Jaime ANDUAGA
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
La necesidad de un proyecto
Un artículo no basta para exponer las consecuencias y efectos del proyecto de la Eurociudad, como tampoco resultan suficientes las opiniones aquí vertidas. Para apreciar la relevancia de la creación de la Eurociudad en la Ordenación del Territorio hace falta un estudio mucho más elaborado y profundo, incluso desde el punto de vista cualitativo.
Con motivo del establecimiento del Espacio Europeo Común, nos encontramos ante una nueva Ordenación Territorial, que desde nuestra adhesión al proyecto europeo se ha vuelto preceptiva. La integración europea tiene un precio que, además de imponernos condiciones económicas y políticas en el ámbito macroeconómico, nos obliga a estructurar el espacio geográfico y social. ¿Por qué razón?
La ordenación del territorio administrativo europeo se configura a través de las normas globales dictadas por la Comisión y el Consejo Europeos1, como son el POL (Plan de Ordenación del Litoral)2, la PEOT (Perspectiva Europea para la Ordenación Territorial), la ETE (Estrategia Territorial Europea) y, dentro de ellas, varias iniciativas europeas (INTERREG en todas sus versiones) y proyectos como ESPON3.
Hendaya (Lapurdi). |
La gestión de los espacios urbanos correspondientes a la UE se localiza dentro de este marco normativo que determina la ordenación de la estructura policéntrica de las ciudades y los principios para la competitividad interurbana, basados en todo caso en las condiciones oportunas para la Economía de mercado.
El objetivo se traduce en garantizar la construcción del Espacio Europeo Común a partir de la localización de 70 ciudades europeas de más de 500.000 habitantes. La llamada columna vertebral de Europa es un eje interurbano que comienza en Inglaterra y que, tras su paso por los Países Bajos y por Alemania, finaliza en el Norte de Italia; reúne al 47% de las ciudades europeas y a la mitad de la población. Tratándose, además, de un centro demográfico productor, los demás territorios tienen que adaptar su realidad a dicho modelo, por lo que para llevar a cabo la integración europea hace falta adecuar todos y cada uno de los territorios a la nueva ordenación urbanística.
El fenómeno de la Unión Europea es un proyecto de carácter económico, en el que las relaciones sociales quedan en un segundo plano4. El procedimiento del año 2005 para la aprobación de un Tratado Constitucional para la UE puso de manifiesto el déficit democrático del proyecto europeo, que a fin de cuentas se trataba exclusivamente de un protocolo para dotar de legitimación al proyecto. La UE estaba para entonces aprobada, y el modelo social que se había propuesto se basaba en las relaciones productivas de la Economía de mercado.
En lo concerniente al territorio de País Vasco peninsular, las DOT (Directrices de Ordenación Territorial), los PTS (Planes Territoriales Sectoriales) y los PTP (Planes Territoriales Parciales) son perfectamente aplicables, y diseñan un modelo de competitividad territorial a partir de una perspectiva estratégica. A este respecto, se pueden realizar al menos dos lecturas: por una parte, desde un punto de vista institucionalizado y basado en la Economía de mercado, en el que el reto principal consistiría en el nivel que una determinada ciudad puede llegar a alcanzar en el modelo urbano de “red interciudadana” imperante en Europa, lo cual supone que: a) se acepta el modelo de urbanización “al estilo europeo”, b) y que, por consiguiente, también se acepta el modelo de competitividad tejido en torno al “núcleo urbano europeo”.
Una segunda lectura cuestiona, por una parte, la aceptación acrítica realizada desde el triunfalismo institucional, y, por otra, la positiva coyuntura patrimonial que este tipo de determinaciones puede generar a largo plazo.
De la primera lectura se deduce que el territorio geográfico es una especie de herramienta funcional para alcanzar la Integración Europea, es decir, una especie de rótula o eje entre el Arco Atlántico y los territorios económicos de Europa, para lo cual se debe actuar sobre las infraestructuras viarias y sobre la integración del sistema polinuclear de las ciudades vascas. De hecho, las actividades desarrolladas por las instituciones vascas durante los últimos años han estado orientadas hacia su consecución, es decir, hacia la construcción de las infraestructuras necesarias para el movimiento de las mercancías y del capital.
Merece la pena analizar más detenidamente este aspecto. El eje principal de las relaciones sociales son los vínculos productivos, mediante los cuales se suele interpretar la realidad basada en la actividad cultural; por tanto, podemos decir que son las relaciones productivas las que dirigen el orden social. No se trata de un planteamiento determinista, y tampoco significa que las actividades culturales desarrolladas a tenor de un determinado modelo económico deban tener un carácter homogéneo, pero sin duda repercuten directamente en la interpretación del código cultural.
En los discursos oficiales que se pronuncian en torno a este tema, son éstas las causas que se alegan para justificar la necesidad de la integración5. Las demás dimensiones quedan mientras tanto en el tintero.
La ineludibilidad de un proyecto
Desde el punto de vista de las ciencias sociales, sería inaceptable atenerse exclusivamente el ámbito economicista para explicar los cambios provocados por las nuevas propuestas urbanísticas en las relaciones sociales. Yo eso es, precisamente, lo que subyace bajo una propuesta de este tipo, puesto que todo cambio que tiene lugar en el espacio público y arquitectónico repercute directamente en la distribución del espacio social, es decir, en la interpretación de los códigos más significativos del espacio, y más aún cuando esta organización espacial se sustenta sobre el modelo económico, puesto que modifica la propia conceptualización de lo urbano.
En efecto, es el concepto de lo urbano lo que, dentro de la ciudad, convierte la visión posmoderna del individuo en funcional, lo cual indica que no existe un solo concepto sobre la urbe; lo que hay es el tratamiento urbano que se concede a una determinada ciudad, motivo por el cual no existe un patrón operativo que sea aplicable a todas las ciudades. De modo que si la actividad política aplicable a un conjunto de ciudades no toma en consideración esta realidad, resultará ciertamente vana; a la hora de determinar cualquier modelo socioeconómico, es necesario tener presente el espacio social del contexto de una ciudad (las relaciones productivas y sociales). Por ello, es imprescindible que, junto con las intervenciones políticas, se haga uso de la representación social.
Hondarribia. |
La “ciudad” no existe sino como concepto; las ciudades son espacios a los que se aplica el concepto urbano, y en la medida en que se corresponde con el contexto cualitativo de las relaciones sociales, la necesidad de integración de todo cuanto se aproxima a la ciudad se establece en función de este falso silogismo, en virtud del cual siempre se aplica el mismo principio, cualesquiera que sean las necesidades interurbanas.
Propuestas de este tipo las podemos encontrar en la Escuela de Chicago, pero no se trata de cambiar la pluralidad por uniformidad o viceversa, sino de fusionar los elementos de ambos conceptos. En la actualidad tenemos que considerar que la realidad se integra en el paradigma de la pluralidad, en la que el concepto de la identidad tiene su repercusión.
Me refiero a que el referente identitario del entorno urbano no se encuentra sólo en la unidad de la homogeneidad, puesto que las diferencias entre los espacios sociales se mantiene, por lo que -especialmente en las ciudades- el problema se plantea cuando se intenta presentar la tesitura actual (la necesidad de integrarse) a través de una identidad basada en la homogeneidad cultural. Tal como Bermejo asegura, “la Unión no se puede concebir como la unión de la pluralidad, sino como una unidad plural”6. Se trata de una actividad racionalizadora, de otra construcción teórica, de otra forma de representar la realidad, necesaria por otra parte, puesto que sin este recurso metodológico no cabría entender la relación entre los dos elementos aparentemente antagónicos.
Hemos de tener en cuenta que esa pluralidad fue institucionalizada junto con el Modernismo, y que fue la conciencia de la pluralidad (Bourdieu) la que reivindicó capitales de distinta índole, la división del trabajo y la creación del sujeto; es decir, la que dio a conocer las distintas versiones sobre el mundo.
De esa pluralidad, sin embargo, no se deriva ninguna armonía ni consenso social; lo que hay es tensión entre los circuitos de poder. Si en las actividades políticas se emplea la fórmula del pacto social, se hace con el objeto de cubrir otro tipo de intereses que forman parte del discurso ideológico. El ordenamiento y equilibrio social deben basarse, por tanto, en el carácter normativo y prescriptivo. De este modo, se desea difundir la pluralidad -entendida como un valor social de la era de la globalización- a las esferas sociales como base de la identidad, con el objeto de que la población, dependiendo de la territorialidad y de la interpretación que realice sobre lo urbano, acepte simbólicamente el signo identitario.
La integración es una condición previa de la gobernabilidad, incluso en el ámbito de la autonomía económico-política, pero en las condiciones establecidas en la época de la globalización, en la que la integración se vuelve ineludible, y cuyo coste social hemos de tener en cuenta. Se suele prestar mucha atención al discurso valorativo del "coro" de expertos, formado por consultores, economistas, abogados, políticos, vendedores de humo y técnicos administrativos de todo tipo, mientras que los urbanistas, sociólogos, psicosociólogos, antropólogos, ecologistas, filósofos y la sociedad civil quedan fuera del ámbito competente para la toma de decisiones.
La viabilidad de un proyecto
Ése sería el contexto de la Eurociudad. El proyecto en sí, reflejo del modelo de la Unión Europea, nos ha llegado sin plantear ninguna otra alternativa. Se ajusta detalladamente a los criterios de la Ordenación del Territorio7, donde el protagonismo competitivo que puede alcanzar en el llamado Arco Atlántico, donde ninguna ciudad representa la aglomeración urbana, se basa en la citada integración política.
Tal como asegura el autor Precedo Ledo (1996:35), la estrategia en vigor se sustenta sobre las infraestructuras para el transporte, los servicios y la tecnología, “es más importante calcular la distancia en tiempo que en kilómetros”, y esta situación condiciona no ya la ubicación física de la ciudad, sino el carácter del plan estratégico para su desarrollo.
Tras esta propuesta económica, sin embargo, se observa la pasividad de la población. El proyecto no termina de cuajar en los espacios sociales, y la Administración, a través de actividades punteras, no cesa en su empeño de fijar en las ciudades previamente pertenecientes al Consorcio de Txingudi (Hendaya, Hondarribia, Irun) y posteriormente a la Eurociudad un símbolo con el que la población pueda sentirse identificada. Así se ha procedido en varios municipios del País Vasco peninsular, y es asimismo el modelo al que se sigue8.
Irun. |
De este modo, la construcción del espacio urbano adquiere una serie de rasgos que revelan su homogeneidad (hemos de tener en cuenta que el principio de pluralidad urbana se mueve en otro ámbito): centros de turismo cultural, espacios para el ocio, centros tecnológicos, infraestructuras para el transporte, tránsitos peatonales, centros de convención, palacios de congresos, centros deportivos... Al fin y al cabo, prácticamente todas las ciudades actuales cuentan con estos elementos que promueven el marketing y las marcas urbanas, y que se venden como si fueran la mejor vía para la integración. Así es como las ciudades pierden sus particularidades, que en cierto modo se diferencian gracias a sus relaciones productivas.
Pero ello tiene otra consecuencia, ya que la edificación del espacio social se realiza por medio de dicho planteamiento urbanístico. Las clasificaciones y divisiones que se efectúan en el espacio arquitectónico promueven tratamientos urbanísticos de diverso contenido y localizaciones selectivas de los servicios públicos, espacios de desigualdad y discriminación, y en dicha dinámica se plantean dentro de la Eurociudad los centros turísticos, diversos corredores logísticos, zonas industriales y residencias de élite, que plantean como paradigma social la unidad de la pluralidad de distintas ciudades.
Es la nueva perspectiva del posmodernismo esencialista. Si por una parte se fomenta la presencia de una visión globalizadora y plural, por otra parte se incide en el ámbito local, mediante el cual se fomenta el signo identitario. Entre ambas corrientes, se desarrollan procesos de gentrificación; la propia ciudad se convierte en empresa y mercancía, y el valor de uso de la ciudad se convierte en valor de cambio.9
No conozco la realidad de las ciudades transfronterizas. Pese a que la Eurociudad se extiende también al País Vasco continental, la información que recibimos en Euskadi a propósito de la misma se refiere fundamentalmente al espacio local. Sin embargo, habida cuenta de que la viabilidad de la Eurociudad diseñada en el marco jurídico interestatal ha de desarrollarse en el contexto experimental de la colaboración entre los Estados, dicha tarea ha recaído en el Consorcio de Txingudi. En este sentido, Irun se identifica con su carácter mercantil, Hondarribia con el turístico, y Hendaia, además de con el deporte náutico, y en aras de recibir subvenciones del Proyecto INTERREG, también con la colaboración necesaria entre los Estados.
De este modo, la integración se presenta como un mito posmoderno para el desarrollo. La creación de una ciudad no supone el dominio de un espacio, ni tampoco la implementación de medidas tendentes a garantizar la interacción; las ciudades, por lo general, han sido creadas a través de la Historia con el fin de desarrollar/cubrir los intereses de una élite, y no veo razón para afirmar que haya dejado de ser así. En dicho proceso, la integración no es una meta, sino una estrategia.
La percepción del espacio de una ciudad, es decir, el nivel de su carácter urbano, se diseña con el objeto de garantizar la reproducción de varios sectores; por tal motivo, prácticamente ninguna ciudad ha sido diseñada atendiendo a los intereses o necesidades de los habitantes, ni es consecuencia del pacto social. Sin embargo, se procura que la población se sienta orgullosa de su ciudad, puesto que es ella quien justifica el concepto de urbanismo del que hace uso la élite.
Lo que sí se puede plantear es la creación de una nueva ciudad, aunque ningún proyecto de este tipo prevé la desaparición de los problemas de segregación social que afectan a todas las urbes; sería una manera de interpretar el planteamiento que se recoge en el "Libro Blanco" de la Eurociudad. Así como las capitales que se encuentran en los polos del eje E-O se unen entre sí a través de corredores logísticos y del transporte, los territorios del N-S quedan divididos. De esta manera se cumple claramente la premisa según la cual una ciudad es un espacio para sobrevivir o vivir a cuenta de otras ciudades; es decir, se trata de potenciar la integración de los espacios reducidos en redes urbanas de mayor calado, al ser, según parece, la única alternativa posible para fomentar el desarrollo.
Para terminar, decir que, teniendo en cuenta las estrategias y metas que se han propuesto, no está nada claro cómo va a poder afrontar una metrópolis como la Eurociudad Bayona-Donostia los retos sociales que plantea la globalización.
1 La ordenación del territorio, a este nivel europeo, se asentaría en cuatro "pilares": primero, la cooperación transfronteriza; segundo, los documentos y programas de la Unión Europea en materia de ordenación del territorio; tercero, las competencias sectoriales de la Unión Europea que repercuten en la ordenación del territorio; cuarto, la posible competencia de la Unión Europea en materia de ordenación del territorio en el marco de la Constitución Europea conforme a las más recientes tendencias jurídicas
2 LEY 2/2004, de 27 de septiembre, del Plan de Ordenación del Litoral. El llamado POL (Plan de Ordenación del Litoral) tiene como referente la ETE (Estrategia Territorial Europea) Postdam 1999, donde se determinan los instrumentos para la ordenación del territorio en el ámbito de la Unión Europea, tendentes a promover la conexión socio-económica y el desarrollo sostenible.
3 Los tres principios básicos sobre los que se desarrolla la política territorial de la Unión Europea son: a) El desarrollo de un sistema urbano policéntrico, que junto con el refuerzo de la cooperación entre los espacios urbanos y rurales ayude a superar la dualidad entre campo y ciudad. Se pretende generar así un sistema de ciudades más equilibrado. b) El fomento de estrategias integradas de transporte y comunicación que sirvan de ayuda para el desarrollo policéntrico del territorio comunitario, constituyendo una condición necesaria para la participación activa de las ciudades y regiones europeas. Se deberán conseguir paulatinamente unas condiciones equitativas de acceso de las poblaciones a las infraestructuras y al conocimiento, para lo que será necesario encontrar soluciones adaptadas a las diferentes regiones. c) El desarrollo y la protección de la naturaleza y del patrimonio cultural mediante una gestión inteligente. Este aspecto contribuye también a la conservación y perfeccionamiento de la identidad regional y al mantenimiento de la diversidad natural y cultural de las regiones y ciudades de la Unión Europea frente a la actual tendencia a la globalización.
4
La
Carta Europea de Ordenación del Territorio, adoptada en Torremolinos
en 1983 por la Conferencia Europea de Ministros responsables de la Ordenación
del Territorio (CEMAT), define la ordenación del territorio como la
«expresión espacial de las políticas económica,
social, cultural y ecológica de toda sociedad» y la considera
una disciplina científica, una técnica administrativa y una
política concebida como enfoque interdisci-plinar y global cuyo objetivo
es un desarrollo equilibrado de las regiones y la organización física
del espacio según un concepto rector.
Subrayo esta frase, porque difícilmente coincidirán las políticas
cultural, ecológica y económica cuando el proyecto urbano ha
sido diseñado y establecido según el modelo económico
neoliberal. Las ciudades no son sistemas autoreguladores, por lo que, para
subsistir, deben obtener todos los recursos del medioambiente. El modelo,
además, exige cierta homogeneidad social, que es precisamente lo que
se está planteando.
5 Espero que los límites de extensión del artículo puedan servir como excusa para justificar esta simplista explicación.
6 Bermejo Diego (2005:3)
7
El proyecto de la Eurociudad
es plenamente solidario y consciente de la singularidad de las regiones fronterizas
en el proceso de construcción europea y del carácter de zona-laboratorio
que las mismas tienen. De ahí, el hecho de inspirar e integrar todas
las reflexiones sobre la ordenación espacial transfronteriza en el
seno y marco de las reflexiones que sobre la ordenación territorial
vienen haciéndose en ámbitos propiamente europeos y que se han
concretado en documentos tales como EUROPA 2000+ y el más reciente
sobre la Estrategia Territorial Europea, ETE, - European Spatial DevelopmentPerspective,
ESDP. Tal y como lo señala la ETE el enfoque territorial en las antiguas
zonas fronterizas supone trascender a las fronteras nacionales y es en este
nuevo marco en el que la Eurociudad desea llevar a cabo la integración
de las diferentes opciones temáticas. La Eurociudad, tras los contactos
habidos con responsables de la Comisión Europea y expertos en la ordenación
del territorio europeo, aspira a traducir en proyectos concretos las grandes
líneas de reflexión que la ETE propone y todo ello en una zona
de “significación europea” tal y como lo recoge el documento
oficial, aprobado en Potsdam en mayo de 1999.
De todos modos, y con el objeto de que dicha cooperación resultara
viable, han tenido que crear otra figura jurídica, la llamada AEIE
(Asociaciones Europeas de Interés Económico), que actúa
a través de la Agencia Transfronteriza. La pregunta que cabe plantearse
es por qué no ha existido hasta ahora voluntad política para
posibilitar una cooperación y relaciones políticas transfronterizas
de estas características.
8 Los esfuerzos por mejorar la identidad de una ciudad y la percepción que la población tiene sobre la imagen de la misma se realizan en diversas urbes; en el Estado español tenemos los casos de Valencia, Barcelona, Bilbao, Madrid, La Coruña, Cantabria, Cáceres, etc. En todos ellos, se han organizado actividades y espectáculos con el fin de atraer a la gente, y parece ser que el nuevo aliciente de esta dinámica es el turismo. La dinámica urbanística que se mueve tras ese proyecto deja la puerta abierta de par en par a la especulación del espacio arquitectónico.
9 Me remito al artículo de C. del Olmo, Poco pan y mucho circo... © Carolina del Olmo. Se permite la copia, reproducción literal y redistribución de este texto en su totalidad y por cualquier medio siempre y cuando sea sin ánimo comercial y esta nota se preserve.
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