Arrojos, dichas y nostalgias. Vascos en el Valparaíso del siglo XXEscuchar artículo - Artikulua entzun

Archibaldo URIARTE

La obra contiene relatos protagonizados por mujeres y hombres vascos, casi todos nacidos dentro de las primeras tres décadas del siglo XX, quienes debieron extender sus rutas de vida más allá de los límites de Euskadi y conducirse por las venturas del océano hacia esta distante región llamada Valparaíso cuando apenas le sonreían a la infancia o recién vislumbraban la juventud, a causa de los fenómenos sociales, económicos y bélicos que se entrelazaron en Europa durante aquella época.

A lo largo de ocho meses, la autora tuvo la posibilidad de recopilar los testimonios de 43 euskaldunes. La mayoría de ellos, seres octogenarios que rescataron desde los archivos más antiguos de sus memorias detalles de una existencia marcada por un éxodo que tuvo factores detonantes de distinta naturaleza, siendo la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial los más radicales. Otro tanto, hijos o nietos de los que desde las cercanías del 1900 comenzaron a delinear la trayectoria de los vascos del Valparaíso de la centuria pasada.

Sin la posibilidad de llevar a cabo aquellas sesiones de entrevistas, gran parte del texto no hubiese podido ser escrito, ya que los antecedentes, fechas y nombres que los consultados proporcionaron, constituyeron las herramientas fundamentales para construir las piezas que le faltaban al puzzle de la presencia vascongada en la zona.

Los antecedentes extraídos de la fuente oral, más los datos suministrados por libros, diarios y revistas que sirvieron para contextualizar y otorgar rigurosidad a los contenidos expuestos, son los dos hilos con los que se entretejió este repaso por la historia de los euskaldunes valpinos del siglo XX.

Los acontecimientos que alberga este trabajo transcurren, principalmente, en la región de Valparaíso, no obstante hay un elevado porcentaje de páginas dedicadas a Euskadi, como el escenario en el que suceden los dolorosos hechos que incitaron la entrada de vascos a Chile, pero también como el objeto de las remembranzas más entrañables: la montaña, el caserío, la familia... la madre.

“Arrojos, dichas y nostalgias” arranca con una referencia al Valparaíso previo a cruzar el portal del 1900 y a los años de prosperidad que convocaron a un considerable número de filántropos de origen vascongado -descendientes en segunda o tercera generación- que se dejaron imbuir por el entusiasmo progresista y contribuyeron a concretar diversas obras viales, sanitarias, estructurales, educacionales, culturales y sociales. Entre éstos, se puede señalar a Eulogio Altamirano Aracena, Francisco Echaurren, la familia Orrego, Fermín Vivaceta, José Francisco Vergara Echevers, Silvestre Ochagavía Errázuriz, José Tomás Urmeneta, Agustín Edwards Ossandón, Pedro Félix Vicuña Aguirre, Pascual Ezquerra, Benjamín Dávila Larraín y Eduardo de la Barra Lastarria.

Al entrar en el siglo XX, un Valparaíso más alicaído por los estragos del terremoto de 1906 y, prontamente, desplazado por la apertura del Canal de Panamá, ya no ofrecerá desbordantes éxitos económicos, pero sí representará un lugar en donde vivir en paz. Es ésta la región con que se encuentran los inmigrantes vascos más recientes, quienes con esfuerzo logran salir adelante en el comercio y, junto con formar familia y echar raíces, se dan al propósito de recrear la Euskadi añorada mediante la fundación de clubes con distintos grados de fortuna.

A bordo de míticas embarcaciones como Monte Amboto, Monte Udala, Cabo de Buena Esperanza, Reina del Pacífico, Orbita, Cristóforo Colombo, Orduña, Oropesa, Corrientes, Formosa y, por supuesto, Winnipeg, los vascos llegados a la Quinta Región entre 1900 y 1950 iniciaron desde distintos puertos de Europa un periplo oceánico, en la mayoría de los casos trazado por los peligros de la guerra, que los trajo a la zona a través de dos vías posibles: el histórico Tren Trasandino, luego de desembarcar en Buenos Aires, o directamente a las costas chilenas.

Ya instalados en Valparaíso, por lo general, gracias a la ayuda de algún pariente establecido en el territorio años antes -cumpliendo con lo que se denomina migración en cadena-, que un vasco bueno para el trabajo y con un poco de olfato para los negocios se hiciera su “pequeña América”, era cuestión de tiempo.

La historia comercial de Valparaíso sabe de la presencia de clásicos emporios, agencias, ferreterías, panaderías y la diversidad de establecimientos vascos que un día repletaron las avenidas porteñas, y también las de Viña del Mar y pueblos del interior. Es más, aún es factible encontrar negocios euskaldunes que permanecen activos, como rehusándose a sucumbir ante paso de los años y la competencia de las grandes tiendas; también se puede descubrir exponentes actuales a cargo de generaciones más nuevas de vascos inmigrantes.

Su terruño adoptivo: sobre el deporte, el sacerdocio y el arte, por ejemplo, hay mucho que contar. Figuran nombres como el de Fermín Lecea, quien fue el ídolo de los jóvenes euskaldunes residentes que asistían cada domingo al estadio para verlo jugar en Santiago Wanderers; o el de Jesús Magaña, que en ciclismo y básquetbol hizo gala de sus potencialidades atléticas, y junto a los hermanos Ibaceta representó en varias oportunidades a Chile y Valparaíso en la era dorada del baloncesto regional.

En lo religioso, hay ejemplos ampliamente conocidos a nivel local: Vicente Echevarría Bilbao, Félix Ruiz de Escudero y Kepa Bilbao Laca. En el plano artístico, es imposible dejar fuera al compositor y maestro Ramón Muguruza Zubillaga, al ebanista Emiliano de Vírgala y al arquitecto Pablo Mondragón.

Entregándose a sus talentos y capacidades, los vascos enraízan sus vidas en la Quinta Región, mientras intentan mantener el vínculo con Euskadi a través de la formación de centros creados para la celebración de sus tradiciones ancestrales y el afianzamiento de los lazos de cooperación entre los integrantes de la colonia. Es así como nacen instituciones tan antiguas como el Irurak Bat, equipo de altivos pelotaris que en las primeras décadas del siglo pasado gozó de gran popularidad, no exenta de polémicas, entre los integrantes de la sociedad porteña. Pero la más recordada de las agrupaciones, receptora hoy de los sentimientos nostálgicos de todos aquellos que vivieron el auge de la colectividad, es la Eusko Etxea o Centro Vasco de Valparaíso, que a partir del año 47 y por tres décadas, acunó interminables jornadas de camaradería.

Sólo por nombrar algunos personajes, emblemáticos de aquel periodo son el empresario Juan Aboitiz Amesti, primer presidente de la institución, y los señores Pedro Leguina y Juan Andraca, pertenecientes a la directiva original. Con cariño se recuerda al doctor Luis Mondragón, a la cabeza de la entidad por más de 15 años y gran txistulari; y al acordeonista y cantante Antonio Narvarte, quien con su música alegró fiestas típicas como el Aberri Eguna y el Iñaki Deuna. Las damas de ayuda solidaria, a cargo de las señoras Begoña Magunacelaya, Agustina Coscorroza y María Nieves Undabarrena, organizaron numerosos almuerzos y onces de beneficencia.

En la desaparecida casona de calle Freire, frente a las sombras de los árboles del Parque Italia, se experimentaron momentos de valor histórico para los euskaldunes valpinos: las visitas de los lehendakaris José Antonio de Aguirre -por segunda vez, la primera ocurrió en 1942- y Jesús María de Leizaola son algunos de los hitos más importantes.

La Eusko Etxea de Valparaíso tuvo su origen una noche de 1943, cuando un grupo de amigos se reunió en el bar Academia de Billares, del señor Victoriano Lluvia, y al calor de la conversación sentó las bases de lo que sería la institución que posteriormente se estableció en Freire 538, al lado de los famosos Baños Turcos. De los asistentes a aquella velada, actualmente son tres los que sobreviven para evocar viejos tiempos: Victoriano Zabala, Pedro Leguina y Pedro Elorriaga, de ellos sólo el último permanece en la Quinta Región, ya que el primero retornó a su Algorta natal y el segundo se trasladó a Santiago.

“Arrojos Dichas y nostalgias. Vascos en el Valparaíso del siglo XX” concluye con la presentación de nueve experiencias vitales, las cuales fueron transcritas y depuradas de las intervenciones de la entrevistadora, para transformarlas en relatos en primera persona, cronológicos y sin grandes ornamentos, tratando de conservar el contenido y sencillez de los discursos. Éstos, más la breve historia de tres hermanos vascos que fueron enviados a la Unión Soviética para sortear la violencia de la Guerra Civil Española, constituyen un último capítulo despojado de datos bibliográficos, construido sólo a partir de testimonios y recuerdos familiares.

Nota. Reseña de la Obra Ganadora del Premio Andrés de Irujo 2005, del Gobierno Vasco, e impulsada por el Eusko Etxea Valparaíso-Chile. La autora de este libro, integrado en la colección Urazandi (Vol. 16), es Rubila Andrea Araya Ariztía.

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