La guerra filmada: el primer Gobierno Vasco y el cine durante la Guerra CivilEscuchar artículo - Artikulua entzun

Santiago DE PABLO CONTRERAS, Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU

En un libro que acaba de publicarse (Tierra sin paz. Guerra Civil, cine y propaganda en el País Vasco, Biblioteca Nueva, 2006), he analizado uno de los aspectos hasta ahora menos conocidos de la Guerra Civil en Euskadi: su reflejo en la información y la propaganda cinematográfica de ambos bandos y de otros países europeos y americanos. En el conjunto de esta producción audiovisual, es de especial interés el estudio de la propaganda cinematográfica llevada a cabo por el primer Gobierno Vasco, constituido en octubre de 1936.

Nemesio Sobrevila  
Nemesio Sobrevila.
Cuando a principios de 1937 el Gobierno de Euskadi, presidido por José Antonio Aguirre, puso en marcha su servicio de propaganda por medio del cine, se encontró con el problema de que en Bilbao en aquella época no existía una infraestructura cinematográfica. Por ello decidió encargar la dirección de su política cinematográfica al arquitecto y cineasta bilbaíno Nemesio Sobrevila, que contó con la colaboración de otros técnicos cinematográficos, profesionales y aficionados, como José María Beltrán, Agustín Ugartechea y Robert Petiot. Los primeros frutos de esta propaganda fueron dos breves documentales, los únicos que pudieron concluirse antes de la caída de Bilbao en manos franquistas, en junio de 1937: Entierro del benemérito sacerdote vasco José Mª de Korta y Uribarren, muerto en el frente de Asturias y Semana Santa en Bilbao. Como puede verse por sus títulos, se trata de dos reportajes centrados en el tema religioso, que trataban así de demostrar la normalidad de la vida en retaguardia en la zona republicana, aunque en realidad esta ausencia de persecución religiosa sólo fuera efectiva en Euskadi.

Pero enseguida, tras la caída de Bilbao, la labor del Gobierno Vasco se trasladó al exilio, y sobre todo a París, donde se montó su película más importante: Guernika (1937), de Nemesio Sobrevila. El titulo es significativo porque enlaza con uno de los símbolos del autogobierno y de la libertad vasca, el árbol de Gernika, unido en este caso al bombardeo del 26 de abril de 1937, entendido como un ataque a la libertad de Euskadi. La película, de 20 minutos de duración, contenía imágenes documentales del País Vasco, las ruinas de Gernika después del bombardeo, –filmadas por Ugartechea– y la salida de los niños vascos y su exilio en Francia, Gran Bretaña y Bélgica. El visionado de esta excelente película sobre la guerra en Euskadi nos acerca por tanto a la visión nacionalista vasca de la guerra, dirigida fundamentalmente a la propaganda exterior. Guernika parte de una visión idílica del pueblo vasco (pacífico, trabajador y católico), que se rompe con la irrupción de la guerra, para concluir con una petición a la solidaridad de la democracia internacional. Este documental fue proyectado con bastante éxito en la España republicana y en Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Argentina y Estados Unidos.

Fotograma de la película Guernika
Bombardeo de Gernika. Fotograma de la película Guernika.

En 1938, también desde París, el Gobierno Vasco produjo otros dos documentales, que no se conservan en su totalidad: Elai Alai y Euzko Deya. El primero se centraba en el grupo infantil de danzas de este nombre, que había marchado al extranjero en 1937 por orden del Gobierno Vasco, para hacer propaganda en varios países europeos. Ambos repetían parte de las imágenes de Guernika, lo que demuestra el relativo agotamiento de la propaganda cinematografía vasca, en un momento en que la República estaba militarmente casi derrotada. Aunque a la República le interesaba sobremanera mantener esta propaganda, con el fin de atraer así la ayuda francesa y británica, la situación, provocada por el previsible desenlace de la guerra se hizo insostenible y el Gobierno Vasco disolvió su departamento de cinematografía a finales de 1938.

Elai Alai
Imagen del documental Elai Alai.

Pese a este brusco final, producto de la derrota militar de la República, la labor cinematográfica del Gobierno de Euskadi fue, tras los lógicos titubeos iniciales, mucho más importante de lo que hasta ahora se había pensando, a pesar de las dificultades objetivas que tuvo que superar: rápida pérdida de su territorio, problemas de coordinación del equipo técnico, distribución de sus documentales, etc. Este cine dio a conocer al mundo el imaginario nacionalista vasco de los años treinta, que partía de la existencia de una Euskadi casi sin relación con la República española, en la que todo era paz, armonía social, concordia, catolicismo y respeto a las opiniones ajenas. Así quedaba reflejado no ya en los comentarios, sino en las propias imágenes de estos filmes, que incidían sobre aspectos tradicionales o emotivos de la realidad vasca (niños, pescadores, caseríos, religiosidad, danzas, folclore, etc.), dejando a un lado sus aristas más fuertes.

Fotograma de la película Guernika
Fotograma de la película Guernika.

Esta armonía, rota por una guerra injusta y extraña al país, debía ser restituida por la intervención de las potencias democráticas occidentales, particularmente Francia y Gran Bretaña. De ahí que los documentales del Gobierno Vasco –a diferencia de otros filmes republicanos y teniendo en cuenta que casi todos fueron producidos cuando Euskadi ya había caído– se dirigieran casi exclusivamente a la opinión pública exterior, tratando de enlazar no sólo con la ideas democráticas, sino con el imaginario católico internacional, ya que el principal objetivo de estas películas era incidir sobre la disputa en torno al caso de los católicos vascos. Si entre 1936 y 1939 el PNV libró en buena medida una guerra distinta a la que se estaba desarrollando en el resto de España, algo semejante sucedió con su propaganda cinematográfica, a pesar de que ésta fuera apoyada por el Gobierno de la República, a la que le interesaba contar en el exterior con un referente distinto al que mostraban otros filmes republicanos.

Fotograma de la película Guernika
Salida de niños. Fotograma de la película Guernika.

Sin embargo, en el verano de 1938 esta propaganda había dado posiblemente todos sus frutos y de ahí que el Gobierno Vasco comenzara a finiquitar su estructura cinematográfica. Ésta no había conseguido conmover a la opinión pública católica y democrática occidental –en parte por las dificultades de distribución de los documentales– ni había logrado variar la suerte de la guerra, mediante la intervención de potencias exteriores, forzando a Franco a una mediación. El PNV y el Gobierno Vasco comenzaban una nueva fase de su historia, a la búsqueda de otras alternativas. La propaganda cinematográfica del imaginario nacionalista continuaría en el exilio americano y –en cuanto fue posible, avanzado el franquismo– en la comunidad nacionalista vasca del interior, por medio de filmes como Los hijos de Gernika (1968) o Ama Lur (1968), enlazando con el cine vasco de la transición y la democracia.

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