Juan
Manuel SCOTTI
Traducción: Juan Manuel SCOTTI
Original in English
Audaz, inquieto, amable, de movimientos rápidos, cordial, bohemio, divertido, persistente y algo agrandado son algunos adjetivos que explican la personalidad de Casimiro Ain, El Vasco.
Junto con el tango, nace en Buenos Aires un 4 de marzo de 1882 en el número 81 de la Avenida Callao, casi esquina con la calle Piedad en el extinto barrio de La Piedad (hoy contenido en el Barrio de San Nicolás). Siendo el primer hijo de una familia de inmigrantes compuesta por Juan Ain (conocido lechero en la zona como El Vasco) y la genovesa Rosa Rataro, crece en un ambiente humilde aprendiendo a convivir con vecinos provenientes de todo el mundo con los que el pequeño Casimiro no tarda en forjar amistad.
Casimiro Ain junto a Edith Peggy. |
Ya adolescente con apenas catorce años cumplidos, y persistente además en respetar su pasión por el baile, integra la compañía cirsence del conocido payaso Frank Brown quien sediento de gloria, vino a buscarla a tierras argentinas.
Era evidente que los impulsos del Vasco (como a estas alturas le conocían) lo encaminaban hacia un futuro tan célebre como lejano. Sintiendo que Buenos Aires “le quedaba chico”, en 1901 se embarca rumbo a Europa en un buque carguero. Llegó a Inglaterra, de allí fue a París y luego a España. En el Viejo Mundo no hubo tarea que no realizara para sobrevivir. Junto con dos amigos recorrieron bares y cabarets al son de una guitarra raída y un violín destartalado. Si bien el terceto llamaba la atención, cuando Ain comenzó a bailar el tango criollo, la atención de los concurrentes era notoria. Así fue entonces que El Vasco se convierte en el primer bailarín argentino que da a conocer la danza porteña al mundo.
En 1904 regresa a Buenos Aires con su pasión por el baile agigantada, y en concreto por el tango; habiendo sumado una rica experiencia y puesto el ojo en los rincones europeos que más adelante le otorgarán la inmortalidad. El Vasco Ain sin ningún pelo de tonto descubrió la admiración que despertaba el tango y sin perder el tiempo se organiza y perfecciona casi obsesivamente actuando ese mismo año junto con su esposa Marta en el célebre Teatro Opera, y más tarde, en los festejos de la Proclamación de la Independencia Argentina (1810 -1910).
Así lucía Buenos Aires en la adolescencia de Casimiro Ain. En este caso la Avenida de Mayo. |
Su tarea perfeccionista continúa y en 1913 se embarca en el vapor “Sierra Ventana” junto con su esposa y tres amigos que componían una orquesta típica (Vicente Loduca, bandoneón; Eduardo Monelos, violín; y Celestino Ferrer, piano) rumbo a Bulogne Sur Mer. Sin titubeos aquella noche inclemente tomaron el primer tren a París. Una vez llegados a la “Ciudad Luz” marcharon a Montemartre. Se metieron en el primer cabaret que encontraron, llamado Princesse (que luego adquiere el músico Manuel Pizarro y lo llama “El Garrón” convirtiéndose en el reducto argentino en París). Allí atrajeron al público de tal manera que con las propinas los cuatro vivieron muy bien (según las propias palabras del Vasco) durante un mes.
Se dice que con El Vasco llegó a Europa el primer bailarín serio de tango. También se le atribuye haber dotado a esta danza de una enorme y mayor riqueza artística.
Entrado 1913 viaja a Nueva York donde presenta exitosamente su espectáculo hasta 1916, regresando luego de tres años llenos de gloria a su Buenos Aires natal movido por sus afectos.
Ex barrio de La Piedad hoy. |
Mientras está en la Capital argentina, además de brindar espectáculos, se perfecciona asiduamente y obtiene grandes recompensas enseñando a bailar a “las copetudas” según él mismo denota refiriéndose a las damas adineradas de la alta sociedad porteña así como también en varias academias de baile, sumando en esta oportunidad más alumnas y alumnos que en su anterior estancia en esta tierra.
Nuevamente, 1920 lo sorprende en París cuando gana el Campeonato Mundial de Danzas Modernas, ahora junto a su compañera Jazmín. A estas alturas se lo conocía en la ciudad francesa como “El Rey del Tango”. En esta etapa de su vida, además de ser quien “floreó” el tango en Europa, tuvo en sus espaldas una difícil tarea: convencer al Pontífice Pío XI de que el tango no era ni obscuro, ni pecaminoso; acusación persistente por parte de los Arzobispos de París, varios párrocos desde sus púlpitos y sectores de la alta sociedad europea. Se comenta también que llegaron a la Santa Sede las quejas formales del Ministerio de Guerra italiano, el cual tenía conflicto con sus propios soldados pues estaba prohibida tal provocativa danza durante los festejos de Carnaval.
Campos Elíseos durante el Campeonato del Mundo de Danzas Modernas. |
Observando el alcance masivo de este baile argentino promovido por El Vasco Ain, y antes de que surja más alboroto en torno a esta danza, el mismísimo Papa decide presenciar una actuación decidiendo de éste modo la suerte del tango (que por cierto ya estaba echada) como máxima autoridad por sobre la Santa Congregación de la Disciplina de los Sacramentos. Entonces, un día primero de febrero de 1924, y por mediación del embajador argentino en el Vaticano, Don García Mansilla, El Vasco bailó a las nueve de la mañana junto con la Srta. María Scotto (bibliotecaria y traductora de la embajada) en la Sala del Trono al son de un armonio el tango “Ave María” de Francisco y Juan Canaro. Tango que no hace alusión a la Virgen en sí, sino que se refiere a la interjección castellana que denota sorpresa o singularidad. Scotto y Ain fializaron el baile con una figura improvisada por El Vasco que colocó a la pareja arrodillada frente al Papa. Por supuesto que le convenciaron de que el tango no era para nada pecaminoso, aunque el tango elegido según se comenta en los rincones tangueros de Buenos Aires era “bastante flojito”.
Esa misma década, Ain con su nueva compañera (pues no se demoraba en cambiarlas) la alemana Edith Peggy recorrió exitosamente Europa de punta a punta (Francia, Alemania, Dinamarca, Inglaterra, Suiza, Portugal, España, Italia, Hungría, Rumania, Polonia, Rusia Grecia y Turquía), Brasil y también realizaron una gira por el entonces lejano Egipto actuando tanto en burdeles y cabarets como en salones elegantes. Hacia finales de los 30 sus nuevas compañeras de baile fueron Simonette Guy y La Beba quien le acompañó en sus últimas actuaciones por aquellos rumbos.
Vapor “Sierra Ventana”. |
1930 es el año de su regreso definitivo a la Argentina. A su nuevo arribo continuó actuando unos años más junto a La Vasca, oriunda del barrio porteño de Montserrat. En esta etapa de su vida Ain pudo disfrutar el calor de sus seres más queridos, la fama y la fortuna que supo reunir en sus años de aventura y glamour; pero fue en esta década que “le tocó bailar con la más fea”.
Ya apartado de la escena pública y como un trágico giro del destino sufre la amputación de una de sus piernas luego del voraz ataque de una gangrena. Este duro revés de la vida, precipitó el fin, un triste 17 de octubre de 1940, para este gran Casimiro Ain, El Lecherito, o El Vasco, quien supo convencer y conquistar el corazón de multitudes con su expresión, actitud, con su baile y su simpatía.
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