Optimismo-pesimismo y su relación con la salud y el rendimientoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Julio SERRANO

¿Tienen algo que ver el optimismo y su opuesto, el pesimismo, en nuestra salud?, ¿existe algún tipo de correspondencia entre el optimismo-pesimismo y el rendimiento? Estas son las dos preguntas a las que vamos a intentar aproximarnos en este breve artículo. Pero, primero veamos qué entendemos por pesimismo-optimismo. Los psicólogos decimos que el optimismo y el pesimismo son dos variables cognitivas, un filtro, como escribía Lorenz, a través del cual vemos la realidad. Ese filtro es responsable de nuestra representación interna del mundo, de los otros y de nosotros mismos. Es el responsable de la percepción que cada uno de nosotros tiene de la interacción o feedback que mantenemos con el exterior y con nosotros mismos. Y este filtro nos proporciona tres significados:

a) Permanencia: hace referencia a la duración o temporalidad del resultado de esa interacción.

b) Extensión: se refiere al grado de generalización o contaminación que provoca el resultado de esa interacción.

c) Personalización: es la percepción de culpabilidad o implicación personal en el resultado de esa interacción.

Pesimistas y optimistas deciden, de manera inconsciente o automática, reflexionar o pensar de forma distinta ante el resultado de una interacción con su entorno. Que dicho entorno les sonríe, que aciertan en esa interacción, los pesimistas verán el acierto como algo temporal, momentáneo, algo específico y cuyo resultado es fruto, no sólo de ellos, si no también de una serie de circunstancias ajenas a ellos mismos. Si, por el contrario, obtienen un feedback negativo, pensarán que es un resultado que va a durar largo tiempo, tiñe de negativo todas las demás áreas de percepción, incluidos ellos mismos, y se tendrán como responsables únicos del resultado negativo. El sistema perceptivo de los optimistas funciona de forma opuesta al de los pesimistas, tanto ante los resultados positivos como ante los negativos.

Foto: Ariadna (Barcelona)
Foto: Ariadna (Barcelona).

Durante los últimos años, distintos grupos de investigación han ido aportando evidencia científica acerca del impacto que tienen determinadas variables psicológicas, entre ellas el optimismo-pesimismo, en el sistema inmunológico y, por lo tanto, en la salud (Visintainer, Vaillant, Peterson, Kamen, Rodin, Burns, Seligman...).

Describiré brevemente un estudio longitudinal, llevado a cabo durante más de 50 años por la fundación Grant. Durante más de medio siglo se ha seguido a un grupo de 200 individuos, excepcionalmente inteligentes y ricos y estudiantes de Harvard cuando comienza el estudio. Cada 5 años han sido objeto de múltiples análisis psicológicos, les han entrevistado periódicamente y han rellenado un sinfín de cuestionarios. El estudio pretendía saber los factores que intervienen en el éxito y la salud a lo largo de la vida. Una de las primeras constataciones es que existe un porcentaje alto de fracaso y salud precaria entre los sujetos de la muestra: rupturas matrimoniales, pobreza, problemas cardíacos, alcoholismos, suicidios... Estos sujetos experimentaban aproximadamente el mismo grado de fracasos y problemas de salud que la población en general de su país. Otra conclusión es que aquellos sujetos que ya cuando estaban en la Universidad reflexionaban sobre los resultados negativos con humor y como algo que sucede en un momento determinado y en una faceta específica de sus vidas, habían logrado mucho más éxito y tenían mejor salud que aquellos que percibían los fallos como algo que no podían aceptar y que teñía de negativo todas las demás facetas de sus vidas. Como dice George Vaillant: “ninguno de los que a los 20 se servían de mecanismos maduros (humor, temporalidad) había enfermado cuando llegaron a los 60 años, mientras que un tercio de los que se habían servido de mecanismos inmaduros (no aceptación, extensión de la percepción, culpabilización) habían tenido ya serios problemas de salud para cuando cumplían los 60 años.

Cada día parece más evidente que una variable psicológica, en este caso el pesimismo, provoca una disminución de las catecolaminas e incrementa la secreción de endorfinas, lo que disminuye la actividad del sistema inmunológico, facilitando así la enfermedad.

Foto: Dave Wicks (http://www.opticgroove.com)
Foto: Dave Wicks (http://www.opticgroove.com).

Así que con la comprensión que hoy tenemos de cómo se relacionan percepciones-emociones-fisiología y rendimiento conductual, estamos en disposición de elaborar programas preventivos y de reeducación-intervención. Nuestros niños tienen mucho que ganar si encontramos la manera de llegar a ellos para, en los propios centros escolares, enseñarles a posicionarse o percibir el acierto o el fallo de una manera inteligente. Lo mismo podríamos decir de los centros de trabajo, del deporte... Allí donde hay un ser humano nos encontramos con alguien que tiene hechas ya una serie de estructuras perceptivas, metacogniciones, con las que autodialoga o percibe lo que le va sucediendo en esta interacción continua o feedback que mantiene con su hábitat y consigo mismo. Y sabemos que algunas de estas metacogniciones son más adaptativas, más inteligentes, que otras. Esta es una tarea que está por hacerse en nuestro país: mucha acumulación de datos en nosotros sobre el exterior y nulo adiestramiento sobre nosotros mismos. Los psicólogos también hemos contribuido a esta situación: nos hemos dedicado a corregir errores en aquellos ciudadanos en los que ya se hacía evidente que algo dentro de ellos les tenía contra las cuerdas. Efectivamente, era necesario y sigue siendo necesario aplicar lo que sabemos para reeducar, curar o como queramos llamarlo. Mi parecer es que ahorraríamos mucho sufrimiento y contribuiríamos a una mayor felicidad y sensación de sentido y crecimiento personal si ponemos en marcha programas educativo-preventivos que:

a) proporcionen consciencia a nuestra gente acerca de qué metacogniciones tienen ya instauradas y con las que valoran ese feedback que mantienen con su entorno, sea éste el que sea: laboral, académico, deportivo, familiar...

b) permitan cuestionar determinadas metacogniciones e instaurar otras que nos proporcionen una lectura más inteligente, más adaptativa de lo que nos va sucediendo.

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