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Publicado en el Boletín Beti Aurrera n.º 89.
Escrito en 1778, pero editado en Córdoba ciento treinta y ocho años después, el libro del navarro don Miguel de Learte Ladrón de Zegama, al que tituló “Fracasos de la fortuna”, es considerado como las primeras memorias escritas en la Argentina.
Se dice que el original está compuesto de doscientos fojas escritas con letras apretadas y en papel recio y que antes de ir a parar a las manos del editor, el jesuita Pedro Grenón, perteneció a la familia de José María Vélez, quien lo canjeó por estampillas de colección. El libro en cuestión pudo salir nuevamente a la luz atravesando un largo tiempo histórico en el año 1926, en la misma ciudad de Córdoba, siendo por entonces gobernador el doctor Ramón J. Cárcano, ordenando la entrega de fondos para su publicación. En total fueron doscientos cincuentas ejemplares.
Pedro Grenón al editarlo en la colección de documentos históricos del Archivo de Gobierno de Córdoba modificó el título original, que el propio protagonista escribió de este modo: “Fracasos de la fortuna y sucesos varios acaecidos a Don Miguel de Learte Ladrón de Zegama, natural de la ciudad de Sangüesa en el Reino de Navarra”, en concreto, lo reemplazó por el simple y más directo: “Las aventuras de Learte”. De todos modos es de destacar, y como referencia de cierta importancia histórica, que el sangüesino del siglo XVIII, a más dos siglos y medio de la conquista militar castellana y a miles de kilómetros de su tierra nata, deja por sentado con ese título, no solo el encuadre temático, sino también su propia identidad de súbdito navarro. Un detalle que viene bien resaltar en los ya cercanos quinientos años de aquellos trágicos acontecimientos.
Foto: brighterorange.
Nacido el 24 de septiembre de 1733 en el seno de una familia numerosa, abandona el hogar casi niño a pesar de ser, como lo señala en su libro, de contextura débil, “me crié muy endeble y enfermizo”. Tras mil peripecias logra embarcar en Cádiz con destino al Rió de la Plata, sueño e ilusión de muchos para labrarse un porvenir. Gran parte de la vida de Miguel Learte transcurre en el norte argentino, precisamente en la provincia de Salta a donde llega después de ejercer diferentes oficios, como paje, escribano, albañil, chasqui, dependiente de almacén y hasta contrabandista y traficante de esclavos.
Su situación económica sufre periodos de profundas caídas pero al fin, logra Learte alcanzar una relativa fortuna al convertirse en una pieza importante de la enorme y eficiente organización económica que los jesuitas desarrollaron en las Indias. Pero para el sangüesino la época de las vacas gordas llega a su fin en el año 1767 con la decisión de Carlos III, Rey de España de expulsar de sus dominios americanos a los discípulos del santo vasco, Ignacio de Loyola.
Don Miguel Learte cae en desgracia y por ciertas y oscuras maniobras del Gobernador de Salta en relación a los cuantiosos bienes de los jesuitas incautados en el momento de la expulsión, es detenido y sus bienes confiscados. Cárcel, tortura y enfermedades cayeron sobre la humanidad del navarro. Una vez recuperada la libertad, y hasta la muerte, se dedica a escribir sus memorias y sumergirse en numerosos pleitos para tratar de recuperar parte de sus bienes. A los 61 años, precisamente el 24 de febrero de 1790, le alcanza la muerte a Learte, aquél que después de muchas penalidades y no pocas aventuras, algunas de ellas verdaderamente fantásticas, había logrado trepar a la cumbre de su fortuna. Sus memorias son reflejos de esa lucha, de ese tesón y de los sueños e ilusiones del sangüesino para alcanzar a ser, al menos, el héroe digno de su propia historia.