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Foto: Juan Ignacio Iglesias. http://www.flickr.com/photos/ puntoblog/2371257259/ |
Encontramos a Víctor en la cocina de Liolaetxea. Está escuchando la radio mientras prepara la comida para todos. Y allí, entre fogones y tras extendernos una invitación a quedarnos a comer, charlamos sobre su recuperación. Víctor forma parte de la gran familia de Liolaetxea desde vísperas de Navidad, “¡ya hace seis meses!” nos dice sorprendido de lo rápido que ha pasado el tiempo.
Víctor tuvo problemas con las drogas y tuvo que someterse a un programa de rehabilitación. Tras cuatro años, y cuando creía que estaba recuperado, volvió a casa. Parecía que todo marchaba bien, había conseguido un trabajo y estaba dispuesto a comenzar una nueva vida, pero Víctor no encontraba su sitio. Entonces decidió dejar su casa y marcharse a un cercano pueblo costero, pensando que las cosas allí iban a marchar mejor, pero no fue así. Entonces le vino otro cambio más. “Pasé una mala racha en el trabajo y me fui a Donostia, a vivir en la calle”. Nos dice que la causante de esta nueva recaída no fueron las drogas: “no era problema de consumo, pero estaba sin medicarme y eso hacía que yo estuviera muy nervioso”.
Dejó la calle y durante una temporada estuvo durmiendo en un albergue. Por medio de Rais, una asociación que trabaja como red de apoyo para la integración sociolaboral, conoció Loiolaetxea. Desde ese momento ésta ha sido su nueva familia a la que se ha adaptado sin dificultad. “En esta casa se encuentra uno super bien”, nos confiesa.
La casa tiene sus propias normas, pero Víctor está convencido de que cumplir con esas normas le ayudará en su recuperación, “si tu cumples con tu parte todo va bien”. Ahora realiza una terapia con un psicólogo, está medicado y controlado y totalmente convencido de que está teniendo “una buena recuperación”. Parte de esa recuperación son los cursos y las demás actividades que realiza dentro de la casa. “He estado haciendo un curso de calefacción y aunque no vaya a trabajar de eso me ha servido para relajarme y para estar entretenido durante el día”. En estos momentos ha finalizado el curso y ha encontrado un trabajo de barrendero. “Comienzo en julio, estoy deseando de empezar a trabajar”. Durante los días que no tiene clases aprovecha para colaborar haciendo las tareas de casa. Da la casualidad de que la cocinera está de vacaciones y le ha tocado a él preparar la comida para todos, pero si no es esa actividad es otra porque “siempre hay algo que hacer aquí”.
Foto: Juan Ignacio Iglesias. http://www.flickr.com/photos/puntoblog/2372092490/ |
Él sabe que no podrá quedarse para siempre en el centro, que sólo podrá estar durante una temporada y ya está haciendo sus planes de futuro: “quiero ahorrar e irme a un piso de transición. No quiero irme sólo a buscarme la vida, si no que quiero estar en contacto con el centro”. Pero todavía le queda una larga estancia en Liolaetxea y la está aprovechando al máximo: “la casa me da confianza para hacer el proceso de recuperación y estoy aprendiendo mucho de mi, como por ejemplo a convivir con otras personas”.
Esta es la particular historia de Víctor, pero muchas otras podemos encontrar en la casa y fuera de ella. No nos queda más que darle las gracias y desearle a Víctor que todo le vaya bien. Salimos de la casa con la sensación de haber aprendido, de haber aprendido mucho de la vida. La responsable del proceso educativo, Bakartxo Etxeberria, nos decía que los pacientes aprenden más observando la recuperación de las personas que tienen alrededor que de lo que les puedan decir los profesionales. Pienso que eso lo podríamos trasladar a tantos y tantos aspectos de la vida en los que de una breve conversación se saca mucho más aprendizaje que de cualquier libro o clase.
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