El futuro de las lenguasEscuchar artículo - Artikulua entzun

Fèlix MARTÍ, Instituto Linguapax
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

ENSALZAR LA DIVERSIDAD CULTURAL

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  Foto: Daniel Bayona
Foto: Daniel Bayona (chilombiano@gmail.com)
os hemos adentrado en el siglo XXI con una nueva y positiva perspectiva sobre la diversidad cultural. Algunos autores nos alertan sobre el peligro de las relaciones culturales conflictivas y presagian guerras entre las tradiciones culturales más importantes, pero otros muchos reivindican la convivencia pacífica entre las culturas. Por primera vez en el mundo, nos encontramos en una situación en la que podemos aceptar la pluralidad de las culturas, sin supeditar la misma a criterios colonialistas. En las próximas décadas, puede surgir la ocasión de aumentar el consenso intercultural y divulgar actividades respetuosas, ensalzando de tal modo la diversidad cultural. Si esta futura posibilidad llegara a materializarse, la diversidad lingüística –importante manifestación de la diversidad cultural– podría verse reforzada. Además, pese a que actualmente las lenguas desaparecen con mucha rapidez –docenas de lenguas al año–, en el futuro dicha cifra disminuiría. Las lenguas en peligro de extinción son las lenguas de las culturas que se encuentran en una grave tesitura; lengua y cultura son, por tanto, indivisibles. En consecuencia, al ensalzar la diversidad lingüística se ensalza también la diversidad cultural.

Podemos imaginar un futuro global en el que todas las comunidades culturales y lingüísticas vivan en libertad. En el pasado, las comunidades han estado demasiadas veces sometidas a intereses políticos y económicos que han hecho caso omiso de sus aspiraciones. Durante las próximas décadas, y a través de avanzados criterios de participación democrática, habrá que reconocer que todas las comunidades humanas son sujeto de su propia historia, sujetos integrados en estructuras políticas que respetan tales comunidades. Necesitamos estructuras políticas progresistas de nivel subestatal, estatal, comarcal y mundial que engloben todas las lenguas y culturas. Los continuos progresos del espíritu democrático indican que es realista pensar que la humanidad evoluciona hacia la desaparición de la discriminación cultural y lingüística. Hoy en día se pueden adoptar ciertas medidas para que, de entre todos los futuros posibles, se imponga aquél que garantiza y propugna la pluralidad lingüística.

Modelos lingüísticos para el mundo global

En el pasado, la pluralidad lingüística ha estado protegida por medio del aislamiento de las comunidades lingüísticas, y, en consecuencia, debido a la poca interacción entre las lenguas. De cara al futuro, se diría que optar por el aislamiento carece de sentido, ya que las relaciones tanto individuales como colectivas entre los hablantes de distintas lenguas se verán aumentadas. En esta nueva realidad, cabe la posibilidad de que las comunidades lingüísticas más pequeñas y las medianas empiecen a desaparecer, al ser reemplazadas por lenguas de mayor poder demográfico, político, económico y tecnológico. También es posible que se establezcan nuevos modelos para la interacción de las lenguas, que eviten la desaparición de la lengua más débil. Tal y como los modelos ecológicos demuestran, la coexistencia de las lenguas es posible: las lenguas interrelacionadas desempeñarán distintas funciones, y no tendrá por qué tener lugar el proceso de sustitución. El verdadero reto consiste en diseñar la planificación de las funciones relativas de todas las lenguas (grandes, medianas y pequeñas) del mundo global.

Las comunidades lingüísticas pequeñas y medianas tienen que diseñar su plan de futuro y, al mismo tiempo, emplear las lenguas más extendidas –debido a su utilidad para la comunicación y para el desarrollo económico, social y cultural–. Esa diversidad lingüística debe ser totalmente compatible con el uso de la lengua de la comunidad, puesto que, muchas veces, esta lengua define tanto la personalidad e identidad cultural, como los mitos y valores que encauzan la vida de las personas. Las comunidades lingüísticas más poderosas deben darse cuenta de que su poder demográfico, político, económico o tecnológico no convierte a su lengua en mejor que las demás, y que, por tanto, tienen que abrirse a otros idiomas –sobre todo a las lenguas de las comunidades de su entorno–, hecho que les permitiría, además, enriquecerse con otras epistemologías y valores. Hay que redefinir las principales lenguas comarcales y mundiales, para que muestren activamente el aprecio por las lenguas medianas y pequeñas. Construir un futuro más pacífico y compasivo es posible, siempre y cuando se establezcan relaciones de mutuo reconocimiento entre las comunidades lingüísticas y los hablantes. Uno de los futuros que podemos desear a las lenguas es el del mutuo respeto.

La expansión de la educación multilingüe

Foto: Daniel Bayona  
Foto: Daniel Bayona (chilombiano@gmail.com)
Existe un consenso cada vez mayor sobre la importancia de la educación multilingüe. En varios continentes que cuentan con una rica pluralidad lingüística, la educación multilingüe es una antigua tradición: los niños, desde que nacen, escuchan varias lenguas en el entorno familiar y social, y no tardan en aprender los códigos lingüísticos y sus funciones comunicativas. Una de las misiones del siglo XXI consiste en difundir el modelo multilingüe a todo el mundo. Hay comunidades lingüísticas que no han concedido ninguna importancia a la educación multilingüe, por considerarse a sí mismas superiores, debido a la prevalencia política o cultural de su lengua, o a los avances de las abstracciones filosóficas, científicas y tecnológicas. Con frecuencia, las fuerzas políticas han oprimido a las lenguas minoritarias, con la convicción de que, de tal modo, impulsaban la recuperación de una lengua de mayor categoría. Hoy en día se considera culturalmente prioritario que los hablantes de las lenguas más poderosas aprendan otras lenguas. En las próximas décadas tendremos que desterrar no sólo el analfabetismo, sino también el monolingüismo.

El multilingüismo tiene que ir más allá de la mejora del nivel de conocimiento de las lenguas más difundidas o más utilizadas por los medios de comunicación. No basta con introducir en los planes de estudios bilingües la enseñanza de una lengua minorizada junto con la de una lengua más extendida, ni tampoco con enseñar otro idioma a los hablantes de una lengua ampliamente extendida. En las próximas décadas, necesitaremos de educaciones multilingües generales en las que se impartan tres o más lenguas: se enseñarán una lengua minorizada y dos idiomas a través de los cuales comunicarse a nivel regional y mundial. La primera será la lengua de casa, pero lo importante será aprender las lenguas de las comunidades del entorno. Será asimismo relevante diferenciar entre el conocimiento pasivo y activo, y entre la lengua oral y escrita. Entre las lenguas de un mismo grupo lingüístico, el conocimiento pasivo se adquiere sin demasiado esfuerzo. Otro tanto sucede con la lengua oral, que se aprende antes que la escrita.

Declaración de los Derechos Lingüísticos

Gracias a la iniciativa de varias entidades gubernamentales, han sido elaboradas una serie de propuestas con el objeto de que los derechos lingüísticos sean considerados derechos humanos y reciban el amparo internacional. La más conocida de todas ellas es la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos, promovida por Pen Club International y CIEMEN, y suscrita en el año 1996 por 61 ONGs y 41 centros Pen. Se solicitó a la UNESCO que redactara una declaración gubernamental, una especie de acuerdo internacional dotado de mecanismos jurídicos que garantizaran su efectividad. Pese a que aún queda mucho trabajo por delante, conviene que durante los próximos años se avance en este proceso, puesto que varios regímenes políticos están vulnerando no sólo derechos humanos, sino también derechos lingüísticos individuales y colectivos –que confunden la unidad con la uniformidad cultural y lingüística–; incluso el progreso de la globalización –que antepone el razonamiento económico al desarrollo cultural y social–. Es conveniente globalizar los derechos y libertades de varias comunidades lingüísticas al amparo de las Naciones Unidas.

Es muy posible que, durante las próximas décadas, los movimientos migratorios aumenten. En todos los países –y, especialmente, en las grandes metrópolis–, al convivir personas de diversas comunidades, surgirá una complejidad lingüística sin precedentes. La gestión de este tipo de lenguas supondrá un gran reto para toda la sociedad. Si no se consensúan los criterios para comulgar los derechos lingüísticos individuales y los derechos lingüísticos de las comunidades lingüísticas de una región histórica, los inmigrantes podrían convertirse en inesperados causantes de la igualdad lingüística y cultural. Por tanto, teniendo en cuenta estos nuevos retos, habría que establecer unas normas que protejan la diversidad lingüística. El punto de referencia para implementar políticas lingüísticas razonables será el propio acuerdo internacional en el que se recoja la declaración universal de los derechos lingüísticos. Por otra parte, el acuerdo determina asimismo el cuerpo técnico internacional al que compete ofrecer propuestas y servicio de intermediación, puesto que, cuando surgen los conflictos, suele ser difícil encontrarlos en su lugar. Los instrumentos de los convenios permitirían evitar los conflictos, o, al menos, aliviarlos cuanto antes.

Las lenguas y las nuevas tecnologías de la comunicación

  Foto: Daniel Bayona
Foto: Daniel Bayona (chilombiano@gmail.com)
Los inmensos progresos de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han planteado inesperados retos a la diversidad lingüística. Por una parte, podemos ver que las colosales empresas comerciales fundadas en este sector sólo emplean las lenguas principales. Por otra parte, las comunidades lingüísticas pequeñas y medianas utilizan sensatamente las nuevas tecnologías, para satisfacer sus necesidades y alcanzar sus objetivos. El hecho de que tales comunidades se encuentren en el ciberespacio seguramente no vaya a ocasionar tantos problemas como la difusión de la imprenta en el siglo XV. Pronto, todas las comunidades lingüísticas tendrán acceso a Internet: concretamente, cuando los servicios eléctricos y telefónicos lleguen a todo el mundo, y cuando el empleo de la voz ofrezca tantas posibilidades técnicas como la lengua escrita. En algunas tecnologías de la comunicación –por ejemplo, en la radio y en la televisión–, la oralidad adquiere mucha más importancia que la lengua escrita.

Tenemos que implementar políticas que garanticen que las nuevas tecnologías estarán al servicio de la pluralidad lingüística y cultural. Durante las próximas décadas habrá que aumentar el número de información declarada pública –información regulada mediante el copyright y, sobre todo, la que no tiene límites de este tipo–. Por otra parte, se debe fomentar la digitalización de los conocimientos y del patrimonio de todas las culturas. Atendiendo a estas finalidades, habrá que adoptar medidas legislativas que garanticen, además de la libre circulación de la información en las redes, el acceso on line al patrimonio público. Una de las nuevas responsabilidades de las autoridades locales, subestatales, estatales, comarcales y mundiales consistirá en garantizar la presencia de las pequeñas y medianas lenguas en el ciberespacio, responsabilidad que también las entidades sin ánimo de lucro deberán asumir. Los científicos comunicativos, por su parte, tendrán que desarrollar nuevas tecnologías para las traducciones automáticas –especialmente, para que la oralidad no sea óbice para entrar en las redes del ciberespacio–.

Las lenguas, factor del desarrollo económico

Todas las lenguas se pueden relacionar con los procesos de desarrollo económico, social y cultural. A lo largo de la historia de la especie humana, ninguna lengua ha tenido el monopolio del progreso económico. Muchas lenguas se han convertido en factor y símbolo de la abundancia. Hoy en día se emplean varias lenguas para la comunicación científica universal y la actividad económica global, pero ahora sabemos que el desarrollo económico es un proceso complejo en el que intervienen factores que en la escala global no parecen determinantes: la capacidad de las personas, la cohesión social, los procesos de participación, los valores morales, el nacionalismo, la educación y la cultura. La comunidad que cuente con lengua propia puede ser una comunidad de gran autoestima, en armonía con su entorno natural, y dotada de instrumentos lingüísticos que a nivel local, subestatal, estatal, regional y mundial le permiten contar con una especialización económica competitiva. Las comunidades pequeñas y especializadas pueden alcanzar altos niveles de desarrollo en el futuro. Además, el desarrollo humano favorece el paso de un modelo de desarrollo basado en la economía a desarrollos sostenibles adaptados a cada entorno. Las lenguas brindan epistemologías y valores que facilitan dicha adaptación.

Cada comunidad lingüística debe encontrar su lugar en el mundo económico global. De cara al futuro, las lenguas deberán tener la consideración de valor añadido, incluso desde la perspectiva del desarrollo. Claro que las comunidades lingüísticas deben reconocer que sus miembros pueden aprender otras lenguas, pero, en este mundo en el que se busca todo lo original e irrepetible, conocerán el placer que supone el emplear la propia lengua –la base de la propia identidad–. En la actualidad, el mercado turístico escoge los paisajes y el patrimonio físico en función de la originalidad y diferencialidad, y, por tanto, no parece utópico pensar que, en el futuro, también valore las vivencias lingüísticas especiales. Es posible que los visitantes de comunidades que cuentan con lengua propia quieran instruirse sobre los orígenes de la lengua, para disfrutar de secretas y desconocidas culturas universales. Por otro lado, las comunidades lingüísticas conocerán el valor económico de su patrimonio lingüístico inmaterial. El turismo cultural incluirá estudios lingüísticos de varios tipos.

Las ciencias lingüísticas avanzadas

Foto: Daniel Bayona  
Foto: Daniel Bayona (chilombiano@gmail.com)
Los atlas lingüísticos son cada vez más complejos. Para entender el uso de las lenguas en las ciudades y países, no basta con basarse en los datos que arrojan los censos de la población. En todos los países, el número de contactos lingüísticos motivados por los traslados y las migraciones es cada vez mayor. Muchas veces, las actividades lingüísticas de los ámbitos profesionales no suelen ser iguales que las del ámbito familiar; tampoco la lengua que los ciudadanos emplean en determinados ámbitos de su vida cultural suele ser la misma. Las industrias culturales emplean, sobre todo, las lenguas más extendidas, que no siempre suelen ser las lenguas de las culturas tradicionales. Debido a todas esas causas, los sociolingüistas tendrán que desarrollar eficientes sistemas que permitan hacer un seguimiento del uso lingüístico de la geografía humana de todo el mundo. Es conveniente que, durante las próximas décadas, los nuevos centros de investigación sociolingüísticos se esfuercen en describir la diversidad lingüística y su evolución en las redes universitarias y demás lugares. De cara al futuro, necesitamos una sociolingüística de gran concreción.

La atención que los científicos han prestado a las lenguas es muy irregular. Algunas lenguas disponen de varias herramientas (gramáticas, diccionarios, historia literaria y ediciones tanto en papel como en formato digital de sus obras más significativas), mientras que otras son más pobres con respecto a dichos instrumentos científicos, pero no en cuanto a la estructura gramatical, léxico o literatura. En las próximas décadas, y con el objeto de alcanzar un sensato equilibrio entre todas las lenguas, sería conveniente prestar atención a los idiomas que menos han estudiado los científicos lingüísticos. Por otro lado, también habría que prestar especial atención a los idiomas orales, para que la actividad científica crea instrumentos de conocimiento que comulguen con sus tradiciones específicas. En los años venideros, los proyectos de cooperación para el desarrollo deberían tener en cuenta los proyectos lingüísticos indicados por las propias comunidades lingüísticas. Uno de los objetivos principales de la cooperación se encauzaría creando la capacidad científica lingüística entre los miembros de las comunidades lingüísticas.

Las lenguas, patrimonio de la humanidad

Mediante el estudio de todas las lenguas del mundo, obtendríamos información y perspectivas que nos permitirían diseñar útiles opciones estratégicas para el futuro de cada lengua. Las instituciones continentales internacionales y la UNESCO, en general, deberían disponer de secciones propias, tanto para aconsejar a las comunidades lingüísticas en la concreción de sus estrategias, como para asesorar a las autoridades políticas –siempre y cuando ostenten responsabilidades de política lingüística–. Hay diversas medidas que se pueden adoptar para la promoción de todas las lenguas; entre otras, declarar en cada Estado la oficialidad de las lenguas empleadas por los hablantes de las regiones históricas, reconocimiento éste que no significa que vayan a ostentar el mismo rango en los cuerpos administrativos y en la vida pública. Por otro lado, podría resultar significativo establecer secciones técnicas en los países en los que carecen de ellas –en colaboración con los centros de investigación, para promocionar la labor sociolingüística–, y dotar a las comunidades lingüísticas de instrumentos políticos, legislativos, económicos y comunicativos para proteger su futuro.

El hecho de que la UNESCO declarara todas y cada una de las lenguas patrimonio de la humanidad supondría un gran estímulo para el reconocimiento de la dignidad de todas las lenguas y expresar que cada lengua pertenece no sólo a sus hablantes, sino a toda la humanidad. A raíz de esta declaración, la UNESCO debería realizar periódicamente evaluaciones globales sobre la situación de la diversidad lingüística del mundo, contando con la participación efectiva de las comunidades lingüísticas grandes, medianas y pequeñas. Además de ello, sería provechoso realizar ediciones periódicas sobre la diversidad lingüística que recogieran sucintamente los descubrimientos de los últimos estudios sociolingüísticos; también sería positivo publicar los resultados de las investigaciones periódicas sobre las políticas lingüísticas. Para estas tareas, y de cara al futuro, la UNESCO debería formar nuevas asociaciones con las redes universitarias de científicos lingüísticos, ONGs especializadas y cátedras UNESCO del ámbito lingüístico.

Lenguas a favor de la paz

  Foto: Daniel Bayona
Foto: Daniel Bayona (chilombiano@gmail.com)
Prácticamente todos los seres humanos desean la paz en el mundo. Incluso los que emplean violencia aseguran desearla. Pero, en los albores del siglo XXI, la lógica de la fuerza genera todavía mucha violencia, y ésta relativiza la fuerza de la lógica. Mucha gente confía en que, en el siglo XXI, aumente la fe en las palabras, el razonamiento y el diálogo, y disminuya la violencia. En el caso de que así suceda, la humanidad podrá escoger culturas libres y abiertas de las palabras. Las lenguas se vuelven libres al eliminar los factores condicionantes que obstaculizan el conocimiento objetivo, el sentido crítico y el sentido del humor –así como para expresar deseos y sueños–. En el mundo actual, la industria de los medios de comunicación, a través de su tremendo poder, restringe con frecuencia la libertad de expresión, porque crea realidades virtuales deformadas que se consideran objetivas, y difunde ideas, sentimientos y valores que no comulgan con el consenso democrático. En este sentido, las palabras del ámbito público nos conducen con frecuencia hacia la dominación, no hacia la libertad. Son palabras que denotan violencia. Pero la sociedad tiene derecho a liberarse de la manipulación de los medios de comunicación y de las palabras tildadas con violencia. Y muchas culturas han mostrado su deseo de desarmar las palabras.

Las lenguas son abiertas cuando no tratan de monopolizar los conocimientos. Cada lengua es una interpretación de la realidad, pero ninguna de ellas tiene una visión completa o absoluta de las múltiples dimensiones de la misma. Si alguna comunidad lingüística piensa que sus conocimientos, escritos y expresiones están por encima de los de otras comunidades humanas, generará intolerancia y violencia. Las lenguas no deben tener más fuerza que la derivada de su razonamiento, de la disponibilidad para hacer frente a los retos de su entorno natural y social, o de la capacidad de explorar la belleza a través de sus registros poéticos o simbólicos. Esa fuerza no es la fuerza característica del poder al uso. De cara al siglo XXI, necesitamos hablantes sin complejos de superioridad, así como actividades lingüísticas que favorezcan el diálogo –entre hablantes de una misma o de distintas comunidades lingüísticas–. Las lenguas, cuando se emplean con espíritu de libertad y con mentalidad abierta, suelen ser constructoras de paz. En el siglo XXI, todas las lenguas se convertirán en lenguas para la paz.

Bienvenida a las nuevas lenguas

La vida de las lenguas es la sincera expresión de la vida de las comunidades lingüísticas. La evolución de las especies humanas en el espacio y en el tiempo afectan a la vida de las lenguas. Gracias a la especialización lingüística, las comunidades humanas se han adaptado al entorno físico y cultural. Las lenguas, gracias a su maravillosa capacidad de abstracción, suelen ser los instrumentos más decisivos para el progreso del conocimiento, el consenso de los principios éticos –como base para la convivencia–, e imaginarse futuros deseables. Cada una de las lenguas puede colaborar en esa misión común. Han desaparecido muchas lenguas porque la comunidad humana necesitaba nuevas herramientas lingüísticas ante los nuevos retos. Las lenguas que se emplean en la actualidad son lenguas vivas, ya que hay comunidades humanas que necesitan de ellas para vivir –es decir, para entenderse, relacionarse, trabajar, hablar de amor, formular preguntas y bellas expresiones, recordar y hacer planes–. Son las propias comunidades las que promueven la continua evolución de las lenguas. En el siglo XXI, y gracias a varias formas de autogestión, es posible devolver el poder de la lengua a dichas comunidades, y especialmente a los que han padecido la represión lingüística. En este sentido, sería posible proteger la diversidad lingüística sin obstaculizar la evolución de las lenguas vivas. En circunstancias normales, todas las lenguas ampliamente extendidas evolucionarían, incluso las medianas y pequeñas; por tanto, todas se adaptarían a los nuevos ámbitos y retos. Es muy satisfactorio participar en la creatividad lingüística de la lengua de cada cual. Quizás debiéramos recordar que empleamos nuestras lenguas porque disfrutamos de ellas. Las palabras que pronunciamos y escribimos son experiencias de la vida, de la creatividad y de la alegría. En el siglo XXI habría que difundir el pluralismo lingüístico, aunque sólo fuera por puro placer.

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