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De Saldias a Villegas

Sergio RECARTE

Publicado en el Boletín Beti Aurrera N° 105

Francisco Ochandorena

Francisco Ochandorena.
Foto: Familia Ochandorena.

La enorme ciudad de Buenos Aires festejaba los cien años de la Patria cuando a su puerto llegó un joven vasco, uno más de los muchos que por aquellos tiempos despedía la vieja tierra pirenaica. El país que lo recibía daba muestra, en sus capas sociales más poderosas, de un clima de euforia y optimismo. No era para menos, las cifras del crecimiento económico no dejaba resquicio a la duda, Argentina ocupa un lugar expectante entre los países más ricos del mundo. Sin embargo, también existían otras realidades y otros índices que desnudaba el injusto mapa social donde los sectores más postergados de la población se encontraban huérfanos de ése bienestar. Pero sin duda, para Plácido Ochandorena, que acaba de sepultar sus escasos años vividos en una ignota aldea de las montañas navarras de nombre Saldias, nada de eso le debía de afectar. Tenía una valija en su mano y la ilusión de saberse dueño de su propio porvenir y además, en lo inmediato, un trabajo seguro. Un tío lo esperaba y con él, la confianza en el presente que no era poca cosa en un país extraño.

De este pasado nos habla Francisco Ochandorena, vecino de Villegas y socio del centro vasco.

Familia Ochandorena: Plácido, María Luisa y sus hijos

Familia Ochandorena: Plácido, María Luisa y sus hijos.
Foto: Familia Ochandorena.

“Mi padre llegó a Argentina del País Vasco en el año 1910 llamado por un tío suyo. No bien se bajó del barco comenzó a trabajar con él. Ese familiar tenía varios tambos en las cercanías de Buenos Aires. Estaba bastante bien pero se encontró con unos primos que también estaban radicados en el país y ellos los convencieron para poner un hotel.”

¿Dónde estaba ese hotel?

Mirá, ellos se vinieron a Ameghino (población a algo más de 400 kilómetros de Buenos Aires) y allí abrieron el hotel, que fue un establecimiento que incluso tenía cancha de pelota. Un lugar muy concurrido, especialmente por los vascos de la zona, a punto tal que era conocido como el “hotel de los vascos”. Pero al cabo de un cierto tiempo, mi padre abandona todo. Él nos decía que era un trabajo bastante ocioso, ya que todo el día se estaba jugando a la pelota y al mus. Date cuenta cómo era su carácter. Él quería era trabajar y trabajar.

¿Y cuál fue su nuevo rumbo?

Se marchó a San Luis, no recuerdo a qué lugar, estuvo trabajado en el campo, pero finalmente recaló en General Villegas donde se encontró con dos hermanos suyos, Francisco y Cristóbal que acaba de llegar del País Vasco. Entre los tres pusieron armaron una sociedad para explotar un tambo. Todo iba bastante bien, pero tampoco eso resultó, porque mi padre se enamoró, y mis tíos no. Conoció a María Luisa Etcheberry, una hija de vasco, y se casaron. Era el año 1926.

¿Y que sucedió después?

Una vez que se abrió de la sociedad se marcho con mamá y conmigo que tenia un año a Villa Sauce (pueblo perteneciente al partido de General Villegas). Allí le fue bastante bien, puso dos tambos, los alquilaba. Además fue presidente de la Cooperativa de Tamberos de Villa Sauce donde yo supe ser secretario con 18 años. Ya para el año 1948 compró tierras en Elordi, unas 550 hectáreas. En ese campo, al que llamábamos “El martillo”, vivieron mis padres muchos años hasta que cuando se hicieron mayores se radicaron definitivamente en Villegas. Después, papá tuvo problemas con su salud, a causa del cigarrillo —era un empedernido fumador—, le amputaron las dos piernas. A pesar de ello, nunca perdió su buen carácter. Él falleció el 22 de julio de 1973.

¿Cómo era su padre?

Papá era una muy buena persona, tanto como padre y como hombre, además honesto a carta cabal. Serio en su carácter, pero cuando se juntaba con otros vascos, se soltaba. Recuerdo también las extensas charlas con sus paisanos en la lengua vasca. Además le gustaba reunirse con los hermanos que los tenía bastante cerca de su campo ya que ellos adquirieron tierras en Sansinena. Familiares directos a los que se les agregó una hermana que vino de Saldias.

Pancho con sus dos nietos, Alejandro y José Manuel

Pancho con sus dos nietos, Alejandro y José Manuel.
Foto: Familia Ochandorena.

Por circunstancia de la vida Pancho, sabemos que tiene un nieto radicado en el País Vasco y que ha formado una familia, ya que se casó con una bilbaína. Además es bisabuelo de un vasquito. Y no solo eso, incluso realizó un viaje para visitarlo lo que te permitió también conocer la aldea donde nació su padre. ¿Qué recuerdos tiene de esa visita?

Así es, pero debo de comenzar desde el principio. Alejandro, que es el nieto que tengo viviendo allá, llega al País Vasco por primera vez porque su madre le regaló un pasaje como premio por terminar la carrera de Ciencias Políticas. Dijo por primera vez porque él, al poco tiempo, hizo otro viaje, pero ya sabiendo euskera. Lo hizo por medio del centro vasco de La Plata. Bien, estando allá hace contacto con el cura de Saldias lo que le permitió conocer la existencia de toda la familia Ochandorena originaria de ese pueblo. Los que habían nacidos y los fallecidos. Bueno, cuando tengo oportunidad de viajar el País Vasco, con mis nietos y mi hija visitamos Saldias. Fui muy emocionado, imagínate que era nada menos el lugar donde nació padre. Pero sufrí una desilusión. La casa ya no existía, solo estaba el terreno, además los vecinos no querían hablar y mucho menos darnos alguna clase de información. Nos pareció que tenía miedo que íbamos a reclamar alguna herencia o cosa parecida. Un absurdo. Solo el cura nos atendió.

El bueno de Pancho —que ha cumplido los 87 años—, me va mostrando las memorias de su vida estampadas en prolijos álbumes de fotografías. Me dice que el mayor placer es entretenerse en mirarlas y la pena, que por la edad que tiene “es bastante difícil que haga otro viaje al País Vasco”. “Solo me quedan gratos recuerdos, sobre todo cuando pudimos juntarnos los Ochandorenas. La verdad, que éramos un montón”, comenta emocionado. Además, satisfecho, agrega con la cara llena de felicidad. “En estos días espero visita, nada menos que mi nieto Alejandro con Iker, el biznieto. Las ganas que tengo de estar con ellos”.

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