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EUSKAL HERRIA HORTIK HARA
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

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  Pobreza en Caracas
Pobreza en Caracas.
ejamos San Francisco entre una densa niebla de tristeza y volamos a Venezuela, –sin problemas esta vez–, el 15 de abril.

Ya sabíamos que al pasar al sur cambiarían el clima, el entorno, la gente, el mundo vasco y otras muchas características; pero, a pesar de saberlo de antemano, sólo al enfrentarnos a la realidad nos dimos cuenta del tamaño de la brecha que existe entre el norte y el sur.

Al acercarnos a Caracas, las chabolas y la contaminación destacan envueltas por el calor. Pero, como ocurre en todas partes, todo está lleno de contrastes, y parece que la gente vive muy tranquila, sin saber lo que es la prisa, excepto cuando van en coche: conducen como locos.

¡Y la gente vasca! ¡Dónde estará! ¡¿En las chabolas?! ¡Seguro que no! Al menos la mayoría. También aquí, los vascos han conseguido hacerse un hueco. Sin embargo, en seguida nos daríamos cuenta de que no estaban sólo en las Casas Vascas y que los tendríamos que buscar más allá, sobre todo al percatarnos de la situación lamentable de las Casas Vascas de Venezuela.

Antes que nada, hay que plantear un contexto histórico para entender mejor las dificultades actuales. De forma general, podemos dividir en tres grupos las migraciones vascas a Venezuela: los que vinieron en busca de una vida nueva en una primera migración; los que huían del franquismo (en torno a la guerra civil española); y por último, los que vinieron en la década de los 80, obligados por el conflicto político del País Vasco.

La Casa Vasca en Caracas  
La Casa Vasca en Caracas.
El que los motivos de estas migraciones fueran distintos, y políticos en gran medida, no ha ayudado a unir el mundo vasco y en la actualidad se percibe la huella de esas dificultades.

Pero lo que más nos preocupa es la silenciosa muerte de las Casas Vascas. Claro que, al echar un vistazo a la Casa Vasca de Caracas, podría alegrarnos su grandeza y la riqueza de los recursos de animación: un gran frontón, una piscina, un restaurante (que ya no funciona), grandes oficinas y juegos para niños. Sin embargo, esta elegante apariencia esconde varios puntos débiles. Por ejemplo, que nadie se pasa por la Casa Vasca entre semana y que hay que esperar al viernes por la noche para encontrar un grupo de cuatro o cinco personas.

Cuando más gente hay es los sábados y domingos, pero dejando a un lado las partidas de pelota entre amigos, nos damos cuenta de que la gente viene a bañarse en la piscina: ¡cómo no, con el calor que hace! Lo que queremos destacar con esto es la pérdida de las características de la cultura vasca. En diez años las cosas han ido a peor a una velocidad impresionante. Para pintar mejor el cuadro, podríamos decir que hay gente, que se organizan comidas y que hay muchos niños correteando alrededor de sus padres. ¿Pero qué perspectivas de futuro tienen? Lo cierto es que, hoy en día, se ha dejado a cargo de los padres todo el peso de la educación en cuanto a la cultura vasca. Sí, hay una Casa Vasca para que se reúna la gente vasca; pero los recursos para preservar la cultura vasca van desapareciendo.

Gaizka Burgaña, un joven de 37 años, ha sido un testigo excepcional de esta situación. Por supuesto, nos presentó la Casa Vasca de la mejor manera posible, pero nos explicó las cosas con franqueza. Nos explicó que en su opinión, a pesar de los esfuerzos de la administración de la Casa Vasca, la cultura vasca está muriendo allí. Llega menos gente y las ayudas que llegan desde el País Vasco no corresponden a sus necesidades. Así como explicó que el Gobierno Vasco aportaba grandes ayudas económicas: por ejemplo para construir la piscina, los monumentos, el frontón. Pero junto a estas ayudas, no se desarrollan herramientas para dar vida a la cultura vasca. El dinero es necesario, pero hacen falta otras respuestas para animar a la gente vasca.

  Jai Alai de la Casa Vasca
Jai Alaia de la Casa Vasca.
A pesar de todo, el proyecto Gaztemundu trae un poco de esperanza y puede ofrecer la oportunidad a los jóvenes interesados en conocer el origen de sus padres, de darse cuenta de la riqueza del pueblo que dejaron hace tiempo.

Pero hay mucho que hacer para resucitar una dinámica sana en Venezuela.

En la costa también hemos sentido la misma preocupación durante la segunda semana, al acercarnos a Puerto la Cruz. Pocos vascos en la Casa Vasca y unos sorprendentes ejemplos que ilustran la gravedad de la situación.

Antes que nada, hay que saber hay un gran frontón que se renovó hace diez años (gracias a las ayudas económicas). Diez años después, se ve que está bien pintado y todavía está precioso; pero siempre hay algún detalle para estropear el cuadro y en esta ocasión es de peso: como hemos dicho, está muy bien pintado, pero la obra está sin terminar; después de hacer lo más difícil (pintarlo), y después de diez años, falta la capa necesaria para poder jugar.

Lo segundo puede ser consecuencia de lo primero. Cuando le preguntamos a un empleado de la Casa Vasca (Venezuela) si había cursos de pelota o danzas nos contestó que no creía que volviera a haberlos; en cambio nos dijo que no estaba seguro, pero que creía que se daban cursos de tenis y fútbol.

Puede parecer impensable pero es una dura parte de la realidad tal y como la hemos visto.

Pero esta lectura no tiene como objetivo incomodar a la gente valiosa y solidaria que hemos conocido, sino denunciar una realidad preocupante para que cambien y cambiemos las cosas, porque también es responsabilidad de la gente del País Vasco.

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2008 / 05-30 / 06-06