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En 1949 en el Centro Vasco de La Plata había una socia fundadora que quedó viuda con una hija de dos años y medio y un hijo de 13 meses. Dos meses más tarde nacería el tercero. De soltera había trabajado en una imprenta, pero cuando se casó con otro socio fundador instalaron una lechería, negocio que no prosperó y él comenzó a trabajar como chofer de ómnibus. Cuando él muere a los 33 años, en Argentina, no existían leyes que protegieran a los deudos. Por lo que la viuda quedó con tres hijos pequeños, sin casa y sin trabajo. Finalmente, y después de mucho trajinar, consiguió un empleo estable en la Unión Telefónica.
También había un matrimonio de vascos: doña Salus y don Tomás. Ella tenía una sonrisa pícara, la de él era buenaza. Ese matrimonio comenzó a funcionar como un “banco privado” para la viuda. Cada vez que a ésta se le acababa el dinero telefoneaba a doña Salus:
- No llego a fin de mes.
La respuesta era siempre la misma
- Venga.
Apenas cobraba, la viuda pagaba su deuda.
Ambas familias tenían parientes en el campo que eran vecinos entre sí. Don Tomás disfrutaba manejando, así que algún domingo subía al auto con doña Salus, sus hijos (Héctor y Delia), la viuda y sus hijos y partían rumbo a Vieytes por el camino Costa Sur. La alegría de los cinco chicos era indescriptible: el programa era jugar a las escondidas y al fútbol con los primos, trepar a los árboles y montar a caballo. Pero sobre todo gozar del espacio sin límites.
En una oportunidad doña Salus hizo construir en el fondo de su casa un gallinero y como le sobraron materiales le propuso a la viuda que hicieran lo mismo en la casa de ésta. Allí se reunieron las dos mujeres. Con unas chapas, unas maderas, alambre tejido y algunas herramientas hicieron el gallinero para la viuda y sus tres pequeños. Como el terreno era chico, apenas siete metros por diez, colocaron el alambre a un metro de distancia de las paredes. La teoría que esgrimían ambas mujeres era que las gallinas tenían que caminar. De esa forma consiguieron que hubiera espacio para la caminata y quedara terreno libre para la huerta.
La fiesta de San Fermín es, fue y será la más importante del año en el Centro Vasco. Siempre se celebró el domingo más próximo al 7 de julio. Desde antaño las mujeres se reunían a cocinar el sábado previo. En alguna oportunidad dieron de comer a 700 personas. Y allí estaban doña Salus y la viuda codo a codo con las otras mujeres: cocinar y cocinar.
San Fermín, comiendo después de dar de comer. En primer plano
doña Salus y la viuda.
Foto: Biblioteca Matixin Burdin.
Don Tomás fue Presidente del Centro Vasco durante tanto tiempo que
los hijos de la viuda creían que no podía haber otro. Como tantos
otros chicos, corrían tras él para pedirle que les comprara
una rifa de la torta que había preparado doña Salus y que se
sorteaba la tarde de San Fermín. Don Tomás indefectiblemente
les compraba una a cada uno, por lo menos.
Doña Salus había nacido en Oronz el 8 de enero de 1907 como
Salustiana Primo aunque se crió en Esparza, el pueblo de al lado. Llegó
a la Argentina el 2 de enero de 1926 acompañando a su hermana recién
casada.
Don José Tomás Bezunartea era nativo de Ochagavía y llegó al puerto de Buenos Aires con 25 años, el 18 de enero de 1926.
Casa de don Tomás en Ochagavía.
Foto: Delia Bezunartea.
Parece mentira que habiéndose criado a 7 Km de distancia hayan tenido que cruzar el Atlántico para conocerse. Lo hicieron en Olavarría: a pesar de su nombre es una pequeña ciudad de la Provincia de Buenos Aires. Ambos habían dejado a sus padres y varios hermanos.
El primer trabajo que tuvo don Tomás fue como vendedor en una casa de artículos para hombres. Sin embargo intentó varios negocios que, por mala elección de los socios, salieron mal.
Noviaron poco tiempo, se casaron en la Iglesia San José de Olavarria el 28 de febrero de 1931 y fueron a vivir a Temperley.
La luna de miel en Tandil.
Foto: Delia Bezunartea.
Don Tomás había conseguido trabajo en una Proveedora de panaderías haciendo corretaje. Compró un auto, en aquellos tiempos un verdadero lujo. Sin embargo eso le permitió ampliar su zona de trabajo y tener más clientes. A la larga el Willys le dio de comer.
Ante la tuberculosis de Don Tomás se fueron a vivir a Cosquín. Allí, entre las sierras cordobesas, seguramente extrañaron menos sus valles y montañas del oriente navarro. Cuando al cabo de un año él se cura vuelven a vivir a Temperley y don Tomás a trabajar en la Proveedora: la empresa le había conservado el puesto.
Mientras tanto doña Salus con la tía María pusieron un negocio de pan en el barrio de La Boca.
Mateando al pie del Retoño. 2008.
Foto: Leticia Maldonado Arruti.
En 1938 se mudaron a Villa Devoto donde nació Héctor. Vendieron el negocio de La Boca y compraron la casa con jardín que soñaba doña Salus.
Don Tomás seguía con el corretaje. Es así como llega a La Plata y conoce Casa Pisa, una mayorista de panaderías y confiterías. Estaba ubicada en 13 entre 56 y 57, frente al Ministerio de Educación y a 200 metros del Centro Vasco. Después de mucho ahorrar consiguieron comprar el fondo de comercio el 2 de mayo de 1945, al día siguiente nació Delia. Cuando doña Salus salió del Hospital Rivadavia de la Capital se vino directamente a vivir a La Plata.
Llegar a su casa era sinónimo de olorcito a torta. Doña Salus había andado por el negocio con una ollota en la cadera cargando nueces, pasas de uva, almendras, castañas, todo de a puñado.
Ella tenia “mano verde”. Aquí se le llama así a la gente que entierra un palito y nace una planta. De hecho su casa parecía un jardín botánico. Pero su orgullo eran las begonias. Con esa pasión sembró la bellota del retoño del Árbol de Guernica en un tambor de 200 litros. Esa bellota brotó y creció. El 7 de julio de 1956 fue plantado en la Plaza Moreno, pleno corazón de la ciudad. Hoy es un árbol que supera los 15 metros de altura. Bajo su sombra generosa, todos los años, para el 3 de diciembre los alumnos de euskera del Centro Vasco se reúnen en una mateada.
Después de ahorrar durante 15 años comprando y vendiendo otras propiedades consiguieron adquirir la casa de la calle 13, donde siempre funcionó la Antigua Casa Pisa.
Héctor enferma a los 25 años y muere a los 40. La viuda compartió el dolor de su amiga durante todos esos años.
Los Bezunartea fueron viajeros incansables. En 1979 vuelven a su tierra en un viaje que dura más de un mes. En enero del 82, antes de la guerra, viajaron a las Malvinas, ya conocían toda la Argentina, sólo les faltaban las islas.
En Guernica 1979.
Foto: Delia Bezunartea.
La familia en Córdoba. Argentina.
Foto: Delia Bezunartea.
Don Tomás fallece el 20 de diciembre de 1991 y doña Salus el 9 de enero de 1994. La viuda todavía lamenta sus muertes.
Todas estas anécdotas las conozco porque las viví. La viuda que acaba de cumplir 96 años, se llama Maria Luisa Arruti de Maldonado. Es mi madre.