João Azpilcueta-Navarro (1522-1557), el primer vasco de BrasilEscuchar artículo - Artikulua entzun

ORMAZABAL, EstebeEstebe ORMAZABAL
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

“Aicué curi uiocó, parana-assú sui, peruiana quirimbaua piri pessui”
(Vuestro mayor y más poderoso enemigo vendrá por el gran río)

Con esta advertencia, Pominari, el gran mensajero de Tupana, intentó alertar a los países que antes del año 1.500 tenían estas tierras bajo su poder.

Baré Braz de Oliveira França, natural de Baré, Amazonas, Brasil, a propósito de la llegada de los blancos.

Introducción

Se han gastado litros de tinta y escrito toneladas de libros sobre las relaciones que hace más de quinientos años se establecieron entre Europa y los países americanos; por una parte, ensalzando la civilización, la tecnología, la cultura y la religión que aportaron los europeos, y, por otra, reprobando la aniquilación, extinción y muerte de los indios y de su cultura.

Entre todo ello, podemos encontrar a tenaces misioneros, franciscanos, dominicanos, capuchinos y, cómo no, jesuitas, despiadados militares, exiliados, fugitivos, desertores, esclavos, administradores, comerciantes, políticos, poetas, músicos, carpinteros, canteros, prostitutas, médicos, profesores, Tupinamba, Tupiniquin, Tupi, Aimoré, Pataxo, Tapuia, Caraiba, Xamã, santos y demonios, niños, hombres y mujeres.

En los albores de esta nueva cultura "mestiza", encontramos también al jesuita vasco Azpilcueta - Navarro, que partió de la Navarra del siglo XVI al Trópico. Un mediador de dos culturas bien distintas.

Jesuítas, misiones y cartas

En los años previos a la expuslión de la Compañía de Jesús, los padres y hermanos ignacianos de Brasil y Pará-Maranhão escribían cartas e informes en los que recogían detalles sobre la vida diaria de las colonias portuguesas en América, con el mismo afán con el que emprendían su labor misionera. Las cartas se encuentran actuamente en varios archivos de Roma, Lisboa, Évora, Río de Janeiro y Madrid.

Este patrimonio constituyó la base de un proceso de recuperación de la memoria de la historia de los jesuitas de Brasil, e incluso del propio Brasil, sobre todo a raíz del trabajo de recopilación llevado a cabo en el siglo XIX por el Padre Serafin Leite, quien, tras recuperar y transcribir las cartas que se hallaban perdidas en los archivos de la Compañía en Roma, Portugal y España, y haber concretado su fecha, autor y destinatarios, editó las cartas correspondientes a los primeros años de la presencia misionera en Brasil.

La publicación de estas cartas puso en manos de investigadores e historiadores un material de gran valor, sobre todo con respecto a los primeros años de colonización de Brasil, al proceso de cristianización y a la historia de las misiones. Estas cartas nos permiten asimismo hacer un seguimiento de la trayectoria de Azpilcueta hasta su muerte.

Los jesuitas llegaron a Brasil en 1549, y fundaron en las proximidades de la por entonces en construcción ciudad de Salvador de Bahía la Provincia Brasileña de la Compañía de Jesús, sede principal de los ignacianos en la América Portuguesa. La finalidad de los jesuitas era proporcionar una educación e impartir catequesis a los niños, jóvenes y adultos de Brasil.

Transcurridos cincuenta años desde su llegada, se extendieron a lo largo de todo el litoral, de norte a sur, entre los actuales estados de Santa Catarina y Ceará, e incluso participaron en varias incursiones hacia el interior. Permanecieron en Brasil un total de doscientos diez años. En 1760, año en que la Marquesa de Pombal expulsó la Compañía, había un total de 670 jesuitas distribuidos en Brasil, en aldeas y misiones indígenas, escuelas y conventos.

La clave del éxito de su misión evangelizadora residía sin duda en la estrategia que empleaban: por una parte, al impartir el catecismo mediante la educación general, llegaban fácilmente hasta los niños. La ruptura entre los jóvenes indígenas que habían recibido una educación y sus padres tuvo notables consecuencias en el proceso de “aculturación”. Los jesuitas, por otra parte, no tardaron en percatarse de la necesidad de adoctrinar según la lengua y costumbres de los indígenas, y, con tal fin, escribieron las primeras gramáticas de la lengua Tupi, empleada en el litoral. De la combinación entre la lengua Tupi y el portugués, nació la “Lingua Geral” (lengua general), que durante siglos sería la más utilizada en Brasil. Aprendieron, asimismo, las canciones, obras de teatro y danzas, para facilitar la difusión del catecismo.

Los ignacianos contaban para sus tareas con excelentes profesionales, tales como arquitectos, canteros, ingenieros, herreros, carpinteros, escritores, músicos, pintores y escultores. Allá donde iban, los ignacianos impartían sus clases, la catequesis, la lectura, escritura o gramática, en sedes que llamaban casas, dado que las escuelas eran aquellos lugares donde se desarrollaba la actividad económica, de las cuales dependían otras entidades menores.

Los primeros años de João de Azpilcueta-Navarro (1522-1547)

BrasilJoão o Juan Azpilikueta, Aspilcueta, Azpilcueta, Azpilicueta o Aspylcueta, pertenecía a la noble familia de los Azpilikueta del reino de Navarra. Poco más sabemos acerca de sus primeros veintiocho años de vida.

Escribía su apellido con diversas grafías, y, llegado a Brasil, le pusieron el sobrenombre “Navarro”, es decir, “el navarro”, en honor a su procedencia, y porque a los portugueses les resultaba muy difícil pronunciar su apellido. En adelante me referiré a él como João de Azpilcueta - Navarro, pese a su condición de vasco, porque considero justo emplear la forma brasileña, habida cuenta de que dedicó su vida, y sin duda alguna su corazón, a Brasil y a sus habitantes.

João de Azpilcueta - Navarro era pariente de San Francisco Javier (uno de cuyos hermanos se llamaba de igual forma, Juan de Azpilicueta, más conocido como Capitán Azpilicueta (1497 -1556), señor de Sotés).

Varios autores sostienen que era primo de San Ignacio de Loyola y de San Francisco de Asís, pero esta afirmación no puede ser cierta, ya que las familias de Loyola y de Asís, no sólo no guardaban ningún parentesco, sino que estaban enemistadas, ya que unos eran Agramonteses y otros Beamonteses.

De lo que no hay duda es de que la madre de San Francisco Javier, Maria Azpilikueta Aznares, era miembro de la familia Azpilikueta de Baztán.

João de Azpilcueta nació en Navarra entre 1521 y 1523, en Iriberri o Burlada, de donde eran naturales sus padres. Su padre era Juanes o Juan de Azpilcueta, y su madre Maria Sebastiana de Iriberri o Maria Sebastiana de Javier (CARDOSO, 1958).

Era sobrino de Martin de Azpilikueta o Azpilcueta, el famoso “Doctor Navarrus”. De hecho, João se fue a la Universidad de Coimbra, una vez realizados los estudios básicos en Navarra, por mediación de su tío.

Durante su estancia en Coimbra, entre 1540 y 1549, hasta su partida a Brasil, vivió en casa de su tío, a quien quería como a su propio padre.

El 22 de diciembre de 1542, cuando tenía aproximadamente veinte años de edad, ingresó en la Compañía de Jesús, en Coimbra.

Siempre fue un ferviente religioso, como lo atestiguan las cartas que enviaba a sus amigos de Coimbra desde Brasil:

“Nire maiteok, zein desberdina den birtuteetaz hitz egiten eta edukitzea, martirioaz egin eta burutzea! Inguru horretan horren argia iruditzen zitzaidan idazkera, hemen iluna bilakatzen zait ... Nire arima gardena eta garbia izango balitz, Anaia maiteok, malkoak izango nituzke kontsolamendu, eta gozoak Jesukristoren aldeko lanak. Baina nire gorputz hau sensualitatea da, ona txarra dirudi, gozoa garratza. Osatu ditzala beraz Jesus bedeinkatuak nire ahultasunak, bere ontasun eta errukiagatik, eta eman natzala bere Lagundiaren grazia, eta bertutea izakiei, Kreatzaile eta Erredentzio bezala ezagutu eta zerbitzatu dezaten, bere odola obeditua eta bere fedea goraipatua izan dadin, guztion aintzarako. Amen.” (LEITE, 1940)

El mundo que Azpilcueta conocía dio un giro de ciento ochenta grados cuando llegó a Brasil: sus estudios, su estricta moralidad cristiana, la oscura cultura medieval europea, toda una vida dedicada a la religión, el “soldado de Cristo”, se encontró ante una situación para la que no estaba preparado. “Lo bueno parecía malo”: pasaría de la mayor admiración y fascinación, a la negación y el rechazo, de la mayor alegría y amor, a lo diabólico y salvaje. Pero, a medida que va ganando el respeto y la confianza de los indios, a medida que va cristianizando a los nativos, se produce la "indianización" de Azpililcueta, y la nueva cultura que emerge de la combinación de ambas lo llena de incertidumbre.

Ya para cuando en el año 1549 fue seleccionado para ir a Brasil, había realizado sus votos sacerdotales. Él mismo solicitó ser incluido en el primer grupo de jesuitas que partiría para Brasil, ruego que, gracias a su devoción, fue aceptado por sus superiores. (CARDOSO, 1958)

El objetivo de Azpilcueta, y puede que el de todos los jesuitas, consistía en evangelizar a los indios gentiles, mediante cualquier vía. Alcanzar la santidad a través del martirio, luchar contra los gentiles, imponer la auténtica fe ante la idolatría de los infieles, y difundir la palabra de Dios a toda la Tierra. La realidad que encontró en el Trópico, sin embargo, fue muy distinta.

Rumbo a Brasil (1549)

Tras la muerte en 1548 del donatario de Baia, y viendo que el sistema de Capitanía Herencial que hasta entonces había aplicado el rey de Portugal no tenía ningún futuro, y, especialmente, con el fin de hacer frente al creciente interés que mostraban las potencias europeas en torno a Brasil, Dom João III de Portugal decidió instaurar un Gobierno General para todo el país.

D. João III, a quien San Ignacio de Loyola describía como "padre y protector de la Compañía de Jesús", siempre solicitó la colaboración de los jesuitas en sus proyectos coloniales luso-cristianizadores, y tanto en las colonias de África como en las Indias, portugueses e ignacianos aparecían siempre de la mano. El caso de Brasil no fue una salvedad. Ya para cuando, tras haber erigido la capital de Brasil, las labores de colonización fueron emprendidas con seriedad, allí se encontraban los seis primeros jesuitas, desarrollando las tareas de cristianización, y diseñando la estructura educativa para los hijos de los colonos: la misión la formaban el Padre Nobrega, que la dirigía, el Padre João Azpilcueta–Navarro, el Padre Leonardo Nunes, el Padre Antonio Pires, el Padre Leonardo Nunes y el Hermano Diogo Jacome.

El viaje en el que cruzaron el Atlántico fue extraordinario, y al cabo de cincuenta y seis días, el 29 de marzo de 1549, atracaron en Bahía.

A su llegada a Brasil, bajaron a tierra con toda solemnidad, al son de los cañones, con desfile de soldados incluído, mientras João Azpilcueta portaba una cruz de madera. Como se pueden imaginar, la bienvenida fue muy calurosa, sobre todo por parte de los colonos que durante los últimos cuarenta años habían permanecido abandonados.

Los primeros años en Bahía: el contacto con los indios, el aprendizaje de su idioma y primeras labores de catequismo (1549-1551)

El Padre Azpilcueta pasó los tres primeros años de su estancia en Brasil en Salvador da Bahía, dedicado a la construcción de la ciudad. Fundaron la primera capital de Brasil en Bahia de Todos os Santos.

Durante estos primeros años, Azpilcueta trabajó afanosamente en la escuela de Salvador y, principalmente, en las aldeas indígenas de las inmediaciones.

Fiel a la estrategia de cristianización, el aprendizaje del idioma tupi era una necesidad para poder enseñar el catecismo a los indios en su propio idioma, y, sobre todo, para su cristianización.

Tenemos la certeza de que el primer vasco que se marchó a Brasil fue João de Azpilcueta por lo siguiente: en la primera carta que enviara a Portugal el padre Nobrega, director de los jesuitas, a los pocos meses de su llegada (abril de 1549), cuenta con perplejidad cómo Azpilcueta, al que llamaban Navarro por lo difícil que les resultaba pronunciar su nombre, tenía más facilidad que ningún otro para comunicarse con los indios, y pensaba que podía ser debido a un posible parecido entre el euskara y el abanheenga o lengua tupi.

Más adelante, se dirige al doctor Martim Azpilcueta para hablarle acerca de su sobrino:

“ (...) esandako Aita hori (Azpilcueta – Navarro), zein beti dabil herrizketan eta bertan lo eta jaten du gauetan errezatzeko, ordu honetan egoten bait dira elkarrekin herrixkan eta atseden hartuak: eta badaki beraien hizkuntza (Jentilena), zer, badirudi, hantz handia duela bizkaitarrarekin (euskara), eta honela beraiekin ulertzen da, eta guztiori daramakigu abantaila, zer badirudi, Gure Jaunak grazia berezia egin diola Nafarroako nazioari, fedegabeengana jotzeko Frantzisko Maisuak (Xabierko Frantzes) Portugaleko Erregearen beste indietan egiten duen bezala Aita honek Brasilen egiten duelarik: non horrenbesteko jaieraz egiten du korrika lur batetik bestera, badirudiela mendiak karitatearen berotasunaz besarkatzen dituela” (NOBREGA, 1988).

Azpilcueta era un hombre incansable, sobre todo teniendo en cuenta que en aquellos tiempos se adentraba en la selva sin ningún tipo de ayuda. Fruto de este esfuerzo, no tardó en ganarse la confianza de los indígenas, muchos de los cuales lo consideraban una especie de caraiba o pajé (“brujo” o sabio).

Viaje al abrupto “sertão”: dos años de viaje a través de la selva (1554-1555)

Una correcta definición de “sertão” sería la siguiente: “abrupto terreno situado lejos de poblados y cultivos”. En la historia y cultura de Brasil, sin embargo, ha ido adquiriendo otras connotaciones: desconocidas tierras del interior de Brasil, lejanas de la costa, inhóspitas... Al haberse iniciado la colonización desde la costa, las tierras del interior (sertão) eran por una parte territorio de indios, bestias, selvas, enfermedades y de lo desconocido, y, por otra, tierras que prometían un fácil enriquecimiento, oro, piedras preciosas, esclavos y almas cristianizables.

Las minas de oro, plata y de piedras preciosas, sobre todo de esmeralda y amatista, eran toda una obsesión para los colonizadores de Brasil, y estas ansias no hicieron sino aumentar cuando Brasil alcanzó el status de Gobierno General (Governo Geral). Era una atractiva forma de enriquecimiento rápido, tanto para el gobierno metropolitano como para los colonos.

A partir del año 1550, los habitantes de la Capitanía Porto Seguro empezaron a tener conocimiento de una preciosa y brillante cordillera del interior, Serra Verde, Serra Negra o Serra das Esmeraldas. Estos rumores fueron avivados por los indios del interior, quienes aseguraban que en la orilla del estanque de Vupabuçu (Laguna de Aguas Negras) se podían encontrar esmeraldas y zafiros.

Debido a la colonización y al desarrollo económico de los blancos, que llegarían en busca de estas riquezas, se aceleró el proceso de asimilación y catequización de los indios. Por otra parte, y teniendo en cuenta las experiencias de Perú o de Méjico, albergaban la esperanza de hallar en las tierras del interior culturas indígenas más avanzadas: “Jainkoak nahi dezala benetako altxor eta bitxiak arimak izan daitezela” (NOBREGA, 1988).

En 1553, el Rey D. João III ordenó al Gobernador General Tomé de Souza que explorara las fuentes del río São Francisco. Habiendo siendo informados de que los españoles habían encontrado oro y esmeraldas al otro lado del Tordesillas, encomendaron organizar la expedición al castellano Francisco Bruzza/ Bruza/ Brueza de Espinosa/ Espinhosa o Spinosa.

El Gobernador General Tomé de Sousa solicitó la ayuda de un sacerdote al Padre Manuel da Nobrega, quien comunicó al monarca portugués que el elegido era el Padre João Azpilcueta Navarro (NOBREGA, 1988).

En octubre o noviembre del año 1553 partía la primera expedición hacia el interior. Necesitaría año y medio para recorrer trescientas cincuenta leguas (dos mil trescientos diez kilómetros). Tras salir de Porto Seguro, llegaron, a través del río Jequitinonha, hasta la cordillera Serra do Mar. A continuación, alcanzaron el río São Francisco, pasaron al río Verde, y finalmente descendieron a través del río Pardo, hasta desembocar en el mar.

Fue un viaje largo y cansado. Durante el recorrido sufrieron asaltos de los indios, tempestades, frío, ataques de bestias salvajes y pérdidas. Año y medio después, regresaron al valle del río São Francisco. Fue la primera exploración organizada que se realizó en la historia de Brasil hacia el interior. La crónica del viaje, las dificultades del camino, la descripción de la naturaleza y los encuentros con los indios fueron narrados por el propio Azpilcueta en una carta que envió a Coimbra el 24 de junio de 1555. La dureza del viaje minó la salud del sacerdote, que moriría a los dos años de finalizar el viaje.

Al salir de Porto Seguro, entraron el valle del río Jequitinonha. En los documentos antiguos, esta comarca del Jequitinonha formaba parte de Minas do Serro do Frio (Minas de la Sierra del Frío), hacia el este del valle de Doce. Era un vasto terreno, ocupado por indios de la tribu Puris o Aymoré. Su lengua recibía el nombre de “ibiti-rui” o “ivitu-rui”, que quería decir “escabroso pedregal azotado por fríos vientos”. Era similar a la zona anteriormente descrita por Azpilcueta. Sus primeras palabras reflejan, por una parte, su admiración por la naturaleza, y, por otra, las penalidades, sobre todo físicas, que tuvieron que padecer durante el viaje. El hecho de que estas confesiones provengan de un hombre acostumbrado a la dureza de la vida y al cansancio, nos permite hacernos una idea de la dificultad que entrañaba el viaje:

“Hiru hilabetez lurralde oso heze eta hotzen zehar ibili ginen bertako zuhaizti ugariegatik eta zuhaitzengatik, lodi eta garaiak, beti berdeak dauden hostoekin.
Euria egiten zuen sarri; eta gau askotan bustirik lo egiten genuen, batez ere biztanlerik gabeko guneetan eta horrela guztiak, zeinen lagunartean neu nago, gaixotasunez iha hilbeharrean aurkitu ziren, batzuk herrixketan, besteak jenderik bizi ez den eremuetan, zutik odolustea baino beste botikarik gabe, ohinez jarraitzeko beharra bultzatuaz; eta ura eta hirina besterik ez elikatzeko (...)” (LEITE,1940)

Además de todos los obstáculos, estaban los ataques de los indios “enemigos”. A lo largo de viaje se encontraron con diversas tribus. Lo primero que hacían al llegar a un poblado indígena, era tratar de entablar una comunicación. El contacto inicial corría a cargo de Azpilcueta, de Espinosa o de un indio que viajaba con ellos, y las consecuencias podían ser varias: en ocasiones eran bienvenidos, pero otras veces les atacaban.

(...) gure Jaunak lagundu zigun bere miserikordiarekin, Indiar etsaien arriskuegatik, batzuetan gu hiltzea erabakitzen bai zuten; batez ere beren aztiak aztikeriak egiten ari ziren herrixka handi batean, zeineri, alde batetik bestera ibiltzen direlako, ongi etorri handiak egiten dizkie Indioek, etortzeko erabili behar dituzten bideak konponduaz eta jan eta edateko festa handiak eginaz.
Herrixka honetan, beraz, beste herrixketako jende asko zegoen aztien festara etorriak bait ziren: gu heldu bezain azkar izugarrizko iskanbila sortu zen; baina gurekin zetorren Indio nagusietako bat, oso gizon ona, hasi zen beraiekin hizketan, bere erara eginaz, eta honela lasaitu ziren. Ala ere gau hura besterik ez genuen bertan pasatu, niretzat oso triste eta luzea izan zena, bertan ikusi nituen gauzekin izutua gelditu bait nintzen)
(LEITE,1940).

En esos momentos, según se desprende de la carta, se encontraban en tierras de los indios Cathiguzu. Al otro lado del río estaban los Taoy, enemigos, y, en el resto, los temibles Tapuza. Ante esta situación, decidieron no continuar por la selva, construir unos botes y descender por el río Monayl. No era tarea fácil construir unos botes, sobre todo porque no había ningún carpintero entre ellos, por lo cual recibieron la ayuda de los indios.

No consta cuánto tardaron, pero Azpilcueta no perdió tiempo en su misión: construyó una cruz, la colocó a la entrada del pueblo, erigió una ermita, y desde allí prosiguió con su labor misionera. Con el beneplácito de sus compañeros de viaje, empezó a visitar los poblados indígenas de las inmediaciones.

Parece ser que, en las sucesivas etapas del viaje, no todos los indios fueron tan “salvajes”; en adelante, Azpilcueta se refiere a la belleza del paisaje, a la fertilidad de la tierra, a las costumbres de los indios (caza, pesca, organización social). Se puede pensar que los contactos fueron a mejor, o que Azpilcueta se tomó, finalmente, un descanso en la lucha por la conquista de almas:

“Hogeita hamar leguatan (hirurogeita hamar bat kilometro) ibaia inguratzen duten lurrak lau eta ederrak dira: badirudi aldatu edo ereindako guztia ongi haziko dela, zergatik indiarrek erabiltzen dituzten elikagaien eta fruitu desberdinen ugaritasun handia dago; arrainek ez dute bukaerarik, bai ibai honetan eta beste txikiago edo urmaeletan. (...) Oso txiroak dia (indiarrak) ez dute gauza berezkorik, ez eta norberarenik eta denak elkarrekin jaten dute egunero arrantza edo ehiztatzen dutena. (...) Giroa epela da, urte lehor batzuk kanpo. Ehiz asko dago, bai animali eta bai hegaztiena: “anta” (Tapirus terrestris, tapir) izeneneko animalia batzuk badira, mandoak baino pixka bat txikiagoak, eta beraien antza dute, idiaren hankak izango ez balitu. Basurde asko daude baita ere eta bizkar gainean kapa bat duten beste animalia batzuk ere badaude, zaldi armatuaren erara (Priodontes giganteus, harmadillo gazteleraz); badira azeri, erbi eta untxiak, gure lurrean bezala. Tximino kasta asko daude, beraien artean gizonek bezalako bizarra duten arre koloreko batzuk; badira oreinak, basakatuak, jaguarrak (Panthera onça), tigreak eta suge ugari, zeinen artean badira batzuk buztanean kaskabilo antzeko bat dutenak, eta doinua ateratzen du, eta pertsonaren bat aurkitzen dutenean astindu eta doinua ateratzen dute berarekin, eta ez bada alderatzen, hozka egin eta gutxi dira hozka eginda ez direnak hiltzen. Badira hegazti batzuek eperrak bezalakoak direnak; beste batzuk faisanen antzekoak, aniztasun handikoak: indioen eskuetan bi ostroka ere ikusi nituen (egia esan, ema edo nãnduak, Rhea americana).” (LEITE,1940)

Se siente asombrado ante la fertilidad de la tierra y la abundancia de animales y aves, sin olvidar en ningún momento su misión: llenar aquellas tierras de gente cristiana, bien nativa o bien extranjera:

“Lur hauen benetako fruitua Kristauez jendeztatutakoan izango da. Jaungoiko Gure Jaunak bere errukian atera ditzala miserable hauek dauden higuingarritasunetik, eta beste guztiori eman gaitzala bere grazia, beti bere nahia egin dezagun.”

Sus últimos momentos de vida y su muerte en Salvador da Bahia (1557)

Escribió la carta en la que describe su viaje a través del río São Francisco el 24 de junio de 1555, en Porto Seguro, y ya a principios del año 1556 se encontraba en Salvador da Bahia.

El esfuerzo realizado desde su llegada a Brasil y, sobre todo, el viaje a través del río São Francisco, cobraron un alto precio. A sus treinta y siete años, agonizaba.

Su muerte llenó de tristeza a Salvador da Bahia. Era un hombre muy conocido, a quien muchos veneraban como a un santo:

“Honela goiz batean, bere asmo honetatik oharkabe geundela gu guztiok, bere aitor – entzulea deitu arazi zuen, eta bere aitormenaren ondoren denbora luzez bakarrik egon eta gero, etxean elkarrekin zeuden Aita eta Anaia eta Haur guztiak deitu zituen eta beste bizitzarako bidean zegoela esan zigun eta bere akats eta hutsegiteak barkatzeko eskatzen zigun eta Jaunari gomendatzeko, hitz hauek horrenbeste larritasun eta sentimenduaz esanaz guztiongan malkoak sortu bait zituen.
Gurutze bat ekartzeko agindu zuen zeini horrenbeste maitasun eta izpiritu debozioz otoi bat egin zion nabarmen zela zenbat nahi zuen ikusi bere burua aske eta berataz gozatzera joan.Guri esan zigun: bizitza honetatik aldentzen naiz nire Anaiok, eta ez daramat nire bihotzean zeharkatua Jentil asko ez konbertitu izana baizik; ala ere hemen geratzen zarete hau zuzenduko duzuten zuek, eta Portugaldik etorriko diren anaiak.
Hemendik aurrera zorabioak orren indartsu etortzen hasi zitzaizkion egia iruditu zitzaigula egun berean esaten zuena: ez erabiltzeko giza sendagairik eginda bait zegoen. Inguratu ziren orduan azkar herrixketan zeuden Aita eta Anaiak, eta nahiz eta sentitzen zuten pena kanpotik ezkutatu, orren lagun on eta Jaunaren mahastirako langilea galtzen zutela gogoratzean, ezin zituzten malkoak eutsi.)”
(LEITE, 1940)

La muerte de Azpilcueta – Navarro se produjo entre el 15 y el 30 de abril de 1557, en Salvador da Bahia.

João de Azpilcueta falleció a los aproximadamente treinta y siete años de edad, lejos de su país natal, tras haber dedicado los mejores años de su vida a labores de evangelización.

Dio los primeros pasos para el mutuo entendimiento de los indígenas y los colonizadores de Brasil, y también para su perdición.

PARA MÁS INFORMACIÓN

Este artículo resume un trabajo de investigación de fin de curso de JAKINET.

1. Archivum Historicum Societatis Iesu, Periodicum Semestre, Aleak 11, 22, 25, 26 eta 27.

2. ATAHULU: “Caraiba” são os brancos. Narrativa do Chefe Atahulu, Aldeia Ipatse, AltoXingu/ Mato Grosso, Brasil 1982, www.socioambiental.org (introducción 2005/ julio).

3. CAMPOS SOARES, Lenin: “O jesuita: um tradutor de dois mundos”, Mneme – Revista Virtual de Humanidades, nº 10, v. 5, abr./ jun. 2005.

4. Cartas Jesuiticas 1. Cartas do Brasil. Manuel das Nobrega, Ed. Itatiaia, Belo Horizonte, Brasil, 1988.

5. Cartas Jesuiticas 2. Cartas Avulsas. Azpilcueta Navarro e outros. Ed. Itatiaia, Belo Horizonte, Brasil 1988.

6. COSTA BRITO, Ênio José da: “A identidade indígena. Estratégias políticas e culturais (século XVI e século XVII)”, introducción 2005/ septiembre.

7. DAVIDOFF, Carlos: Bandeirantismo: verso e reverso, Ed. Brasiliense, São Paulo, Brasil, 1982.

8. DOS SANTOS, Carlos Affonso: “Navarro, o primeiro apostolo de minas”, [s.n.] Belo Horizonte, Brasil, 1947

9. Historia dos Collegios do Brasil in Annaes da Bibliotheca Nacional do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, Brasil, 1897.

10. KRENAK, Ailton: “O eterno retorno do encontro”, Novaes, Adauto (org.), A Outra Margem do Ocidente, Minc-Funarte/Companhia Das Letras, Brasil 1999, www.socioambiental.org.

11. LEITE, Serafim: Historia da companhia de Jesus no Brasil, Instituto Nacional do Livro, Volúmenes I, II, III, V y VIII, rio de Janeiro, Brasil, 1949.

12. LEITE, Serafim: Novas Cartas Jesuiticas (de Nobrega a Vieira), Companhia Editora Nacional, São Paulo, Brasil, 1940.

13. NOBREGA, Padre Manuel de: “Cartas do Brasil e mais escritos” ed. de Serafim Leite, Coimbra, Portugal, 1988.

14. OLIVEIRA DE FRANÇA, Braz de: “Nós não éramos índios”, www.socioambiental.org.

15. POMPA, Cristina: Religião como tradução. Missionários, Tupi e Tapuia no Brasil colonial, EDUSC/ ANPOCS, Bauru, SP, Brasil, 2003.

16. TORRES LONDOÑO, Fernando: “Escrevendo Cartas. Jesuítas, Escrita e Missão no Século XVI”, Revista Brasileira de Historia, v. 22, nº 43, pp. 11 – 32, São Paulo, Brasil, 2002.

17. TRINDADE LOPES, Maria: “Uruhe´i e Maripyaipok”, Vida Feliz, Rio Andira, Amazonas, Brasil, 1996, www.socioambiental.org (introducción 2005/ julio).

18. Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (introducción 2005/09/10)

19. ZARUR, Fernando: “Historia do rio São Francisco”, (introducción 2002/10/02).

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