Óscar Candendo (Antzuola, 1971)
Estudió Órgano en los conservatorios de Bayona y Pau (Francia)
con B. Carrau y Jesús Martín Moro sucesivamente, concluyendo
el Grado Superior con la máxima calificación.
Continuó su aprendizaje en la Ecole d’Etudes Musicales Superieures
de Toulouse y completó su formación en Barcelona con Montserrat
Torrent y en la Staatliche Hochschule für Musik und Darstellende Kunst
de Stuttgart con Bernhard Haas.
En 1992 obtiene el Primer Premio en el Concurso Permanente de Juventudes Musicales
celebrado en Sevilla. Al año siguiente le es concedido el Premio Andrés
Segovia y J. M. Ruiz Morales en el XXXVI Curso Universitario Internacional
de Santiago de Compostela. Se le otorgó además el Diploma de
Postgrado y Especialización del Departamento de Musicología
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por haber realizado
el Curso de Interpretación de la Música de Órgano del
Barroco Europeo.
Ha ofrecido numerosos recitales en Europa: Internationale Orgeltage Kevelaer,
Orgues d’été à Bordeaux, Festival Internacional
de Orgao de Lisboa, Festival Internacional de Música y Danza de Granada,
Quincena Musical de San Sebastián, Cicle d’Orgue al Palau, Festival
Internacional de Órgano Catedral de León, Auditorio Nacional
(Madrid), Capilla de Venerables (Sevilla), Catedral de Sevilla, Palacio Euskalduna,
etc.
Es coautor, junto a Françoise Clastier, de un estudio: Órganos
Franceses en el País Vasco y Navarra (1850-1925) publicado en
la Sociedad
de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza: Cuadernos de Sección
(Música) 7, 1994.
Tras haber obtenido el Diploma de Estudios Avanzados en Historia y Ciencias
de la Música en la Universidad de Valladolid, actualmente trabaja en
su Tesis Doctoral sobre el compositor alavés de música religiosa
Vicente Goicoechea (1854-1916). Es Profesor de Órgano en la Escola
Superior de Musica de Catalunya, (ESMUC), Organista Titular de El
Buen Pastor en San Sebastián y organista del Coro Easo en la misma
localidad.
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En la
terraza del “Pokhara”, celebérrima cafetería que
se encuentra detrás de la Catedral del Buen Pastor de Donostia, Óscar
Candendo nos hace un hueco a primera hora de una espléndida mañana
veraniega.
Cuenta con un gran sentido del humor y conversación fluida, nos dice
que es el “más joven, o menos viejo” de tres hermanos,
amante de la música “aunque no hay antecedentes musicales en
mi familia”. Es joven, de aspecto y espíritu y, a la vez, demuestra
una gran madurez personal en la sencillez de trato.
¿Qué nos puede contar sobre sus inicios en la música?
Nací en Antzuola, un pueblo guipuzcoano relativamente pequeño, (¡pero que como ocurre en tantas localidades de Gipuzkoa tiene un órgano que está bien!). Por entonces aún vivía quien había venido siendo organista del pueblo durante muchísimos años, Simón Artola. Yo le conocí ya mayor –era un hombre de otra época– pero continuaba tocando el órgano en la iglesia y además nos daba clases de solfeo a todos los niños y niñas del pueblo: era la “institución” musical en Antzuola.
Pero ¿es que todos pasaban por las clases de solfeo?
Sí, era algo que no se cuestionaba: llegados a una edad, todos íbamos a clases de solfeo. Quizás pueden parecer cosas de otros tiempos, (se ríe) pero no hace tanto...
¿Cuántos años tenía?
Unos siete. Estamos hablando de finales de los años setenta, principios de los ochenta.
¿Cómo eran esas clases?
(Se sonríe) Quizá eran un poco áridas. En la sala en la que dábamos las clases había una gran mesa rectangular alrededor de la cual nos poníamos todos de pie, chicos y chicas. En el centro se colocaba Don Simón con un palo largo -¡la batuta!- y, sin piano ni nada, comenzábamos a solfear. Además, de esa época también recuerdo las clases de música que dábamos en el colegio.
¿A qué colegio iba?
Al de la Compañía de María, conocido como “La Enseñanza”, en Bergara. Creo que será uno de los colegios más antiguos de Gipuzkoa, es decir, que mantiene su ubicación y edificios originales, de estilo neoclásico; hace poco se celebró su segundo centenario. Se trata de un colegio con mucha solera y con tradición musical porque el coro de voces blancas formado por las religiosas tenía prestigio.
Comentaba que recordaba las clases de música en el colegio...
Sí, se estudiaba solfeo, piano, y otros instrumentos y para aquella época el sistema era muy moderno, pues hasta teníamos cabinas para practicar. Esto me vino muy bien porque mientras estaba en tercero o cuarto de E.G.B., y sin tener antecedentes musicales en la familia, dije a mi madre que quería aprender a tocar el piano. Mi primera profesora fue la Madre Amparo Navarro, una monja que murió hace unos años casi centenaria y que era una profesora francamente competente a la que se le notaba que había tenido una educación musical seria. Y creo que no era un hecho excepcional, tengo el recuerdo de que las monjas eran, cada una en su área, mujeres muy bien preparadas.
¿Hasta qué edad estuvo en “La Enseñanza” de Bergara?
Hasta los once años. Cuando acabé quinto de EGB (equivalente a 5º de primaria), vinimos a Donostia y aquí estudié en Mundaiz, en los Corazonistas.
Foto: Noticias de Gipuzkoa.
¿Y la música?
Seguí con un profesor particular, José Mª Arbona, un hombre muy interesante, con una dilatada experiencia docente y una educación musical amplia. Con él estudié durante unos años piano y solfeo y finalmente, tras pasar por una academia, ingresé en el conservatorio donde estudié con Juan Padrosa, mi primer profesor ”oficial”, digámoslo así. (Padrosa, además de buen profesor fue un pianista importante –murió hace poco–).
La verdad, ahora me doy cuenta de que he conocido a mis maestros en sus etapas finales, lo cual ha sido una suerte porque a través de ellos me ha llegado un reflejo de generaciones anteriores, de formas de hacer música pasadas.
¿A qué se refiere con “formas de hacer música pasadas”?
Me refiero al estilo y a los usos interpretativos que, lógicamente, han cambiado a medida que los estudios musicológicos han ido implantándose y extendiéndose.
¿Cómo era antes?
Antes la dedicación a la música era más vocacional, los conocimientos se transmitían también de otro modo... No sé, es difícil de explicar, lo que está claro es que la vivencia de la música era otra, también el mundo era diferente.
Estamos hablando de la música en general, pero ¿cómo surge su acercamiento al órgano?
El órgano es un instrumento que desde siempre me ha gustado. Pero he de confesar que “mi primer concierto” de órgano marca un antes y un después: lo dio José Manuel Azkue, el mítico organista de Sta. María, dentro del Curso de Órgano Romántico. (Curso que sigue celebrándose dentro de la Quincena Musical de Donostia).
¿Cuándo sucedió esto?
Cuando yo tenía unos.... catorce o quince años. Asistí a todos los conciertos que se celebraron. La verdad es que nos juntábamos un grupo de chavales jóvenes que sentíamos verdadera pasión por la música e íbamos todos los años al ciclo. Recuerdo a algunos compañeros y amigos del conservatorio, un mes antes empezábamos a ponernos nerviosos, (se ríe) ¡algunos incluso no podíamos dormir la víspera!
En esta época, ¿estaría usted en pleno Bachiller?
Sí, hubo un momento en que tenía que simultanear varios estudios: BUP y COU, en letras mixtas, 6º de piano y los que comencé de órgano.
¿Sigue siendo hoy en día necesario cursar estudios de piano para poder acceder a órgano?
Ahora es diferente, porque con la LOGSE el plan de estudios ha cambiado. Antes de esta ley, la música no tenía el reconocimiento académico que tiene ahora, y en mi época estudiar “sólo” música era visto con un poco de recelo. Yo creo que se debía a que no estaba tan regularizado, en el sentido de que aunque teníamos una titulación oficial del conservatorio, no eran unos estudios equiparables a una carrera universitaria.
Pero la música sigue sin ser universitaria...
Efectivamente, los estudios de música siguen sin ser universitarios, pero el título superior de un Conservatorio Superior es equivalente a todos los efectos a una licenciatura. (Yo me podría presenta a cualquier oposición en la que solicitasen una licenciatura genérica). Como digo, antes no sucedía así y por eso entiendo la preocupación o las dudas de los padres de la mayoría de los que queríamos estudiar exclusivamente música.
Y ¿qué sucedió en su caso?
Pues que tanteé la universidad y empecé derecho, pero no me gustó nada. Y, después de hablar en casa, no me pusieron ninguna pega para que me dedicase únicamente a la música. Me apoyaron en todo.
Y comienza a especializarse...
En un momento dado, veo que cada vez me gusta más el órgano y para especializarme simultaneo el conservatorio de Donostia con el de Baiona. Luego continué en Pau y, de allí, fui a Toulouse. Finalmente fui a Stuttgart con Bernhard Haas y a Barcelona con Montserrat Torrent, que ha sido la gran profesora de organistas en España. No se puede entender la historia y la docencia del órgano en el siglo XX en España sin ella.
Estamos hablando de una generación joven de organistas, que ¿en qué ámbito desarrollan su trabajo?
La verdad es que los organistas nos movemos en un ámbito muy específico. Pasamos muchas horas dentro de las iglesias. Es algo que puede chocar, pero tiene un lado fascinante. Ten en cuenta que en muchas ocasiones el órgano es una obra de arte, dentro de otra obra de arte, el templo, que a su vez suele contener otras tantas obras de arte.
¿Le parece que el órgano es un instrumento musical directamente relacionado con la Iglesia?
Sí, hemos de tener en cuenta que en nuestro entorno, los organistas solían ser clérigos y normalmente el público escuchaba el instrumento en la liturgia. Existe, sin embargo, otro repertorio, destinado al concierto, que va desarrollándose principalmente a partir del siglo XIX, el repertorio deja de ser exclusivamente religioso. Hay órganos en auditorios –en Inglaterra llegó a tener gran importancia como instrumento civil–, en cines…
¿Bandas sonoras?
(Se sonríe) No. Me refiero a la época en la que el cine era mudo y se hacía música en vivo. Ten en cuenta que los auditorios eran el lugar para encuentros, cines, convenciones, etc.
Hemos hablado de Inglaterra, y por aquí ¿se encuentran órganos en espacios cívicos?
Sí. Normalmente suelen instalarse en los auditorios, por ejemplo en el Euskalduna hay un gran órgano. En el Kursaal, no, y ello supone, por cierto, una gran limitación, pero, quién sabe, igual en el futuro se podrá construir… Porque la verdad, hay mucho repertorio sinfónico con órgano, y si se tiene una buena orquesta pero en el auditorio no hay órgano, se ha de recurrir a sustitutivos de tipo electrónico. ¡Algo inconcebible en otros instrumentos!
¿Pero ese repertorio sinfónico es un repertorio conocido?
Sí, por supuesto. La Sinfonía Dante de Liszt, la Sinfonía Manfred de Tchaikovsky, la tercera de Saint-Saëns, varias obras de Strauss y un larguísimo etcétera.
Sin embargo, ¿es un instrumento que nace en la Iglesia?
No exactamente, porque era empleado por griegos y romanos, quienes no lo utilizaban, por cierto, en los templos. De todos modos, el órgano tal y como nosotros lo conocemos sí se desarrolla en la Iglesia quien lo convierte en el instrumento litúrgico por antonomasia.
Hemos comentado anteriormente que los organistas tienen un “plus” de artisticidad, quizá, ya que los instrumentos que tocan son en ocasiones verdaderas obras de arte...
En efecto, hay veces, muy pocas, en las que te encuentras tocando en un órgano del siglo XVI. Del siglo XVII, se conservan algunos, del XVIII y del XIX ya más...
Entonces, además de música les tocará en alguna ocasión practicar la conservación de los instrumentos.
La organería. La mayoría de nosotros no tenemos, por desgracia, formación específica, y creo que ese es un gran vacío que habría que llenar. No obstante, sí que tenemos contacto con organeros, conservadores de arte y, casi todos, desarrollamos un respeto hacia lo antiguo.
Usted que ha completado su formación en varios países, ¿qué nos puede comentar de las diferencias entre unos sistemas y otros?
En Alemania, por ejemplo, tienen un buen sistema, muy estructurado. El alumno que quiere ser organista litúrgico, pongamos por caso, tiene una serie de asignaturas complementarias al órgano que nosotros no hemos tenido: liturgia, gregoriano...
Hablemos, si le parece del instrumento. ¿Cómo es eso de tocar con el cuerpo entero?
(Se sonríe) Es un poco incómodo y creo que es muy “antianatómico”, porque no nos apoyamos en los pies. Si te digo la verdad, no sé muy bien dónde nos apoyamos. La verdad es que el órgano es un instrumento que fascina, está lleno de teclados, recursos sonoros, registros, el pedal... tiene un punto espectacular. La coordinación es algo muy importante; piensa que leemos tres pentagramas a la vez, dos manuales y pedal, y que realizamos un esfuerzo físico considerable.
Además de concertista, es usted profesor en Escola Superior de Musica de Catalunya, (ESMUC).
Efectivamente, cuando convocaron oposiciones me presenté a la plaza de profesor de órgano, la obtuve y, desde entonces, hace unos siete años, doy clases allí.
¿Cómo ve a los jóvenes músicos que llegan a sus clases?
En general, con muchas aptitudes, con mucho interés.
¿Y en lo que respecta a los organistas?
Soy muy optimista. Hay una generación que tiene más medios que nosotros, otra visión y están en situación de llegar muy lejos.
Hay algo que me suele picar la curiosidad, ¿en dónde estudian los organistas?
Bueno, eso varía de organista a organista. Yo tengo la suerte de ser el organista de la Parroquia de El Buen Pastor, donde hay un Párroco, D. Bartolomé Auzmendi, que es un lujo, porque aparte de su sensibilidad musical, tiene una capacidad de gestión importante y, en gran parte, gracias a él se restauró el órgano de la Catedral....
¿Cómo definiría la música?
No sabría definirla. En estos casos, siempre suelo recurrir a lo sentimental, a lo emocional y cuando entramos en ese terreno las palabras suelen ser insuficientes. De todos modos, la música se explica por sí misma, intentar definirla resulta innecesario.
¿Existe el intrusismo en música, en el órgano?
Como en todo. Muchas veces se maltratan los órganos, porque cualquier feligrés que tenga un poco de idea... se convierte en “zampa-teclas” –como suele decir una colega del Baztan–. Debo decir que, hoy día, y salvo excepciones, el estado de la música en la iglesia es lamentable, penoso…
¿Qué le parece la musicalización de las liturgias con los grupos de guitarra?
No me interesa nada. (Si al menos fueran guitarristas...). Tampoco me parece el instrumento más adecuado para la acústica de las iglesias... En lo que respecta a la música, hay un antes y un después marcado por el Concilio Vaticano II que legisló muy bien, pero fue muy irregular, por no decir caótico, en su aplicación. En muchos casos se han hecho verdaderas barbaridades con el patrimonio de siglos.
¿Cómo ve el futuro de los organistas?
Empieza a ver iniciativas muy interesantes: aprovechando la existencia de órganos en muchos pueblos de Gipuzkoa, se va ofrecer la posibilidad de estudiar órgano en las escuelas de música; Azpeitia y Bergara han sido pioneros en este tema. Es deseable que el oficio de organista se recuperé: es alguien que puede desempeñar una gran labor hoy.
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