Cultura, Juventud y Comunidad de Trabajo de los PirineosEscuchar artículo - Artikulua entzun

Pere GUIU TORREBADELLA, Coordinador de la Comisión de Cultura, Juventud y Deportes de la CTP

La cultura consiste en el cultivo de las mejores cualidades humanas –la inteligencia, el gusto y la sensibilidad– a través de determinadas actividades artísticas e intelectuales. En este sentido, implica una ruptura con la cotidianidad –no vamos al teatro cada día y cuando vamos tenemos una actitud, receptiva-, que nos permite aprender y crecer como personas. A través de la cultura se difunden los valores humanos –reflexionamos sobre nuestro entorno, lo comprendemos y nos involucramos– y críticos –puesto que la cultura nos proporciona una perspectiva distante y reflexiva que cuestiona las normas establecidas-. Por tanto, el conocimiento y la practica de la cultura nos permite desarrollar nuestras capacidades y formar personas criticas y reflexivas. La cultura, sin embargo, es frágil: por un lado requiere un esfuerzo personal –no es inmediata, no es fácil, leer cuesta mas que jugar a la Play Station-, por otro lado, tenemos la competencia de los medios de comunicación y la sociedad de consumo –leer puede ser menos atractivo que mirar la televisión o ir de compras-. Es necesario pues, que los estamentos públicos la protejan y la fomenten: facilitar la asistencia al teatro –con descuentos-, acercar los museos a los jóvenes –a partir de exposiciones dinámicas- o fomentar la lectura –a través de campañas- son ejemplos de actuaciones dirigidas a la formación de las personas a través de la cultura y el ocio. Algunas personas ven estas actuaciones como la mejor manera de evitar la degradación de la cultura, a la cual –a través de la cultura porquería- se acusa de tener un impacto negativo sobre los valores y las actitudes de los jóvenes.

La cultura no la forman solamente las manifestaciones artísticas reconocidas como tales, sino el conjunto de actividades creativas y simbólicas que contribuyen a dotar de sentido las vidas de aquellos que las realizan. Ir a comprar, hacer zaping, bailar, etcétera, son actividades creativas –a pesar de los condicionantes comerciales- que ayudan a las personas jóvenes a definir su identidad y a posicionarse socialmente. Esta perspectiva implica dar el mismo valor a todas las manifestaciones culturales – ya sea la cultura del hip-hop o un espectáculo de ópera– y por tanto, no clasificar a aquellos que las practican a partir de una escala imaginaria que va desde lo sublime a lo vulgar, implica reconocer que las jerarquías culturales –la ópera es mejor que el hip-hop- no son objetivas, sino que han estado construidas por alguien –los que prefieren la ópera- y que tiene una clara consecuencia: la de legitimar el gusto y la cultura de los de arriba y la legitimación de la inversión pública en estas manifestaciones. Esta perspectiva genera dos grandes planteamientos sobre las políticas culturales juveniles: los que defienden que la mejor política cultural es la no política –para evitar una jerarquización y priorización de actividades por parte de los gestores-; y los que defendemos que las actuaciones de la Administración han de responder a las demandas concretas de los y las jóvenes para ayudarlos a desarrollar las propias actividades culturales.

La gente joven cada vez más fundamenta su identidad en la cultura, el ocio, el consumo y menos en el trabajo. Diversos factores han determinado este cambio, el alargamiento del periodo de sus estudios y el retraso en la emancipación están provocando que aumente el tiempo del no trabajo y la falta de “responsabilidades familiares”, con el consiguiente aumento del ocio. Igualmente, al tener un nivel educativo más alto, las personas jóvenes aumentan sus perspectivas y tienden a otorgar más importancia a las actividades extraescolares o extralaborales. Algunos autores han defendido que el hedonismo –la búsqueda del placer- y el eclecticismo –la capacidad de integrar prácticas y referencias culturales de orígenes muy diversos- son las características básicas de los y las jóvenes actuales. Entiendo que la precariedad del mercado del trabajo ha provocado un distanciamiento subjetivo de la gente joven respecto al mundo laboral y un acercamiento a todo lo que configura el mundo no laboral, es decir, el ocio, porque un trabajo precario no es un base sólida sobre la cual construir la propia identidad, los trabajos precarios no son solamente inestables y mal pagados, sino que muchas veces no permiten la utilización de los conocimientos adquiridos. Por todos estos motivos, es importante que desde la animación sociocultural se promueva la construcción de identidades juveniles al margen del trabajo.

Euskadi, ostentando la Presidencia de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, desde la responsabilidad y el compromiso, nos convoca al XXIV Consejo Plenario mediante un lema muy sugerente “una CTP más fuerte, una Europa mas unida” y por ello quisiera finalizar mi aportación escrita mediante la reivindicación de los jóvenes de nuestra Comunidad como ciudadanos responsables. Nuestros jóvenes desean estar asociados a la vida de la Comunidad. Quieren dar su opinión en los temas más diversos. Esta voluntad de participación se ha de poder expresar a diferentes niveles –del local al internacional-, comporta diversos registros –activos y representativos-, y no excluir ningún tipo de compromiso –desde el más puntual al más duradero- del más espontáneo al más organizado. No podemos limitar la participación de los jóvenes a la mera consulta y menos a los sondeos de opinión, sino que tenemos que incluir a los jóvenes en el proceso de toma de decisiones. Muchos jóvenes reconocen que ciertos valores personales también son valores de la construcción europea, pero esto no impide encontrar que las Instituciones son entidades poco accesibles y que piensan poco en sus preocupaciones.

He escrito de acceso a la cultura, de cultura juvenil, de cultura y ocio, de participación activa de los jóvenes... finalizo hablando de Newton y su tercera ley que dice que si un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este ejerce sobre el primero una fuerza igual pero en sentido contrario. En políticas de cultura o juventud, esta fuerza en sentido contrario se llama resistencia al cambio. Entendemos que contra la inercia es necesario sumar los esfuerzos de todos para superar unas políticas muchas veces alejadas de la realidad. Este es el compromiso de todos los miembros de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos.

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