Diagnóstico actual de la mujer rural vascaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Pilar SANTAMARÍA, IKT
Eider ARRIETA, IKT
Fotografía: Mikel ARRAZOLA

Introducción: La relevancia de la actividad agrícola

  Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.
Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.
L

a cuestión de la importancia de la actividad agraria tiene forma de poliedro, es decir tiene muchas caras y varía según el lugar desde el que la miremos (desde el empleo, desde la identidad…). Desde el punto de vista de la identidad de las mujeres agrarias lo agrario es un elemento central, pero para algunas mujeres no agrarias también tiene un valor, porque constituye un referente simbólico. Quizás el lugar que lo agrario ocupa en la construcción de las identidades pueda contribuir a explicar que mientras en lo personal, es decir cuando se les pregunta por su propio futuro y por los de sus hijas e hijos, lo agrario no se sitúa en un horizonte de futuro, cuando se les pregunta por las actividades más importantes para que el pueblo prospere, el 26% de las mujeres cita la promoción de la actividad agraria como una de las iniciativas más necesarias, porcentaje que se eleva al 34% en Bizkaia. De esta manera, lo agrario se perfila como constitutivo de la identidad, pero en cierta medida anclado en el pasado y como una cuestión a tener en cuenta a nivel de pueblo, a la vez que no tenida en cuenta a nivel personal. De todas formas, estos datos deben ser matizados por el estudio cualitativo que recoge nuevas perspectivas e identidades que compiten con las que según la encuesta están más extendidas; identidades que tienen mucho que ver con lo agrario como actividad profesional.

Por otra parte, desde el punto de vista del porcentaje de mujeres que desempeñan algún tipo de actividad relacionada con lo agrario, la actividad agrícola puede ser calificada también como relevante a la hora de caracterizar y comprender la vida rural cotidiana. La primera pregunta en relación a la actividad agraria que se les hizo a las mujeres fue si realizaban algún tipo de trabajo relacionado con lo agrario, al formular la pregunta de esta manera el objetivo era recoger la situación de todas las mujeres, sin dejar fuera a las que ayudaran de forma puntual, tuvieran una actividad pequeña o llevaran ciertas cuestiones administrativas de la explotación. Un 32% de las mujeres encuestadas afirmó dedicarse en alguna medida a tareas relacionadas con el agro. Por provincias los resultados muestran ciertas diferencias: En Araba se dedica a estas tareas el 23%, en Gipuzkoa el 26% y en Bizkaia el porcentaje se eleva hasta el 41%.

La actividad agrícola como actividad principal

Pero la dedicación a este tipo de tareas adopta formas diferentes. Solamente algunas de estas mujeres tienen la agricultura y/o la ganadería como actividad principal (fig.1), concretamente el 18%, mientras que el 48% son amas de casa y el 15% jubiladas. Ahora bien, si nos centramos en el análisis de las mujeres que tienen por actividad principal un empleo remunerado y tomamos en cuenta además de las actividades estrictamente agrícolas y ganaderas, otras tales como la transformación artesanal o el turismo agrícola, el resultado es que del total de mujeres que viviendo en el medio rural tienen por actividad principal un empleo remunerado, el 22% se dedica a actividades relacionadas con el sector primario.

Fig.1
Fig.2

El elevado número de mujeres que realiza alguna tarea agrícola aun sin ser ésta su actividad principal, tiene mucho que ver con la importancia de la agricultura y ganadería de autoconsumo que supera el 57% de las explotaciones que componen la muestra. Se producen variaciones importantes por sector de actividad, en las orientaciones productivas de huerta, floricultura y fruticultura, el autoconsumo supera el 85%, en la avicultura es casi el 80% mientras en el otro extremo los ingresos familiares son fundamentalmente agrarios en el caso del vacuno de leche (88%) cultivos extensivos (70%) o la viticultura (62%).

Pero nuevamente hay una serie de explotaciones, concretamente el 24%, que declaran vivir económicamente de la actividad agropecuaria. De tal forma que se podría decir que tenemos dos tipos de mujeres agrarias en función de la orientación de su explotación: las que la afrontan como actividad económica y las que la incluyen “dentro del hogar”. El 86% de las explotaciones de menos de 10 ha y menos de 15 UGM son prácticamente de autoconsumo, condición que no llega al 6% en las de mayores dimensiones. Es sin embargo en el grupo de mujeres donde hay menos agrarias (26 a 39), el grupo en el que proporcionalmente mas mujeres viven de la actividad (45%), siendo los sectores de dedicación el vacuno de leche, el vacuno de carne y la horticultura. Curiosamente, casi el 70% de las horticultoras profesionales1 están en este grupo.

Los planteamientos de estas mujeres jóvenes que están introduciendo nuevas concepciones de la actividad agraria son explicados en el estudio cualitativo, que recoge dos identidades agrarias diferentes: Una identidad agraria “nueva” que pese a no estar exenta de dificultades, introduce una concepción más “laboral” de la actividad, buscando así compatibilizar el propio trabajo y el tiempo personal (sueldos, ocio, vacaciones…) y aquella frente a la cual surge ésta, la que descansa sobre la concepción tradicional de la actividad agraria como especialmente dura, con horarios sin límite, etc.

Los derechos y el reparto de labores y responsabilidades

Una de las cuestiones relevantes es la de la titularidad de la explotación ya que está muy relacionada con el reconocimiento y con determinados derechos tales como la cotización a la seguridad social. A nivel de la CAV se definen como titulares el 26% de las mujeres que realizan alguna tarea agrícola y como cotitulares un 21%, pero las diferencias territoriales son muy importantes destacando la bajísima proporción de mujeres titulares o cotitulares en Gipuzkoa y la situación contraria en Bizkaia con más de un 57% entre los dos grupos. Destaca también el alto porcentaje de mujeres que no se clasifican a si mismas (25%), debido probablemente a que sus explotaciones son básicamente de autoconsumo o incluso no están dadas de alta en el registro de explotaciones.

Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.
Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.

Si exceptuamos entonces el grupo de autoconsumo, las mujeres son titulares de forma mayoritaria en los hogares en los que no todos los ingresos proceden del agro (65% de media) mientras que la proporción se invierte cuando todos los ingresos son agrarios (38% de media). Es decir, si el sustento de la familia es la agricultura es menos probable que la titular sea mujer, mientras que si es un “complemento”, hay más probabilidades de que la mujer asuma oficialmente la titularidad.

La titularidad o cotitularidad puede conllevar derechos u obligaciones como la cotización a la seguridad social. Sin tener en cuenta el régimen concreto (agrario, general o autónomos), el 66% de las mujeres titulares o cotitulares dicen cotizar a la seguridad social lo que unido al 31% de pensionistas deja una cifra muy pequeña de mujeres que no cotizan. Dado que las cifras obtenidas no concuerdan con las estadísticas de afiliación a la seguridad social, es probable que lo que se detecta sea una mala información respecto a los derechos y deberes que se obtienen de la afiliación a la seguridad social, confundiéndolos en muchos casos con el mero derecho a la asistencia sanitaria y partiendo de un planteamiento de la generación de derechos familiares, de forma que al cotizar el marido se entiende que la mujer disfruta de los mismos derechos, que si cotizara ella misma.

Una vez definida la situación legal de las mujeres en relación a la explotación agraria, queda por definir cual es la percepción de su situación en relación al trabajo y al acceso a la toma de decisiones.

Un 24% de las mujeres considera que el funcionamiento normal de la explotación recae sobre ellas, mientras un 46% lo comparte y un 30% contesta que el funcionamiento diario recae sobre otros. Por territorios no hay diferencias significativas mientras que la edad sí marca diferencias. Así las más jóvenes en general dicen que sobre ellas no recae el trabajo, ni lo comparten. A partir de los 26 años aumenta el trabajo compartido y a partir de los 40 se empieza a asumir la responsabilidad del funcionamiento, proceso de asunción que crece con la edad. Hay también una relación con los sectores y de esa forma las mujeres sienten que tienen menos peso en el vacuno de leche o los cultivos extensivos mientras que la floricultura y el turismo rural son básicamente de las mujeres y en la horticultura, el vacuno de carne, ovino-caprino y la viticultura predomina el trabajo compartido2.

Es importante complementar la información relativa a la situación de las mujeres con respecto a la asunción de responsabilidades con sus posiciones de cara a la toma de decisiones. Según los resultados de la encuesta las decisiones se toman de manera compartida en un 54% de los casos. Por otra parte hay una cierta correlación entre asumir el funcionamiento de las explotaciones y la toma de decisiones, de forma que casi el 70% de las mujeres que llevan el peso de la explotación en solitario asumen en solitario también las decisiones y los mismo ocurre con las que comparten (comparten las dos cosas en un 83%).

Por último el cuestionario contenía una pregunta relativa al tipo de tareas agrícolas y/o ganaderas realizadas por las mujeres y sus parejas y según el resultado obtenido no existen diferencias de importancia en el tipo de tareas realizadas, de tal forma que la hipótesis de la existencia de tareas masculinas y femeninas parece quedar debilitada, si bien para descartarla sería necesario incidir en el estudio de esta cuestión de forma más específica.

Procedencia de las mujeres agrarias

Por último, la encuesta trataba de medir la incidencia del relevo familiar en las explotaciones, y en qué medida es el medio rural y/o agrario el origen directo de las personas de las explotaciones.

De la encuesta se deduce que la actividad de la familia es sustancial para mantener una cierta actividad agraria, ya que el 76% de las mujeres con ella procedían de una familia agraria. Por otra parte, parece más habitual que, de no proceder de familia agricultora, la mujer agricultora proceda del mundo urbano (60%) que del rural (40%).

Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.
Archivo “Argazki” Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco.

Pero esta realidad varía en función de la edad. Los datos van desde un 94% de las mujeres de mas de 65 años que proceden de una familia agraria, pasando por el 75% del grupo entre 40 y 64 años hasta el 50% en los grupos más jóvenes. Lo que apunta a ciertos cambios en la procedencia de las mujeres que actualmente deciden dedicarse a la agricultura y la ganadería, aunque se trata de procesos todavía incipientes y los datos no permiten saber si van a tender a consolidarse o seguirán siendo en cierta medida marginales.

1 Entendiendo por profesional que al menos la mayoría de los ingresos de la familia proceden de la explotación.

2Compartido no necesariamente con la pareja, puede ser con otras personas, por lo tanto no hablamos de roles hombre-mujer.

Este artículo está escrito en base a los resultados del proyecto de investigación “Las mujeres en el medio rural vasco. 2004”. Dicho proyecto combinó metodologías cualitativas (a cargo del Departamento de Sociología 2 de la UPV/EHU) y cuantitativas (a cargo de IKT).

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