Jone Miren HERNÁNDEZ GARCÍA, Profesora de Antropología Social de la UPV-EHU
Carmen DIEZ MINTEGUI, Profesora de Antropología Social de la UPV-EHU
Este artículo tiene como punto de partida los resultados obtenidos en un estudio1 realizado en la comarca de Tolosaldea (Gipuzkoa). El diagnostico trataba de conocer y analizar las relaciones que chicas y chicos mantienen con el deporte, aproximarnos a su gestión del tiempo libre y recoger información acerca de sus hábitos de salud. La investigación se llevó a cabo durante el curso escolar 2005/2006, siendo sus principales protagonistas las chicas y chicos de 12 a 18 años inscritos en ocho centros escolares de las poblaciones de Tolosa, Billabona, Ibarra, Anoeta y Alegia. En total fueron realizadas un total de 1.633 encuestas.
A partir de los resultados de este estudio se plantea el interés de profundizar en algunos de los aspectos reflejados en sus conclusiones, a través de una investigación cualitativa que en estos momentos está en marcha. Por ello, el presente texto quiere dar cuenta de una serie de datos relevantes obtenidos en el análisis cuantitativo y poner sobre la mesa una serie de cuestiones significativas a las que, pensamos, el análisis cualitativo nos permitirá acceder en el futuro.
Como referente de estas investigaciones, hay que señalar al conocido como “Proyecto ITXASO”, iniciativa promovida por la Diputación Foral de Gipuzkoa, y cuya finalidad principal era analizar las causas del por qué las jóvenes (en un número muy superior a los chicos) abandonan la práctica deportiva a partir de los doce años, y realizar propuestas encaminadas a paliar esa situación. Como primer paso se realizó un estudio2 en el territorio gipuzkoano y en él se constató que las causas de ese abandono son tanto de tipo estructural, como social e individual, y que existen importantes interrelaciones e interferencias entre esos tres elementos.
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Los datos de todos estos estudios constatan el menor peso que la práctica deportiva tiene en la cotidianeidad y rutina de las jóvenes, un aspecto que comienza a generar preocupación en algunas esferas institucionales e incluso en el marco general de las políticas públicas de género. Así, diferentes Planes de Igualdad (entre ellos todos los elaborados por el Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde, hasta la fecha: 1991, 1996, 1999 y 2006), y otro tipo de programas enfocados a la obtención de la Igualdad entre mujeres y hombres, sitúan la actividad deportiva entre las líneas de actuación prioritarias.3
Al hilo de lo apuntado y como reflejo del peso otorgado al deporte como ámbito estratégico de intervención en las políticas de Igualdad, cabría señalar la mención expresa que la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres de la CAPV (Ley 4/2005, de 18 de febrero) realiza al respecto en su artículo 25, especialmente en los puntos 2, 3 y 4.4 Previo a la elaboración y aprobación de esta Ley, la Ley 14/1998 del Deporte del País Vasco incluía entre sus principios rectores “la promoción de las condiciones que favorezcan la integración de la mujer en la práctica deportiva en todos los niveles”.
El conjunto de lo apuntado hasta ahora es sólo una muestra de la diversidad de acciones que en los últimos años vienen poniéndose en marcha con objeto de promocionar la práctica deportiva entre las mujeres y su incorporación, en general, a todo el sistema deportivo. Uno de los objetivos de los estudios citados y del que estamos realizando es el de proporcionar conocimientos en profundidad sobre las causas que mantienen conductas, modelos y representaciones de prácticas diferenciadas entre las y los jóvenes.
Principales conclusiones del estudio cuantitativo
El análisis de los resultados arrojados por el estudio en Tolosaldea permite apuntar las siguientes conclusiones:
En torno al 90% de las chicas y chicos interrogados afirma no padecer ninguna
enfermedad. El porcentaje es similar para chicos y chicas, aunque, entre las
y los entrevistados de 16-18 años que aseguran sufrir alguna enfermedad
los chicos superan en 10 puntos a las chicas. Respecto al tipo de enfermedad
que padece la juventud encuestada no hay duda de que son el asma y las enfermedades
alérgicas (relacionadas con el aparato respiratorio) las que les afecta
en mayor medida.
Las preguntas relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas
revelan: (1) el protagonismo del alcohol frente a otro tipo de consumos; (2)
el incremento en el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas en paralelo
al incremento de edad: es en el tramo de edad 16-18 cuando la relación
con este tipo de sustancias se hace más evidente; (3) la existencia
de diferencias significativas en las pautas de consumo de chicas y chicos:
las chicas fuman más, los chicos beben más alcohol. Las chicas
parecen iniciarse antes en el consumo de drogas (al margen del alcohol), pero
en el grupo de edad de 16-18 este tipo de consumo es claramente mayor entre
los chicos (un 30,4% en el caso de las chicas frente a un 69,6% en el caso
de los chicos).
Un ejercicio interesante de cara a vislumbrar la diferencia en la percepción que chicos y chicas tienen de las consecuencias en su relación con sustancias nocivas nos lleva a contraponer el mayor consumo –en términos generales– entre los chicos frente a su más óptima percepción de la salud (cuyas conclusiones se analizarán seguidamente). Un hecho que invita a reflexionar sobre la posibilidad de que esa percepción mucho más positiva se sitúe en la base de comportamientos teóricamente más perjudiciales para la salud.
Ahondando en la valoración que chicas y chicos hacen respecto a su salud, los resultados muestran que en todas las edades la valoración realizada por las chicas es notablemente inferior a la de los chicos. Por poner un ejemplo: en el momento que peor valoración se obtiene por parte de los chicos (18 años) el porcentaje de los que piensan que su salud es sobresaliente (le otorgan un 9 o la califican como “muy buena”) es de un 30%, mientras que entre las chicas de su misma edad, sólo un 8,6% otorga esa misma puntuación a su salud. Otro aspecto que habría que señalar es el descenso generalizado de la valoración positiva (tanto en chicas como en chicos) según se avanza en la edad.
Atendiendo al grado de satisfacción mostrado en torno a la imagen del propio cuerpo, destaca el descenso generalizado que se produce con la edad. Además habría que hacer hincapié en que la insatisfacción es mucho más acusada en el caso de las chicas (y en todas las edades) que en los chicos. Las diferencias son especialmente relevantes en torno a los 14 años, momento en el que las disparidades se manifiestan de forma más clara. En esta edad solo un 7,4% de las chicas asegura estar notablemente satisfecha con su cuerpo (9 y “completamente satisfecha”), mientras que en el caso de los chicos el porcentaje alcanza el 43,2%. Igualmente, cabría señalar que en esta edad un 43,3% de las jóvenes se situaría entre el 5 y el 0 (“nada satisfecha” con la imagen de su cuerpo) frente a un 7,8% de los jóvenes varones.
A la hora de explicar las diferencias registradas entre chicas y chicos nos inclinamos a pensar que actualmente las jóvenes están viviendo bajo los efectos de una presión notable a la hora de valorar la imagen de su cuerpo. Un ejercicio al que deben hacer frente atendiendo a los estrictos cánones y patrones que la sociedad impone –sobre todo– al cuerpo de las mujeres. Por lo que deducimos de los datos de la encuesta, hoy por hoy para ellos aún resulta mucho más fácil sentirse a gusto con su cuerpo, mientras que, para ellas, alcanzar ese grado de satisfacción es una tarea casi imposible. Este es precisamente uno de los aspectos en los que pretendemos profundizar a través del estudio cualitativo.
Foto: Mabel. http://www.flickr.com/photos/mabelvargas/287248922/ |
En relación a la interrogante sobre el grado de satisfacción con el propio cuerpo “en movimiento” habría que constatar un descenso generalizado de las valoraciones en función de la edad. Esto es, a más edad, mayor insatisfacción. Sin embargo, también en este caso existen diferencias notables entre chicas y chicos. Diferencias que disminuyen en torno a la edad de 18 años.
No obstante, en el caso de esta pregunta habría que llamar la atención sobre la mejora de los datos si los comparamos con los porcentajes registrados en la valoración –genérica– del propio cuerpo. Este sería un dato que permite mantener cierto optimismo de cara al impulso de iniciativas vinculadas al ejercicio físico, ya que, aparentemente, las y los jóvenes aseguran sentirse mejor con su cuerpo cuando lo experimentan en movimiento, ejerciendo algún tipo de actividad.
En lo referente al ocio y tiempo libre, el primer aspecto que hay que destacar es que no hay importantes diferencias (sólo matices) en la cantidad de tiempo libre del que dicen disfrutar chicos y chicas; esto es significativo ya que se confirma que no es exactamente la “falta de tiempo” lo que hace que las chicas abandonen o no practiquen deporte, sino las preferencias que ellas tienen al organizar su tiempo libre.
Respecto a las “prácticas deportivas” de las y los jóvenes, a la luz de los datos recogidos, cabría observar que tanto en el caso de las chicas como de los chicos, la práctica deportiva desciende a medida que avanzan en la edad; en el caso de las chicas, si a los 12 años cerca de un 80% de las jóvenes encuestadas dicen que hacen deporte, a los 18 años ese porcentaje desciende al 56%; ahora bien, al contrastar esa evolución de la práctica con la evolución del sedentarismo, se hace evidente que las que a esa edad continúan practicando deporte lo hacen de una forma más efectiva, ya que práctica y sedentarismo solamente difieren en 10 puntos a los 17 años y en 4 puntos a los 18 años5, mientras que entre los 12 y 15 años esa diferencia ronda los 20 o 30 puntos. En el caso de los chicos sucede que, por un lado, el número total de los que dicen hacen deporte es muy superior al de las chicas y por otro, que la diferencia entre práctica y sedentarismo es muy inferior a la de las chicas, unos 14 puntos a los 12 y 13 años y 8 y 7 puntos a los 17 y 18 años; es decir, que ellos hacen más práctica que ellas y esa práctica es más efectiva en todas las edades de la muestra.
Casi un 65% del total de las y los jóvenes entre 12 y 15 años que practican deporte dicen que lo hacen por pasarlo bien y porque les gusta; en el grupo de más edad se mantienen esos dos mismos argumentos en un 54% de la muestra y otro 22% da importancia al ejercicio físico, es decir, se introduce a esas edad una mayor racionalización de los beneficios de la práctica. Las razones ligadas a la salud, la delgadez, la relajación o el estar con las amigas son minoritarias, pero todas ellas tienen un sesgo de género ya que son preferentemente elegidas por las chicas de ambos grupos de edad. En los chicos, la diversión y el pasarlo bien, junto al gusto por hacerlo y el que les gusta ganar (aunque ésta última es muy minoritaria) son las razones preferidas.
Entre las y los que no hacen deporte, la falta de tiempo y la pereza son las principales razones; no saber cómo hacer deporte y no encontrar un deporte de su gusto les siguen a las anteriores, aunque son mucho más minoritarias. En cualquier caso, en todas ellas, el número de chicas que las eligen son mayoría, lo cual es lógico si se tiene en cuenta que son mayoría dentro de ese grupo de los que no practican deporte.
En relación al interés por la práctica deportiva es muy significativo que un 90% del total de la muestra diga que le interesa el deporte, ya que ello es un punto de partida válido a la hora de plantear cualquier política futura. Sin embargo, dentro de esa respuesta positiva tan amplia, habrá que tener en cuenta la diferente situación que presentan chicas y chicos ya que si éstos son mayoría al decir que les interesa el deporte y que hacen el suficiente, ellas lo son al decir que no hacen el suficiente o que antes lo hacían pero ahora no.
Como puede observarse, de los resultados de esta encuesta se desprende que existen similitudes y diferencias entre chicas y chicos a la hora de observar sus aficiones, ocio, prácticas y percepción de su salud y su cuerpo. Como se ha indicado al comentar estas conclusiones, son especialmente los temas relacionados con la diferente percepción de la salud y del cuerpo, los que se han tomado para profundizar en el análisis cualitativo, al entender que son aspectos centrales en la construcción de las identidades individuales y en el mantenimiento y reproducción de relaciones de género que socializan a mujeres y hombres de forma diferente para afrontar su futuro vital, independientemente de que se den casos individuales de ruptura con la generalidad.
Género, estructura y práctica social
En estudios anteriores (Diez, 2003; Diez, 2006) se ha hecho hincapié en la importancia y capacidad que la institución deportiva moderna, con su potente sistema de campeonatos, ligas, federaciones, clubes y rituales ha tenido y tiene en la sociedad occidental, en el mantenimiento y reproducción de un sistema androcéntrico de claro poder masculino. Esa organización excluyó de la práctica deportiva a las mujeres, es decir, fue androcéntrica en su constitución y pensada para reproducir una masculinidad hegemónica.
La entrada de las mujeres en la práctica deportiva ha estado históricamente marcada por la clasificación que en su seno se hizo tanto entre deportes considerados más apropiados para las mujeres o para los hombres, como por las categorías “masculinas” o “femeninas” para organizar los deportes practicados por ambos sexos. Esta organización convierte al deporte en un potente generador de sistemas o relaciones de género, ante el que las jóvenes y las mujeres en general se encuentran en una situación compleja: o lo rechazan para no someterse a sus reglas, con lo cuál se reproduce su exclusión y su invisibilización, o entran en él en las parcelas que se consideran son adecuadas para ellas o, por último, lo aceptan con todas las consecuencias y se arriesgan a que se ponga en duda el que sean “verdaderas mujeres”.
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En el caso de los chicos las opciones son parecidas; si entran en ese entramado deberán hacerlo en algunos de los deportes considerados apropiados para ellos; si no lo hacen porque eligen prácticas consideradas “femeninas”, o incluso si no entran en ese mundo (especialmente en edades tempranas) serán sospechosos de no ser “verdaderos hombres”. Es importante tener en cuenta que la construcción de modelos de masculinidad hegemónica está todavía muy ligada a prácticas en las que hay demostrar que se superan retos a través del sufrimiento y de la exposición al riesgo físico (Connell, 1997; Welzer-Lang, 2002; Farapi, 2007).
Se hace así imprescindible observar las distintas estrategias que se ponen en marcha, a través de una perspectiva de género que analice la organización social en su conjunto, observando tanto la estructura como las prácticas y acciones que las y los sujetos realizan, en una relación dialéctica, dentro del contexto en que se desenvuelven.
R. Connell (1998) al abordar el análisis de la forma en que se produce la construcción de personas generizadas, dice que el género es un concepto relacional y que hay que verlo como una estructura de relaciones sociales. El género es desde esta visión la forma en que se ordena la práctica social. Esto significa que nada escapa a esos procesos de género y que en todos los aspectos de la vida diaria en los que participamos está presente: prácticas relacionadas con la actividad laboral, con el cuidado, con la sexualidad, con el ocio, etc. El sistema corporal y el emocional forman parte siempre de esas prácticas.
Los cuerpos son centrales en esa práctica, aunque el autor reconoce la dificultad que presentan en el análisis, por ser a la vez agentes y objetos de la práctica. Sobre los cuerpos se actúa, pero a su vez actúan y desde su materialidad se muestran en todas sus capacidades. El género es así la práctica social que constantemente se refiere a los cuerpos y a lo que los cuerpos hacen, pero no es una práctica social reducida al cuerpo, sino que se extiende a la totalidad de las relaciones y organizaciones sociales de un determinado tiempo y lugar.
A partir de esta visión dinámica de la organización de la práctica, se entiende la masculinidad y la feminidad como proyectos de género. Esos procesos dinámicos que configuran la práctica a través del tiempo, se transforman en estructuras de género. En las instituciones se configuran prácticas de género; los lugares de trabajo, la escuela, el deporte e incluso el Estado están generizados y reproducen determinados regímenes de género. El género se convierte así en un escándalo para los sociobiologicistas y esencialistas, ya que resulta absolutamente imprescindible su actuación porque nuestros ADNs no nos dicen cómo debemos comportarnos. El cambio histórico está así relacionado con esa complejidad que es el género, al verlo como una estructura interna compleja donde un número diferente de lógicas están superpuestas.
Penetrar en el análisis de las prácticas es necesario si se quiere profundizar en los datos recogidos en el diagnóstico elaborado en Tolosaldea. Para ello, en estos momentos se están realizando una serie de entrevistas en profundidad, en principio con chicas de entre 14 y 18 años, pero que se extenderán también a chicos de esa edad, en otras fases del estudio. Este interés nace de la necesidad de poner voz a los porcentajes y conocer con mayor profundidad algunas de las experiencias de las y los jóvenes en torno tanto a la práctica deportiva como al resto de elementos que hemos venido citando como parte de una visión integral del deporte en la que incluimos también la gestión del ocio y el tiempo libre, el desarrollo de hábitos saludables y en especial la percepción y la aceptación del propio cuerpo. Esperamos que las conclusiones de la investigación en curso puedan dar lugar a un futuro artículo en este mismo medio.
1 Diez, C. y J.M. Hernández, Más allá de la práctica deportiva. Hábitos, imágenes y percepciones sobre el cuerpo, la salud y el deporte entre la juventud de Tolosaldea, (Estudio patrocinado por la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Tolosa).
2 Estudio de las causas del abandono de la práctica deportiva en las jóvenes de doce a dieciocho años y propuestas de intervención, Kirolarte, Diputación Foral de Gipuzkoa, diciembre 2002. Dirigido por Carmen Diez.
3 En este punto cabría mencionar el caso del municipio de Ermua que en estos momentos –y después de haber llevado a cabo un diagnostico previo– se dispone a elaborar un Plan de Igualdad específico para el Area de Deportes.
4 En este caso la ley destaca los siguientes aspectos: (2) Las administraciones públicas vascas no podrán conceder ningún tipo de ayuda ni sus representantes podrán participar en calidad de tales en ninguna actividad cultural, incluidas las festivas, las artísticas, las deportivas y las realizadas en el ámbito de la normalización lingüística del euskara, que sea discriminatoria por razón de sexo; (3) Las administraciones públicas deben adoptar las medidas oportunas para garantizar la igualdad de trato y oportunidades de mujeres y hombres con relación a la práctica de todas las modalidades deportivas.; (4) Las administraciones públicas vascas fomentarán el patrocinio de actividades deportivas tanto de mujeres como de hombres en aquellas modalidades en las que su participación sea minoritaria. Asimismo, aumentarán las ayudas públicas destinadas a modalidades deportivas practicadas mayoritariamente por mujeres.
5 Un elemento a tener en cuenta en el futuro es que las ofertas de los polideportivos (gimnasias, aeróbic, funky,...) es generalmente a partir de los 18 años; el que esa oferta se adaptara a partir de los 14 años podría significar un cambio importante en las opciones de las y los jóvenes.
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