La vertiente agraria del desarrollo ruralEscuchar artículo - Artikulua entzun

Beatriz IZQUIERDO RAMÍREZ, Doctora en Sociología. Universidad del País Vasco (UPV-EHU)

Desde principios de la década de los noventa, en las zonas rurales más desfavorecidas del País Vasco se vienen aplicando una serie de políticas de desarrollo rural, que en forma de planes y programas, tienen como objetivo prioritario recuperar el tejido económico y, sobre todo social, de las zonas rurales. Así, las políticas de desarrollo rural han ido ocupando progresivamente un espacio cada vez más amplio y diferenciado de la política agraria, inyectando sustanciales recursos económicos en las poblaciones rurales.

Sin embargo, más allá de la aplicación de estos programas, las poblaciones rurales vascas se han convertido en espacios renovados desde una dimensión demográfica y socioeconómica. Una ‘transformación’ que viene marcada fundamentalmente por la crisis de la agricultura y la llegada de nuevos residentes a las zonas rurales desde un entorno urbano muy próximo. Como resultado de esta evolución aparece un escenario rural marcado por la desagrarización de sus residentes, la terciarización de la economía y una población activa “itinerante”, que en grandes proporciones se desplaza diariamente a su puesto de trabajo desde las zonas rurales a las urbanas.

Argazkia
Foto: jonathanvlarocca.
http://www.flickr.com/photos/jonathanvlarocca/310494800/

Así, la primera parte de este artículo presenta una caracterización simplificada de las zonas rurales tomando como referencia los trabajadores agrarios. La percepción y valoración de este colectivo de agricultores acerca de las políticas de desarrollo rural (obtenida a través de numerosas entrevistas en profundidad) va a centrar la segunda parte, en la que se pone de manifiesto la incertidumbre en la que se mueven la mayoría de las explotaciones agrarias y ganaderas del País Vasco.

La actividad agraria en las poblaciones rurales. Entre la desagrarización del medio rural y la urbanización de los agricultores

La presencia e intensidad de la actividad agraria en las zonas rurales supone para numerosos organismos en un indicador indiscutible de ruralidad. Sin embargo, en la actualidad, el continuo trasvase de activos agrarios a otros sectores de actividad ha marcado el punto de ruptura en la lógica de supervivencia de las áreas rurales. La fuerte industrialización de regiones como la vasca, y el débil aumento de la demanda alimentaria, ha tenido como resultado el vaciamiento poblacional de muchas áreas rurales y el consiguiente abandono o redefinición de la actividad agraria.

Las estrategias de supervivencia de las explotaciones vascas en los últimos años han sido ampliamente estudiadas por José Ramón Mauleón y Mª José Ainz, quienes ponen en evidencia la reestructuración a la que ha sido sometido el tradicional caserío, con el resultado de la disminución paulatina de los activos agrarios a tiempo completo y el aumento de la agricultura a tiempo parcial. El fuerte descenso de la actividad agraria ha generado una fuerte diversificación de las actividades en los núcleos rurales, hasta el punto de que en la mayoría de éstos, la agricultura supone una actividad minoritaria.

Esta situación resulta evidente en el mapa 1, en el que se refleja la importancia relativa de la actividad agraria entre la población activa de los municipios rurales1. Se observa cómo en gran parte del Este y Sur alavés, en las comarcas de Montaña Alavesa, Llanada Alavesa y Rioja, la actividad agraria aún ocupa a más del 20% de la población activa. Una cifra relativamente alta si se compara con el resto de municipios, en los que este tipo de actividad quedaría relegada a cifras inferiores al 10%, e incluso a menos del 3,5% (como ocurre en el 30% de los municipios rurales). Los municipios rurales que registran una cifra menor de actividad agraria se encuentran principalmente en el interior de Gipuzkoa y Bizkaia, en los que los sectores industrial y de servicios respectivamente, representan los sectores predominantes.

Mapa 1. La actividad agraria en los municipios rurales vascos (%)
Argazkia
Fuente: Elaboración propia a partir de Censo 2001 y EUSTAT.

Paralelo al proceso de desagrarización de los municipios rurales, las cifras que recoge el Censo de 2001 permiten así mismo descubrir un nuevo fenómeno: la urbanización de los agricultores. Estos datos revelan cómo la mitad de los agricultores a título principal residen en poblaciones mayores de 10.000 habitantes, por detrás de aquellos que residen en municipios de menos de 2.000 habitantes. No obstante, a pesar de este resultado (esta lectura requiere de ciertos matices, ya que muchos de estos agricultores pueden residir en pequeñas entidades de población que forman las poblaciones de mayor tamaño) aparecen excepciones, como por ejemplo Vitoria-Gasteiz, lo que, en parte, relativizaría estos datos.

No obstante, la necesidad de contextualizar estas cifras no lo aleja de la realidad en la que se inserta la actividad laboral de las poblaciones rurales en los últimos años. La diversificación de las estructuras ocupacionales en los municipios rurales, la mejora de las comunicaciones o las nuevas pautas residenciales, están modificando el panorama laboral anterior, y apuntan constantemente a una creciente diferenciación en las pautas de movilidad de la población vasca por el territorio.

Como se observa, la disminución de agricultores en las poblaciones rurales, combinada con su presencia en las ciudades vascas de tamaño mediano y grande, estarían marcando el inicio de un nuevo contexto en la ruralidad vasca: una ruralidad ‘ex- agraria’, y un sector agrario ‘ex -rural’.

Los agricultores frente al desarrollo rural

Uno de los colectivos de beneficiarios más importantes de las políticas de desarrollo rural son las personas vinculadas a la actividad agraria. Un grupo muy significativo tanto en el número de personas beneficiarias como el porcentaje de subvención recibido durante los últimos años.

En este contexto, y más allá de las ayudas PAC, uno de las actuaciones prioritarias de los agricultores ha ido dirigida a fomentar la inversión en explotaciones, con el doble objetivo de incrementar la productividad en la explotación (a partir de la modernización de maquinaria e instalaciones), y mejorar la renta agraria. La mejora de la rentabilidad ha guiado así mismo otra de las iniciativas apoyadas, centrada en la diversificación de actividades dentro de la explotación. Dentro de éstas, destacan dos tipos de proyectos principales: la instalación de agroturismos en las explotaciones y la adaptación de pequeñas industrias para la transformación láctea.

A pesar del incremento de la productividad y viabilidad en la explotación, los entrevistados advierten cómo determinados factores ajenos a la actividad agraria están limitando la rentabilidad de estas inversiones. Según los agricultores, el contexto en el que se mueven las explotaciones con un evidente predominio de los costes fijos al alza y precios del producto a la baja, supone un obstáculo evidente para la renta agraria, lo que genera un discurso pesimista generalizado en torno a la actividad y la efectividad de las propias ayudas al sector. Los agricultores observan cómo la dependencia sectorial de las ayudas se transforma en un controvertido debate. Éstos destacan cómo su imagen pública de colectivo ‘subvencionado’ distorsiona la realidad del sector y no refleja la situación de crisis en la que se mueve la agricultura en la actualidad, en la que el incremento de productividad se traduce en un abaratamiento masivo del producto.

Junto a éste, otros ‘obstáculos’ están afectando a los agricultores y ganaderos, ralentizando e incluso reduciendo los resultados obtenidos. Por un lado, la excesiva intervención de las instituciones vascas hacia determinados sectores, y hacia determinadas explotaciones, sobre todo las mejor dimensionadas. Por otro, el renovado interés de la población urbana por las zonas rurales, lo que ha favorecido el imparable precio de los terrenos en las zonas rurales. En efecto, la presión del ‘ladrillo’ sobre las tierras agrarias está convirtiendo al agricultor en protagonista de un escenario en el que se mueve entre el encarecimiento de la compra de un terreno, y la posibilidad de vender sus terrenos y abandonar la actividad.

En definitiva, nos encontramos con un colectivo de agricultores que aunque ha visto reducido su número de activos drásticamente en los últimos años, aún evidencia una fuerza relativa en determinadas zonas rurales del País Vasco. Un agricultor que en este nuevo contexto desde hace unos años viene modificando y reinventando su propia actividad, en función de las pautas establecidas por los diferentes organismos, desde las propias instituciones vascas hasta las europeas. Por lo tanto, un colectivo que a pesar su imagen asilada sufre los problemas de los que algunos autores denominan la sociedad postmoderna marcada por los drásticos y rápidos cambios asociados a la movilidad poblacional, a los cambios alimenticios, y los problemas medioambientales, que comienzan a amenazar con intensidad a la actividad agraria.

1 En esta investigación, tienen consideración de ‘rural’ aquellos municipios con una población inferior a 2.000 habitantes.

Artículo extraído de la tesis doctoral de la autora: La evaluación de la política de desarrollo rural en el País Vasco.

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