz igualaría a la de la Luna Llena. Aunque para mucha gente sería esto motivo de alegría, no dejaría de ser una desgracia para el aficionado a la Astronomia al que le serían vedados las nebulosas, cúmulos y galaxias de nada menos que la mitad del cielo. Pero Rigel permanece a la prudente distancia de 1200 años luz, desde donde su fabuloso brillo no empaña nuestras noches de observación. Rigel tiene una estrella compañera difícil de ver con pequeños telescopios debido a que es deslumbrada por la potente luz de nuestra protagonista. Antes de pasar a la siguiente estrella, comparemos los colores de Betelgeuse y Rigel hasta que la diferencia nos resulte evidente.

En el extremo inferior izquierda de la figura de Orión, destaca la azulada SAIPH (kappa Orionis), aún más azul, caliente, y brillante que Rigel. Si la vemos más débil es porque casi la dobla en distancia, situándose a unos 2000 años-luz, (aunque hay otra estimaciones que no la alejan tanto). Además es tan azul, que la mayor parte de su energía la emite en el ultravioleta, color que no somos capaces de percibir. Se sabe que hace un millón de años estuvo más cerca de la Tierra, alcanzando el brillo del planeta Venus, y siendo la estrella más luminosa de aquellos tiempos en los que ya caminaban hombres como nosotros.

Centrándonos en el cinturón del gigante, de izquierda a derecha tenemos a ALNITAK, ALNILAM y MINTAKA (zeta, epsilon y delta orionis, respectivamente), que dibujan una linea perfectamente recta.

Muy probablemente las tres estrellas son hermanas, nacidas en una misma nube primigenia, pero algunas fuentes sitúan a Mintaka a unos 2300 años-luz, es decir, al doble de distancia que las otras dos. En cualquier caso, las tres son muy jóvenes, con unos pocos millones de años, muy calientes y azules, y muy masivas, (entre 20 y 40 masas solares), por lo que rápidamente se transformarán en gigantes rojas como Betelgeuse.

De las tres, resaltaría Mintaka, (la situada en el extremo derecho), por tener una compañera más débil al alcance de los prismáticos, aunque para los propietarios de un pequeño telescopio, la zona más interesante es la que rodea Alnitak (en el extremo izquierdo).

Con los ya mencionados prismáticos 7x50, o similares, puede contemplarse la zona del cinturón con el tahalí o espada que “cuelga” de éste, como una alineación más débil que pende de la estrella central. Esta región forma uno de los paisajes celestes más visitados por los aficionados provistos de pequeños instrumentos. El conjunto es muy hermoso, resaltando en la mitad del tahalí la famosa nebulosa de Orión (M42), gigantesco criadero de estrellas, con su resplandor verdoso, casi fantasmal. Una de las primeras sorpresas que tuve de niño, fué precisamente la observación de este color. Las fotografías mostraban una nebulosa roja, rosa, o incluso parda, con un destacado azul en su parte interior dependiendo de la película de diapositivas utilizada, pero en ningún caso se registraba atisbo alguno del verde “fosforecente” que yo creía ver con el telescopio. Todos estos colores existen realmente en la nebulosa, pero la capacidad acumulativa de luz de la película resalta el rojo proveniente del Hidrógeno ionizado, mientras que los conos de nuestras retinas en condiciones de poca luz perciben principalmente el verde emitido por el Oxígeno también ionizado. Fué mi primera lección sobre la limitación de nuestros sentidos que no perciben sino una pequeña parte de lo que existe, y nunca alcanzan a ver la relidad en su conjunto.

La nebulosa de Orión tiene un tamaño de unos 25 años-luz (su diámetro es siete veces más grande que la distancia que separa a Alfa y Próxima Centauri del Sol). No sólo refleja la luz de las estrellas inmersas en su interior, como la conocida estrella cuádruple llamada el Trapecio (con un telescopio no demasiado grande se pueden ver ya cinco), sino que también emite luz por la excitación del gas debido a la radiación ultravioleta de dichas gigantes azules. Por ello, M42 no sólo es una nebulosa de reflexión, sino que en su seno emite luz por fluorescencia (nebulosa de emisión).

Aunque su composición básica es el Hidrógeno y el Helio, por medio del análisis espectral se conoce la existencia de monóxido de carbono, amoniaco, formaldehído, y otras moléculas orgánicas. Los astrobiólogos se acercan a los pilares esenciales de la vida escrutando el Universo. Quizás, nuestro planeta y sus formas vivas (nosotros entre muchas de ellas) sean tan sólo una muestra más de lo que acontece en incontables rincones del Cosmos.

Son muchas las estrellas que enmarcan esta zona con total autoridad, completando la parte del cielo que tratamos. A la izquierda del gigante, y en su base, destaca sin posible rival la más brillante de todo el cielo, conocida por SIRIO, ya en la constelación del Gran Perro. Hay muchas cosas que contar de ella, o de la gigante ALDEBARAN, a la derecha de Orión, en la constelación del Toro, y presidiendo el cúmulo abierto más próximo a la Tierra; Las Híades.

Fotografía de Orión.
Fig.2 - Fotografía de Orión, tal y como puede verse a simple vista desde un lugar oscuro. En la parte superior izquierda se aprecia el color anaranjado de Betelgeuse, más abajo “Las Tres Marías”, y en el lado inferior de la foto , la más brillante de la constelación, Rigel. Bajo el cinturón cuelga el Tahalí, con la rosada nebulosa M42 que destaca claramente.
Se obtuvo con un objetivo de 50mm, y seguimiento mediante una tabla ecuatorial de construcción casera. Foto del autor.

Este texto llega a su fin, pero que el lector piense que todas las estrellas tienen su pequeña historia que contar, y estrellas hay para ocupar toda una vida. Solo se necesita apagar la televisión, animarse a salir de casa y pasear, rehuyendo las farolas y alzando la mirada.

1Precisamente, una de las versiones sobre la muerte de Orión, narra que fue el Escorpión, enviado por la mismísima Artemisa, quien acabó con su vida. De ahí se dice que, cuando el Escorpión aparece por el horizonte, Orión corre a esconderse bajo los confines de la Tierra.

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2005/04/15-22