Eduardo AZOFRA, Universidad de Salamanca
El ejemplo de la Sala de Manuscritos de la Biblioteca en el edificio de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca
El arquitecto vizcaíno Juan de Sagarbinaga (Axpe de Busturia, 1710-Salamanca, 1797), académico de mérito de la Real de Bellas Artes de San Fernando de Madrid desde 1776, fue un perfecto conocedor de los lenguajes del clasicismo que dominaron la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XVIII y que integran la denominada arquitectura española de la Ilustración. Sagarbinaga, que llegó a Salamanca en 1755 como maestro mayor de la Catedral Nueva, fue el principal introductor e impulsor de esos lenguajes en la arquitectura salmantina y el gran definidor, en su etapa de madurez, de la arquitectura del clasicismo depurado. Pero, también empleó el criterio de unidad de estilo, la concinnitas vitrubiana o la coniformità o convenienza albertiana, y eso es lo que hizo en 1774 en la Sala de Manuscritos añadida a la Biblioteca en las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca.
Escuelas Mayores. Sección longitudinal. Plano del
Plan Director de los Edificios Históricos de la Universidad de
Salamanca. Director del equipo: Alberto García Gil. Junta de Castilla
y León. Autor: Alberto García Gil |
Levantada sobre el primer zaguán (fig. 1), adosada a la fachada plateresca pero sin comunicación con ella y ceñida al espacio existente entre los contrafuertes que flanqueaban el acceso al edificio y la citada fachada, es de una pequeña estancia rectangular de 7 por 5 metros. Se ha aceptado tradicionalmente que esta sala era coetánea a la construcción de la fachada rica, realizada entre 1520 y 1528, alegando que ya existía aquí una dependencia citada por Juan de Álava en 1528. Álvarez Villar propuso una cronología similar al considerar que esta habitación estaba cubierta por bóveda de crucería de combados, tardía, muy del gusto del plateresco salmantino; pero en el mismo trabajo apuntaba que esta estancia fue adaptada en 1774 para libros prohibidos y otras ocurrencias bajo la dirección del arquitecto Juan de Sagarvinaga. Recientemente Nieto González planteó que esta sala fue fuertemente intervenida por Juan de Sagarvinaga en 1774, apuntando incluso la posibilidad de que la bóveda hubiera sido rehecha por él, quien también habría abierto la ventana lateral rectangular. También indicó que el Estudio planeó obras en esta dependencia en 1774, motivo por el que se presentaron dos proyectos, eligiéndose el de Sagarbinaga, quien actuó en ella de tal forma que en 1775 se la cita como “cuarto nuevo de la Librería”, por lo que tal vez se pueda pensar que reconstruyera incluso la propia bóveda, pues de no ser así poco podría haber hecho dadas sus reducidas dimensiones.
Fue en el claustro del 11 de mayo de 1774 cuando se decidió hacer en la Biblioteca una obra, realmente una ampliación o añadido nuevo. De los dos planes que se presentaron, con sus oportunas trazas –hoy perdidas–, se eligió el de Sagarbinaga, que antes había examinado el vano que en quadrado se formaba hacia la partte del ponientte en la salida de la puerta principal de Escuelas Mayores con el fin de construir un quartto con enttrada de él por la librería. El maestro de Busturia efectuó la montea de la bóveda, mientras los comisarios designados por el claustro dirigirían la obra, que se haría a jornal.
El hecho de que en la documentación se hable del vano –vacío, falta de, carencia de o simplemente inexistencia–, que el proyecto de Sagarbinaga incluyera planta y alzado o que en los libros de claustros se aluda de forma reiterada a la obra que se está añadiendo a la Librería, nos hace sospechar que en 1774 muy poco o nada debía quedar de la dependencia a la que en 1528 se refirió Juan de Álava, derivando así la imagen de la actual Sala de Manuscritos casi o en su totalidad de la intervención ideada por Sagarbinaga. Esta ampliación se inició el 7 de junio de 1774 y finalizó el 16 de octubre con el rompimiento de la puerta que se abre desde la Librería. Pensada para preservar los libros carolinos, en enero de 1775 esta sala se elegía tambien para el resguardo de libros prohividos en sus respectivos cajones y manuscritos. Por fin, en diciembre de 1775 concluían las obras de acondicionamiento.
Sagarbinaga cifró el coste de la sala, levantada en buena piedra de sillería, en 15.000 reales. Esa cantidad se superó en el transcurso de las obras porque no se respetó su plan y se realizaron algunas ottras cosas, que resultaron de algun costte y que no ttube presentes al tiempo de dicha tasa. Entre ellas la apertura en el muro sur de una ventana rectangular, también de cantería limpia, y la colocación del archivo y el arca de caudales. Por ello en la extensión material y ottras obras prezisas echas en la librería se invirtieron casi 28.300 reales.
Bóveda de la Sala de Manuscritos, obra de Juan de Sagarbinaga. Fotografía: Agustín Fernández Albalá |
Arquitectónicamente el elemento más significativo de este ámbito es la bóveda de crucería (fig. 2) que, realizada en buena piedra de sillería, apea en cuatro ménsulas angulares doradas animadas con motivos fitomórficos de tradición gótica, inspirados en la decoración de las ménsulas de las bóvedas del primer y segundo zaguán y de la escalera de Escuelas Mayores. Formada por 19 claves doradas y policromadas con motivos renacientes, todos sus nervios son rectilíneos, al igual que los de las bóvedas de los espacios citados, apareciendo además la moldura central dorada, del mismo modo que en la bóveda de la escalera. Inspirada en soluciones pretéritas, circunstancia que llevó a ciertos errores en su datación, como ya he indicado, esta bóveda muestra el saber de Sagarbinaga en los cortes de cantería, en que fue singular. Sin duda, el de Busturia, siguiendo los pasos familiares inició su formación en la tradición de los canteros vizcaínos, en el marco del modo vasco tradicional de producción arquitectónica de la Edad Moderna, basado en una notable preparación de tipo práctico que mantenían vigentes los planteamientos constructivos heredados del bajomedievo y del siglo XVI, y donde conoció y asimiló dos de las notas que mejor definen su obra: su conocimiento de la montea y su maestría a la hora de proyectar y materializar bóvedas de tradición gótica en pleno siglo XVIII.
Escuelas Mayores. Bóvedas, de izquierda a derecha y de arriba a abajo, del primer zaguán, hecha entre 1520-1528, del segundo zaguán, realizadas entre 1510 -1511, de la escalera, efectuada entre 1512-1519, y de la Sala de Manuscritos, ejecutada en 1774. Fotografía: Agustín Fernández Albalá |
En esta bóveda Sagarbinaga partió, a mi entender, de las bóvedas góticas de crucería con las que se cerraron en el primer tercio del siglo XVI los espacios de las Escuelas Mayores por los que el visitante cruza desde la fachada rica hasta la Sala de Manuscritos: las del primer y segundo zaguán y la de la escalera, optando así a la hora de actuar por el criterio de la unidad de estilo (fig. 3). Sagarbinaga creó un curioso ejemplo de bóveda estrellada de ocho puntas en el que mantuvo el perfil exterior que describen los terceletes y los pies de gallo de las bóvedas de los zaguanes e incorporó en el interior el dibujo reticular de la bóveda de la escalera, aunque sin conseguir de forma completa ese efecto al tener que prescindir por motivos espaciales de dos de las cuatro claves secundarias más pequeñas que deberían haber rodeado la pieza central de la bóveda. Además, quizás el deseo de unificar esas bóvedas en una sola le llevara a prescindir de las cuatro claves secundarias, y de sus ligaduras, que en la bóveda de la escalera se disponen más alejadas de la clave central en los nervios diagonales.
Escuelas Mayores. Detalle de la fachada
rica, levantada entre 1520 y 1528, y detalle de la clave central
de la bóveda de la Sala de Manuscritos, hecha en 1774. Fotografía: Agustín Fernández Albalá |
Quizás lo más significativo de esta obra sea el hecho de que Sagarbinaga considerara esta sala más como un continuum de las intervenciones efectuadas en Escuelas Mayores en el primer tercio del siglo XVI que como un anexo dieciochesco de la Librería, prefiriendo así finalizar esta parte del edificio en el estilo en que se inició. Así, a las peculiaridades descritas de la bóveda que ideó deben unirse otras que, en su afán por mantener la pureza de estilo, derivan de las cubiertas que fusionó: el despiece radial y el rampante llano. Y que Sagarbinaga concibió dos siglos y medio más tarde esta sala como culminación de la fachada rica se manifiesta en la novedosa versión que usó del sello universitario en la clave central. Así, como apuntó Castro Santamaría, en la parte inferior se incluye una representación abreviada del relieve central que culmina la fachada: bajo un vano palladiano un pontífice sentado, referencia simbólica del Papado o de la autoridad pontificia incorporada al escudo universitario (fig. 4). En definitiva, Sagarbinaga (o el proyectista de la clave), había creado de forma consciente (o inconsciente), una imagen dual que recogía en el interior de la Sala de Manuscritos uno de los elementos culminantes del mensaje ideológico-político que pregona la fachada del Estudio salmantino.
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