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Imanol Olaizola Etxeberria

Químico y musicólogo vasco. Realizó entre 1939-45 los estudios de Químicas en la Universidad de Salamanca y del Doctorado en la Universidad de Madrid, especializándose en espectrografía (1943-44). Actuó como cantante, actor y director de escena aficionado en teatro, radio y cine. Organizó en 1945 un Festival de Música y Danzas Vascas. Socio de Honor del “Coro Maitea”. Fundó y dirigió una empresa industrial entre 1945-77. Presidente de la Asociación de Químicos en Guipúzcoa, formó parte del grupo promotor de la Facultad de Ciencias Químicas, especialidad de Petroquímicas, de San Sebastián (1960-74). Presidente de la Sección de Música del C.A.T. En 1964 miembro de la R.S.B.A.P. Iniciador de los “Cursos sobre Temas Musicales”, de los “Cursos de Pedagogía Musical Infantil”, del “Festival Inter-Escolar de Grupos de Danzas Vascas”, de los “Cursos para Monitores de Danzas Vascas”, del “Festival Inter-Escolar de Coros Infantiles”, de la “Semana Internacional de Órgano”, del “Festival de Órgano de Guipúzcoa”, del “Festival de Danzas de Guipúzcoa”, y de “Antzezaro” (1966-78).

Socio-Fundador de la “Ed. Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones” y fundador y presidente de Euskal Dantzarien Biltzarra (1969-75). Presidente de la Sección de Música de la Junta de Cultura (1972-74). Ponente en el II Congreso de Instituciones Culturales celebrado en Córdoba en 1972. Fue presidente del Coro Maitea (1974), director de la Junta de Cultura de Guipúzcoa (1977-79) y presidente del Coro Easo (1977-82). Vice-presidente por Guipúzcoa de “Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos” (1980-85) y, durante un tiempo, presidente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi (1982). Miembro vitalicio de la Junta Permanente de Eusko Ikaskuntza, y Socio de Honor de esta entidad.

Fuente: Auñamendi

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Imanol Olaizola / Impulsor cultural

"Los vascos debemos descubrir si tenemos capacidad para escuchar"

Josemari VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA

Imanol Olaizola es una de esas personas que se han distinguido por su exquisito y a la vez decidido empeño en que sus sueños se convirtieran en realidad. Imanol Olaizola en su larga trayectoria cultural ha resultado un extraordinario creador e impulsor de grandes realidades. Es un auténtico animador cultural. Todo ello desde su mente y visión de hombre de empresa, decidido, valiente... pero también precavido.

Se ha dicho de Vd. que tiene tres amores: la familia, Eusko Ikaskuntza y la Orquesta Sinfónica de Euskadi... ¿Es ello cierto?

Sí, son esas tres mis referencias en la vida.

¿Qué es Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos (EI-SEV)?

Quisiera que fuese lugar de encuentro de distintas sensibilidades, escuela de convivencia y de búsqueda de objetivos comunes. Y también, puerto de refugio de temporales sociales. A ello he dedicado 35 años de mis afanes, en el seno de Eusko Ikaskuntza.

Pasando por varios cargos...

Así es, encontrándome colaborando con Aingeru Irigaray y Agustín Zumalabe, que representaban el pasado de la Sociedad, y entramos en un proceso de revitalización —como le gustaba decir a D. José Miguel Barandiaran—. Fase que comenzó volviendo a reunir a los miembros de la Junta Permanente que en el período pre-guerra habían trabajado firmemente por Eusko Ikaskuntza. Nos reuníamos con ellos en la Diputación de Gipuzkoa, un grupo de ilustres intelectuales de la cultura vasca como Chillida, Mitxelena etc.

Vd. conoce muy bien el interior de EI-SEV... ¿Piensa que existe una percepción correcta desde el exterior?

Estimo que en algunos ambientes no se palpa a Eusko Ikaskuntza. La sociedad civil vasca es muy compleja, y esta complejidad entraña un determinado interés en algunos sentidos, y una casi indiferencia en otros.

Tengo la impresión de que, siendo una entidad pionera en muchos aspectos, no llega su proyección al entramado social...

Posiblemente lo que nos falta es un análisis profundo, con criterios de autenticidad, de la idiosincrasia particular nuestra. Si fuéramos capaces de hacer ese análisis, superando ciertos tabúes, podríamos alcanzar un comienzo de solución a ese problema de la falta de calado social. Hay que recurrir al análisis sin miedos a los demonios familiares.

¿Cree Vd. —como se ha dicho por ahí— que EI-SEV es un pequeño grano para los poderes públicos?

No soy tan rotundo. Como químico que soy, prefiero tener primeramente los análisis y luego pasar a la interpretación. Hacer lo contrario nos puede llevar al equívoco.

Desde esa experiencia de hombre de Eusko Ikaskuntza, de investigador, de pensador... ¿cuál es el mensaje que en 2010 puede dar la Sociedad de Estudios Vascos a la sociedad civil?

Si, como decía, somos capaces de profundizar en el análisis, podremos ayudar, modestamente. No debemos pensar que Eusko Ikaskuntza es poseedor de la piedra filosofal, pero debe utilizar todas sus potencialidades y energías en esa misión que sigue vigente. Más que fórmulas magistrales, Eusko Ikaskuntza podría ofrecer un análisis de la forma de ser de Euskal Herria. Recuerdo lo que en cierta ocasión me confesaba Julio Caro Baroja: “Me gustaría conocer qué tipo de maldición pesa sobre nuestro Pueblo para estar eternamente dividido”. Esa pregunta me ha dado mucho que pensar, y no cabe duda de que es de plena actualidad. Para mí, es ahí donde deberíamos trabajar y profundizar, contestando a esa pregunta.

Dejemos la Sociedad de Estudios Vascos... Vd. fue promotor de acciones tan notables como Ertibil, Antzerti, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, incluso el renacimiento de la txalaparta... ¿nos queda algo por descubrir a los vascos?

A pesar de ser reiterativo... debemos descubrir si efectivamente tenemos capacidad para escuchar. Escuchar, alejados de dogmatismos esterilizantes, y de pruritos de patentes de propiedad sobre verdades absolutas. Hay que escapar de encasillamientos. Hay que ser auténticos, con virtudes y defectos. Los mismos defectos, si se conocen, pueden ser fuente de inspiración, para que desde la humildad se acceda al conocimiento.

Sin quererle poner en un aprieto: ¿A quién quiere más, a Eusko Ikaskuntza o a la Orquesta Sinfónica de Euskadi?

Cada una, a su manera, debe trabajar para lograr la tranquilidad de los espíritus. Y en ese sentido pienso que las dos se llegan a fundir en una misma, porque los objetivos son comunes. Por lo tanto, deben de ser compañeras de viaje.

Antes de llegar a los orígenes de la Orquesta, Vd. tiene sus propios orígenes musicales...

Vivo actualmente en la misma casa en que nací, y en ella me habitué a la música. Quise aprender a tocar el violonchelo, pero mi padre me quitó la idea de la cabeza. De todos modos, mi afición a la música siguió desarrollándose. Algunos estudios posteriores en ese campo y, sobre todo, mis frecuentes viajes a París —auténtica escuela para mí por muchos motivos— me permitieron plantearme la organización aquí de determinados festivales musicales, que fueron cuajando. Este ejercicio me permitió ser consciente de la precariedad con que se desarrollaba este mundo en nuestro país. El cambio político tras la muerte de Franco me dio la oportunidad de llevar adelante varios de los proyectos con los que yo soñaba. Ese es el inicio del proyecto de la Orquesta Sinfónica de Euskal Herria...

¡Ahí me ha pillado! Yo le quería preguntar acerca de por qué la OSE, no lleva en su denominación la N, de nacional...

El proyecto nació como Orquesta Sinfónica de Euskal Herria, pero en aquel momento pareció que había que reivindicar el nombre de Euskadi. En el exterior utilizamos el nombre de Basque National Orchestra.

Hablemos un poco de una persona que lo fue todo para Vd: su padre. Jose Olaizola Gabarain...

Efectivamente significó mucho para mí. Al morir mi madre siendo yo un chaval, mi padre se hizo cargo de mi educación. Músico de vocación, se sintió responsable de mi futuro. Y de su mano conocí aquel mundo cultural, en el que él se movía cómodamente. Posteriormente, ya por mis propios medios, compartí con él momentos dulces. Recuerdo que en cierta ocasión, Jesús Guridi me dedicó una partitura de su ópera “Mirentxu”, justo cuando en 1.949 dirigí yo la escena en el Teatro Madrid, con motivo del Premio Nacional de Música que otorgaron a Guridi. En la dedicatoria dice: “A un artista más, en una familia de artistas”. Yo no soy más que un eslabón. Y tengo que hablar también de mi tío Gabriel Olaizola, célebre cantante de ópera, triunfador en la Scala de Milán, nada más y nada menos que dirigido por Arturo Toscanini. Posteriormente fue fundador y director de coros, como el Eresoinka. Todo eso me ha marcado.

Imanol Olaizola

Su actividad le ha llevado a conocer en este país a cantidad de personajes. ¿Cuál destacaría de todos los que Vd. ha tratado?

Entre todos, yo destacaría dos: Manuel Irujo y Juan Ajuriaguerra. Los dos completamente distintos entre sí, pero con un fuerte denominador común: su generosidad y su enorme y ejemplar espíritu de sacrificio. Los conocí lo suficiente como para ser testigo de que lo que afirmo es auténtico.

Me llama la atención que haya elegido dos políticos...

En mi ya larga vida, hay cosas que me han impactado más. Y una de ellas es la generosidad de las personas. Por eso me he atrevido a destacar a estos dos personajes. Fueron vidas ejemplares, que ojalá tuvieran muchos imitadores...

Vd. es una persona que tiene claro el concepto de Euskal Herria. Y es un gran defensor de Iparralde... ¿o debemos llamarlo Ipar Euskal Herria...?

Son dos conceptos que solamente tienen alguna que otra probabilidad de coincidir. Iparralde es un término geográfico. Un sitio situado más al norte que otro. Concepto válido para cualquier lugar del mundo. Ipar Euskal Herria es una expresión cultural, y exclusivo de nuestro acervo.

¿Y qué me dice de Navarra?

Tengo el 80% de mis raíces en el Viejo Reyno. Muchos guipuzcoanos somos de procedencia navarra. Y es en este aspecto donde debemos demostrar que la simpatía entre nosotros puede superar los escollos y haya un acercamiento mutuo. Y caminar... hasta donde vayamos, respetándonos mutuamente.

Hemos citado ya algunos de sus logros en cuanto a infraestructuras culturales. ¿Hay alguna en concreto que, deseándola, no haya podido verla hecha realidad?

Sí. Concretamente la Escuela Nacional de Danza. Me quedé en el proyecto. Yo era presidente de Euskal Dantzarien Biltzarra cuando establecí relaciones con la Directora del Real Ballet de Flandes. Y de esas surgió la idea de la creación en Euskadi de la Escuela Nacional de Danza, pero así como, tras establecerse el Gobierno Vasco, los vientos soplaron favorables para la Orquesta, no lo fueron para la Escuela.

¡Seguro que algún día es posible! Nos ha dicho que ha vuelto a la casa que le vio nacer. Y hoy en día trabaja entre las paredes que le vieron forjar sus primeros sueños y proyectos... ¿Se ha vuelto a encontrar con ellos?

Yo creo que sí. Mis fuerzas físicas no son las de antes, pero mi capacidad intelectual para soñar sigue intacta.

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