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Juan Manuel SCOTTI

Así le llamaban las últimas amistades hacia el final de su vida. Tardíos en abrir el corazón a este hombre que es recordado por sus descendientes y los descendientes de sus entrañables amigos con mucho cariño. Tanto a aquellos que le conocieron como a los que lo hicieron por referencias de sus mayores les dejó una profunda huella de optimismo y la posibilidad de contemplar la vida de un modo diferente.

Con notable nostalgia y sentimiento de desarraigo llega a fines del siglo XIX a Buenos Aires Don Juan Luberriaga dejando atrás su natal Ascain producto de una huida atiborrada de misterios; en compañía de su sobrino Rafael Yrigoyen. La calurosa acogida de sus paisanos en el puerto apagó en cierta medida aquel dolor.

Fotografía familiar tomada en 1828
Fotografía familiar tomada en 1828 en el campo, Cuartel III, Junín. Parados de Izq. A Dcha. : Enriqueta Luberriaga Iturbide – Ramón Luberriaga Iturbide – Andrés Luberriaga Iturbide - Juan Luberriaga Iturbide – Felisa Luberriaga Iturbide. Sentados: Don Juan Luberriaga – Martina Luberriaga Iturbide – Santiago Caviglia (esposo de Martina). Sentados en el suelo: Adrián Luberriaga Iturbide – Aída Leonor Caviglia (hija de Martina y Santiago).

Moviéndose por referencias, comenta la Sra. Vilma Liciaga Luberriaga (nieta de Don Juan), llega a la localidad bonaerense de Blaquier donde es empleado como peón rural en una de las estancias de la zona. Allí no demoró en ganar nuevas amistades a las que reencontraría hacia el final de sus tiempos según relata otra de sus nietas, la Sra. Mirta Sciutto Luberriaga. Trabajó durísimo como tantos otros inmigrantes para lograr cumplir el sueño de la tierra propia. Compró sus primeras parcelas en la circunscripción de Junín al lotearse la estancia “El Sauce”. Perseverando con ardua labor logró reunir unas 115 hectáreas.

Tierras de Don Juan Luberriaga
Tierras de Don Juan Luberriaga. En el centro de la imagen, detrás del cultivo de soja se observa la nueva construcción en base a la original erigida por Don Juan.

Era un hombre alto, delgado, con las huellas de duro trabajo sobre sus espaldas aunque dicen que ello no le quitaba elegancia. Siempre con su bigote de extremos cuidadosamente puntiagudos y tiesos, sumado a una leve cojera, eran propios de su figura. Todo esto tan característico como el humor de su persona.

Solían contar, afirma la Sra. Vilma Liciaga Luberriaga, que cuando era golpeado por extrema melancolía iba con su rastrillo1 tirado por caballos al medio de una laguna situada en su propiedad, cerca de un camino. Al pasar por allí algún conocido siempre se sorprendía y le preguntaba:

- Don Juan, ¿qué está haciendo en la laguna?
- ¡¡Enllantando!!, Respondía enérgicamente cuando las ruedas eran completamente de hierro.

Rastrillo
Rastrillo.

Campo al que iba de visita, campo que se colocaba abundantes bigotes de lana de oveja, bajaba del carruaje y corría a los pequeñuelos de la casa espantándoles hasta que éstos se rendían de la risa. Siempre, siempre les tenía preparado el personaje por mas penas que ocultase en su corazón.

Muy tempranamente es abandonado por su Sra. Esposa, Doña Graciana Iturbide, quien luego de una repentina y penosa enfermedad deja de existir a sus tempranos cuarenta y cinco años dejando cinco niños pequeños que atender. Tiempo después contrae nupcias con la hermana mayor de su difunta esposa, quien ya viuda dedica su vida a criar a su hija y a sus sobrinos, los hijos de Don Juan que ahora eran también suyos.

Otro aspecto de la vida de Don Juan Luberriaga es su faceta de vasco andariego. Una vez “hecho el tambo”, preparaba el sulky2 para visitar a sus compatriotas de uno en uno aunque ello signifique leguas de distancia y no regresar antes de que “caiga la noche”. Su mayor desafío entonces era cargar la máxima cantidad de heno para alimentar al caballo durante el periplo.

Sulky
Sulky.

Cualidad era de su persona, también, la destreza para el ahorro. Su circulante era siempre un billete de un peso, que nunca gastaba.

Parte de su todo era la manera de comunicarse. Si bien su expresión correspondía a la unión de dos lenguas distantes, hilvanaba el euskera y el castellano con cierta gracia cuando lo merecía así como un método infalible para estudiar al dueño de la palabra. Cuentan que al entrar a un boliche3 o fonda4 en la que no lo conocían o el bolichero5 era algo distraído Don Juan preguntaba de repente y con voz impostada:

- ¿Vieron a Tomás?
- ¿Qué Tomás? respondia el bolichero o algún parroquiano.
- Un vinitooo! Afirmaba de inmediato cercando el ambiente con su buen humor.

Boliche El Gayo
Boliche “El Gayo”. Hoy, en pleno proceso de refacción, es propiedad de la familia Porcú. Aquí concurrían muchos vascos y hasta hace muy poco se podía observar en las paredes internas las marcas con sus récords de salto a pie junto.

Asiduamente visitaba el hogar compuesto por su inseparable amigo, Don Sebastián Arriola Ulazia y su señora esposa Doña Micaela Liciaga Goicochea. Todas las noches durante varios años compartieron la cena, excepto un día que perduró en la memoria familiar pues Don Juan no cesaba de repetir:

- “Luberriaga está cenaooo …”.

Justamente aquí ocurrió el siguiente episodio: una tranquila tarde conversaban en el corredor de la casa Don Luberriaga y Don Arriola. En una de éstas un malentendido y ¡zás!, Sebastián corta de un movimiento certero medio bigote de Don Juan. Luberriaga continuó con medio bigote hasta que le creció y se puso tieso y afinado como el lado intacto. Ante la llamativa figura con medio bigote, medio mundo le preguntaba:

- Don Juan, ¿qué le sucedió con el bigote?
- “Arriola sabeee…” respondía.

Del mismo modo, al preguntarle a Don Sebastián, este expresaba:

- “Luberriaga sabeee…”

Otro de sus numeritos montados era el siguiente. Solía sentarse a leer el periódico sosteniéndolo al revés a la espera de lo evidente:

- ¡Don Juan!, ¡tiene el periódico al revés!
- “Al derecho cualquiera lee…” daba por respuesta.

Boliche La Feria donde Don Juan era insustituible parroquiano
Boliche “La Feria” donde Don Juan era insustituible parroquiano. Su nombre se debía a la feria ganadera que se realizaba en sus proximidades. Si bien en su fachada versa “A. Pinto”, el nombre de su primer dueño; en tiempos de Luberriaga era propiedad de la familia Peralta.

En las “yerras”6 Luberriaga también tenía su rol que interpretar. Este acontecimiento era toda una fiesta en las pampas argentinas. Aquí Don Juan asistía llevando consigo una copa con el pie quebrado. Como no podía apoyarla (pues sin pie se caería), la sostenía durante todo momento y al verle con la copa en mano, uno tras otro le invitaban con vino tinto.

¡Qué sinnúmero de andanzas! Un día a comienzos de la primavera, cuando la niebla comenzaba a desprenderse de los campos, Don Juan se sintió necesitado de transportar en su carro varias colmenas de abejas. Por más que le insistieron y trataron de convencer que no era una buena idea, Luberriaga persistió en su opinión. Aproximadamente a unos cuatrocientos metros camino a su casa desde el punto de partida, lo temido ocurrió relata Néstor Arriola (hijo de Sebastián Arriola Ulazia). Los insectos irritados por el “traqueteo” comenzaron a abandonar las colmenas y propiciaron un feroz ataque a Don Juan y a su caballo. Este último en afán de protegerse y soltarse comenzó a dar coses destrozando el sulky. El trozo de carro más grande era de tamaño similar al zapato de Luberriaga. Con su característica voz gritó desesperados “¡Hay, hay, hayyy!” que se escucharon a kilómetros de distancia. Los socorristas se encontraron con un panorama quijotesco. Ya no le quedaba lugar entre roncha y roncha para una nueva.

Camino que conduce a la casa de Don Juan Luberriaga
Camino que conduce a la casa de Don Juan Luberriaga. En este preciso lugar sucedió el desafortunado suceso con las abejas.

Ya entrado en años y con su pierna prestándole cada vez más dificultades Don Juan continuaba visitando a sus paisanos, aunque no pudiese ya descender de su carruaje. Pues entonces obligación era invitarle con una copa de vino mientras “hacía la visita” sentado en el sulky.

Sus hijas e hijos se fueron casando y abandonando la casa paterna. Luberriaga vivió acompañado por su hijo Ramón, soltero; y de tanto en tanto por su otro hijo Adrián quien le acompañaba por períodos al llevar una vida algo desordenada.

Fonda de Borghi
Fonda de Borghi. Esta fue una de las fondas en las que Don Juan vivió en sus últimos tiempos y por supuesto no por mucho. Hoy en día el edificio aún funciona como posada.

Siendo más anciano Luberriaga decide abandonar su casa para ir a vivir en fondas y hospedajes en la ciudad de Junín. No duraba mucho en estos sitios. Le echaban sistemáticamente pues este pícaro con su bastón elevaba las faldas de las señoritas que le atendían mientras le propiciaba piropos y halagos muy subidos de tono. Ante esta perspectiva, no le quedó otra opción que vivir bajo el cuidado de sus hijas Martina y sobre todo Enriqueta quienes ansiaban asistirle desde hacía mucho tiempo. Y así, de fonda en fonda y en casa de sus hijas se fue apagando la vida de este vasco que supo conquistar toneladas de amigos y perdurar en el recuerdo feliz de muchos.

1 Rastrillo: Herramienta de labranza que consistía en un carro dentado para recoger heno. Estaba provisto por un sistema de ruedas intercambiables, así como sus dientes en número y longitud. Constaba de un asiento para el conductor. Era tirado por dos caballos. Esta herramienta era realmente indestructible y prestaba servicio por años con un bajo presupuesto de mantenimiento. Las ruedas eran completamente de hierro (como se observa en la figura) por lo que no “se enllantaban”. Si era, en cambio, tarea requerida por aquellos carros con ruedas de madera, que luego de colocarles la llanta de hierro incandescente iban a alguna laguna para fraguar el “enllantado”.

2 Sulky: Coche de campo liviano, de dos ruedas grandes con un asiento para dos personas, con o sin capota, provisto de dos varas para ser tirado por un solo caballo ubicado entre ellas. Suele denominarse por extensión al carruaje que por detrás de los asientos lleva una caja para el transporte de objetos.

3 Boliche: Bar, taberna campestre.

4 Fonda: Antigua denominación en los pueblos de la pampa al sitio donde se expenden comidas y bebidas a bajos precios además de ofrecer alojamiento generalmente en una planta superior. Taberna. Estos lugares por lo general tenían intensa actividad nocturna.

5 Bolichero/ra: Persona que posee o atiende un boliche.

6 Yerra: Consiste en la recogida del ganado, su castración y marca. La fecha óptima es abril y otra en octubre siendo la primera la más importante. La castración se llevaba a cabo antes de la marca en marzo o abril y en agosto o septiembre. Las tareas, obviamente se efectuaban tomando como referencia, más el clima que el calendario: heladas, lluvias o calor las afectaban más que el paso de un mes a otro. Tiempo atrás se reunían varias familias (entre parientes y vecinos) en el campo donde se realizaba el muy esperado acontecimiento.

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