El deshielo polarEscuchar artículo - Artikulua entzun

Antón URIARTE, geógrafo y climatólogo

La Antártida es un continente y el Ártico es un océano. A algunos lectores les molestará que lo recuerde, pero apuesto que la gran mayoría de la población, cultos incluidos, tienen unos escasos conocimientos geográficos y, a pesar del “blablabla” de la globalización, ni lo saben ni lo tienen en cuenta cuando se trata de la supuesta subida catastrófica del nivel del mar debida al deshielo polar.

El espesor medio del hielo en la Antártida es de 2,4 kilómetros y en algunos lugares llega casi a los 5 kilómetros. Su volumen es tan grande que su descongelación completa elevaría el nivel del mar unos 60 metros. Pero análisis satelitarios de la evolución del espesor del manto en el período 1992-2003 indican un incremento en la mayor parte de la Antártida Oriental y un adelgazamiento en la mayor parte de la Antártida Occidental. En el balance global se ha producido un leve aumento (no descenso) de 1,4 cm/año (Davis, 2005).

Al Gore y demás mistificadores engañan a la gente cuando les hacen que confundan la Península de la Antártida con la Antártida misma. La Península de la Antártida es una estrecha y poco extensa península que queda, además, casi fuera del casquete polar. Es cierto que la mayor parte de los glaciares de esta península muestran en los últimos años una tendencia al retroceso, pero este proceso de disminución del hielo en esa región va ligado a los cambios de circulación atmosférica que determinan el movimiento y deriva del hielo flotante (Cook, 2005; Harangozo, 2006).

Por otra parte, las mediciones satelitarias indican que la banquisa de hielo marino que se forma anualmente alrededor de la Antártida ha tenido una ligera tendencia al aumento durante los inviernos del periodo de mediciones 1979-2007. La banquisa experimenta una gran variación estacional en su área de hielo, entre 2 y 3 millones de km2 en verano y entre 15 y 16 millones de km2 en invierno, y nada muy reseñable se observa en la gráfica de evolución.

Figura 1. Evolución del área de la banquisa de hielo que rodea la Antártida entre Enero de 1979 y Mayo de 2007 (fuente: Universidad de Illinois).

El Ártico es esencialmente diferente de Antártida, es un océano y no un continente. El hielo marino del Ártico tiene una estructura compleja, consistente en diferentes tipos de hielo, con diferentes espesores, que puede variar desde regiones recubiertas por finas láminas de hielo recién formado, hasta otras zonas en donde la compresión de hielo origina amontonamientos de hasta 50 m de espesor. Se producen también unas grandes variaciones estacionales y anuales.

La banquisa de hielo marino del Ártico tiene un espesor medio de tan sólo entre 3 o 4 metros a final del invierno, pero la variación es grande debido a que el hielo se mueve. No hay ningún banderín fijo clavado en el Polo Norte. Además, en el corazón del verano, cuando las temperaturas del aire rondan los 0 ºC, y las superan, se está muy cerca de la descongelación completa y aparecen grandes calvas, a veces en el propio polo, por donde asoma el agua marina, y hasta los submarinos.

Es cierto que en las últimas décadas del siglo XX la extensión mínima que alcanza la banquisa tras el deshielo del verano ha tendido, aunque muy irregularmente, a ser menor. Sobre todo es el máximo de invierno el que ha tendido a disminuir (Kukla, 2004; Meier, 2005). De todas maneras la variabilidad sigue siendo muy grande (Stroeve, 2005).

Figura 1. Mapa del Ártico. Se dibujan los principales ríos que desembocan en el Ártico con sus caudales medios (en km3/año),los movimientos del hielo (Giro de Beaufort y Deriva Transpolar) y las corrientes marinas (cálidas en naranja y frías en azul).
Figura 2. Evolución del área de la banquisa de hielo del Ártico entre Enero de 1979 y Mayo de 2007 (fuente: Universidad de Illinois).

Por otra parte, los cambios ocurridos son diferentes en unas zonas y otras: en las dos últimas décadas la extensión del hielo marino disminuyó en los mares de Barents y Kara, pero no mostró tendencia o incluso aumentó en el mar de Bering y en partes del mar de Beaufort y del Archipiélago Canadiense.

La intensificación de los vientos del oeste durante los últimos 20 años ha podido contribuir a una entrada mayor de agua cálida y salada en el Ártico, proveniente del Atlántico a través de los mares de Noruega y Barents (Polyakov, 2005).

Me queda finalmente apuntar las exageraciones sobre el deshielo de Groenlandia. El manto de hielo de Groenlandia contiene un volumen de hielo cuya descongelación completa equivaldría a unos 7 metros de subida general del nivel del mar. Pero estamos muy lejos de que esto ocurra. Incluso es difícil determinar la tendencia actual de la masa total de hielo porque, si bien muchas de las lenguas glaciares que llegan a la costa retroceden, en gran parte del interior parece detectarse un incremento del hielo debido a un posible aumento de las precipitaciones de nieve.

El reciente calentamiento de Groenlandia tiene un precedente cercano (aparte del probable calentamiento que ocurrió allí hacia el año 1.000 cuando los vikingos instalaron varias colonias). Las series largas de mediciones termométricas en dos estaciones del sur (Angmassalik y Godthab) indican un calentamiento bastante brusco e importante entre 1920 y 1930. Luego sufrió un enfriamiento desde los años 1930 hasta los años 1990 y las temperaturas han vuelto a ascender en los últimos años de forma importante. Diversos estudios corroboran estas tendencias (Davis, 1998; Hanna, 2003; Chylek, 2006). Esto significa que durante gran parte del siglo XX la tendencia al retroceso de los glaciares ocurrió a la vez que las temperaturas disminuían, por lo que la retracción debió deberse a una menor precipitación de nieve o a causas más complejas.

Los medios han puesto el grito en el cielo porque unos estudios de gravimetría recientes, realizados con las mediciones del satélite GRACE, muestran que desde abril de 2002 a abril de 2006 ha habido una disminución de la masa total de hielo de unos 250 km3, lo que habría ocasionado una subida del mar de unos 0,5 mm/año. ¡Catastrófico!. De seguir este ritmo, la subida durante un siglo sería solamente de 5 cm. Además el año de partida 2002-03 fue excepcionalmente nivoso y el año final 2005 excepcionalmente seco, lo cual resta bastante validez a esta extrapolación secular. (Murray, 2006). No hay, por lo tanto, de qué alarmarse.

Referencias:

Chylek P. et al., 2006, Greenland warming of 1920-1930 and 1995-2005, Geophysical Research Letters, 33, 11, L11707.

Cook A. et al., 2005, Retreating glacier fronts on the Antarctic Peninsula over the past half-century, Science, 308, 541-544.

Davis C.H. et al. 1998, Elevation change of the southern Greenland ice sheet, Science, 279, 2086.

Davis C.H. et al. 2005, Snowfall-driven growth in East Antarctica ice sheet mitigates recent sea-level rise, Science, 308.

Hanna E & Cappelen J., 2003, Recent cooling in coastal southern Greenland and relation with the North Atlantic Oscillation, Geophysical Research Letters, 30, 3, 32.

Harangozo S., Atmospheric circulation impacts on winter maximum sea ice extent in the west Antarctic Peninsula region (1979-2001), Geophysical Research Letters, 33, L02502.

Kukla G. 2004, Central Arctic: Battleground of natural and man-made climate forcing, EOS, 85, 20, 200.

Meier W. et al., 2005, Reductions in Arctic sea ice cover no longer limited to summer, EOS, 86, 326.

Murray T, 2006, Greenland’s ice on the scales, Nature, 443, 277-278.

Polyakov I. et al., 2005, One more step toward a warmer Arctic, Geophysical Research Letters, 32, L17605.

Stroeve J., 2005, Tracking the Arctic’s shrinking ice cover: another extreme September minimum in 2004, Gepphysical Research Letters, 32, L04501.

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