Raul Guillermo ROSAS VON RITTERSTEIN
“Es el mejor suplemento a los anales de tres y aún pudiéramos decir de cuatro reinados, y no sólo refleja el aspecto exterior de la vida de Castilla en todo aquello que no sale a la superficie de las Crónicas, atentas principalmente a la relación de guerras, conjuras y pactos hechos y rotos, sino que mediante ella nos es dado conocer el fondo de ideas heterogéneas que informaban aquella extraña y abigarrada sociedad, en que los hábitos de la barbarie se mezclaban de un modo tan pintoresco con el refinamiento y la frivolidad mundana, la cultura pedantesca con el cinismo licencioso y desmandado.” (Marcelino Menéndez y Pelayo.)
L
De tal modo, resulta especialmente interesante el rastrear dentro del grueso volumen “baennensis” en busca de las imágenes atingentes a los vascos y sus tierras, tal como en aquel entonces se hacían presentes a los castellanos agrupados en torno a las complejas figuras de los últimos tiempos de los Trastámaras en el reino mesetario.
Debemos empero señalar de antemano algunos aspectos de la obra a la cual hacemos referencia, ya que su misma gestación, como no podía ser de otra manera, es asimismo un fiel reflejo del difícil momento social y político de Castilla en sus primeros avances hegemónicos por dar su sello particular a las tierras hispanas. Y esto se hace evidente al considerar sin más los escuetos datos biográficos que se conservan del compilador, el “judino”, como él mismo lo señala, Juan Alfonso de Baena. Nació este aparentemente por el año 1.406 y llegó a ser con el tiempo secretario de Juan II de Castilla. Su apellido se supone que hace más bien referencia a que, como señala en una de sus obras, fue educado en dicha ciudad sureña2. No se sabe demasiado sobre las particularidades del autor, más allá de la capacidad crítica y mordaz que la lectura del texto revela y es peculiar, además, de varios de sus colegas, frutos todos de las modas de la época que, por otra parte se destacaría en ese género literario propio de tiempos de crisis social3. La última edición de su obra4 aporta una interesante actualización de datos, que puede complementarse con la lectura de las publicaciones de Actas del Primer y Segundo Congreso Internacional sobre el Cancionero de Baena5. Como lo indica el investigador Serrano Reyes: “La importante labor de recopilación de Juan Alfonso de Baena consistió en recoger en su cancionero composiciones de los poetas que vivieron y escribieron durante los reinados de Enrique II (1369-1379), Juan I (1379-1390), Enrique III (1390-1406) y las primeras décadas de Juan II (1406-1454). Viene a ser una continuación del trabajo hecho por el infante portugués don Pedro, Conde de Barcelós6, quien recogió en su Libro de canciones la poesía galaico-portuguesa desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIV, y la legó a su sobrino el rey castellano Alfonso XI. Se puede afirmar, por tanto, que el Cancionero de Baena es, cronológica y estéticamente, una continuación de los cancioneros galaico-portugueses.”7
. Cuando mencionamos el aspecto de los vascos y su presencia en el Cancionero de Baena, nos referimos en puridad a las obras de carácter político recogidas en el mismo, sin perder de vista que la totalidad del corpus incluye 576 composiciones de diversa temática, de entre las cuales aquellas en general poseen todas una alta carga de crítica y son fruto natural de los difíciles problemas sociales y políticos que en ese período hacían todavía bastante dudoso el avance de Castilla hacia la hegemonía española. En los trabajos recogidos por Alfonso de Baena puede percibirse con claridad la sensación ambigua imperante en el imaginario de los autores frente a las tierras que hoy conforman Euskal Herria. Con todo, llama profundamente la atención que estos poetas cortesanos, más allá de cuanto de interesado puedan tener sus obras, perciban con tanta claridad aspectos particulares del proceso de decadencia de la personalidad institucional vasca evidenciado entre otras cosas, como podemos ver en el siguiente trozo, en el alejamiento hacia el centro de poder de la corte de muchos, prácticamente todos quienes deberían haber sido sus principales referentes:
“Acordat vos de Castilla / Que ha perdido su proesa. // Su proesa es perdyda / Por culpa de los sseñores / Que della son rregidores / E la tyenen mal rregyda [...] Errança descomunal / Fasen muchos castellanos / Pues trocan propias manos / Onrra é pres por grant cabdal, / Lo cual vyeron que era mal / Los nobles quando ganaron / Esta tierra que dexaron / A los que oy juntan cabdal. // [...] Lasdrados, segunt paresçe, / A los grandes andar veo / Con poca ufana e meneo / De lo que les pertenesçe: / Castro é Lara se paresçe Vyscaya non saben della, / Rribera, Estuniga son estrella / E Davalos rresplandesçe.”8
Es claro que Ruy Páez de Ribera no podía separar a “Vyscaya” de la idea rectora del poema, que es precisamente la decadencia de Castilla por la mala administración que la aqueja. En el fondo de los versos se transparenta el problema de la transición a una nueva época9, pero aún así la mención específica a que las principales familias vascas no reconocen ya relación alguna con su tierra de origen resulta altamente significativa, más allá de que hoy sepamos que el sistema de relaciones parentales y de dependencia nunca resultó del todo abolido, sino al contrario. Para el poeta, o para los fines que persigue, -para el caso es lo mismo-, y aún para el público cortesano al cual dirige la obra, era esa una verdad más que evidente, es decir una realidad aceptada: los “grandes” olvidaban sus orígenes en pos de las nuevas situaciones, y que para ejemplificarlo se recurriera precisamente al ejemplo de las familias de Castro y Lara es prueba de que el proceso de autoextrañamiento era más que notorio entre los tenidos por “vizcaínos”. El efecto de atracción ejercido por la corte, las mercedes sobre tierras ganadas a los moros y, en general, el mayor brillo que suponía formar parte de los más estrechos círculos áulicos superaba cualquier otra consideración10. Este proceso, por lo demás general en la época, sería retratado luego con claridad en una muy interesante carta de quejas escrita por Fernando del Pulgar11 al cardenal de España, Pedro González de Mendoza, en la cual dice el cronista, entre otras cosas valiosas para conocer la actitud del momento hacia los “guipuzes”, que es: “Seguro a vuestra señoría que fallen ahora mas guipuzes en casa de Fernand Alvarez e de Alonso de Avila, secretarios, que en vuestra casa ni del condestable, aunque sois de su tierra.” El condestable que cita del Pulgar es uno de la familia Velasco, los condes de Haro que hicieron hereditario tal título, aquel famoso segundo Pedro Fernández, que tan fea rota sufriera en Mungia en 1471, y las palabras del cronista parecen una especie de glosa posterior en no muchos años a los versos del autor hispalense para Catalina de Lancaster recopilados por Baena.
Otro de los aspectos a ser tenidos en cuenta por llamativos, que se extrae con facilidad de las citas de obras del “Cancionero” es el que contempla a las tierras vascas, muy en especial al decadente reino navarro, como un territorio enemigo al cual sojuzgar o por lo menos hacer entrar en razón mediante la amenaza o directamente la campaña militar. Este problema que, por otra parte, es evidente como sabemos desde la época del reino godo, se ve reflejado en algunas poesías como las siguientes:
“Una estrella es nasçida / En Castilla rreluçiente: / Con plaser toda la gente, / Rroguemos por la su vida. // [...] En Aragon é en Catalueña / Tendera la su espada /Con la su Rreal mesnada, / Navarra con la Gascueña / Tremerá con grant vergueña; / El rreyno de Portogal / E Granada otro que tal / Fasta allende la Çerdeña.”12
“My nonbre fue don Enrryque, / Rey de la fermossa españa: / Todo onbre verdat publique / Syn lysonja por fazaña / [...] Con esfuerço é loçania / E orgullo de coraçon, / Fuy Rey de grant nombradia / De Castilla é de León. / Puesse freno en Aragon / En Navarra é Portogal, / Granada miedo mortal / Ovo de mi essa ssazon /Reçelando mi opinion. [...]”13
Tanto el judío don Moisés como el mucho más famoso Alfonso Álvarez de Villasandino coinciden en la postura política: Navarra, la Gascuña, Cataluña, Aragón, Portugal, Cerdeña, son todas tierras extrañas y enemigas sin distinción alguna, y deben ser refrenadas, golpeadas con la espada, del mismo exacto modo que se ha de proceder contra el reino de Granada, el sitio último del enemigo secular14.
A estas interesantes opiniones se suma otro escrito de Álvarez de Villasandino en el cual se invierte la idea anterior, puesto que esta vez es Castilla la víctima de la codicia, casi nos atreveríamos a llamar “separatista” y por tanto ingrata, dado el carácter de los versos:
“Non reçeledes la tal dylatoria / Pues todas las tierras allende Adamuz / En ancho, en luengo, fasta en Bytorya / Todos cobdiçian rrasgar su capuz [...]”15
Aún más, del mismo modo que mucho más adelante se harían usuales en el habla castellana giros como aquellos de “los cerros de Úbeda” o “lo saben hasta en Belchite”, en este caso es la ciudad de la Llanada el modelo de sitio ubicado en los confines del mundo. Álvarez recurre a Gasteiz como extremo para demostrar hasta que punto se ha envilecido la situación si aún una villa como esa se atreve a levantar cabeza e intenta “rasgar el capuz”.
Cabe mencionar por último cómo también los disturbios de las luchas de Aundikiak hacen asimismo su aparición en las poesías del “Cancionero”, como lo harán mucho más adelante en los textos de autores del Siglo de Oro. Este es el único ejemplo que nos presenta en su extensa obra16 el p. Anselmo de Legarda, cuando hace referencia al Cancionero de Baena: “Non syendo tan espaçiosos / ningunos enamorados / que puedan ser mesurados / con dessyres enojosos, / por lo qual mucho forçosos / todos se ponen en proa / los de Oñes e Ganboa / a yr contra vos sañosos.”17
Podemos ver en este caso que las diferencias entre oñacinos y gamboínos tenían ya un valor proverbial equivalente a ejemplos como los de aquellos famosos tirios y troyanos, de manera tal que suponer a los Bandos combatiendo unidos era el summum de lo imposible. No podía el poeta prever lo que sucedería en Mungia. Pero los intereses de los señores feudales tenían otras medidas que las que interesaban a los habitantes de sus tierras -¿no es como si se volviera a oír la voz de Ruy Páez citada más arriba?-, y si bien la necesidad les unió momentáneamente, también es cierto que poco después muchos de entre ellos participarían en el sojuzgamiento final del reino de Nafarroa.
En suma, no escapaban a los poetas cortesanos de Castilla ni la existencia ni mucho menos las particularidades de las tierras vascas en una posición que, aún teniendo en cuenta la relativa parquedad de los ejemplos que mostramos, se presentaba al menos como especial, si no extraña. Los desarrollos políticos posteriores vendrían a complicar mucho más esa clase de consideraciones que ya se insinuaban a fines del siglo XIV entre quienes, por diversos motivos, se inclinaban a observar con mirada crítica los manejos del reino.
Bibliografía:
“Aralar, José de” (P. Gabino de Garriga): “La victoria de Munguia y la reconciliacion de oñazinos y ganboinos”, Ekin, Buenos Aires, 1.949.
Baena, Juan Alfonso de: “Cancionero.”, Anaconda, Buenos Aires, 1949.; Dutton y González Cuenca (editores), Visor, Madrid 1.993.
Legarda, P. Anselmo de: “Lo ‘vizcaíno’ en la literatura castellana.”, Biblioteca Vascongada de los Amigos del País, Donosti, 1.953.
Pulgar, Hernando del: “Letras”, edición para la Biblioteca Saavedra Fajardo de Rafael Herrera Guillén y Miguel Andúgar Miñarro, Murcia, 2.005.
Serrano Reyes, Jesús L: “Antología del Cancionero de Baena”, Baena, M.I. Ayuntamiento de Baena, 2000. pp. XVII-XXXVII.
1 El trozo citado proviene de la “Antología de Poetas Líricos Castellanos”, escrita por Menéndez Pelayo entre 1.890 y 1906.
2 “Yo leí dentro de Baena, / do aprendí hacer borrones / y comer alcaparrones / muchas veces sobre cena.” (Cancionero de Gallardo o de San Román, f. 34. En la edición de Dutton y González Cuenca (1993: 743) está en el Suplemento + 586, vv. 163-166.
3 Recordemos, por ejemplo, las “Coplas del Provincial” los versos de “Mingo Revulgo”, las “Quejas de Castilla” y un largo etc.
4 Dutton y González Cuenca, 1.993.
5 Baena, 16 al 20 de febrero de 1.999; Baena, 16 al 20 de abril de 2.002.
6 Este es por supuesto el conocido recopilador de las historias míticas en torno a los primitivos Señores de Bizkaia.
7 Serrano Reyes, Jesús L: “Antología del Cancionero de Baena”, Baena, M.I. Ayuntamiento de Baena, 2000.
8 “Cancionero”, composición 297, (f. 103). “Desir de Rruy Paes á la Rreyna doña Catalina.”
9 Que se hace tan claro en aquella composición, del Codex Baennensis asimismo, en la que se deplora el que las nuevas gentes no sepan ya “hablar de Benamarín ni de las conquistas del rey don Fernando, mas por alguarismo andan asumando cuántos pinos nacen en el Val Sanín”...
10 Como en duros términos formulaba en 1.949 “José de Aralar” -p. Gabino de Garriga-, haciendo referencia a la familia Mendoza: “Así pues, gentes oriundas del solar vasco, en todo o en parte, y domiciliadas luego en tierra española, eran las que, desprovistas de amor a su sangre y puestas al servicio de intereses foráneos, intentaban disminuir nuestra personalidad...” (“La victoria de Munguia y la reconciliación de oñazinos y ganboinos”, Ekin, Buenos Aires, pp. 37-8).
11 La carta citada no está fechada, pero se estima sea de aproximadamente 1.483.
12 “Cancionero”, composición 230 (f. 74 v.) “Este desir fiso Don Mossé, çurgiano del Rrey don Enrrique quando nasçio el Rrey nostro sseñor en la çibdat de Toro.”
13 “Cancionero”, composición 52 (f. 20 v.) “Este dezir fizo el dicho Alfonso Alvares para la tumba del Rrey don Enrryque el Viejo.”
14 Podría aquí aplicarse muy bien aquella famosa noción curialesca de relevo de la carga de la prueba por confesión de partes...
15 “Cancionero”, composición 119-120 (f. 41 v.) “Respuesta que le dio Alfonso Alvares [al decir que] fiso é ordeno Ferrant Peres de Gusman sseñor de ... Contra el dicho Alfonso Alvarez por quanto el Cardenal estava en Ssoria é non se yva del reyno.”
16 “Lo ‘vizcaíno’ en la literatura castellana”, Biblioteca Vascongada de los Amigos del País, Donosti, 1.954, p. 391.
17 575 (f. 191 v.) Respuesta terçera del mariscal Iñigo Ortiz de Stúñiga, mariscal de Navarra.
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