“Tierra rojiza. Silencio de voces humanas. Sólo el aletear de los pájaros, la presencia oculta de algún tapir y el sonido del viento entre los árboles”.
Así comenzaba un artículo anterior referido a una de las zonas más bellas de mi país, el Parque Nacional Iguazú.
El color de la tierra no ha variado, el silencio continúa y el aletear de los pájaros sigue haciendo compañía a tigres y tapires.
Flamencos. |
Pero el sonido del viento entre los árboles trae en esta oportunidad otras voces, otras historias, que nos acercan a un tiempo en que no existían caminos, ni hoteles confortables, ni viajes de fin de semana largos. Sólo la pasión por descubrir, por aventurarse en zonas inexploradas, por dar cauce a esa necesidad de hacer que caracterizó a una generación, vascos y no vascos, inmigrantes o simplemente hijos de esta tierra.
Se les recuerda como los que se animaron a aceptar los retos que se les ofrecían. Para los que llegaban, un lugar de paisajes desconcertantes, con colores y olores diferentes, con cielos poblados de estrellas ajenas y habitantes originarios muy distintos a los hombres y mujeres que conocían. Para los que allí habían nacido, la oportunidad de dar a conocer lo que desde siempre vivieron como natural. Tal es el caso de don Leandro Fidel Arrechea, primer hotelero de la región.
A raíz del artículo que menciono, se comunicó conmigo uno de sus descendientes quien tuvo la gentileza de acercarme una información mucho más rica de la que yo podía obtener a través de viejos libros y modernas tecnologías. Ricardo Barrios Arrechea dio color y vida a mis imágenes.1
Vista de las Cataratas. |
Y me cuenta que los de Arrechea eran de Navarra, del Valle del Baztán. Alfonso vino a América y se estableció en Uruguay, en el departamento de Maldonado. Su familia estaba formada por su esposa en segundas nupcias, Horlanda Machado, brasileña y sus hijos, Antonio, Alfonso II, Luis, Epifanio y Luisa. En Posadas (Misiones) nacieron Leandro, Amelia, Floriano, Vicente, César Augusto y Fidel. Don Alfonso falleció en 1879 y Horlanda en 1922.2
Cuando la guerra de la triple alianza que libraron Uruguay, Brasil y Argentina contra Paraguay (1865-70) Alfonso Arrechea llegó a Misiones como abastecedor del ejercito uruguayo. Con él venían los hermanos Goicoechea, tipos interesantes y grandes emprendedores.
Finalizada la guerra se establecieron en la región.
Con el tiempo se emparentarían ya que Leandro se casaría con una Goicoechea. Su hermana (la otra Goicoechea) vivía con ellos en Iguazú. El nombre del salto “dos hermanas”, fue puesto en homenaje a su mujer y a su cuñada.
Salto Dos Hermanas. |
Todos recordaban que era muy simpático y gentil, a pesar de ser comisario (jefe de policía) en un lugar tan salvaje. Porque Leandro era además de hotelero, policía.
El General Juan Carlos Ruda, casado con una de sus sobrinas, contaba que en el viaje de egresados de cadetes del Colegio Militar, visitaron las Cataratas y le quedó el recuerdo de que el “hotel” y la “comisaría” eran casi la misma cosa y los policías eran de a ratos policías y de a ratos camareros.
Por las “picadas”, caminos abiertos en plena selva a golpe de machete, llevaba a sus huéspedes en carruajes que se internaban en la espesura. Imagino largos vestidos, amplias capelinas, pantalones claros y sombreros de panamá, contrastando con el lodo de los caminos y el desborde de una vegetación casi intocada.
Según se cuenta, para hacer más verídica la situación, había alquilado los servicios de un especialista que imitaba el rugido del tigre, lo que daba más emoción al viaje. “En una oportunidad le contestó un tigre verdadero y fue tan grande el susto que el especialista terminó cambiando de oficio” (información de Sánchez Bonifato corresponsal en su tiempo del diario “La Nación”).
Salto Arrechea. |
¿Por qué de entre ellos rescató nuevamente la personalidad de Leandro Fidel? Tal vez porque los datos que ahora poseo permiten a la fantasía jugar con la realidad…
Lo veo integrado al paisaje único de los saltos del Iguazú, tratando de mostrar una belleza que seguramente apreció primero en soledad y dando nombre a lo que iba descubriendo en espacios casi inviolados. Espacios que como los montes y bosques vascos, son habitados y protegidos por seres que la gente no puede ver.
El guaraní otorga también a sus entidades míticas la condición de dueñas o protectoras de la naturaleza.
Y es así que árboles, plantas, ríos y manantiales, tienen al igual que en Euskal Herria, un duende propio sujeto a las ocultas leyes del mito. Es como si ambos pueblos quisieran evitar de un modo mágico, la destrucción de su “hábitat”.
Ni lamias (sirenas) ni prakagorris (duendes de pantalones rojos), habitan la selva misionera. E-yará (padre de las aguas), Pombero (protector de los pájaros) y otros más hacen de ella su hogar. Lo importante es que unos y otros estén allí.
Porque como dice el viejo refrán vasco:
“Izena duen guztia omen da” -“Todas las cosas que tiene un nombre existen” (siempre que creamos que existen)-.
A Leandro Fidel le habría encantado!
1 Ricardo Barrios Arrechea. Gobernador de la Provincia de Misiones durante el período 1983-87. Ministro de Acción Social de la Nación y Diputado Nacional.
2 Todo lo que figura en cursiva son palabras textuales del Dr. Barrios Arrechea.
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