Las historias de amor no solo se dan entre los seres humanos individuales, también se dan entre los pueblos. Yo creo que eso es lo que ha sucedido entre los chilenos y el pueblo vasco. La historia de mi país, Chile, es la historia de un pueblo pobre y accidentado que le daba pérdidas a la Corona de España. No tenía una civilización, sino pueblos pastores y alfareros, que atravesaban Los Andes persiguiendo Guanacos protegidos por el Condor, Señor de las Montañas y orientados por la Cruz del Sur.
José Antonio de Aguirre en el Stade Francais de Santiago de Chile en 1942. Al fondo se ven Raquel, Ana Luisa y Blanca Saitua Toledo, hijas de Facundo Saitua Ibarra. |
Francisco de Aguirre, nacido en Extremadura, producto de esas repoblaciones que fertilizaron Castilla, fue uno de sus primeros conquistadores, y se asentó en el valle de La Serena, donde hizo plantaciones de caña y frutas traídas del Perú y dejó unos 80 hijos reconocidos. ¿No es ésta una historia de amor y fertilidad? De su linaje, uno de los cinco linajes fundadores de Chile, descienden presidentes, empresarios, campesinos y pillastres, como su fundador.
En la fundación de Santiago en 1541, encontramos a dos jóvenes pajes de la Corte española, de solo 18 años. Alonso de Ercilla y Zúñiga, de linaje bermeano, y Francisco de Andía e Yrarrazaval de linaje guipuzcoano. El primero escribió el poema épico La Araucana en cortezas de árbol, imaginando a los mapuches (hombres de la tierra) como héroes griegos, dándoles en su poema el nombre de Araucanos, sacándolos así de su anonimato histórico al cantarle al mundo eso de “Chile, fértil provincia y señalada, de la región Antártica famosa…” El segundo fundó una familia que todavía se mueve por Chile con donaire y aires de corte.
Santiago Saitua Ibarra, capitán mercante que vivió en Algorta y padre de Iñaki Saitua Basañez, químico y microbiólogo emigrado a Chile en 1937. Tiene dos nietos en Algorta. |
Siguió la Colonia y empezaron a llegar los escribanos, los capitanes de las guerras de Arauco y los comerciantes, todos “vizcaínos” como se llamaba a los vascos en aquel entonces. Las hijas mestizas de los primeros conquistadores salieron, según los historiadores, chilenos por supuesto, bastante agraciadas y empezaron a mirar con buenos ojos a los que venían a hacer fortuna. Y los emigrantes con buenísimo ojo los predios que ellas habían heredado, gracias al Alarife Gamboa, quién solo se ganó por sus servicios, una calle de una cuadra de largo en la actual ciudad de Santiago.
De ese modo, todos contentos. Y empezaron a llegar los Zabalas de Bizkaia, Urzúa, Larrain, Errázuriz, de los valles pirenaicos, Real de Asúa, Eyzaguirre, Zañartu, Olea, Santelices, Aguirre (estos directos ya del Norte, sin pasar por Extremadura) Arana, Astaburuaga y Mandiola, Eguiguren y Ortúzar, Echaurren y Gazitua, Gana y Oñederra y mil más que formaron el armazón político social del país, y que se acostumbraron durante la Colonia a casarse entre ellos o con alguien venido de “allá”, de tal modo que tener apellido vasco pasó a ser garantía de pertenecer a esta clase poderosa.
Facundo Saitua en su juventud. |
Hoy recordaba con mucho afecto a mi ñaña, la mujer que me cuidaba en mi infancia, doña Carmen Loyola Andaur, natural de la zona del río Maule, una rubia de ojos verdes con pómulos altos heredados de sus antepasados indígenas. Para mi dolor de niña, se casó con Francisco Subiabre (¿Zubiaurre?), conductor de camiones en nuestra industria de calzado, con marcados rasgos negroides, cosa rara en Chile. No sabían de dónde eran sus apellidos, ni que aventurero vasco los engendró por allá por la Colonia. Y así sucede mucho, como Pablo Neruda, cuyo verdadero nombre era Neftalí Reyes Basualto… (¿Basoalde?) y que negaba toda ascendencia vasca, ya que para él eran aristócratas, latifundistas y otros pecados mortales. (Yo creo que el mayor pecado mortal que tienen fue ser dueños de innumerables viñas). No así nuestro otro premio Nobel, Gabriela Mistral, que realmente se llamaba Lucila Godoy Alcayaga, y se enorgullecía de sus gotas de sangre vasca y que si mal no recuerdo donó los derechos de autor de alguno de sus libros a favor de los niños vascos exiliados.
Facundo Saitua en su juventud. |
En el último tercio del siglo XIX empezaron a llegar jóvenes vascos del lado español. Ese es el caso de mi abuelo Facundo Saitua Ibarra, del Puerto Viejo de Algorta, e hijo del “Práctico” del Puerto de Bilbao, que llegó en 1885, a los 15 años, a “hacer fortuna” como en el zortziko, y a la casa de los Echevarria Unzurrunzaga, también de Algorta.
Facundo Saitua, recién emigrado a Chile en 1886. |
Eso no quiere decir que los vascos sean unos santos, como me hacían creer mis tías emigradas después de la caída de Bilbao, entre rosario y rosario. Mi abuelo tenía un socio en el campo que se empeñaba en imitar a don Francisco de Aguirre, ese de los 80 hijos. También era Aguirre, vizcaíno, y su especialidad era convencer a sus compatriotas de comprar pasajes en barco y de venir a esta tierra de leche y miel, donde su socio, un señor muy generoso de apellido Saitua, los iba a tener en su casa y les iba a dar trabajo. Por cada 10 pasajes vendidos, obtenía uno gratis y a la casa de mi abuelo llegaban los pobres emigrantes pidiendo alojamiento. Llegó al extremo de mandar a 2 chicos de Erandio de apellido Mota, que no llegaban a los diez años.
Mi abuelo había dejado en Algorta dos hermanos marinos y una hermana que se casó con un Larrazabal del caserío Gambe en Barrika (Bizkaia) y que, a su vez, había vuelto de Cuba. La familia era nacionalista vasca, y la hermana y sus hijos, tuvieron que salir pitando por Laredo después de la caída de Bilbao. El hermano, capitán mercante, estaba preso por romper el bloqueo en un puerto de Galicia, para llevar alimento a la población civil. Un sobrino murió en el frente y otro estaba haciendo trabajos de construcción de caminos en Francia, para poder sobrevivir. Un tío de Urduliz, alcalde de su pueblo, fue fusilado, y así suma y sigue, como en todas las guerras.
Alberto Etcheverry, primer presidente del Centro Vasco de Santiago, Facundo Saitua, primer tesorero y dos caballeros de la colectividad vasca en los años 30. |
Mi abuelo los trajo a todos a Chile, y el tío Iñaki Saitua, que picaba caminos en Francia se recibió de Químico, llegando a ser un gran investigador en el campo de la Microbiología, y un gran navegante de altura. Mi madre se casó con un primo Larrazabal, de estos que llegaron exilados, y aquí estoy yo, finalizando esta historia y contándoles, como Chile acogió a mis ancestros, y ninguno de ellos se puede quejar del trato recibido solo por que su apellido tenía un par de erres. Nada nos ha sido negado en este país, y debo reconocer que tener ancestros vascos siempre ha sido, en primera instancia, un capital a favor y espero que lo siga siendo, y que la historia de amor entre estos pueblos siga viva, ya que es una historia de familia, como lo ha sido con la mía durante 120 años.
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