Lauaxeta, poeta simbolistaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Jon KORTAZAR, Euskal Literaturako Katedraduna
Traducción: Jon KORTAZAR
Jatorrizko bertsioa euskaraz

Bastará leer el comienzo de su primer libro Bide barrijak (1931) para acercarnos a las significaciones claves de la poesía de Esteban Urkiaga, Lauaxeta (1935-1937).

“Zer dodan eztakit, baña gexo nago:
gorputza aul daukot, gogua ariago.
Arratsari nago... itxas urdiñari,
Lanari el-ezin, soilik ametsari”.

[No sé lo que sufro, pero estoy enfermo: / tengo muy débil el cuerpo, pero mucho más el alma. / Por eso amo el atardecer… el azul de los mares, / no puedo sujetarme al trabajo, y tan sólo me agrada el soñar]. (Traducciones de Esteban Urkiaga, Lauaxeta)

Estepan Urkiaga Basaraz. «Lauaxeta».  
Estepan Urkiaga Basaraz. «Lauaxeta».
Esta estrofa configura una autopoética que puede servir en la comprensión de su poesía. Para empezar esta lectura debemos darnos cuenta de esa palabra clave: enfermo que, en una extensión del significado de la palabra vasca “gaixo”, prefiero traducir y explicar como “melancolía”, puesto que estar “enfermo” en este contexto no puede unirse al campo semántico de la salud, sino de la inadecuación de la vida del poeta a la vida cotidiana. Como todos los poetas simbolistas y modernistas, Lauaxeta se siente desplazado del mundo, y el poeta desea otra vida, otro mundo, otra cosa que se define en el “sueño”. Cuerpo/ alma, trabajo/ sueño: estas contraposiciones crean el ambiente en el que se moverá la poesía del escritor de Mungia (Bizkaia), de los escritores que creen en la analogía.

¿Cómo se define la melancolía? ¿Qué significa que el poeta “no puedo sujetarme al trabajo y tan sólo me agrada el soñar”? La Modernidad y el Modernismo crearon en la melancolía un estado del alma que se definiría como clave para su estética. El poeta no se siente a gusto con la vida que lleva, con el mundo que conoce (¡no puedo trabajar!), no se siente cómodo con el mundo cotidiano, por eso sueña un mundo mejor, más hermoso, más verdadero. Fruto de esa deslocalización se crea la melancolía.

Fuera de este mundo, como proclamaron los neoplatónicos, se encuentra el mundo del ideal, del que éste es sólo un pálido reflejo. Por ello Lauaxeta volverá la vista al sueño, como una manera de cambiar el mundo, como en poemas como “¡Itxasora!” [¡A la mar!], un texto en que el autor que comentamos mostrará todo su entusiasmo en la posibilidad de conocer un mundo mejor.

“Odiseu barri gara, lamiñik ezta baña,
emen sortuba ezta Aprodite liraña.
Geure abenda antzo pioneer gaste gara”.

[Somos nuevos Ulises, pero no hay sirenas. / Aquí no tuvo su cuna la encantadora Afrodita. / Como nuestra raza, somos jóvenes pionners]

Los ideales, está claro se encuentran en la montaña, en la naturaleza, lejos del trabajo, fuera de la ciudad que se ha convertido en el lugar de la burguesía materialista. Así lo explicará el poeta en textos como “Artxanda ganian” [Sobre el Artxanda] o sobre todo en el poema “Mendijetara” [Huyo a los montes], en un poema que recuerda a su coetáneo y amigo, José María Agirre, Xabier de Lizardi.

“Urrun giz-otsetatik, menditara nua,
leyak ba loitzen dabe garbi dan gogua”.

[Apartado de los pasos humanos, huyo a los montes, / porque los afanes manchan el alma inmaculada].

Estos dos poetas muestran en su obra una irrefrenable pasión por la metáfora de la ascensión: subir hacia arriba, hacia donde mora la luz, hacia el ideal y en su concepción cristiana de la vida, hacia Dios… El ideal se encuentra siempre en la cima, y como metáfora de esa concepción, la montaña cumple expectativas significativas claras.

Manu Robles Aranguiz, Estepan Urkiaga Basaraz «Lauaxeta», Juan Careaga, José Antonio de Aguirre.
De izda. a dcha.: Manu Robles Aranguiz, Estepan Urkiaga Basaraz «Lauaxeta», Juan Careaga, José Antonio de Aguirre. Acto en el Frontón Euskalduna, año 1932.

Juan Ramón Jiménez lo dijo con palabras diferentes, pero con los mismos significados.

“Los sentimientos son casi siempre una cuestión atmosférica. Un grado más o menos de temperatura, un viento más o menos sutil, una luz más o menos de oro determina un estado del alma”.

El sentimiento debe salir de la ciudad a la naturaleza, porque los dos elementos se conciben unidos. Por eso es tan importante el significado de la montaña: porque allí la luz es más plena, porque allí es más puro el aire. La naturaleza crea el sentimiento de plenitud, y también la conciencia de desarraigo, la melancolía, el deseo y la esperanza de un mundo mejor.

Esteban Urkiaga, Lauaxeta sitúa su mundo poético en la analogía, lo que a su vez significa que se trata de un poeta que trabaja en la Modernidad, en el simbolismo y en el modernismo. Como se sabe, su obra no es extensa. Publicó dos libros de poemas: Bide barrijak (1931) [Nuevos rumbos], Arrats beran (1935) [Atardeceres] a los que pueden añadirse otros poemas sueltos publicados en diarios y revistas, y un poema épico que se da por desaparecido. Lo cierto es que con esta obra reducida trató de situar la lírica vasca en el contexto de la lírica europea.

La primera revolución poética de la Modernidad se produjo a finales del siglo XVIII cuando Diderot propuso a los poetas que fueran “oscuros” frente a la luz ilustrada. Hasta ese momento el dominio de las regiones oscuras del alma, del irracionalismo correspondía a la Iglesia. Pero desde ese momento se producirá una laicidad de la expresión de los componentes irracionales de la poesía. Así Rousseau declarará que la persona se mueve entre dos mundos: uno exterior, que depende del reloj, ese mundo que Lauaxeta expresa con la palabra “trabajo”, y otro interior, la región de la imaginación y que Lauxeta nombra con el nombre de “sueño”. O como diría Lizardi, por un lado se encuentran los ojos y en otro lado el corazón.

La analogía consiste en la expresión de un concepto que cree que la realidad está dividida en dos secciones: la vida cotidiana, seca y triste, y la vida del ideal, eterna y hermosa. La poesía tratará de llegar a expresar este segundo mundo a través de las correspondencias y las metáforas, porque en el fondo eso significa ser una metáfora, la unión de dos elementos, uno cotidiano y otro hermoseado.

Al leer a Lauaxeta, y antes que él a muchos poetas europeos, se verá que el lenguaje poético quiere expresar otra cosa, otra realidad que aquella que rodea al poeta: la eternidad y la belleza por medio del lenguaje cotidiano. Si habla de la naturaleza, querrá expresar el paso del tiempo. Los símbolos y las metáforas del lenguaje poético tratan de expresar un misterio que el poeta quiere descubrir. El poeta lo define en la presentación de su segundo tomo de poemas, en Arrats beran (1935).

“Ludi [Lur] onen bestaldez loratzen diran landaraen usañak goxalde bakotxak darkidaz. Auxe da neure sakona!”.

[Cada amanecer me trae el aroma de las flores que nacen al otro lado de este mundo. Y esa es mi profundidad]. (Traducción del autor de este artículo).

El poeta, por tanto, busca expresar ese aroma de otro mundo, el misterio, o como aquí se dice, la profundidad. ¿Pero qué significa el misterio, al que tanto se refiere el poeta? En el fondo se trata de descubrir el sentido de la vida y, ante todo, de la muerte, se trata de explicar lo que se encuentra más allá de la muerte. El misterio de la muerte, del paso del tiempo.

Firma de Estepan Urkiaga Basaraz.
Firma de Estepan Urkiaga Basaraz.

Una de las ideas claves en la modernidad consiste en la idea de la muerte de Dios, cuya consecuencia será la situación de precariedad del sujeto. No es una idea que aparezca directamente expresada en el poeta que comentamos. Pero ello obliga a preguntarse por lo que se encontrará el sujeto después de la muerte, que se convierte así en un tema recurrente en Lauaxeta. Leamos por ejemplo “Gazte gexua” [El joven enfermo]. El joven que se dirige al bosque reflexiona sobre el paso del tiempo:

“Samiñez nator zeugana, maite zaitudan basua:
orbelen jauste mindubak diraust erijotz arua [...]
Bekoki onek dagerren maitasunezko lilura
Ezin illundu dagike erijotzaren laztanak.
¡Ariñik duaz obira zerubak maite dauzanak”.

[Dolorido llego hasta tu paz, ¡oh bosque querido! / La caída de tus hojas me predice la hora de la muerte […]/Este encanto de amor que brilla en mi frente /, jamás podrá ser oscurecido por las caricias de la muerte. / ¡Que siempre hayan de morir jóvenes, los predilectos del cielo!]

Aunque el lenguaje literario de este texto resulte más romántico que simbolista, la importancia de la muerte es palpable en la cita. Bastará con repasar los títulos de algunos de sus poemas “Ludi ameskorra” [La vanidad del mundo], “Goguaren eresija” [El salmo del alma], “Betikorra” [Canción eterna], “Bere illobijan” [En su tumba] para darnos cuenta del lugar central que ocupa en su poesía la reflexión sobre la muerte, reflexión que tomará tonos poéticos diferentes en cada uno de su libros. El primero adquiere una tonalidad más romántica, el segundo más simbolista y modernista, el primero se declara en el segundo se sugiere, pero siempre se mantiene la reflexión sobre la muerte.

Pero ¿cómo puede el poeta conseguir la serenidad que supone entender el misterio? Las respuestas varían también de libro en libro. En Bide barrijak se encuentra un poema que se titula “La paz en el Señor” que muestra la concepción cristiana del poeta y en él se dice:

“Bijotzari: -Badakik Urtzi jauna non dan?-
-Ixatez ludi barna, maitez gixon baitan.-
Sakona argitu yatan..., oro ulerkorra;
Igar neban gixonen barruko zadorra”

[¡Oh corazón!: ¿Sabes dónde está Mi Dios? / -por esencia dentro de la creación, por amor dentro de los hombres.- / Y se me iluminó el misterio… todo fue claro entender: / comprendí el misterio del alma humana]

Pero en el segundo de sus libros Lauaxeta dedicará un poema a quien no cree o se declara agnóstico: “Sinestebakuarena” [Al incrédulo] respetando la imposibilidad de creer de este sujeto poético, y Lauaxeta en este libro juega con la idea de que el amor y la juventud, el hedonismo, pueden ayudar a encontrar una solución a la angustia que produce la muerte.

Como puede verse, las respuestas sobre cómo superar la angustia ante la muerte varían de libro a libro, pero se mantiene en ambos la convicción de que la analogía produce un puente de unión entre la realidad ideal y la cotidiana a la que está condenado el poeta.

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