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Marcelino IRIANNI, IEHS - Conicet. Argentina
Como vimos en el capítulo anterior, algunos vascos que progresaron en actividades ganaderas o comerciales instalaban hoteles en sitios donde la comunidad vasca era importante. El lugar social destacado de esos hoteleros los colocaba en centro de referencia crucial de sus connacionales; esto a su vez los catapultaba a puestos en instituciones españolas, francesas o incluso nativas. Pero, como hemos dicho, los establecimientos antecesores de las fondas y los hoteles, los almacenes y casas de ramos generales, también conformaron espacios similares.1
José Arregui, de Irura, se dedicó tempranamente a las actividades comerciales, y desde 1900 se halla establecido con una bonita casa, bien surtida en artículos de almacén y ferretería. Se titula La Euskaria, y ocupa la esquina del mismo edificio de la fábrica de carruajes. Con razón puede llamársele el centro de los baskos; pues en los breves momentos que conversábamos con el señor Arregui desfiló un crecido número de paisanos. En menos de un cuarto de hora se reunieron cinco tolosanos y hablaron el baskuenze.2
La presencia euskalduna en fondas, hoteles y almacenes de vascos se puede hacer extensiva a diversos puntos de la provincia durante casi todo el período de nuestro análisis. En 1869 encontramos funcionando once fondas de propietarios vascos en Chascomús, región ovina por excelencia.3 A fines del siglo XIX, los vascos ocupaban seis de las nueve fondas que tenía el pueblo, tres de los seis hoteles, las cuatro únicas canchas de pelota, cinco de los diez cafés y doce de los treinta y tres almacenes.4 Al parecer, la comunidad euskalduna “monopolizaba” los lugares para el pasatiempo del pueblo. Ya en el siglo XX encontramos, en 1925, el establecimiento La Armonía, de Bautista Echeverry, donde había bar, restaurante, cancha de pelota y bochas; en 1930, el hotel Euskalduna, de Susanne de Lezama; la confitería, bar y cine La Ideal de Crescencio Echeverría, o el hotel y bar de Bordenave Hnos., que también era surtidor de nafta. Al mismo tiempo, y no lejos de allí, en Magdalena, los vascos eran propietarios de cinco de las diez fondas, dos de los cuatro hoteles y uno de los cuatro boliches; mientras que en Navarro (también en 1927), pueblo ovino por excelencia, contaban con siete de los veinte almacenes de campo y una de las dos canchas.5 En otra zona ganadera, pero bovina, Lobería, como en todos los pueblos, los hoteles han sido el centro de las primeras manifestaciones de la vida social. Punto de reunión de los forasteros, y de los mismos puebleros, constituyeron los «clubes» de cada localidad, hasta que aparecieron las confiterías y más tarde los bares.
Grupo de vascos en la Pampa argentina tras la recolección. Foto anterior a 1910.
Respecto de las fondas y los hoteles en manos de euskaldunes y que eran centros de referencia y reunión de la colectividad vasca loberense, figura en primer término el hotel Euskalduna (1893). Don Ciriaco Ibargüengoitía, a fin de contar con otro centro de reunión para sus conmilitones, propició la construcción del nuevo hotel, cuyo nombre era toda una evocación para la colonia vascongada. En 1897 Cristóbal Barbería trasladó su negocio de pensión y cancha de pelota, que, desde 1889 tenía instalado en una chacra, a la esquina de las calles Rivadavia y Latuler. Este hotel, el Español, conocido por el nombre de “la cancha de Barbería”, fue punto de reunión de la numerosa colonia vasca del partido. Otros puntos eran el hotel Gorriti, de José Gorriti (1894); el central, de Pedro Tipito (1901), los hoteles Victoria y Baskonia (1913) y las fondas La Buena Sopa (de Euletxe hasta 1908); La Guipuzcoana de Jáuregui y el restaurante y confitería de Miguel Inda. Muy cerca, en Necochea, los Altube, Amondarain, Iturburu, Echaler, entre otros, también se encargaban de siete fondas, un hotel y una cancha de pelota.6 Los vascos de Lobería, quizá por las mismas dimensiones del pueblo, hacían notables sus momentos de reunión al resto de la sociedad.
Entre las colectividades prestigiosas se contaba la vasca. Sus puntos de concentración eran los hoteles y canchas de pelota. En el Hotel La Amistad, de Don P. Molino, y en el Hotel Euskalduna de D.J. Harambillet, vasco francés, tenían sus partidas de mus, entre alegres dicharachos de un castellano atravesado y sonoras carcajadas. En el Hotel Tipito, vasco también, celebrábanse reuniones parecidas. En cambio para jugar a la pelota se reunían en La Cancha de Barbería, igualmente vasco,trenzándose en ruidosos y reñidos partidos. (Suárez García: 624-625)7
Resulta evidente que aquellos establecimientos hicieron las veces de “centros vascos”, al conformarse como nuevos lugares de reunión y cohesión social aunque, como ya hemos adelantado, las manifestaciones de esta colectividad no eran étnicamente cerradas. Se trató, por lo general, de escenarios conformados a partir de potencialidades preexistentes dentro de la comunidad. Por un lado, la necesidad de los recién llegados de un lugar donde pasar las primeras noches; por otro, la posibilidad de abandonar el mostrador de la casa de ramos generales en pos de un lugar más cómodo y, por qué no al principio, menos cosmopolita. En tercer lugar, aprovechar una presencia de paisanos que demandaban hasta ese momento gratuitamente un lugar donde dormir o comer hasta instalarse. Se trataba de reuniones informales, abiertas al resto de la sociedad, y que complementaron (e incluso brindaron un espacio físico) a otros mecanismos como la contratación de paisanos, casamientos, etc.
Pese a la cohesión que en ellos se afianzaba, estamos convencidos de que más que retrasar la integración de los vascos en la sociedad local, fondas, hoteles y frontones la aceleraron. Sin embargo, pudieron retrasar la aparición de los centros vascos. No es casual, como hemos dicho, que el Centro Vasco Gure Etxea de Tandil se inaugure en 1949 y que en la mayoría de los pueblos de la provincia estos centros aparezcan a partir de 1940.8 Si los primeros vascos se vieron transformados rápidamente en vecinos, opacando su estatus de extranjeros, y luego las fondas y los hoteles de vascos se conformaron como ambientes de sociabilidad étnicos (pero abiertos), pocas posibilidades quedaban a quienes arribaran entre 1900 y 1920 de evitar transitar por andariveles que desembocaban inevitablemente en una pronta asimilación.
Ahora bien, ¿por qué el inmigrante vasco no contó con sus propias instituciones y le bastó con asistir a los hoteles y las fondas de connacionales?9 ¿Qué relación guarda el hecho de que las pocas instituciones vascas del período hayan surgido en lugares de gran concentración poblacional como Buenos Aires y Rosario? En primer lugar, tenemos que reconocer que, tanto hoy como en el siglo XIX, la concurrencia a instituciones ha sido siempre minoritaria. Y hubo, ciertamente, un puñado de vascos que participó; ocurre que aquellas pertenecían a españoles y franceses, nacionalidades en las que históricamente se aceptó como naturales y apropiados a los vascos. En segundo lugar, debemos analizar los distintos tipos de instituciones “étnicas” posibles y, lo que no es menos importante, lo que brindaban. Las instituciones más destacadas fundadas por algunos grupos nacionales asentados en nuestro país fueron las sociedades de socorros mutuos; también los bancos y por último los hospitales. Excepcionalmente, algunos grupos (daneses y en cierta manera irlandeses) contaron también con establecimientos educativos, mientras que otros conformaron instituciones deportivas.
Ya hemos dicho que los vascos participaron, salvo en Bahía Blanca, en las mutuales españolas y francesas ya como asociados o como directivos; respecto de las instituciones bancarias, lo hicieron indistintamente en bancos españoles o nacionales. El único intento de fundar un banco vasco para canalizar los cientos de aportes de ganaderos de ese origen y principalmente el de los lecheros, como vimos, fracasó prontamente; sus causas: los vascos entregaban ya sus ahorros a instituciones bancarias arraigadas. En el interior los vascos confiaban sus ahorros a hoteleros y fonderos (luego, a partir de 1900, a casas agrícolas) mientras que solicitaban créditos a paisanos, nativos u otros inmigrantes. Pero en la ciudad puerto es entendible que muchos vascos hayan participado de algún modo en estas instituciones. Hubo ejemplos de participación vasca que, sin representar a una mayoría, han servido de ejemplo del accionar euskaldún al respecto. Pero hubo muchos más; incluso notablemente más claros en la ciudad de Buenos Aires. Martín Berraondo Irigoyen, guipuzcoano, fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Beneficencia y del Hospital Español (1852), figurando también en la creación del Club Español (1852), del que fue presidente en 1878, 1879 y 1882, y del Banco Español del Río de la Plata (1887). Toribio Ayerza, también guipuzcoano, arribó a la Argentina en 1840 y llegó a ser presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires entre 1861 y 1869. Por su parte, Lucas de Ayarragaray, guipuzcoano también, llegó en 1849 para instalarse como comerciante en Paraná; allí funda en 1859 la primera filial de la Sociedad Española de Socorros Mutuos.
Lechero vasco en su tambo a principios del siglo XX.
Si tenemos que dilucidar el acertijo del título, aunque el tema excede por mucho al espacio que aquí contamos para explayarnos, no tenemos dudas que vascos en instituciones refleja en forma más ajustada lo que sucedió en Argentina, y posiblemente, en todos aquellos sitios por los que se extendió la diáspora euskalduna. ¿Por qué? Los inmigrantes vascos, al menos los del interior pampeano, no son afectos a las instituciones, aunque las frecuentan un par de veces al año, principalmente en fechas festivas. Un buen porcentaje residía en zonas rurales10 y aquello afectó los traslados hasta por lo menos 1920. Hasta la tercera década del siglo XX los hoteles y almacenes de vascos eran más atractivos y menos informales para reunir a la comunidad que una mutual o un centro étnico. Algunos vascos de la colectividad, los más letrados —aunque no únicamente— y ciertos comerciantes, se transformaron en especies de faros para el resto, tomando decisiones en nombre del conjunto. No dejemos fuera del papel, de ninguna manera, las apetencias personales de algunas personas que promovieron ciertos emprendimientos étnicos en beneficio de un ascenso social que bien pudo ser el acceso a un directorio, un puesto político o quizá algo más sencillo como estatus social. Como si todo ello fuera poco, vimos que muchos vascos participaron indistintamente de instituciones españolas y francesas, al mismo tiempo que compartían algunos momentos en hoteles de vascos o romerías. Estas, y otras razones menos probables como el analfabetismo o la costumbre de los vascos de hacer tratos de palabra, permiten pensar en que el fenómeno de la institucionalidad vasca en América —salvo en ciudades grandes como Buenos Aires o Rosario— fue posterior al exilio de 1936 y principalmente la muerte de Franco. Asi y todo, sus directivos tuvieron que ingeniárselas para mantener el rebaño reunido entre cuatro paredes y papeleo. Si en Euskal Herria bajaban de los caseríos a la feria mensual y los festejos del santo, ¿por qué aquí —con distancias intransitables— debió ser distinto?
1 Este trabajo forma parte y ha sido financiado por el Proyecto de investigación HAR2009-10929, cuya Directora es la Dra. Concepción Navarro Azcue.
2 Íbidem, p. 136.
3 Cédulas censales, Primer Censo Nacional, 1869, AGN.
4 La Guía Argentina, 1927.
5 Íbidem.
6 Suárez García, José: Historia del Partido de Lobería. Bs.As. Tomo uno. 1949.
7 Ibidem. Dado que el autor no hace mención de todas sus fuentes de información, hemos constatado algunos datos con los censos nacionales, corroborando la presencia de una mayoría de los apellidos vascos y las instituciones nombrados.
8 La hostilidad de Francisco Franco y el exilio de miles de vascos, muchos de los cuales vinieron a la Argentina, fue la causa clara de la aparición de los centros vascos. La necesidad de agruparse y solidarizarse con los exiliados para repudiar institucionalmente al tirano fue clave para la multiplicación de los mismos. Los hoteles vascos, en decadencia respecto de su imagen de agrupación vasca, no podían contener a los nuevos actores.
9 Lamentablemente las fuentes no permiten saber si la concurrencia no se atomizaba también por regionalismos en los distintos hoteles y fondas. Lo que sí queda claro es que a partir del siglo XX la concurrencia vasca a uno u otro se distinguía por las posibilidades personales de acceder a hoteles más confortables y lujosos o más modestos.
10 Si una gran parte de los vascos vivió en la zona rural y tuvo tambo, no hay que pensar demasiado para comprender que aquella actividad tan sacrificada en términos de la cotidianeidad que demanda, fue una razón entendible para la dificultad del traslado al pueblo para muchos.
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