Teresa del Valle Antropóloga |
Urkiri SALABERRIA
Fotografía: Arantza CUESTA EZEIZA
Itzulpena euskaraz
Hemos quedado en Donostia, en la sede de Eusko Ikaskuntza, en su despacho. Al entrar, me llama poderosamente la atención el no encontrar ningún tipo de adorno en las paredes. La señora del Valle nos saluda y lo apaga todo, el ordenador, la pantalla y la impresora. Se enciende un silencio que verdaderamente apreciamos. Nos sentamos y comenzamos a conversar. Nuestra entrevistada lleva un único anillo en las manos, extraño y realmente hermoso, durante toda la entrevista el anillo baila en sus dedos, fuera de ellos, sobre la mesa.
¿Quién es Teresa del Valle?
Una persona optimista, que se interesa por los cambios, con raíces en muchos sitios, y curiosa, a la que le gusta indagar; el preguntar los porqués no me da miedo y creo que eso es lo que me ha llevado a mi trayectoria investigadora, me considero una investigadora nata, una investigadora de ciencias sociales.
Entonces, ¿cómo se definiría a si misma?
La definición con la que me encuentro muy a gusto es con la de Antropóloga Social. Pero debido a mi trayectoria, esa antropología está articulada con otros campos. Estudié música, acabé la carrera de piano en el conservatorio de Bilbao. El Arte también ha estado muy presente en mi vida, por familia, por educación y por "enganche" con las experiencias estéticas. Otro ámbito que también he trabajado es el de la Historia, sobre todo Historia de Estados Unidos, Historia de América Latina y después es cuando me encontré con la Antropología. De modo que es todo ese camino realizado el que me permite disfrutar de todas esas posibilidades e interconectarlas.
¿Y a nivel personal?
Pues como una persona urbana pero que al mismo tiempo disfruta mucho del campo y del paisaje. De niña estudié en la Vera Cruz de Bilbao y luego en el internado de la Vera Cruz de Berriz, y recuerdo cómo el Anboto era una de mis referencias a lo largo del año: El Anboto nevado, el Anboto en primavera... (hace una pequeña pausa reflexiva). Lo cierto es que esa referencia con el paisaje, con el entorno es muy importante; hace unos trece años pasé de vivir en Donostia a vivir en Asteasu, en un entorno rural, en el que también sigo el discurrir del año en el cambio del paisaje día a día. Hay también ese elemento de lo rural y de lo urbano, que yo no lo veo como algo contrapuesto, sino como algo que está muy entremezclado en mi experiencia estética y cotidiana.
Ya que hablamos de lo urbano, hablemos de ciudades, de participación ciudadana, ¿es posible compatibilizar la individualidad con la participación en grupo?
Si tú vas a participar en nombre de un grupo, primero ha tenido que haber una participación interior de ese grupo (que está integrado por individualidades) y tras esa participación se llegarán a unos acuerdos o desacuerdos. Visto así, la participación ciudadana va a diluir la voz individual pero al mismo tiempo reforzará la voz colectiva. Se trata, por una parte de reconocer la individualidad y también reconocer que como ciudadana tengo intereses en que entran los intereses de otras personas. Es mi ciudad, pero también la de otras personas.
Pues en ocasiones parece que lo olvidamos y vemos verdaderas barrabasadas en los espacios públicos.
Es algo que siempre pongo como ejemplo, el cuidado de los espacios públicos. La gente hacemos cosas en los espacios públicos que nunca haríamos en nuestra casa. Cuando seamos capaces de ver que el espacio privado está conectado con el disfrute del espacio público y que a su vez éste se conecta con otros espacios, entonces pasaremos a ver el espacio como algo que tiene valor; yo nunca podría tener, ni aun siendo la persona más rica del mundo, la posibilidad de ir a tres playas, no sé cuántos montes, nadar en los ríos, pasear por parques...
En algún escrito suyo habla sobre ciudades tensionales. ¿Qué sería una ciudad tensional?
Cuando yo hablo de las tensiones, me refiero al reconocimiento de que la tensión, la confluencia de fuerzas, no ha de ser siempre algo negativo. Para mi, las tensiones son fuerzas contrapuestas, pero sin dualidades, ni bipolaridades, sin tener como objetivo la búsqueda del equilibrio.
Entonces, la tensión puede ser positiva...
Sí, y negativa o creativa. Cuando hablo de ciudad tensional hablo de un espacio en donde se reconoce que pueden llegar a confluir varias fuerzas que convivan, simultáneamente. Se trata de localizar los puntos en tensión de la ciudad y analizarlos. Ver cómo se puede lograr que las tensiones negativas no incidan tanto. Si tenemos una ciudad en la que claramente hay una clase social que lo domina todo y el resto no cuenta para nada, crearemos barreras y difícilmente cabrá la posibilidad de que existan tensiones positivas o creativas.
¿Así que debiéramos olvidarnos de pensar en una sociedad bipolar pobres-ricos, hombres-mujeres, norte-sur, etc.?
Hay un tema muy de actualidad que es el del desarrollo sostenible. Se ha descubierto, ya, la importancia de lo medioambiental (que nos lo estamos cargando), del control de la economía y de la dimensión social, a la que se le da menos importancia. A mi me parece que en estos momentos, en nuestras sociedades, nos toca descubrir la importancia de lo social. El impacto que tenemos las personas, las posibilidades que tenemos, la creatividad, la emotividad, la capacidad de resolver conflictos, todo esto es lo que a mi parecer ha de estar presente. El siglo de lo social, el de descubrir la dimensión colectiva de las personas porque descubriendo eso descubriremos que las personas somos también emoción, intelecto, innovación, conservadurismo pero que no es lo mismo actuar a nivel individual que a un nivel más amplio. Porque la problemática del mundo es tan fuerte y tan desigual que ya no se puede afrontar ni desde lo ambiental estrictamente ni desde lo económico y menos desde lo político. No pueden estar unos muriéndose de hambre y otros por problemas de obesidad, no puede el 10% de la población consumir el 90% de los recursos pertenecientes a toda la humanidad.
Siguiendo con la actualidad, pero cambiando de tema; S.XXI: Hombres y mujeres, ¿todos iguales o ¡viva la diferencia!?
En sentido general y sin universales: todas las sociedades elaboran la manera de enfrentarse a la realidad de que la especie humana es sexuada. Unas sociedades pondrán más énfasis en las diferencias biológicas y sobre todo en lo relacionado con la capacidad de la reproducción y en el papel de la madre con respecto a la capacidad de engendrar y dar a luz, en otras sociedades lo más importante va a ser cómo se socializa al niño y a la niña, en otras culturas la importancia radicará en cómo se organizan para conseguir el alimento...
Yo me sitúo en la crítica feminista, en la que nos interesa ver cómo se construye el género, pero no el género como erróneamente a veces se identifica género-hombre, género-mujer, sino como una forma de estructurar la sociedad teniendo como elemento central el poder que provoca la desigualdad.
¿Por ejemplo?
El acceso de la mujer al mercado de trabajo. Es muy positivo todo lo relacionado con la autonomía, con la capacidad de decisión, de incidir, pero por otra parte puede conllevar elementos negativos como el hecho de que su trabajo no esté siendo debidamente remunerado, o que esté siendo explotada. Pero sí, considero que la entrada de la mujer en el mercado de trabajo es crucial, la entrada de la mujer en los espacios públicos es positiva, la entrada de la mujer en el mundo de las decisiones es esencial. Aunque claro, luego hay que ver si el precio a pagar es la doble jornada, la triple jornada o si se vive este acceso en condiciones de desigualdad. Luego, hay otra cuestión y son todos los problemas, fuertes, que están emergiendo, relacionados con la violencia, que tienen que ver también con la resistencia, muy fuerte, a que las mujeres verdaderamente ejerzamos esa igualdad.
Teresa
del Valle (Donostia, 1937)
De profesión: Antropóloga.
Con respecto a su etapa escolar, Teresa del Valle nos comenta que no tiene
esa impresión de "educación represiva desde lo religioso"
y sí una "educación" que era "muy humanista".
Casi “estaba mucho más enterada de los viajes de Marco Polo al
Oriente, que de los de Colón” y al mismo tiempo tenía
una experiencia referencial de un mundo lejano pero que aparecía cercano:
Oceanía, la Micronesia. Pero también nos anota a lo largo de
la conversación que ve "muy positiva" la libertad de elección
que vivimos en nuestros días en cuestiones de religión, ya que
la religión está siendo "una opción personal",
en vez de ser una categoría de "adscripción sociológica".
Con 22 años tuvo "la suerte de ir a EEUU", allí estudió
Arte, Historia de Estados Unidos y de América Latina, no con una beca,
sino porque entró en el grupo de las misioneras de Berriz, donde se
educó. Posteriormente, en la Universidad de la Isla de Guam estuvo
como profesora y como investigadora en un nuevo centro (Micronesian Area
Research Center): Éste se creó para estudiar los procesos
colonizadores y los procesos culturales de los distintos archipiélagos
que habían estado sujetos a procesos de colonización muy variados.
Es allí donde obtuvo su "experiencia vital de la antropología"
y se centró en estudios de la Micronesia, no desde el punto de vista
de los colonizadores, sino de la antropología. En la Universidad de
Hawai hizo un Master en Antropología y después el doctorado,
donde tuvo "la grandísima suerte" de encontrarse y de ser
"afectada" por uno de los antropólogos claves en el pacífico:
Douglas Oliver.
Para Teresa del Valle, la antropología es una ciencia social que tiene
una base teórica y metodológica "muy densa y elaborada
que te introduce en el estudio de lo que es la complejidad de la vida social",
de cómo se construye "esa vida social desde lo que vamos identificando
como culturas". Culturas, no como algo fijo, señala, sino como
algo que "se va elaborando en la medida en que los seres humanos vamos
necesitando de prolongarnos en el tiempo y de ir creando nuestras propias
instituciones y de irlas sometiendo al paso del tiempo para ver en qué
medida son eficaces o no".
En la antropología, explica, "podemos encontrar desde el estudio
de lo que denominamos parentesco, es decir, las formas de construir el hecho
de que la especie humana es sexuada" -con las consiguientes profundas
diferenciaciones y desigualdades entre hombres y mujeres-, hasta las formas
de responder a preguntas que "no tienen respuestas" (las salidas
hacia lo religioso), "el poder del ritual", que a su vez pueden
ir desde el botellón hasta "un ritual oceánico" en
el que se muestran las jerarquías del grupo... La antropología,
concluye, "cuestiona los universales y al mismo tiempo te permite ver
que lo que sucede aquí, puede suceder en otro lugar".
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