Josemari VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA
Fotografía: Josemari VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
Un amigo me trajo a otro amigo. Un gran vascófilo me condujo hacia otro. Un conciudadano hizo las veces de puente hacia otro paisano. Y, afortunado de mí, he tenido el honor de contar con su amistad. Es una gran satisfacción ser amigo de Gaizka, como lo fue el serlo de Iokin Zaitegi. Conocí a Gaizka a través de Iokin. Y los dos eslabones de la cadena han sido formidables, porque me ha permitido recoger de primera mano su testimonio, y conocer en mayor profundidad los acontecimientos que tuvieron lugar en la sociedad vasca durante buena parte del siglo XX.
Gaizka Barandiaran. |
Cuando conocí a Gaizka Barandiaran a través de sus escritos –concretamente, en las páginas de “Euzko Gogoa” de Iokin-, lo sentí mucho más cercano –de carácter- de “Loramendi” que de Zaitegi. Era evidente que Gaizka –¿o quizás todavía Salvador?- amaba profundamente su tierra. Y, al cabo de unos años –cuando Salvador se convirtió en Gaizka-, manifestó sus sentimientos con ribetes de poesía popular.
“Goxa zan. Euzkixak Aloña mendi bixkarretik nini erdi atara euan eta urriñeko tontor buruak odol gorrixaz jazten euazan. Marko Etxeberriko goiko zelaixa oiñdio ez euan jantzi...”
Así se expresaba Gaizka hace exactamente medio siglo, empleando la manera de hablar de Mondragón, en el número de enero-febrero de la revista “Euzko Gogoa” que se publicaba en Guatemala. Gaizka nos describe su entorno fundiendo los paisajes de los dos pueblos que lleva en el recuerdo. Oñati y Arrasate, o Arrasate y Oñati. Nacido en Oñati y criado en Arrasate. Y, en medio de los dos grandes topónimos, el nombre de uno mucho más reducido: Marko Etxeberri, el caserío que los barandiaran construyeron con sus propias manos en torno a 1920. Su padre, Julian, hizo gala de una auténtica osadía al edificar un caserío en aquel Mondragón que apostaba fuerte por la industria. Prefirió la libertad del caserío a la seguridad de la fábrica. ¡Si Julián hubiera sabido qué cosecha iba a producir su Marko Etxeberri...! Obviamente, no me refiero a la de maíz o trigo que sembraban para alimentar al ganado o para elaborar pan. No. Eso es lo mínimo que se le puede pedir a un caserío. Me estoy refiriendo a la cosecha humana de Marko Etxeberri.
Quisiera hacer –con tu permiso, Gaizka- una mención especial a tu hermano Bixente, que se nos ha ido hace poco. Quienes conocemos la pequeña historia de Mondragón sabemos el gran mérito que el hermano de Gaizka ha tenido en su oficio. Si tuviera que destacar algún aspecto de Bixente “errementarixie”, no dudaría en subrayar su humildad y generosidad. Siempre estaba dispuesto a ayudar. Nos ha dado una gran cantidad de lecciones, siempre desde su buen talante.
No puedo asegurar que tales cualidades fueran naturales en la familia Barandiaran, pero –al ver tu trayectoria.- está claro, Gaizka, que has practicado la generosidad. Basta con leer tu Curriculum para ver cómo has irradiado tu sabiduría, cómo ha llegado a florecer tu siembra, y qué maravillosas vías has abierto con los criterios que has marcado. Estos detalles nos permiten ver la magnitud de tu obra.
He mencionado la humildad de tu hermano Bixente. Es probable que lo fuera porque no estudió para ser jesuita. Pero cuanto te miro a ti, me pregunto: ¿puede uno mostrarse humilde con semejante historial de trabajo? Yo no tengo ninguna duda: ¡No! Mirad: Zaitegi –consciente de la grandeza de su obra- no se mostró nada humilde. Al contrario, se sentía orgulloso. No digo que fuera orgulloso, sino que se sentía. La actitud que mostraba ante la vida derivaba de su obra. Podría citar más casos como el de Zaitegi, muchos de los cuales he vivido directamente, y otros a través de referencias.
Pero quisiera fijar unos límites más concretos a esta reflexión, por lo que voy a rememorar algunos ejemplos de la órbita de Gaizka: aunque poca, tuve alguna relación con Ignacio Errandonea S.J., y puedo asegurar que el especialista navarro en los clásicos irradiaba soberbia dentro de su frialdad; por otra parte, a pesar de que no llegué a conocerlo personalmente, no parece que “Orixe” pueda ser considerado como modelo de humildad. Estudié durante cinco años con los jesuítas, y tuve a profesores de primera categoría (Ostolaza, Elizegi, Tamayo, Altuna, Goena, etc.), y, al menos levemente, me acostumbré al estilo de trabajo y de vida de los miembros de la compañía. Es probable –Gaizka- que hayas adivinado a dónde quiero ir a parar; y es que esta observación siempre me conduce a la misma conclusión: que a los jesuítas los educan para que se sientan orgullosos de sus logros. Al menos, es lo que a mí me parece. Os educan para que, ante vuestra aportación profesional, andéis por el mundo con la cabeza bien erguida.
Por tanto, Gaizka, a partir de ese convencimiento, bien puedes sentirte satisfecho por todo lo que has hecho. No me corresponde a mí juzgar si actuaste Ad Maiorem Dei Gloriam. Pero, aprovechando la ocasión que me permite mostrarme ante ustedes, quisiera subrayar que en tu trabajo te has guiado por la grandeza de Euskal Herria. Y, para los vascos de a pie, ése es, sin la más mínima duda, el mérito más básico de todos.
He citado los nombres de varios jesuitas. Gaizka tomó la decisión de ingresar en la Compañía en 1928, animado por Jose Markiegi. Durango, Tournai (Bélgica), Marneffe, otra vez Durango, Oña, Barcelona (como soldado, por salvar a un hermano. Otra muestra de su generosidad), Xabier, de nuevo Oña (donde se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1947), Gandía, Tudela (quince años), Mainz (Alemania), Innsbruck (Austria, tres años), Donostia (desde 1967 hasta su jubilación en 1992, en el Colegio de San Ignacio) y finalmente Loiola.
En 1997 escribí una breve biografía de Barandiaran, contando con su complicidad. No es la primera vez que empleo esta palabra al hacer alusión al ambiente de trabajo que reinaba entre Gaizka y yo. Unos años antes, en 1981, publiqué la vida de Iokin Zaitegi, en un libro mucho más grueso. No puedo asegurar que, si Gaizka no se hubiera impuesto la autocensura, su libro resultara igual de extenso que el dedicado a Zaitegi, pero por ahí andaría. Y es que mientras que Zaitegi actuaba desligado de las ataduras de la Compañía, Gaizka tenía que actuar con más prudencia en las conversaciones que mantuvimos... y quiso guardarse para sí muchas de las vivencias de sus casi setenta años en la Compañía. Al parecer, el “Dei Gloriam” exige, entre otros muchos sacrificios, el guardar silencio.
Gaizka Barandiaran ha sido un hombre de su tiempo. Nació el 3 de marzo de 1916 en Oñati, y a los dos años se trasladó con su familia a Mondragón. En la escuela, Zaitegi y Gaizka tuvieron el mismo maestro, Francisco Urrutia. Por otra parte, al formar parte del grupo dirigido por el sacerdote Jose Markiegi, Gaizka se aproximó por vez primera a la cultura vasca. El día del Euskara celebrado en Arrasate en 1927, por ejemplo, fue para el niño Gaizka uno de sus grandes momentos, ya que tuvo que comparecer ante el público para hacer una lectura en euskara. De la mano de Markiegi se introdujo en el mundo del teatro... empezó a aprender canciones vascas... y a bailar. “De pequeño fui dantzari” -recuerda Gaizka- “Y estando en la escuela de Durango empecé a interesarme por conservar las danzas vascas”.
Gaizka Barandiaran durante el homenaje que le otorgaron Euskal Herriko Txistulari Elkartea y Euskal Dantzarien Biltzarra. |
Desde entonces, la cuerda ha dado para rato. Las anécdotas de cuando lo nombraron capellán para poder estar presente en la reunión de International Folk Music Center de 1953; como cuando las alumnas del colegio de monjas de Tudela necesitaban un txistulari y recurrieron a Gaizka. Temeroso, al parecer, ante el diabólico juego al que podía dar lugar el binomio grupo de chicas-Gaizka, el Padre Superior de Tudela ordenó que se pusiera una cortina entre las chicas y el txistulari, impidiendo de tal forma que Gaizka pudiera observar los movimientos de las dantzaris; su colaboración con Maxi Aranburu para impulsar las danzas vascas en Navarra; su "encuentro" con Iztueta; la publicación de los libros “Danzas de Euskalerri I, II y III" en la colección Auñamendi; la excelente aportación “Basque Music”, en el "The New Grove Dictionary of Music” de Londres; los artículos editados sobre el folklore vasco en “Txistulari”, “Dantzari”, Boletín de la RSBAP, “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, “Príncipe de Navarra” “Egan”, Euskonews y otras muchas revistas; docenas de conferencias, trabajos de colaboración y enseñanzas prácticas. Viendo todo cuanto has hecho a favor del folklore vasco,
¿No crees, Gaizka, que, como anteriormente decía, basta como para sentirte orgulloso?
En cuanto al punto de partida de la actividad en pos de la lengua vasca, diría que se localiza en la época en que estaba realizando el noviciado en la ciudad belga de Tournai. “Los estudios de lengua griega me resultaban un acicate – dice Gaizka-, me abrasaban tanto como las ortigas. No dejaba de pensar si seríamos capaces de convertir el euskara, lengua rural, en lengua de cultura”. Tenía veinte años cuando empezó a traducir la Ilíada de Homero al euskara. Junto al vascófilo jesuíta Estefania, tradujo los poemas de Lizardi y Orixe al francés, y fueron publicados en la revista "Etudes" que la Compañía editaba en París. Conoció a Zaitegi en Tournai. Y allí mismo informó el Padre Estefania a Gaizka sobre los fusilamientos, en la locura de la guerra civil, de los sacerdotes de Mondragón Jose Markiegi, Joxe Joakin Arin y Leonardo Guridi.
Publicó la obra “Iliasena” en Tudela, en 1956, adornada con ilustraciones del arquitecto Rafael Moneo, ex alumno de Gaizka en aquel mismo municipio. “El primer hijo de mi intelecto - dice Barandiaran- fue Iliasena; Homero lo merecía, y, cómo no, también el euskara”. Para entonces, los artículos de Gaizka, que versaban especialmente sobre filosofía, se podían leer en “Euzko Gogoa”. “Me gustan Kant, Aristóteles, Sócrates, Platón, Heidegger, Marcel, Sartre, Séneca”, asegura. Gracias a su obra “Gauzaki, Izaki eta Gizaki”, fruto de muchos años de trabajo, obtuvo el Premio Andima Ibiñagabeitia, y fue publicada en 1989, en la colección “Unibertsitaterako liburuak”. Mientras tanto, y también posteriormente, han sido editadas docenas de artículos firmados por Gaizka, y también otras obras que, al menos hasta el momento, no han sido editadas.
¿Entiendes mejor ahora por qué debes sentirte orgulloso?
Durante los últimos meses sigue trabajando en su retiro de Loiola, puesto que estar retirado no es sinónimo de estar parado. Y aunque Gaizka tenga más mermada la limitada libertad de la que disponía, sigue trabajando, disponiendo los valiosos conocimientos que ha ido acumulando durante años. De vez en cuando nos llega un nuevo ejemplar de su especial cosecha, donde nos ilustra sobre el existencialismo, el aristotelismo, el humanismo u otra disciplina, en un hermoso Saski-Naski.
Gaizka, muchísimas gracias por la obra que has realizado en favor de nuestro país. ¡Puedes sentirte orgulloso! ¡Que no es pecado! Recibe mi más sincera enhorabuena en este homenaje, ¡y que sea para muchos años!
Palabras dichas en el homenaje a Gaizka Barandiaran.
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