:: El euskera olvidado: fragmentos, indicios, documentos (1562-1871)
Fue hace cuatro años, aproximadamente, cuando escribí en esta misma revista acerca de lo que, no sé si con acierto, llamé “euskera olvidado”. Aquel trabajo era un breve resumen de mi aportación -totalmente modesta- a las I Jornadas de Lingüística Vasco-Románica que, tan acertadamente, había decidido organizar la sección de Filología de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza.
Tanto en la comunicación como en el artículo dedicado a estas páginas describía las posibilidades que nos ofrecían los archivos del País Vasco para completar la Historia del euskera a partir de pequeños fragmentos olvidados, por así decir, en documentación en la que, en principio, no se debía siquiera sospechar la existencia de nada que no fuera castellano clásico o, todo lo más, gascón en alguna que otra extraordinaria ocasión y siempre circunscrito al área de los municipios de San Sebastián, ambos Pasajes y Hondarribia
Esos pequeños trabajos en torno a las potencialidades de la documentación conservada en diferentes archivos del País Vasco para aportar nuevos datos a la reconstrucción del pasado del euskera, se cerraban, sin mayores pretensiones, en aquel otoño de 2004.
AGG-GAO CO CRI Año 1769, caja 1, expediente 2. |
Como me suele ocurrir a menudo, me equivoqué. Supongo que ese es el sino de todos los pesimistas que, como suele decirse, son tan sólo optimistas bien informados. O que, al menos, creen estar bien informados. Un error, el de creer estar bien informado, del que salí bien pronto. Fue a lo largo de este último invierno del año 2007, mientras realizaba una serie de investigaciones para el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco que nada tenían que ver con la cuestión del euskera. Otra vez, en contra de toda expectativa, encontré textos escritos en esa lengua. Algunos no pasaban de las consabidas palabras aisladas y olvidadas de las que ya había hablado en 2004. Otros, sin embargo, llegaban a alcanzar la extensión de un párrafo y al menos dos de ellos llenaban media cuartilla en los documentos que yo estaba consultando.
El inesperado descubrimiento coincidió prácticamente con la convocatoria de las II Jornadas de Lingüística Vasco-Románica. Lo demás, como es fácil imaginar, llegó por inercia. La misma fuerza -si dejamos aparte cierto vago sentido del deber como científico- que me ha conducido, tras una ausencia más bien larga, hasta las páginas de esta revista, una vez más para hablar de esos dos documentos que, me parece, deben ser presentados a la sociedad vasca, de cuyo patrimonio cultural forman, o deberían formar desde ahora, parte. Al menos en un modesto segundo lugar -es de rigor reconocerlo- por detrás de obras como las de Ohienart, el manuscrito de Joan Pérez de Lazarraga y algunos otros.
Los dos fueron generados a finales del siglo XVIII a partir de las pruebas presentadas en largos procesos criminales sostenidos entre particulares ante la corte del Corregidor guipuzcoano, en cuyo archivo, ahora en manos del General de la provincia, permanecen custodiados. Los dos tienen como marco geográfico el interior de la provincia de Gipuzkoa. Una circunstancia de cierta importancia. Sobre todo si, como ocurre con este trabajo, no vamos a limitarnos únicamente a la descripción extensa de, al menos, uno de ellos sino a una cierta interpretación de los mismos y de las causas que los hicieron posibles que son más complejas de lo que cabría imaginar.
En efecto, en contra de lo que pudiéramos suponer, los documentos escritos en euskera durante la Edad Moderna no surgen, deslizándose en el castellano predominante, de un modo tan automático como se podría imaginar. No al menos si tenemos en cuenta hallazgos relativamente recientes a ese respecto realizados por los doctores Xabier Alberdi y Alvaro Aragón -y ya publicados, desde el año 2005, en la revista “Lapurdum”- donde se fundamenta, con rigor y documentos a la vista, la notable circunstancia de que en el interior de la provincia de Gipuzkoa, entre mediados y finales del siglo XVIII, las autoridades civiles y eclesiásticas, ponen un especial cuidado en que sus administrados -es decir, el resto de la población- aprendan y utilicen el euskera sin detrimento alguno frente al castellano y en pie de igualdad con este idioma.
Justo lo contrario de lo que opinaban las élites rectoras de la sociedad vasca -o, al menos guipuzcoana- asentada en la zona litoral. Incentivadoras tanto de sermones en castellano -sean o no captados por la feligresía a la que se dirigen- como, sobre todo, de escuelas en las que el euskera es desterrado por medio de rigurosos castigos -como el famoso anillo- para evitar que los alumnos practiquen una lengua que esas élites asocian con un mundo rústico e inculto en el que, por el momento -otra cosa será a partir del año 1876- no tienen el menor interés en verse reflejadas.
AGG-GAO CO CRI Año 1774, caja 4, expediente 3. |
Ese primer proceso, fechado en el año 1769, fue iniciado por la agotada paciencia de Fermín Joseph de Aizpurua contra el maestro de primeras letras Cayetano de Gurruchaga. El primero de ambos hombres era el tutor de María Jesús de Aguirrezaual. Una joven del más alto rango social de esa villa guipuzcoana. Status al que Cayetano de Gurruchaga esperaba poder acceder desde la relativa modestia de su papel como maestro, organista y pequeño propietario.
En lo que parece una aventura galante sacada de las novelas filosófico-eróticas tan a la moda en la Europa de esa época, el maestro Gurruchaga no ahorrará ningún medio para lograr seducir a su tierna alumna -ella apenas ha cumplido los quince años cuando se inicia este abstruso e interesado galanteo y él ya está en los treinta- y conseguir, gracias a la dote, una más que notable mejora en su Fortuna personal. Tal y como sospechaba el todo Urretxu convocado a dar cuenta ante el tribunal y, sobre todo, Fermín Joseph de Aizpurua.
Así, por las páginas de ese proceso desfilan al menos un par de alcahuetas -reclutadas entre la propia familia de Cayetano alguna de ellas- dispuestas a romper la resistencia de la reticente María Jesús de Aguirrezaual. Serán ellas también las encargadas de hacer llegar varios regalos -desde pequeños cofres con libros de devoción, hasta dinero para alfileres y otras bagatelas- con los que convencer a la joven de las -según parece- inexistentes virtudes como futuro marido de Cayetano de Gurruchaga. No faltan, entre los medios que utilizan, algunos que encajarían perfectamente en las páginas de “Las amistades peligrosas”. Como, por ejemplo, una escalera de mano que es utilizada para llevar a María Jesús a un convite en casa de Cayetano de Gurruchaga. Al parecer secreto, ya que la vía de entrada que se utiliza para acceder a la modesta mansión del seductor es una ventana trasera. De ahí la necesidad de aquella picara escalera de mano.
Nada de esto, sin embargo, surte ningún efecto. Más bien al contrario, ya que la joven insulta públicamente a Cayetano de Gurruchaga, refiriéndose a él como el de color “musido” -es decir, mohoso, en euskera- y solicita a su tutor que la traslade a lo que ella llama “seminario” -concretamente al de Bergara- para poder acceder allí a la educación que merece en función de su calidad de mujer noble y rica.
Aún así la moral del astuto maestro -al parecer tan resistente como elástica- no se derrumbará y utilizará una última pieza que, probablemente, él consideró el arma definitiva en aquella sorda guerra amorosa. Se trataba, precisamente, de una especie de precontrato matrimonial, por el cual su alumna se comprometía a casarse con él. Todo él, de la extensión de una media cuartilla, había sido redactado en euskera.
Una interesante prueba, sin duda, del valor que se otorga a esa lengua y del papel que ésta juega a finales del siglo XVIII entre las personas cultas del interior de la provincia de Gipuzkoa. Nadie, ni los implicados, ni los jueces de la causa, considerarán de menos valor a ese papel por el idioma en el que fue redactado. La única objeción que se pondrá al mismo es la de ser un artificio -otro más- de los muchos utilizados por aquel emulo de Giacomo Casanova que respondía al nombre de Cayetano de Gurruchaga.
El contenido del segundo manuscrito hallado en Tolosa durante aquellas investigaciones, en absoluto relacionadas con el euskera, cuenta una historia similar, fechada en el año 1774, aunque protagonizada por personajes de rango social más bajo.
Se trata de un nuevo fragmento, de un nuevo indicio, que cuenta la misma historia del euskera aún por escribir, aún por descubrir. Escondida entre viejos documentos como este que oculta la historia de los amores desafortunados de María Agustina de Uranga y de Nicolás de Estebanot, que no dudó en tratar de demostrar su, al parecer, inexistente inocencia, utilizando como prueba un oscuro pliego en euskera, presuntamente atribuido a María Agustina y dirigido, también por ella, al rector de la parroquia de San Sebastián de Azpeitia.
:: El euskera olvidado: fragmentos, indicios, documentos (1562-1871)
¿Quiere colaborar con Euskonews? Envíe sus propuestas de artículos
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Aurreko Aleetan |