El bocho: Etimología de un nombre de BilbaoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Josu GÓMEZ PÉREZ

Cualquier natural de Bilbao conoce el apelativo cariñoso con que se conoce desde antiguo a su Villa: el “bocho”. Algunos añaden el diminutivo hipocorístico para acentuar el carácter familiar de la voz, llamándolo “bochito”. Es ésta una denominación que ha tenido un gran éxito a lo largo del tiempo, y que, aunque hoy parezca haber caído algo en desuso por los miembros de las nuevas generaciones, sigue gozando de una gran expansión entre los naturales de Bilbao.

Un buen indicador del uso actual de un término es su penetración en Internet. Google, conocido buscador, ofrece más de mil páginas web donde el término “bocho” o su variante “bochito” aparecen vinculados a la villa de Bilbao (en un setenta por ciento de las veces, por cierto, con la grafía euskérica “botxo” o incluso “botxito”.

Por tratarse de un término tradicional, es lógico buscar su origen, o al menos el comienzo de su uso, en la época en la que se forja de manera más singular la identidad tradicional de la villa bilbaina: el final del siglo XIX y los comienzos del XX.

El Arenal en 1870.
El Arenal en 1870.

Uno de los catalizadores más importantes de esta identidad es Emiliano de Arriaga, quien en 1896 publicó el Lexicón etimológico, naturalista y popular del bilbaíno neto, compilado como apéndice a su serie de escritos costumbristas llamados Vuelos cortos de un chimbo.

Sin embargo, no fue ésta la primera aparición de la voz “bocho” con este sentido. Cinco años atrás, el 26 de marzo de 1891, Unamuno había publicado un artículo llamado “Sartas sin cuerda” en el periódico El Nervión, en el que describía, con tintes costumbristas, una mañana por las calles de Bilbao. En una de sus páginas describe el entorno del Arenal y La Naja como “El mejor pedazo de cielo de que gozamos desde el bocho, el puente más ancho, la estación, tras los pelados árboles, las arboladuras peladas de los buques y allí delante, la fila de hermosos castaños y el tilo”. No he encontrado una ocurrencia anterior a ésta del uso de “bocho” como apelativo de Bilbao, ni en el propio Unamuno, ni en el resto de textos “bilbainistas” de esta época.

Unamuno fue también quien más hizo por popularizar este vocablo. Uno de sus artículos más importantes, que da nombre a la recopilación de sus escritos de tema bilbaino publicada en la colección El Cofre del Bilbaino en 1965, es precisamente “Mi bochito”, escrito en Salamanca en julio de 1900, para conmemorar el 600 aniversario de la fundación de la villa. En este artículo se dice, aclarando el significado del título: “Por si este libro cae en manos de quienes no sean de Bilbao, ni conozcan sus cosas y sus dichos, he de decir que bocho significa en bilbaino un hoyo hecho en el suelo, como el que se hace para jugar a las canicas”, y pasa después a hablar de lo que llama “dialecto bilbaino”.

Todos los autores que recogen este apelativo, como Alberto San Cristóbal o Mikel Zárate, reconocen que se trata de un uso figurado de otra acepción de la voz “bocho”, que significaría “cavidad, agujero”, y que ya fue documentada por el lingüista bilbaino Pedro de Múgica en 1892 en sus Dialectos castellanos.

Esta acepción material de la voz “bocho” ya aparece en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Sin embargo, el propio diccionario aclara que no se trata de una forma de uso general en español, sino que está localizada en la zona vasca. La edición vigesimosegunda del Diccionario recoge la voz “bocho”, la adscribe al uso coloquial y a los territorios de Álava, Navarra y Vizcaya, y remite directamente a una voz de forma parecida: “boche”. “Boche”, en su segunda acepción, significa, según la RAE, “Hoyo pequeño y redondo que hacen los muchachos en el suelo para jugar, tirando a meter dentro de él las piezas con que juegan”.

Bilbao. Plaza vieja en 1854.
Bilbao. Plaza vieja en 1854.

“Bocho” aparece por primera vez en la edición de 1992, mientras que la variante “boche”, con la acepción de “El hoyo pequeño y redondo que hacen los muchachos en el suelo para jugar, tirando a meter dentro de él los ochavos para ganar, que es la calidad del juego”, ya se encontraba en el Diccionario de Autoridades de 1726, y el Diccionario Histórico de 1936 nos recuerda su aparición en el Diccionario de Terreros. Es, pues, una voz antigua en español.

Su etimología, sin embargo, es mucho más discutida. Las ediciones antiguas del Diccionario de la Academia ofrecían como étimo de “boche” el término latino scrobiculus, -i, que es el diminutivo de scrobis, -is, “fosa”. Pese a que el significado podría adecuarse al término, derivar “boche” de “scrobiculus” parece difícil.

Dado el arraigo de esta voz en las tierras de habla vasca, parecería apropiado rastrear sus apariciones en diccionarios de euskera; no sería la primera vez que una voz de origen discutido encuentra su etimología precisamente en esta lengua. Así, encontramos en el 3000 Hiztegia una escueta mención a la voz “botxo”, con dos acepciones: “Hoyo, agujero en la tierra” y “Agujero que hacen los niños en el suelo para ciertos juegos”. Nada que no supiéramos ya.

Michelena, no obstante, en el Orotariko Euskal Hiztegia, además de las definiciones ya conocidas, recoge las siguientes variantes de “botxo” “potxo”, “botxi” y “potxi” (ésta con la acepción restringida pero indubitablemente relacionada “hoyo para sembrar o plantar”); y como voz alavesa, da para “bocho” “Agujero que se hace al sembrar alubias u otras legumbres, para ir colocando en él la semilla”.

Esta entrada nos pone frente a todo un subconjunto de formas relacionadas, donde la alternancia b/p parece indicar una inestabilidad en el tratamiento de la inicial, y la alternancia e/i/o (y la inexistencia de u, típica de las formas vascas antiguas provinientes de una voz latina de segunda declinación) nos sugiere también cierta indefinición en la vocal final. Luego volveremos sobre esto.

Corominas, en su Diccionario Etimológico, afirma en relación con Bilbao que “Boche ‘hondonada’ es una voz muy viva en Bilbao, ciudad que por su situación entre cerros suele llamarse en tono pintoresco y popular El Bocho, y bocheros a los bilbaínos”. Definir “boche” como “hondonada” parece ser simplemente un intento de adecuarlo a su uso como apelativo de Bilbao; pero el uso parece dejar claro que no es necesario ampliar el significado de la voz: el apelativo no es sino una metáfora coloquial, basada en el significado principal “hoyo”. No se conocen otros casos de zonas entre cerros a las que se les aplique este término.

Vista de Bilbao según un grabado de 1850.
Vista de Bilbao según un grabado de 1850.

Además, no podemos decir que “boche” sea precisamente una voz muy viva en Bilbao, al menos con esta terminación –e; si bien no es tampoco desconocida. Unamuno llega a emplearla una vez en el poema “Ofertorio”, de 1910, rimándola con “troche y moche”, y aclarando en nota a pie de página: “En Bilbao mismo llamamos a nuestro pueblo el bocho o el bochito, es decir, el boche, por el parecido que tiene la Villa, metida entre montañas, con los boches que los niños hacen para jugar a las canicas o mecas”. Y termina: “No es, pues, un ripio para colocar una rima”.

Pero, de entre la pléyade de alternativas que presentan tanto Corominas como Agud y Tovar, una de ellas nos parece albergar la mayor verosimilitud de todas las mencionadas.

Cito a Agud y Tovar, que siguen en parte a Corominas: “Este supone una forma aragonesa *focho, *focha, análoga al catalán “fotja”, ‘bache’, hermana del castellano “hoya”, que pasaría al vasco “botxo”, de donde volvió al romance.

Semánticamente, la relación de “bocho/boche” con “hoyo” parece innegable. La mayor parte de las definiciones que hemos encontrado para este término incluyen la propia palabra “hoyo”. Tanto los agujeros para sembrar como los de los juegos de niños se corresponden semánticamente con un hoyo, mientras que no con otros conceptos como “pozo”, “barranco” o “buche”.

La variación de la consonante inicial sería un resultado predecible para un término romance que comienza con f-. Y un dato más nos afirma en esta creencia. En 1933 Menéndez Pidal publicó en el Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo un artículo llamado “Un inédito de Pereda. Observaciones sobre el lenguaje popular de la montaña”, donde José María de Pereda dejó constancia, dentro de un listado de voces populares, de la forma jocho, con el mismo significado que “bocho”, pero con la resolución de la consonante inicial propia a la zona de Cantabria.

En resumen: no nos parece que la indefinición mostrada históricamente alrededor de este término tenga, aún hoy, razón de ser. Parece que hay motivos para defender con una cierta seguridad que “bocho”, este apelativo popular para la villa bilbaina, y el resto de sus variantes, están estrechamente relacionadas con la voz castellana “hoyo”, en un nuevo ejemplo de interacción entre las lenguas romances y la lengua vasca; otro fruto de la interconexión léxica tan propio de este nuestro mundo vascorrománico.

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