Juanjo Mena (Vitoria-Gasteiz, 1965)
Nació en Vitoria-Gasteiz el 21 de setiembre de 1965, en el seno de una familia sin tradición musical. Empezó cantando en coros y escolanías, y pronto se hizo cargo de la dirección de esas agrupaciones, siendo uno de los más jóvenes directores de coros de España, y uno de los primeros en interpretar música contemporánea y de vanguardia.
Inició su formación musical en la Escuela Superior de Música de Vitoria, y allí conoció a Carmelo Bernaola, una persona que en el trascurso de los años se convertirá en su principal mentor y en figura clave de su carrera. Con él estudia Armonía, Composición e Instrumentación. Más tarde se traslada a Madrid, al Real Conservatorio Superior de Música, donde estudia Dirección de Orquesta. Poco después, las instituciones vascas, convencidas de su valía, le conceden la Beca Guridi-Bernaola, lo que le permitirá trasladarse a Munich para asistir a clases, cursos y ensayos de otra figura emblemática que va a dejar una huella imborrable en su memoria: el maestro rumano Sergiu Celibidache.
Inicia su trayectoria musical en 1993 colaborando con la que más tarde será su Orquesta: la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS). Un año más tarde dirige a la Orquesta de Cámara “J. Guridi”, Orquesta Sinfónica de Georgia, Orquesta de Cámara de Irún y graba con la Orquesta Sinfónica de Barcelona-Nacional de Cataluña. En 1995 realiza diversos programas de trabajo y varios conciertos con la Orquesta Sinfónica de Euskadi y asume la Dirección Artística de la Orquesta de Cámara "Aita Donostia" de San Sebastián. Al año siguiente, dirige como invitado a la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional de Madrid y comienza una intensa colaboración con la Orquesta Sinfónica de Euskadi interpretando varios programas de abono en la Temporada 96/97. En 1997, el Gobierno Vasco le encarga la responsabilidad de formar la Joven Orquesta de Euskal Herria. Simultáneamente, es nombrado Director Asociado de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y junto a los maestros Gilbert Varga y Mario Venzago trabaja en la mejora de su calidad artística.
En 1999 sucede a Theo Alcántara al frente de la Dirección Musical y Artística de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) e inicia una etapa de denodado esfuerzo y dedicación por elevar y colocar al conjunto bilbaíno entre las orquestas más sólidas e interesantes del panorama musical español. Mientras tanto, es requerido para dirigir a las mejores orquestas españolas. En el 2000 comienza una estrecha relación con la Orquesta Nacional de España que le lleva a dirigir a esta orquesta en numerosas ocasiones durante las últimas temporadas por invitación expresa del Maestro Fruhbeck de Burgos. Igualmente, intensifica su presencia internacional al frente de orquestas como la Filarmónica de Bucarest, Staatsphilarmonie Rheinland-Pfaltz, Orquesta Filarmónica de Bergen, etc.
Fuente: www.juanjomena.com
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Edurne BEGIRISTAIN
Tras casi una década al frente de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS), Juanjo Mena dejó su cargo hace unos meses, como consecuencia del desgaste intenso que genera tantos años de trabajo. Bajo su dirección la BOS ha adquirido un sonido especial y profundizado, y ha trasformado y elevado, espectacularmente, la calidad artística de la agrupación vasca, siendo requerida su presencia en numerosos teatros y festivales, dentro y fuera de nuestras fronteras. Juanjo Mena es, sin duda, una referencia entre los aficionados y amantes de la música clásica.
Tras casi diez años al frente de la BOS, ¿cómo afronta esta nueva etapa?
Después de estar casi 16 años con la orquesta, y 9 años como titular, la decisión fue muy pensada y elaborada. Creo que es un buen momento para cambiar, para buscar otras nuevas metas, otras nuevas direcciones. La carrera internacional se estaba disparando y no podía atenderla como merecía. Ahora mismo estoy muy contento porque a nivel familiar estamos mejor y más tranquilos. El principal cambio es que yo me puedo dedicar a hacer exclusivamente música, ya no tengo tantas labores de administración, de gerencia, de problemas de gestión, asuntos políticos... Me he olvidado de las tantísimas reuniones, del tiempo que dedicaba a proyectos que no llevaban una nota asociada directamente. Las expectativas se están cumpliendo y ahora estoy mucho más centrado en la música. Creo que era algo importante para mi carrera.
Foto cedida por Juanjo Mena.
Usted ha dicho que tras una relación demasiado intensa con la orquesta necesitaba respirar. ¿Ha sentido una liberación?
Sí. Creo que cualquier director que se implique en el grado correcto con una orquesta, pone un plus muy importante de su vida y de su tiempo para que ese proyecto salga adelante. En este sentido, en efecto, es una liberación porque dispongo de mucho más tiempo para estudiar y conocer otras orquestas. Y en cierta medida, es también un progreso, porque cuando te mueves, cuando entras en conexión con más orquestas, cuando tienes más tiempo para estudiar, estás creciendo también. Debía dar un cambio en mi vida pensando más en mi progresión que en mi trabajo o en las responsabilidades que tenía.
La BOS ha sido el proyecto al que más tiempo ha dedicado en su vida ¿Qué ha supuesto la BOS para usted?
Es una parte muy importante de mi vida. Me volqué en cuerpo y alma a ella. Estoy muy agradecido por la confianza que se depositó en mí para mejorar el proyecto, y estoy muy contento con los resultados obtenidos en estos 9 años. Si lo veo en cómputo global, creo que la orquesta que yo dejé era muy diferente a la que encontré, y que la visión que tenía la ciudad con respecto a su orquesta también cambió mucho. Creo que hicimos un buen trabajo juntos. Se puede decir que fue un proyecto que afianzó mi credibilidad como director de orquesta, porque hicieron una apuesta por mí y yo por la orquesta, y creo que fue ganadora por ambas partes. Me ha dado una sensación de confianza y de seguridad muy importante para seguir trabajando en la línea que creo.
Y a partir de ahora, ¿qué?
La gente entendió que me iba a tomar un año sabático, pero para nada es así. Realmente estoy más tranquilo porque estoy más centrado en la música. Pero ahora mismo la cantidad de orquestas que estoy haciendo esta temporada o las que tengo para las dos próximas no invitan a pensar que mi vida sea muy tranquila, ni siquiera que mi familia me vaya a ver tanto como antes. Creo que me va a ver menos que antes, pero que me va a ver mucho mejor. Ya no llego a casa con tantos conflictos y tantos problemas. Antes, a veces solamente dormía en casa, y ahora no es así, ahora duermo fuera muchas semanas, pero cuando estoy aquí estoy mucho más centrado.
Procede de una familia sin tradición musical. ¿Cómo fueron sus inicios en ese mundo?
Mis dos hermanos también son músicos, aunque mi hermana es una físico-química de mucho prestigio que ahora mismo está trabajando en investigación. La razón de que seamos músicos es una decisión muy concreta de mis padres: ellos en vez de llevarnos al colegio que estaba en frente de donde vivíamos, que es lo que hubiera hecho cualquiera, nos llevaron a uno que estaba cuatro manzanas más lejos, donde había una mayor preocupación por las cuestiones artísticas. Esa fue la razón. Escogimos un colegio donde se acentuaba la actividad artística, cosa que no ocurre mucho en estos días, ya que todo está enfocado al deporte y a la Q de calidad, pero no a la Q artística o de creatividad de los alumnos. Fuimos unos privilegiados, entramos en el conservatorio para mejorar nuestra preparación de cara al colegio, y al final el conservatorio nos cogió y nos absorbió, y nosotros absorbimos al conservatorio. Ahí estamos los dos: mi hermano es un cantante con muchísimo trabajo, muy inteligente y muy especial, y yo también estoy disfrutando de la música.
Como muchos adolescentes de su edad, empezó cantando en coros y escolanías, pero pronto apuntó maneras que le condujeron a hacerse cargo de la dirección de esas agrupaciones, siendo uno de los más jóvenes directores de coros de España.
El camino ha sido ése: empecé cantando en coros y tocando instrumentos. En aquella época el folklore estaba muy presente, y toqué el txistu, también el clarinete en la Banda Municipal y canté en coros. Empecé a dirigir escolanías con 16 años, y a partir de los 18 formé mi primer coro. Con 20 dirigía el grupo instrumental de música contemporánea, con 22 empecé a dirigir la orquesta de alumnos, y del conservatorio ya surgió el proyecto de la EGO, la Joven orquesta de Vitoria,... Y a partir de ahí ya nos liamos.
Se puede decir que fue un alumno precoz...
Creo que la clave está en la educación. Uno puede pensar que eres precoz en algo cuando estás desarrollando muy pronto muchas cosas, pero en nuestro caso fue una cosa natural que lo podía haber hecho cualquiera de los alumnos de aquel colegio. Fue importante el trabajo de nuestros padres. Ellos fueron a todos los conciertos, nos apoyaban, estaban con nosotros... Es tan importante la educación en la vida de una persona que no sé si nos damos cuenta. En cualquier caso, también fuimos afortunados porque en ese momento había mucho por crear y nosotros estábamos ahí, y por eso nos pudimos sumar a eso que estaba creciendo. Ahora es mucho más difícil hacer el trabajo que hicimos nosotros entonces.
Foto: Edurne Begiristain.
Inició su formación en la Escuela Superior de Música de Vitoria y ahí conoció al maestro Carmelo Bernaola. ¿Qué supuso para usted? ¿Qué le aportó?
Hay veces que digo que todo, porque fue una oportunidad increíble conocerlo. Si José Ángel Cuerda, por entonces alcalde de Vitoria, no hubiese fichado a Carmelo Bernaola para venir a la escuela, muchos de los que hemos salido de esa escuela no hubiéramos estado donde estamos ahora. Se entregó a esta ciudad y al proyecto en el que todos nos volcamos. Era fantástico, con una personalidad increíble y una musicalidad fuera de duda. De él hemos salido compositores de todo tipo, clásicos, modernos, de bandas de cine, instrumentistas, directores... Carmelo supuso muchísimo, tanto para esta ciudad, como para muchos de nosotros. Es alucinante cómo alguien puede suponer tanto en las vida de otras personas.
¿Cómo fue su relación personal con él?
Fue muy entrañable. Enseguida surgió un flechazo entre ambos. Cuando yo era muy joven, en uno de los exámenes que él hizo, yo estuve improvisando mucho tiempo porque casi no había estudiado y aparecieron cosas que a él le gustaron y surgió un flechazo natural. Y a partir de ahí empezamos a trabajar muy intensamente juntos. Después él me dio muchas opciones para dirigir el grupo instrumental de música contemporánea, estrenar obras, etc. Me dio muchas opciones porque creía en mi trabajo, y yo recibí todo de él. Eran épocas en las que muchos de nosotros vivíamos casi en el conservatorio y casi pegados a él. Y él no tenía horas. A veces estábamos hasta las 3 o 4 de la mañana hablando en la calle, ¡con el frío que hacía! No fue un maestro al uso, fue un maestro cercano, muy vital, y creo que nos enseñó a todos nosotros a entender la música desde la vida, y de esa manera, a hacerla grande.
Más tarde se fue a Munich con una beca, y allí conoció al maestro rumano Sergiu Celibidache.
Otra gran personalidad, muy influenciado, también, por Carmelo. El conocer al maestro Celibidache supuso el desarrollo interior de la música, como son las vivencias, las sensaciones, las impresiones no tangibles, no palpables,... cosas que están fuera del control de nuestro raciocinio, que no están escritas. Realmente creo que tanta experiencia que viví con él, tantos conciertos y ensayos que yo escuché, perduran metidos en alguna parte de mi ADN, sin darme cuenta, y salen con el tiempo según voy desarrollando mi carrera. Tuve una enorme carga o atracción hacia la parte inconcreta de nuestro mundo musical. Él me abrió esas puertas, y es algo que ahora la gente valora mucho.
Foto cedida por Juanjo Mena.
¿Cómo es un día normal de un director de orquesta?
En mi caso, un día normal es el siguiente: hacia las 6 de la mañana estoy en pie, a las 6.30 estoy desayunando, y después tengo unas dos horas o dos horas y media de estudio, hasta mi hora de ensayo que son las 10 de la mañana. El ensayo con la orquesta suele durar hasta las 14.00, tras lo que como algo muy ligero, y como suelo estar muy cansado, hago una mini siesta de media hora. Intento recuperar energías para el ensayo de la tarde, o sino, intento recuperarme y a partir de la tarde lo dedico al estudio. Realmente nuestra vida la hacemos entre hoteles y la sala de ensayo.
¿Le deja tiempo la música para otras aficiones?
Ahora mismo como estoy tan centrado en mi trabajo, a veces creo que mi pasión es mi trabajo, y se suelen confundir. En la vida se confunde todo, y suele ser difícil gestionarlo con la familia. Mi pasión cuando estoy en casa es intentar devolver a mi familia todo el tiempo que no estoy. Y cuando estoy fuera, es principalmente estudio que no puedo hacer cuando estoy con la familia. Realmente no tengo un hobbie paralelo, no lo hay. Me estoy dando cuenta de que cuando me voy haciendo poco a poco mayor necesito empezar a preocuparme un poco más de mi estado físico, porque el trabajo es muy duro. Creo que tengo que empezar a hacer algo para mejorar un poco mi preparación física...
¿Que es la música para Juanjo Mena?
Normalmente no escucho otro tipo de música que no sea clásica. Nuestra función es analizar, controlar, equilibrar, mejorar y pulir todo lo que sea música. Yo escucho música y tengo que tener una función pasiva: me tengo que ir y no escucharla, para no analizarla. Cuando uno llega a tener experiencias musicales de tan alto nivel como cuando dirige una gran orquesta, la música se puede decir que es... no sabría responder... La música es ahora un elemento creativo para mi tan importante que no tiene una derivación de disfrute como la puede entender la mayoría de la gente. Para mí la música es una búsqueda continua, es un intentar llegar a hacerla lo mejor posible, intentar descubrir que llegue a más gente, que la gente se emocione con ella. Se puede decir que es un elemento de comunicación, de creatividad personal. Y cuando no está en esa dirección, no me interesa.
¿Por qué cree que es tan difícil atraer a la gente joven al mundo de la música clásica?
En primer lugar creo que el error es educacional. Segundo, es un error de marketing y de mercado, se quiere llegar a mucha más gente, y se hace una música mucho más fácil para que llegue a la gente y tenga resultados inmediatos. Entiendo que la otra es una música con la que mucha gente joven también disfruta y se vuelve loca, pero el desconocimiento es fundamental. Si uno no está acostumbrado a escuchar música clásica tampoco la intenta escuchar. Es una pena que del colegio no se salga sabiendo leer música como sabemos leer letras.
Foto: Edurne Begiristain.
¿Cuando está en un concierto cómo se da cuenta de que está conectando con el público?
Normalmente no me entero del público. Hace tiempo que abandoné ya al público, sin embargo en el silencio del público, en el respeto del público, sí que aprecio la conexión o en su caso, la falta de conexión. Si en un momento de máxima tensión musical oyes rumores, ruidos o toses te das cuenta de que ese público no está tan conectado. El público lo sientes detrás, a veces lo sientes por cómo está tocando la orquesta para ese público. Pero realmente cuando estás desarrollando el hecho musical de un concierto no piensas en el público, piensas en cómo puede sonar eso lo mejor posible. Y tú formas parte de eso también. Hay directores que dirigen para el público, pero no es mi caso. Creo que con dirigir a la orquesta y a los músicos se llega al público.
¿Cómo ve la situación actual de la música clásica en Euskal Herria?
Yo fui profesor de conservatorio durante bastantes años, y en cierta medida no sé si porque yo soy producto de un momento diferente y una época diferente en la que hubo tan buenos resultados, he sido muy crítico después. Creo que la LOGSE, que afectó también a la música, ensombreció muchas cosas. La LOGSE fue una burocratización y una administración de la música. Los resultados que están dando la LOGSE tras 10 años no son mejores que los de antes. Las escuelas municipales que obligó la LOGSE a crear están sobreviviendo como pueden, y los conservatorios de grado medio, quizás se han adecuado al cambio y están trabajando muy fuerte, pero los resultados no son tan buenos. Yo acabo de estar en Musikene trabajando con la orquesta, y mis sensaciones han sido de que hay una situación muy problemática, con un alumnado y profesorado encendido y levantado en cólera contra los cambios que se están dando. Para mi el gran error de la LOGSE fue que no se hiciera como en otros países, que la música formara parte de la educación normal y que un niño saliera sabiendo música de un colegio público.
Y a nivel de infraestructuras musicales, ¿estamos bien equipados?
A nivel de infraestructuras en enseñanza yo critiqué en su momento el gran error de hacer un centro superior en el Palacio de Miramar, que es muy bonito, pero no tiene los medios necesarios. Ahora mismo el centro superior de música de este país tiene problemas porque no es un centro apropiado para la música.
¿Y qué le parece el proyecto de Auditorio para Vitoria-Gasteiz?
Yo dije hace mucho tiempo, y me reafirmo ahora, que es mejor que se gaste algo menos en el Auditorio, y que se invierta una parte en fomentar la cultura musical en esta ciudad, que se invierta dinero en la educación de la gente. Porque sino los espacios van a quedar vacios.
Hay que invertir también en la cultura de la gente, no sólo en edificios. Porque se venden como auditorios, pero, casualmente, son palacios de congresos también; por tanto, estamos hablando de política económica, pero le ponemos el nombre de Auditorio para quedar bien.
En ese sentido, ¿tenemos mucho que aprender de otros países?
España y Euskadi en los últimos 30 años han cambiado muchísimo. Pero es que había tanto por hacer que el cambio es visto desde fuera como una maravilla. El principal problema es la educación musical, y el siguiente problema es la falta de profesionalización en los estamentos de organización musical. Es un problema de educación general, de rigor profesional, de ética profesional, de respeto profesional a la música, que en otros países está mucho más avanzado. Con el tiempo seguro que iremos mejorando, pero el problema es que la enseñanza básica no se está fomentando. Creo que hay mucho por hacer. Se ha hecho mucho, pero no nos podemos contentar. Porque a veces un bonito celofán por fuera no quiere decir que por dentro el bombón esté bueno.
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