A guisa de explicación
Resulta interesante escribir en estos momentos (mayo de 2006: cese del fuego de ETA, polémica sobre el Estatuto catalán, efecto “mancha de aceite” en el resto de las regiones históricas españolas, esperpénticas alharacas identitarias desde lo alto de cada campanario) sobre el benemérito Anteproyecto Estatuto General del Estado Vasco de la Sociedad de Estudios Vasco-Eusko Ikaskuntza (SEV-EI) de 1931.
A finales de los 70 (plena Transición) comencé mis investigaciones sobre esta asociación cultural y publiqué como memoria de licenciatura1 mi primer trabajo sobre ella. Había oído hablar a mi padre sobre la vertiente política de la misma; él había sido el secretario de su Comisión de Autonomía y conocía detalles y recovecos que ya nadie más recordaba. Daba su versión de los hechos, por supuesto, desde el punto de vista de un nacionalista vasco ferviente de los de entonces: el Estatuto de Estella había sido el producto, corregido y aumentado, del de Estudios Vascos2. Falta de documentación inédita sobre este punto concreto, asumí ingenuamente esta interpretación sin darle mayor importancia y escribí:
“Pero, tal vez, la actuación que más popularidad y prestigio otorgara a la Sociedad, en toda su historia, fuera la preparación y redacción de un texto autonómico o anteproyecto, que pasaría a los fastos de la historiografía vasca como Estatuto de Estella, debido a haber sido refrendado, tras algunas modificaciones, en dicha ciudad navarra por los ayuntamientos vascos reunidos en asamblea”.
Afortunadamente, un sexto sentido me hizo incluir en pruebas y en nota de pie de página, este cauteloso anuncio: “Estudio de este período en mi siguiente trabajo sobre la Sociedad”.
Acerté, y todavía me mortifica no haber esperado un poco... ¿ A qué?
En 1981 fue encontrado e identificado el riquísimo Archivo Histórico de la SEV-EI correspondiente a todas las secciones de trabajo y administración de la Sociedad, que, escondido por Fausto Arocena en 1936, fue guardado de forma semiclandestina en una buhardilla de la Diputación de Guipúzcoa durante todo el periodo franquista. Se salvó así de ser destruido, como tantos otros, por temor, o de viajar a Salamanca. Lo estuve ordenando y examinando con avidez mientras acababa la redacción y presentaba en la Universidad de Navarra este mi primer trabajo. De ahí mi precavido anuncio de un “siguiente trabajo sobre la Sociedad”.
Mientras tanto se abrió el Archivo de Guerra de Salamanca, fruto del pillaje de los vencedores de la guerra civil 1936-1939 sobre las poblaciones vencidas (por tanto, nada procedente de Álava y Navarra apenas, que-ironías de la historia-, al pertenecer al bando vencedor, poseen por ello mucha menos documentación importante).
Durante cinco años más, el análisis de todo este acervo –más el procedente de Gobiernos Civiles, Diputaciones, Cortes, Presidencia del Gobierno, Consulados, archivos privados, etc., recién abiertos- me fue recolocando en el campo de batalla ideológico de la II República española. Sus datos me permitieron ajustar el enfoque sobre figuras, circunstancias y hechos pretéritos que se vendían como productos ya concluidos, cuando, en realidad, apenas comenzaban a poder ser vistos con la perspectiva que sólo el tiempo y el contraste de diversas fuentes pueden proporcionar. Nació de esta forma mi segundo estudio sobre Estudios Vascos3, esta vez en torno al papel político desempeñado por EI, sobre todo en relación con el tema del reconocimiento de una autonomía política para Vasconia.
En el benevolente Prólogo que el profesor Gregorio Monreal Zia escribiera para su publicación, amén de apuntar hacia el interés de los Apéndices4, al valor de la historiografía sobre entidades culturales y al papel que la SEV-EI jugó en los años 20 y 30 del siglo XX, sugiere que también “la visión de otros temas ha quedado alterada”. Otros temas, como la importante visión de Irujo y Prieto sobre el devenir de la autonomía vasca, la injusta demonización de las Comisiones Gestoras republicanas de las Diputaciones vascas, la existencia de un nacionalismo vasco difuso e integrador no sólo bajo la forma de partido político no confesional minoritario (Acción Nacionalista Vasca) sino como patrimonio ideológico común de una amplia capa de la clase política vasco-navarra de esos años (mayoría carlo-integrista, la flor y nata de los republicanos con Ramón de Madariaga a la cabeza, ciertos socialistas, lo que entonces se denominaba vasquismo).
El valor de esta otra visión no soy quién para juzgarlo. Sólo quisiera recordar que el texto que el lector tiene ante sí fue fruto de una laboriosa tarea -muy poco autopublicitada durante su transcurso-, de personalidades de la vida cultural y política vasca que la SEV-EI tuvo la habilidad de poner en contacto para que idearan un anteproyecto que respondiera a las aspiraciones de ese nacionalismo vasco difuso e integrador al que he aludido. ¿Qué quiero significar con este sintagma?
En pocas palabras:
a) Nacionalismo vasco porque concibe a parte importante de la vieja Vasconia (las Vascongadas y Navarra) como una entidad diferenciada forjada durante siglos de historia, constructo abierto pero constructo al fin.
b) Difuso porque, dentro del más puro espíritu federal pimargalliano (mejor aún, confederal), alude a un Estado Vasco en absoluto incompatible con la unidad y bienquerencia de una patria común española; porque difumina la idea misma de fronteras físicas o morales con ella. El Estatuto de Estado Vasco quedaba subordinado, en última instancia, a lo que las Cortes españolas y la Constitución de la República acordaran.
c) Integrador debido a que, no sólo no desea fronteras con España sino también porque tampoco las quiere en el interior de ese Estado Vasco, entre sus diversos componentes territoriales, en especial con Navarra dotada de un régimen jurídico (el de 1841) mucho más fuerte y estable que los de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. Se trata, pues, de un autonomismo nacionalitario y, no sólo eso, sino también laico, es decir, a salvo de la tutela de la entonces omnipotente Iglesia católica.
Pero, la sociedad vasca en su conjunto -y sus elites políticas mayoritarias- no estaban aún preparadas esa primavera republicana para asumir que 1931 bien pudiera ser la aurora de otra era, un tiempo de grandes cambios y rápidos giros de volante. Se tiró tanto de este texto de Estudios Vascos nada más salir a la calle en la madrugada del 1 de junio de 1931 (con elecciones constituyentes el día 28), que se dislocó en pocos días el precario equilibrio del mismo.
Tal es así que ya antes de convocarse las nuevas Cortes salidas de las primeras elecciones generales tras la Dictadura, el Estatuto General del Estado Vasco de Estudios Vascos tenía ya un abanico de reescrituras, fieles algunas al original, no así otras que introducían el germen de la discordia, tanto en el seno de la sociedad vasca como en la relación con las nuevas autoridades republicanas.
En este breve periodo preelectoral el Estatuto de la SEV se convirtió en bandera de combate y engendró, entre otros, los siguientes hijos:
1. 14 de junio de 1931
El Estatuto de Estella, lectura entusiasta -confesional, municipalista y etnocentrista- del EGEV que, con una sola conjunción “ya”, oponía un valladar frente a la futura legislación social de la muy social República de 1931. Fue aprobado por la mayoría de los municipios vasco-navarros liderados por los ediles nacionalistas jelkides (confesionales) de Vasconia (Movimiento de alcaldes encabezado por José Antonio de Agirre) en Estella, el 14 de junio.
2. 15 de junio de 1931
El Estatuto General de Estado Vasco-Navarro entregado por la ponencia de la Comisión Gestora republicana de la Diputación de Navarra el 15 de junio, es decir, un día después. Acentuaba la cosoberanía interior paritaria del Estado Vasco-Navarro y aceptaba el laicismo del mismo. Fue aprobado por 229 ayuntamientos navarros (de 267, el 88, 84% de la población navarra) ya entrado el verano, tras las constituyentes.
3. 21 de junio de 1931
El Estatuto General de Estado Vasco-Navarro de las Comisiones Gestoras de las Provincias de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. Resultó ser el más cercano a la fuente de todos los textos reelaborados hasta la fecha (21 de junio).
De nada sirvió todo ello. Tanto a su izquierda como a su derecha, la aceptación del Estatuto de la SEV va a conllevar tales enmiendas que éstas pusieron en peligro la esencia misma del documento. Los estellistas van a arrebatarle su carácter liberal y laico, los socialistas “bilbainizarán” el conjunto al romper su esquema paritario y primar el factor demográfico. Puede decirse, pues, que, pese a los esfuerzos que, para conseguir su viabilidad, desarrolló ANV5, las elecciones generales mencionadas, con la polarización aún mayor del electorado y la radicalización de los partidarios del Estatuto de Estella, inutilizaron el mismo y paralizaron el proceso estatutario vasco que, hasta la aprobación de la Constitución en diciembre de 1931, quedó de hecho en vía muerta, donde permanecerá prácticamente hasta la guerra.
1 La Sociedad de Estudios Vascos 1918-1936. Aportación de Eusko-Ikaskuntza a la Cultura Vasca, E. Ikaskuntza, 1983, 300 pp.
2 Estudios Vascos fue el nombre popular de esta asociación hasta 1936 y ésta es la denominación con la que aparece en la prensa y medios informales.
3 La construcción de una nacionalidad vasca. El autonomismo de Eusko-Ikaskuntza (1918-1931) (tesis doctoral, Universidad de Navarra, 1988; director Ignacio Olabarri), Eusko Ikaskuntza, Donostia, 1990, 728 pp.
4 Entre los cuales, el texto, no facximilado como el actual, del Estatuto de la SEV.
5 ANV gestionó la adhesión de la izquierda al Estatuto General del Estado Vasco, varios de sus afiliados, junto al republicano Ramón de Madariaga, fueron importantes redactores del mismo.
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