Salvatierra-Agurain en los siglos XIX-XX: Desarrollo histórico-artísticoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Amaia APRAIZ SAHAGÚN
Fotografía: Amaia APRAIZ SAHAGÚN

1. Introducción

El objeto de este texto es referir brevemente los vestigios que la Edad Contemporánea ha dejado en la villa de Salvatierra – Agurain. Nos centraremos en el estudio de su desarrollo histórico y artístico en los siglos XIX y XX, especialmente en aquellos aspectos que mejor reflejan sus transformaciones: arquitectura y urbanismo jugarán un importantísimo papel, recogiendo el testigo del pasado y proyectándose hacia el futuro. De ahí que sean los dos pilares del texto que sigue.

2. El siglo XIX

2.1 Las huellas de las contiendas bélicas

Si algo caracteriza la centuria de 1800 es la sucesión de conflictos, desde la Guerra de la Independencia de 1808 hasta el fin de la II Guerra Carlista en 1876. Los franceses, derrotados en Vitoria, saquearon la población en su retirada, masacrando a muchos de sus habitantes. A su paso señalaron los puntos de mayor valor estratégico, como en el n.º 6 de la calle Carnicería donde dejaron escrito BIANDE (de viande, carne). Gracias a ello sabemos que allí se ubicaba el matadero que desde antiguo había dado nombre a la calle.

A las Guerras Carlistas debemos el desmantelamiento de la muralla, utilizada como fuente de materiales para reforzar el Castillo de Guevara. Con esta acción se sellaba la pérdida de su carácter defensivo, culminándose un proceso iniciado en los años finales del XVIII. Desde 1780 fueron muchas las construcciones adosadas a sus lienzos, igualándola en altura y abriendo en ella ventanas y puertas. Fueron éstas las que realmente aniquilaron la cerca.

Con la desaparición de este valor defensivo, la Villa comienza a abrirse al exterior. Prueba de ello es la creación, desde el segundo tercio del XIX, de calles para comunicar el espacio extramuros e intramuros, como el Portal del Rey, en el lugar del antiguo portal de San Juan, que comunica con las Eras de San Juan y San Martín.

2.2 Los nuevos equipamientos

Pero si algo caracteriza al periodo decimonónico es la aparición de un nuevo concepto urbano, basado en teorías higienistas. Una de las principales aportaciones será la traída de aguas, con la construcción de lavaderos y fuentes públicas. En 1845 se encarga al Arquitecto Martín Saracibar el levantamiento de la nueva fuente de San Juan, con un presupuesto de 14.618 reales de vellónI, invertidos en la construcción de una obra de piedra que nunca se llevó a cabo.

También se realizaron obras en el hospital. En 1848 se acomete su reforma de la mano de los maestros carpinteros Cristóbal Murua, Quirico Junguitu y Andrés GarayII. Aunque la obra no se ajustó concretamente al plano, sabemos que se trató de una total transformación de la fachada Este y algunas de las estancias interiores.

En cuanto a la alhóndiga1, fue levantada de nueva planta en 1847, contigua al Portal del Rey2, siguiendo las trazas y plano de Cristóbal MuruaIII. Se trataba de una construcción de sillería de Heredia, distribuida en tres alturas, de planta trapezoidal, cubierta con tejado a tres aguas, de gruesos muros y delgados tabiques, sin pilares intermedios que impidieran el paso, y que contaba con tres puertas principales.

3. El siglo XX

El siglo XX comienza continuando la preocupación de la centuria precedente por dotar a la Villa de comodidades, determinantes para su entrada en la modernidad urbanística. En 1905 el Consistorio manda construir las fuentes de la Plaza de San Juan, la Plaza de Santa María y la Plazuela de los Caños. Ésta destaca por su carácter decorativo: sobre basamento de piedra, en el que aún hoy puede leerse la data 1905, se trata de una fuente de doble caño ricamente decorada. El hierro, material adalid de la modernidad, se convierte en protagonista constructivo y decorativo, donde tritones y faunos de mueca satírica se entremezclan con cuatro culebras enroscadas en la copa del remate.

En el ámbito arquitectónico, el XX se esconde entre palacios y casas de vecindad, ajenos a los tránsitos seculares. A veces se enmascara en forma de escudo, otras en forma de mirador y otras en rotundas muestras arquitectónicas que van desde los comienzos del siglo hasta piezas más recientes en nuestro tiempo.

Comenzando por las piedras heráldicas, tenemos un ejemplo de su pervivencia en el grupo Simón Martínez Abad. Los escudos se repiten en sus fachadas, reducidos ya a meros ornamentos. Si en el XIX se intentaba ennoblecer el linaje de los nuevos habitantes del casco urbano, el siglo pasado reduce el blasón a la categoría de moldura, emplacado de ladrillo... simples referencias carentes de significado, sin más voluntad que una pretendida complicidad con la tradición de los edificios circundantes.

Intramuros, el XX dejará su impronta en multitud de pequeños detalles, como los miradores que en distintas variantes encontramos en palacios o casas de vecindad. Muy significativo es el del Palacio de los De Begoña, una velador de madera y vidrio emplomado, con su tejadillo, adosado a uno de los muros del casón, perfecta síntesis de tradición y modernidad. En esta misma línea encontramos el de la Calle Carnicería, que traspasa los límites impuestos a estos elementos e invade el espacio urbano en una suerte de pasarela volante que cruza la calle, creando una curiosa imagen.

En cuanto a la construcción arquitectónica, hay dos ejemplos que resumirían el tránsito del siglo XX por las calles de la Villa. La pervivencia de los eclecticismos – historicismos decimonónicos fue una constante en la configuración de los ensanches de muchas ciudades vascas. Algo de este “estilo ensanche” llegó a Salvatierra, apareciendo en sus lugares más representativos. En la Plaza de San Juan encontramos el más llamativo de estos edificios, ejercicio arquitectónico que demuestra la imposibilidad de definir dentro de un estilo toda la riqueza del XX.

Riqueza que se manifiesta en otro de los inmuebles de la Plaza, ocupado en su parte baja por el Batzoki. Si bien es cierto que rompe con la monocromía por su emplacado de ladrillo a cara vista, la continuidad de ciertos invariables salvaterranos (alero en voladizo, recercado de vanos y ángulos en – falsa – sillería, y, sobre todo, la recuperación de la olbea) lo inserta en el tejido urbano de la Villa.

Por supuesto que entre estos dos ejemplos los años transcurridos han dejado su huella en otros puntos. Citaremos una tipología exclusiva de la centuria: las “casas baratas”, que en Araba tienen su mayor desarrollo en las décadas de los 50 y 60. Destaca el conjunto de Simón Martínez Abad, que ya hemos citado, una buena muestra de los hitos arquitectónicos de la pasada centuria.

3.1 Las artes plásticas en el urbanismo

El siglo XX y el XXI se continúan sin corte específico entre las calles de Salvatierra. Quizá el vehículo que utilice sean las artes plásticas: la calle, la plaza, se convierten en lugares determinantes donde el artista consigue eliminar la barrera entre obra y espectador. Así, frente en la confluencia de las calles Zapatari y Mayor encontramos la Mirada al Viento de Imanol Marrodan, ganadora del Primer Premio ARABA en 1997. Utiliza como vehículo expresivo la veleta, que en su cima se deja mecer incansablemente por el viento, mientras una cámara graba desde la altura lo que el capricho del aire determina.

Por otra parte, y frente a la Parroquia de Santa María, encontramos Euskadi, escultura realizada en piedra por J. M. Campos que, entre la figuración y la abstracción, representa la unión de Bizkaia, Gipuzkoa, Araba y Nafarroa. Y es que Agurain se encuentra en cruce de caminos entre estas tierras.

No quisiéramos terminar este apartado sin mencionar la escultura que encontramos en la unión del Portal del Rey y Fueros. Trans - formación (José Zugasti, 2002) trabaja el entrecruzamiento de tubos, generando una esfera donde la forma aparece por la intersección del material: el hueco y el espacio que se transforman, como Agurain, de maneras infinitas.

4. Conclusión

La riqueza de los siglos XIX y XX, los primeros pasos del XXI, no pueden encerrarse en los márgenes de estas páginas. Un periodo apasionante, una Villa que no para de crecer, demasiado para quedar contenido en el texto. Agurain no termina. No hemos hablado de sus escuelas, sus instalaciones deportivas, de todo lo que real y efectivamente mejora la calidad de vida de sus habitantes. Salvatierra está abierta ahora a nuestras huellas. En el futuro, alguien las leerá como hoy hemos tratado de leer su pasado y su presente.

5. Bibliografía básica

 

I ARCHIVO MUNICIPAL DE AGURAIN, Fuente nueba, labadero cubierto y bebedero que se intenta construir en la villa de Salbatierra, Caja 325 nº 46 (1 de abril de 1845).

II ARCHIVO MUNICIPAL DE AGURAIN, Hospital de esta Villa, Caja 326 nº 30 (5 de noviembre de 1848).

III ARCHIVO MUNICIPAL DE AGURAIN, Presupuesto y coste total de la obra y casa halóndiga que intenta construir el Ayuntamiento de la Villa de Salvatierra, Caja 326 nº 12 (11 de marzo de 1847).

1 La función de alhóndiga en Agurain ha sido desempeñada durante largo tiempo en la ermita de San Martín, vinculada desde antiguo al Consistorio.

2 El Ayuntamiento compra dos casa en Portal del Rey para construir un nuevo edificio destinado a alhóndiga. Vid. ARCHIVO MUNICIPAL DE AGURAIN, Caja 326 nº 13, (13 de marzo de 1847).

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