Erika GRANDES, Licenciada en Periodismo y Diplomada en Educación Primaria
Fotografía: Erika GRANDES
El colegio público de Ochagavía ubicado en pleno Pirineo navarro es uno de esos centros educativos distintos a los de las grandes ciudades. Si bien el mismo edificio alberga desde la Educación Infantil hasta la Educación Secundaria, su alumnado agrupado por ciclos –no por cursos– no llega a la centena en el curso 2007/2008 (90 en total). El número de profesionales que ahí trabajan asciende a 27 entre profesores, pedagogos terapeutas-logopeda, orientador y auxiliar. Puede haber quien desde fuera, sin conocimiento de causa, pueda observar alguna pega, pero una vez conocido su funcionamiento, las ventajas encontradas sirven de aliciente para seguir confiando en opciones educativas diferentes a otras más extendidas. El futuro de un centro educativo como este es una incógnita pero, mientras, cumple con su labor educativa.
Bien dicen que todo es relativo, que algo es mejor o peor según el prisma por el que se mida. Pues bien, ser alumno o docente en un centro educativo de no más de 100 alumnos (90 exactamente) que agrupa desde la Educación Infantil hasta la Educación Secundaria puede resultar toda una grata experiencia; como digo, siempre y cuando se tenga en cuenta el prisma por el que se mida.
Ochagavia nevando. |
El colegio público de Ochagavía es un centro educativo que alberga alumnos del valle de Salazar en pleno Pirineo navarro. Prácticamente la mitad del alumnado procede del mismo pueblo, de Ochagavía (localidad con 621 habitantes censados en 2007), mientras que otros tantos de los pueblos de alrededor como pueden ser Ezcaroz, Jaurrieta, Oronz, Esparza, Sarriés, Euskarrez y Navascués. Pueblos que muchos de ellos no llegan a los 100 habitantes y que a día de hoy no disponen de un centro educativo propio que oferte desde la Educación Infantil hasta la Educación Secundaria. El colegio unitario de Ezcaroz albergaba hasta el curso pasado a alumnos que este curso 2007/2008, por diversos motivos, acoge el colegio público de Ochagavía, tal y como afirma su director. Ante esta situación, los alumnos que proceden de fuera se ven obligados a acudir al colegio en el transporte escolar por lo que hay quienes deben esperar al autobús independientemente de la temperatura que haga para recorrer distancias que oscilan entre los 2 y los 23 kilómetros. El añadido de la temperatura cabe citarse más que nada para recordar que Ochagavía es uno de esos pueblos del Pirineo navarro donde han llegado a registrarse en diciembre de 07 hasta diez grados bajo cero. Temperaturas que los habitantes de este valle están acostumbrados a soportar.
El colegio público de Ochagavía se ve obligado a agrupar a sus alumnos por ciclos, en vez de por cursos. La clase con menor número de alumnos este curso es la conformada por cuatro alumnos del modelo D de la E.S.O –uno de ellos cursa tercero y los otros tres restantes cuarto–. La clase con mayor número de alumnos, por el contrario, se encuentra en el primer ciclo de Educación Primaria del modelo D, con un total de 14 alumnos –10 de ellos de primero y 4 de segundo–.
Así, en esta última clase mencionada (la del primer ciclo de Educación Primaria), cuando comenzó el curso se entremezclaban alumnos que apenas comenzaban a leer y a escribir con otros que ya tenían el hábito adquirido. Alumnos que sabían sumar con llevadas con otros que todavía no conocían las decenas. Es aquí donde la labor del docente juega un papel fundamental a la hora de estructurar la clase. No sólo en lo que a distribución de asientos se refiere, sino también en lo que concierne a metodología y estructuración de contenidos. No hay que olvidar que el currículo cita claramente los objetivos de ciclo que se deben conseguir, especificando después los propios de cada curso. Con lo cual, teniendo muy en cuenta qué debe alcanzar cada alumno es momento de ponerse en funcionamiento con alumnos que se sienten miembros de una misma clase sin que haya nada que los separe. En algunas ocasiones y cuando el horario establecido a los docentes lo permite, existe la opción de realizar algunos desdobles. De esta forma, se posibilita que por ejemplo, los alumnos específicamente de segundo puedan recibir algunas clases de matemáticas o de euskara sin que estén presentes sus compañeros de primero. Esto posibilita que los contenidos propios de cada curso se impartan de forma independiente. Sucede lo contrario cuando esos desdobles no son posibles, o cuando no lo son en todas las sesiones estipuladas. Es entonces cuando el docente debe repartir su sesión proponiendo en ocasiones actividades conjuntas con diferentes grados de dificultad. Es aquí donde en ocasiones los alumnos se ven beneficiados. Los hay quienes pueden recordar nociones necesarias y a veces olvidadas; los hay quienes son capaces de ir asimilando determinados conceptos nuevos que escuchan y los hay quienes son capaces de ofrecer ayuda –o de recibirla– de sus propios compañeros de clase. Precisamente así un docente puede comprobar lo ventajoso que puede resultar tener alumnos de diferentes cursos –pero mismo ciclo– mezclados. Todo es cuestión de organizarse y programar en función de las necesidades de la clase. Los alumnos tienen asumido que en alguna ocasión tienen que esperar su turno. Es decir, saben que hay momentos que los más pequeños necesitan una explicación diferente a la que ellos demandan; mientras aprovechan para ir haciendo la tarea que el docente les ha asignado previamente.
Colegio Ochagavia. |
Otro elemento distintivo en el colegio de Ochagavía es la variedad de profesorado que año tras año va cambiando. A excepción de la plantilla fija (6 este curso) conformada por docentes asentados en el mismo pueblo o de la zona, la inmensa mayoría (21) procede de diferentes puntos de Navarra, del País Vasco y de otras comunidades autónomas, como Extremadura. Se trata de docentes cuyas edades oscilan entre los 30-35 años; docentes bien preparados académicamente, pero con no demasiada experiencia acumulada en la enseñanza y que todavía no tienen opción de elegir otros destinos más cercanos a la capital o a su propia provincia. No obstante, la aventura de ejercer la docencia en el Pirineo se convierte para los acostumbrados a la urbe en toda una experiencia que hay que aprender a saborear. La lejanía del lugar obliga a los jóvenes docentes a asentarse en el mismo pueblo donde trabajan –o en los de alrededor– de forma que el lazo entre los maestros va más allá de las clases. Mientras hay quienes pueden pensar que al alumnado le puede perjudicar la no continuidad del profesorado, hay que saber ver la otra cara de la moneda. La ilusión y las ganas que un docente destinado en pleno Pirineo puede tener se refleja en el estado de ánimo de su alumnado. Un docente motivado ante lo nuevo se traduce en un trabajo hecho con ilusión que, en ocasiones, puede cundir más que el de un docente desmotivado con muchos años de experiencia. Un alumnado acostumbrado a los cambios tiene desarrollado el poder comparativo de forma increíble y ello le sirve como fuente de riqueza personal. Conocer diferentes métodos, diferentes estilos de enseñar, de aprender les proporciona al alumnado modos distintos de trabajar y de asimilar. Es decir, se benefician del “librillo” de cada maestrillo, como bien dice el dicho.
Vista desde el colegio. |
Del mismo modo, los docentes también se benefician de los números reducidos de alumnos, algo inusual en otros centros educativos. De hecho, hay profesores afirman que “al colegio de Ochagavía se viene a enseñar”; es decir, al idílico ejercicio de la profesión, quizá algo más complicado –que no imposible– en urbes aglomeradas donde el estrés y la vorágine de la rutina diaria del alumnado influye en su comportamiento y en su rendimiento. Asimismo, los mismos alumnos de todo el colegio se conocen. Al ser pocos todos saben quién es quién. Es bonito encontrarse por las escaleras a los alumnos de secundaria ayudando a subir las escaleras a los alumnos de infantil. No obstante, todos los aspectos positivos enumerados no quita que en alguna ocasión surjan pequeños problemas de convivencia como en cualquier familia bien avenida, que no van más allá de las producidas por la interrelación entre ellos.
La duda que a un docente se le viene a la cabeza cuando conoce un centro de estas características es el futuro a corto plazo del mismo. ¿Llegará el día en que no se formen clases? ¿Se convertirá a largo plazo en una escuela unitaria? De momento no, pero el futuro de este centro es una incógnita que únicamente el tiempo resolverá. Mientras, el mundo de la docencia puede aprovecharse, en el mejor de los sentidos, de todo lo bueno que propicia un centro educativo como este ubicado en el Pirineo navarro.
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