En sus andanzas por todo el mundo y en las grandes epopeyas como la colonización de América, han sido tantos los vascos que han participado en la historia que los nombres de la gran mayoría de ellos se han perdido en la noche de los tiempos a pesar de la trascendencia de su intervención en los acontecimientos en que han estado.
Escudriñar en la historia buscando indicios de la presencia de vascos en hechos extraordinarios e incluso heroicos, normalmente desconocidos por las mayorías, lo lleva a uno a encontrarse a menudo con muchas sorpresas.
Uno de estos casos de heroísmo incógnito es el del misionero franciscano fray Francisco de Berascola, uno de los actores de la colonización de La Florida.
Nació en Bizkaia, concretamente en Gordejuela, y era conocido por su celo apostólico, su sabiduría y su descomunal constitución y fuerza física: “Sólo con su fuerza era bastante para rendir al más feroz gigante”, decía uno de sus biógrafos, el padre Escobedo, quien por cierto escribió varios poemas, entre ellos uno llamado “La Florida”, dedicado a la conquista, colonización y evangelización de esas tierras y en él menciona las contingencias de aquella gesta.
Al contar la biografía del padre Berascola, Escobedo afirma que desde pequeño era aficionado a los retos, especialmente aquellos que requiriesen fuerza y destreza, y también era muy dado a ayudar y socorrer a quien necesitase cualquier tipo de ayuda. Era, pues, de naturaleza noble y protectora y le gustaba hacer felices a los demás. En cuanto a su vocación, siempre anheló llegar a ser misionero y ayudar a las almas a ganar el cielo, sin pedir nada a cambio, sólo por amor a Dios y al prójimo. Por cuanto hace a su espíritu aventurero tenía el suficiente como para estar siempre soñando, cuando era mozo, con viajar y vivir grandes aventuras y heroicas epopeyas para mayor gloria de Dios y en beneficio del prójimo, como si adivinase lo que le tocaría vivir pocos años más tarde y a lo cual más adelante nos referiremos.
Luego de hacer todos los estudios correspondientes y de ordenarse franciscano, fray Berascola, como era conocido, partió de Sanlúcar, con otros 11 religiosos, a la Florida, en donde ya lo esperaba el padre Escobedo, quien había salido antes en un viaje que describió en un poema que comienza así:
“Salimos de Sanlúcar por la barra
En bajel de un bravo cantabriano
Que se llamaba Sebastián Ibarra”
Cuando Berascola y sus compañeros llegaron por fin a su destino fueron recibidos por el padre Escobedo, los españoles libres de servicio, los indios recientemente convertidos y el gobernador, que era el vasco Domingo Martínez de Abendaño, quien por ser muy estimado de todos, causó gran admiración entre los nativos cuando le vieron besar la mano de cada uno de los recién llegados e inclinarse respetuosamente ante ellos.
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Felipe III de Castilla. |
“Desde que empezó este gobernador M. Cauzo han ido las cosas de mal en peor y de esta manera es grande la ruina que amenaza tanto las cosas espirituales como las materiales”.
“Es gran escándalo para los recién convertidos a la fe y gran impedimento para los que trabajamos en su conversión”.
“Hombre sin experiencia, no quiere tomar consejo ajeno, de tantos como han pretendido dárselo y ha puesto tanta industria en contra de los indios, que no cabe esperar sino una notable ruina”
Y en efecto, al poco tiempo se cumplía la profecía del padre Parejo al sublevarse los nativos contra la autoridad y dar muerte a varios misioneros y soldados, incluido fray Berascola, hasta que pudo ser controlada la situación, por el sucesor de Cauzo, que fue el vasco Pedro de Ibarra, quien trató a los indios con respeto, justicia y dignidad.
El día en que fue sacrificado Berascola (1597) había ido en un bote a un lugar llamado San Agustín a comprar regalos útiles y que sabía que les gustaban a sus feligreses, para mantenerlos contentos, pero al desembarcar ya lo esperaban los nativos descontentos y entre 10 de ellos lo tomaron desprevenido y a pesar de su resistencia consiguieron amarrarlo a un tronco de árbol en donde lo asesinaron a pedradas, flechazos y puñaladas. Por este hecho se conoce a fray Berascola como “el protomártir de Georgia”, lugar en donde estaba su parroquia y que actualmente es parte de Estados Unidos.
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Mapa de las conquistas de los españoles. |
El padre Escobedo se refirió a tan alevoso acontecimiento en la forma en que mejor sabía hacerlo, en verso:
Diez jóvenes robustos le aguardaron
Cuando dejando el mar surcó la arena
Y con nudosos brazos le aferraron
Como si llevaran en cadena.
Ganó, porque perdió, la humana vida
De todos los contrarios la victoria
Cuya alma con Dios vivo, queda unida
Participando de su eterna gloria
Y el indio de Occidente, su homicida
La pena eterna, digna de memoria
Y Dios un santo mártir vascongado
Y Vizcaya le llama su abogado.
El pastor del rebaño franciscano
Ganó tan soberano religioso
Como fue este Padre cantabriano
Salido del tirano victorioso.
Nación es por su fe, de gran nobleza
Y ninguna que hay de polo a polo
Aunque llegue a la cumbre del Alteza
Podrá jurar que en ella ha visto dolo
Y es de tanto valer su fortaleza
Que puede un vizcaíno, aunque esté solo
Defenderse de dos en campo armados
Aunque sean fortísimos soldados
El lauro gana a todas las naciones
La nación vizcaína por su memoria
Porque el mundo le da cien mil varones
Que ganan de contrarios la victoria.
No se ha sabido después qué pasó con los restos del padre Berascola pero lo más probable es que hayan quedado en el lugar de su sacrificio, al igual que los de tantos vascos y sus descendientes, que llevados de su natural generosidad para con el prójimo han participado con los naturales, hombro con hombro, a través del tiempo, sin esperar nada a cambio más que saber que han cumplido con su propia conciencia.
Nota: Los hechos ocurrieron poco después de marzo de 1599, pues en una de las fuentes dice que el padre Parejo, superior de los Misioneros, escribía al rey Felipe III el 8 de marzo de ese año, quejándose en contra del nuevo gobernador. Al poco tiempo se sublevaron los nativos, dando muerte a varios religiosos, con el padre Berascola a la cabeza.
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