Este es el Ayuntamiento de Ardatza, clan comunista de setenta y cinco vecinos, enclavado en el corazón de la vieja Donostia, cerca del puerto, flanqueado por sidrerías y buenas cocinas. Este municipio ha hecho desaparecer los intermediarios, y todas las ganancias se aplican al beneficio común. Cada uno de los setenta y cinco vecinos está obligado a prestar ineludiblemente su esfuerzo personal. El pueblo no tiene haraganes ni obreros ni parados. Su Concejo administra honradamente. Su urbanización es admirable. No tiene déficit. No hace empréstitos. Los cargos son gratuitos. Vamos en fin, a entrar en Ardatza. Hay que remontar la típica calle Fermín Calbetón, que como telón de fondo tiene la bahía de la Concha, y se llena de los humos de los barcos pesqueros. Os paráis frente a una casa, franqueada, al fondo del portal, una puerta; entráis en el pueblo: El caminante encuentra una leal advertencia, “Cuidau con el perro”. Un can, al pie del tablón de anuncios del municipio, permanece allí día y noche.
Interior del “pueblo” de Ardatza. En primer término, la Casa Consistorial, donde el alcalde tiene su despacho y donde se reúnen los ediles funcionarios. |
Después os encontráis con el edificio de la Casa Consistorial. El alcalde tiene allí su despacho, en el que suelen reunirse los ediles y funcionarios.
Todo es como un pueblo miniaturizado, como una perfecta maqueta de municipio, inspirada esto es, acaso, lo más interesante por un sutil humorismo.
Ardatza que en vascuence quiere decir el “copo que se hila en la rueca”, es una Sociedad de amigos, que se reúnen para rendir homenaje a la buena cocina, a los buenos vinos y a la buena sidra. Y, a las veces, a la buena música, a través de unas pequeñas Corales, estas pequeñas corales que sirven para traducir toda la emoción lírica del vasco auténtico.
Sociedades populares, dedicadas al culto de la buena mesa, existen en San Sebastián en número no inferior a varias docenas. Ahí están “Gaztelupe” y “Cañoyetan”, y muchas más, que agrupan a los donostiarras fieles a sus tradiciones locales, Ardatza es la variante.
El régimen interior es el mismo. Los vecinos de Ardatza (sus socios), cada uno tiene su llave, para entrar a todas las horas del día y de la noche, a condición de que no lleven damas, cláusula del Estado Municipal que se cumple con todo rigor, eligen en la bien surtida despensa los manjares, los vinos, las sidras. Depositan con un vale, el importe del gasto en unas cajitas abiertas; limpian la vajilla, y cumplen sus deberes de buen ciudadano de esta suerte.
Lo que no es lo mismo es la escenografía. Y la escenografía, en Ardatza, vale tanto como la buena mesa.
NOS CUENTA EL ALCALDE
Pascual Marín. |
El Alcalde es quien nos habla:
Nosotros teníamos instalada la Sociedad en otro local. Un buen día, a Aniceto Urretavizcaya se le ocurrió la posibilidad de crear un pueblo libre, algo así como un Estado autónomo en el corazón de Donostia. Y lo inauguramos el 16 de julio de 1931. Se levantó la Casa Consistorial, se montaron los servicios, se realizaron las elecciones. Así ha nacido Ardatza, símbolo de buena amistad, vea usted que en este pueblo no se puede hablar de política ni se autoriza la entrada de damas, y del noble placer de la buena mesa.
ITINERARIO DEL PUEBLO
He aquí el itinerario del pueblo de Ardatza: Casa Consistorial (lugar de juntas), Botica (despensa), Plaza del Pueblo (comedor), Biblioteca Municipal (cocina) y Archivo (bodega).
Los servicios complementarios se distribuyen así: Recaudación de contribuciones, Caja de Pagos, Caja de Ahorros Provincial (porcentaje de lo que se paga por conceptos múltiples: aceite, sal, especias, vinagre, lumbre, etc.). Y, además, el teléfono provincial. Y el cuarto reservado para el veterinario.
EFEMÉRIDES
Por Ardatza, en un plazo de varios meses, han desfilado políticos, artistas, toreros, escritores. Las visitas están consignadas en un Libro de Oro que se custodia celosamente en la Casa Consistorial.
Allí hay autógrafos de Juan de la Encina, y de Vicente Barrera, de Pedro Muñoz Seca y de Domingo Ortega, de Juan Cristóbal y de José María Gil Robles. A Gil Robles le parece que “este pueblo es el caso más elocuente de fecunda y sabrosa autonomía municipal”.
También iban a acudir una noche Indalecio Prieto y Luis de Zulueta, y en la Plaza Mayor del pueblo esperaba gran parte del vecindario. A última hora, los dos ministros no pudieron realizar el anunciado viaje de turismo.
Ardatza va creando con estas visitas y esos elogios su lista de efemérides, que en el transcurso del tiempo agrupará los nombres más ilustres de España: Porque el pueblo “koshkero” es la moda de San Sebastián. Y en Francia, en Bayona un grupo de vascofranceses tratan de constituir otra Sociedad gemela, con Hotel de Ville y todo, inspirada en la realización de Aniceto Urretavizcaya.
Pero sin duda, a esa Ardatza francesa le faltará algo, o mucho, de lo que le sobra a la donostiarra. Esa gentileza de tono y de procedimiento, tan donostiarra y guipuzcoana, que lo ennoblece todo y a todo de una gracia fina, incluso a las loas de Pantagruel, que en otras partes serían motivos sin importancia. Porque en el “copo que hila la rueca” hay una unanimidad, una identidad de natural elegancia, que es el mejor blasón del Ayuntamiento.
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