Análisis, discurso y expresividad en la escultura de BasterretxeaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Soledad ÁLVAREZ MARTÍNEZ

INestor Basterrechea Arzadunniciado en el trabajo creativo dentro del campo de la pintura durante su estancia en Buenos Aires, Néstor Basterretxea (Bermeo, Vizcaya, 1924) alcanza el reconocimiento artístico tras su regreso a España con su producción escultórica, a la que dedicó especial atención desde 1960 sin llegar a abandonar la práctica de otras manifestaciones creativas. La pintura, el diseño y la arquitectura, el cine y la fotografía constituyen capítulos también destacables de la trayectoria de este artista, a la que es preciso aproximarse sin perder de vista esa condición de creador polifacético y pluridisciplinar.

En efecto, la experiencia inicial con la pintura marcará algunas de las características de las creaciones escultóricas posteriores, que evidencian en sus primeros momentos, según se detallará más adelante, la indagación sobre el plano mural. Ya entonces se pone de manifiesto una actitud indagadora orientada a explorar nuevos cauces expresivos a través de las relaciones volumétrico-formales y matérico-espaciales, valorando inicialmente las posibilidades espaciales de la escultura, y configurando a partir de los años 70 un discurso narrativo con apoyo en formas no representativas y en la fuerza y expresividad de la materia.

El talante analítico

En este sentido, en los comienzos de su trayectoria escultórica y de acuerdo con el objetivo plástico espacialista perseguido, la actitud creativa de Néstor Basterretxea parte de un ejercicio consciente de contención que afecta a la materia, a la forma y a la expresión y establece un cambio notorio de actitud e intereses respecto a los que regían su fase pictórica anterior. No obstante, aquella indagación desarrollada en los años 50 aún marca su impronta en la producción de 1960, puesto que constituyen los primeros resultados de la búsqueda de la tridimensionalidad sin renunciar al soporte bidimensional ni a la dependencia mural según evidencian entre otras obras Plano estallado, Meridiano II y Núcleo interior-exterior.

  Obra de Néstor Basterrechea.
Parte del proyecto de conjunto escultórico para la cripta del Santuario de Aránzazu, obra de Néstor Basterrechea.
En efecto, se trata de creaciones que consiguen la corporeidad y espacialidad físicas haciendo estallar el plano mediante cortes y torsiones, al considerar el artista que el “bajorrelieve es el esfuerzo del plano para situarse en tres dimensiones”. De este modo, con la plancha de hierro como soporte matérico y el apoyo en un proceso técnico caracterizado por la elementalidad, Basterretxea da origen a sus Planos estallados, que sientan las bases de recursos frecuentes en su producción escultórica, tales como la incorporación de un soporte mural como elemento de apoyo o la definición morfoespacial de la escultura a partir de la valoración de las superficies y no desde el núcleo estructural.

Junto al tratamiento del plano mediante el corte y la torsión, otro recurso procesual de los relieves, evidente en las otras dos piezas antes mencionadas, es el de ensamblar los elementos formales y posteriormente superponerlos al plano del fondo. En la configuración formal de éstos, “los impulsos de la intuición, los gestos primeros, se encauzaban en diagramas explicados desde una voluntad de ordenación. Desde una administración consciente del espacio”, tal como exponía el propio escultor. Los recursos formales se supeditaban, por tanto, a referenciar los logros espaciales, lo mismo que el soporte matérico, casi siempre la chapa metálica de hierro o acero, se elegía en función de su adecuación a tal objetivo. Así, imperaba en aquellas piezas una morfología geométrica, a base de elementos lineales de carácter esencialmente dinámico y fundamentalmente curvos, que se convierten en el recurso formal más frecuente para definir planos, originar huecos o superponer volúmenes.

La intención discursiva

Esa indagación racional de los elementos intrínsecos a la práctica escultórica constituye una sólida base para el desarrollo de los proyectos artísticos posteriores, en los que dichos elementos no son el objetivo fundamental de las creaciones como lo habían sido inicialmente, sino la herramienta para elaborar un lenguaje discursivo: “En gran parte de mis obras de años anteriores, trabajé en el largo aprendizaje de ordenar formas y colores en el espacio, que es ejercicio básico para el estudio de esquemas analíticos y fundamento de valores en pintura y escultura. Fue empeño válido – pienso- y disciplina que discurrió por medidos caminos de abstracciones y rigores estructurales en los que, formalmente, todavía estoy” (N. Basterretxea, 1977).

  Escultura "Paloma de la Paz" de Néstor Basterrechea
Escultura "Paloma de la Paz" de Néstor Basterrechea Arzadun en Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa). Foto Maitena Zubizarreta, 2004.
De este modo, a la objetividad creativa de sus primeras series escultóricas, sucede a partir de 1972 un formalismo expresivo que tiene su fundamento en la intención discursiva.

Los códigos expresivos de las nuevas series escultóricas, Serie Cosmogónica Vasca, Estelas discoideas, Máscaras de la Abuela Luna y Flores de sol, se justifican a partir de la búsqueda de una identificación con la cultura ancestral vasca, identificación que da origen a un lenguaje sígnico capaz de traducir a la plástica costumbres, creencias y tradiciones que carecían de imagen formal y de cuerpo material. En las Serie Cosmogónica y Máscaras de la Abuela Luna el escultor busca en la mitología el origen de las creencias y tradiciones populares y crea unas esculturas que definen formalmente dioses, genios y demonios, fenómenos cósmicos, ritos y objetos cultuales. En Eguzki lore rememora primitivos cultos solares a través de las flores mágicas y protectoras que la cultura popular situaba en el umbral de los hogares y recupera con las Estelas discoideas antiguas tradiciones funerarias.

El lenguaje creado con esa intención referencial plantea el discurso desde formas no representativas, que generan un producto plástico caracterizado por el fuerte sentido mágico, solemne y grave. La fuerza expresiva de las formas y la reciedumbre volumétrica son rasgos específicos del estilo entonces elaborado a partir de la influencia del medio geocultural, estilo que con base en la información proporcionada por etnólogos y prehistoriadores, por la observación de los aperos populares y las tradiciones orales, por las soluciones de las artes primitivas y el empleo de la madera como materia de fuerte arraigo en la tradición popular, se muestra capaz de reivindicar lo ancestral con los recursos plásticos del arte de vanguardia.

La intención discursiva que surge en la producción de Basterretxea en 1972 permanecerá hasta hoy. Dará origen a nuevas series, además de las mencionadas, que integrarán con ellas el que denomina Homenaje a mi pueblo y a otras, como el Homenaje a la América Primera, donde rememora las viejas civilizaciones prehispánicas con similar fuerza expresiva y caracterización formal sígnica que en las series enraizadas en la cultura vasca, pero recuperando la chapa de acero – en ese caso policromada - y el protagonismo del espacio plástico de las obras racionalistas iniciales. Este planteamiento está en la base de algunas de sus creaciones recientes, como Zimbaue (2001), en la que nuevamente se evoca lo incontaminado por la civilización occidental a través del lenguaje rotundo y expresivo que le caracteriza y con la novedad del acero corten como soporte.

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