Luz MACEIRA OCHOA
Itzulpena euskaraz
Entre septiembre y diciembre del 2007 tuve la oportunidad de recorrer distintos museos y sitios patrimoniales del País Vasco: el Museo Chillida Leku y el Museo del cerro de Urgull sobre la ciudad de San Sebastián (Donostia), el Oiasso-Museo Romano (Irún), el Museo Guggenheim (Bilbao), el Museo de las Brujas (Zugarramurdi), el Museo etnográfico de Artziniega (Artziniega), el Museo de Arqueología de Alava y la Catedral de Santa María, en restauración, donde se visita la excavación arqueológica (Vitoria-Gasteiz), el Museo de la Paz (Gernika-Lumo), el Museo de Euskal Herria (Gernika), y el Musée Basque (Bayona).
Para los ojos de una mexicana que investiga en museos, fue sorprendente encontrar tal diversidad museística en una zona relativamente pequeña, hallar desde grandes museos internacionales hasta pequeños museos locales que abordan temáticas y áreas distintas, que tienen pocos o muchos recursos, pero sobre todo, me sorprendió reconocer que varias iniciativas museísticas son relativamente recientes, sea con el impulso comunitario o gubernamental.
Si bien desconozco toda la situación e historia de los museos en el País Vasco, al menos varios de los que pude conocer y otros más de los que pude enterarme a través del Congreso “Museos, Patrimonio cultural y Sociedad” (Universidad del País Vasco, Donostia, noviembre 2007), me permitieron reconocer la gran actividad actual en torno a la creación, renovación o impulso de museos y sitios patrimoniales, y es en este punto donde centro mis reflexiones.
Museo Guggenheim. |
Creo reconocer en este movimiento pro-museístico dos elementos centrales. Uno de ellos es que en los últimos años se ha desarrollado una idea del patrimonio en la que “todo es patrimonio”, multiplicándose sus dimensiones a fin de evitar omisiones, inventariando aspectos materiales, culturales, naturales, inmateriales, genéticos e incluso éticos en cartas internacionales y diversas iniciativas que respaldan y coordinan este movimiento patrimonializante (Hartog, 2005:9-10). Dicho movimiento se expande rápidamente y multiplica sus expresiones. Así, tiene entonces todo el sentido encontrar en toda una planta del museo de Euskal Herria múltiples recursos museográficos que exhiben deportes, fiestas y otras actividades “tradicionales” de práctica común hoy en día, y junto con éstas, las delicias gastronómicas con todo y sus respectivas estrellas Michelin, parte ya del patrimonio vasco. Oficios, mitos, lengua, música, prácticas y saberes sumamente diversos se patrimonializan en los distintos museos que visité.
Por otro lado, está muy presente, junto al proceso general de globalización y a la larga lucha vasca, el movimiento de construcción identitaria. Las salas de historia, etnografía, arqueología, arte, etc. de los museos vascos son una vitrina que magnifica discursos y los concreta a través de objetos y códigos que sirven para construir una imagen netamente vasca, para constituirse como sociedad con sus claros límites y diferencias respecto a otras. A veces son imágenes que quedaron ya en el pasado distante, y en ocasiones son prácticas y formas del pasado que establecen una continuidad con el presente, en los dos casos, se integran en una narración sobre el País Vasco de estos días y donde destaca su riqueza.
Lo que vale la pena reconocer es que el museo parece tomar de nuevo una fuerza como herramienta para “mostrarse”, para constituirse, para exhibir los propios triunfos y poderío, al igual que en los orígenes de estas instituciones, en el siglo XVIII. En el actual movimiento de patrimonialización que intuyo muy activo en el País Vasco, participa tanto la sociedad civil como el gobierno. A través de acciones patrimonializantes, intentan recuperar, investigar, reconstruir y/o difundir un patrimonio. El patrimonio cultural es un espacio de disputa política, social, simbólica. No es un conjunto fijo de sentidos únicos y neutros, es un proceso social (cfr. García, 1997). Es también un campo de confrontación económica y política (cfr. Hernández, 2003).
Planta baja del Museo Euskal Herria. |
La patrimonialización es un proceso por el que el valor -arqueológico, histórico, arquitectónico, artístico o cultural- de edificaciones, territorios, actividades, o de diversos objetos o eventos relacionados a un grupo social, a una localidad, se consideran bienes ligados o ligables a una identidad o historia de un grupo, a su memoria.
De acuerdo al análisis de Joël Candau, esas cualidades patrimoniales “intrínsecas” deben entrar en juego con los sedimentos de la memoria; un bien patrimonial es tal cuando se constituye como patrimonio, cuando la voluntad de recordarlo o la capacidad de construir significados en torno a éste se activan y tiene lugar una producción simbólica que articula distintos elementos (el tiempo, una argumentación, un grupo y un objeto o sitio) en un contexto específico de lo que resultará una suma de lo material con lo ideal, de lo objetivo con lo subjetivo, de lo pasado con lo deseado, de lo legendario/mitológico con lo histórico, de la fabricación de pasado y de la relación que se elija con éste, de distintos estratos de memoria que ligan con tiempos más o menos distintos, conflictivos, densos (2001:31-32).
El patrimonio resulta de un proceso histórico y conflictivo, activado por significados que responden a distintas visiones de la realidad, de la estética, de la historia, de la memoria, de la identidad (Hernández, 2003).
Podrían aquí analizarse las razones de fondo para transformar el anterior museo de Gernika en el actual Museo de la Paz, para recuperar una historia particular y crear el Museo de las Brujas, o las implicaciones de la recuperación de las raíces romanas que impulsa el Museo Oiasso. No me atrevo a sacar conclusiones de ningún tipo, pero sin duda son todos estos ejemplos que dan a pensar en la serie de decisiones y negociaciones políticas, simbólicas, históricas implicadas en el contexto específico en que se dan. Son respuestas implícitas o explícitas a situaciones que afectan la identidad, el territorio, la memoria o la sociedad vascos. Respuestas ante “los otros” y ante sí mismos.
Museo Oiasso. |
Señalaba ya la importancia de las acciones de patrimonialización y la creación de la memoria colectiva: se crean vínculos con el patrimonio a través de la identificación, de la construcción de referentes comunes, y del reconocimiento de dicho patrimonio como soportes que encarnan o evocan la(s) memoria(s).
¿Qué nos dice entonces este impulso social de tan diversos tipos de museos de la actual sociedad vasca?, ¿qué mensajes se priorizan?, ¿a quiénes se dirigen?, ¿cómo re-crean su(s) memoria(s)?, ¿quiénes participan en estos procesos de patrimonialización y/o “consumo” de ese patrimonio? Estas son algunas interrogantes que dejo en el tintero y que podrían acompañar la próxima visita a uno de estos museos.
Referencias:
CANDAU, Joel. (2001) “Lieu patrimonial, mémoire, amnésie et anamnèse”, en Carrier, Ch. y Hetet, V. (ed.) Médiation culturelle, lieu patrimonial et territoire: 31-35. Association pour l’Animation du Château de Kerjean, Francia.
GARCÍA CANCLINI, Néstor. (1997) “El patrimonio cultural de México y la construcción imaginaria de lo nacional”, en Florescano, E. El patrimonio nacional de México, Tomo I. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes – Fondo de Cultura Económica, México.
HARTOG, Francois. (2005) “Tiempo y patrimonio”, MUSEUM Internacional, Núm. 227: 4-15.
HERNÁNDEZ RAMÍREZ, Javier. (2003) “Patrimonio cultural y movimientos sociales urbanos”, Actas del IX Congreso de Antropología de la Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español. Institut Català d’Antropologia, Barcelona.
MACEIRA OCHOA, Luz. “Los públicos y lo público. De mutismos, sorderas, y de diálogos sociales en museos y espacios patrimoniales”. Documento inédito. 2007.
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