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Fabio Javier ECHARRI
El ensayista chaqueño Ramón de las Mercedes Tissera, en un artículo publicado en el Diario El Territorio en 1969, sostuvo: Los bandoleros representan algo muy distinto de las manifestaciones vulgares o tenebrosas de la perversión: el crimen, la corrupción, la servicia, el latrocinio furtivo... Los pocos maleantes que han trascendido el mero campo del delito para convertirse en bandoleros, se presentan como hombres dotados de condiciones especiales. Hasta sus actos más alevosos se revelan como excepciones. Tienen no sólo el arrojo para entregar su destino a la suerte de cada momento, sino que consiguen la solidaridad —manifiesta o íntima— de mucha gente y hasta de sectores sociales que no han renegado de sus principios morales pero ven en ellos una especie de reparación o desquite de sus calamidades, de su pobreza, de sus desengaños.
Eusebio Zamacola Abrisqueta en 1924. Archivo Museo Policial del Chaco.
El concepto vertido es necesario para entender la vida de Eusebio Zamacola Abrisqueta. Éste nació en Basauri en 1904 y vivió durante su juventud en Galicia junto a su familia, donde nacieron sus hermanos Fernando, Domingo, Cesáreo, Alejandro y María. Era hijo del eibarrés Domingo Zamacola Arancheta y la basauritarra Isidora Abrisqueta Larrañaga.
Eusebio fue reclutado en el ejército español para ser legionario en África, y combatió en Tetuán a los bereberes que se levantaron contra la opresión colonial. Allí aprendió el manejo de distintos tipos de armas y la lucha en un territorio agreste. Volvió a trabajar a la península y militó en el anarquismo y sindicalismo, lo que le valió persecución durante la dictadura de Primo de Rivera. Decidió entonces probar fortuna en Argentina, embarcándose en La Coruña con una visa del Consulado de aquél país en dicha ciudad.
Durante sus primeros cuatro años en América trabajó como obrero en distintas fábricas de Buenos Aires y Rosario. En esta última ciudad estuvo preso en 1928 por ‘agresiones’ según consta en el parte policial, lo que nos hace presumir que fue una pelea por discusiones políticas en alguna fonda de los alrededores de la urbe santafesina.
Dos años más tarde se lo encuentra en el entonces Territorio Nacional del Chaco. Aquí el aumento poblacional que se había dado entre 1914 y 1934 no tuvo parangón en Latinoamérica, pues alcanzó un 250% en ese período, generando inconvenientes graves en la estructura administrativa de la gobernación. Los problemas que se debían enfrentar eran financieros, de falta de obras de infraestructura, crisis en educación y salud, inseguridad creciente, y una policía de muy mala reputación. Pero al mismo tiempo, la producción de madera para la fabricación de tanino y el cultivo del algodón trajeron prosperidad a las colonias que se iban formando, promovidas por políticas de tierras implementadas por el presidente Hipólito Yrigoyen a partir de 1921, y a medida que el ferrocarril penetraba en el territorio en dirección sureste-noroeste. Se generaba entonces un importante movimiento de dinero de las distintas empresas instaladas en la región, que compraban la producción y la exportaban a Europa y Estados Unidos desde los puertos del sur del país.
El Chaco en Argentina.
Eusebio Zamacola Abrisqueta dio inicio a su actividad delictiva en el pueblo de La Verde cometiendo un hurto menor, el 15 de septiembre de 1930. Fue herido, apresado y condenado a tres años de prisión, pero solo efectivizó 15 meses. ‘El Vasco’ —tal como comenzó a ser conocido públicamente—, asumió la responsabilidad de lo sucedido, liberando de culpa y cargo a sus dos cómplices y a quienes lo ayudaron. Esta actitud, y el no haber herido a nadie en el hecho, despertó simpatía en la población local, que entendió que se encontraba ante un personaje que no era un delincuente común, sino que profesaba una ideología, que tenía determinados principios morales.
En esos meses de prisión conoció a quién sería su cómplice en muchos delitos: Mate Cosido. Juntos planificaron sus acciones, y participaron de hechos tales como: asalto a una farmacia en Sáenz Peña, a un almacén de ramos generales en Villa Ángela, a un contador de la empresa Anderson, Clayton & Cia. que se desplazaba en tren cerca de Avia Terai, robo a un pagador de Bunge & Born, asalto a la oficina de Dreyfus en Machagay, y otra serie de atracos similares.
En todos ellos había una constante, que demostraba que ‘El Vasco’ recibía información fehaciente y confiable del movimiento de dinero de las grandes empresas en el territorio, y que evidentemente se le suministraba desde adentro de las mismas. Por otra parte, no hubo heridos en los asaltos realizados, a excepción del perpetrado en Villa Ángela donde pierde la vida un componente de la banda: ‘El Calabrés’ Rossi.
La policía local se organizó para buscarlo, con los precarios elementos con los que contaba y la pésima preparación de sus agentes, en operativos que siempre terminaron en fracaso. No estaban frente a un hombre cualquiera; no estaban ante un delincuente común. La banda se movía a caballo en el espeso monte chaqueño, se ocultaban por meses, y no dejaban rastros.
Titular del diario ‘El Territorio’.
Zamacola, ‘El Vasco’, se convirtió en un bandolero. La población sabía que no hería ni mataba; la población sabía que se enfrentaba con valor a quienes detentaban el poder político y económico; la población sabía que robaba a quienes se llevaban todo el dinero de su trabajo. Por ello, recibía apoyo e información de la gente común, de los humildes habitantes del Chaco, desprotegidos ante la ley y sometidos a la explotación por las grandes empresas. Fue esta misma gente común la que le brindaba refugio y hospitalidad para huir y esconderse en una geografía sumamente agreste. El diario ‘El Territorio’, luego de uno de sus asaltos a un tren, sostuvo: ‘...quedan muy pocas posibilidades de capturarlo, pues este sui generis asaltante goza de gratitud entre la gente pobre que habita las regiones de sus andanzas. Zamacola las ha complicado repartiendo parte del producto de sus atracos a las sucursales o pagadores de las grandes firmas que operan en el Chaco. A Zamacola lo traga la tierra después de cada atraco. Nadie lo delata. ¡Y no mata! Va siendo pues, este asaltante, personaje de leyenda, y nada extraño será que, el día que lo atrapen o muera, las multitudes del interior lleguen hasta su celda o prendan velas en su sepultura...’ No hay evidencias de que ‘repartiera parte del producto de sus atracos’ como sostiene el periódico, pero es probable que pagara por determinados servicios prestados, como alimentos, vivienda, provisión de caballos, etc. La gente en general colaboraba voluntariamente porque veía en él a un personaje que en cierta forma los representaba, enfrentándose con una policía que ejercía abuso de poder, y actuaba contra las empresas que se quedaban con la producción pagando bajos salarios y aprovechándose del esfuerzo de indígenas, criollos e inmigrantes que dejaban su sudor en la tierra chaqueña.
‘El Vasco’ tuvo durante esta etapa de su vida dos hijos con Sara Sharaff Acuña, oriunda de Roversi, provincia de Santiago del Estero, donde probablemente pasara algunas temporadas: Domingo y Eusebio.
Se fue del Chaco en 1936 y, dos años más tarde, el 10 de marzo de 1938, fue atrapado en la provincia de Córdoba, aparentemente ya fuera de la actividad delictiva y pretendiendo cambiar su estilo de vida. Fue traído al Territorio Nacional del Chaco para ser juzgado, y lo condenaron a 8 años de prisión por los siguientes delitos: asalto a José Censabella, comisionista de la firma Dreyfus, quien se desplazaba en el tren Nº 152 en cercanías de Avia Terai, ocurrido el 7 de junio de 1933; desacato y atentado a la autoridad ocurrido el 14 de diciembre de 1933 en Charata contra los policías Juan Monzón y Francisco Ledesma; asalto a mano armada e intento de robo ocurrido el 3 de junio de 1934 en Charata contra el contador Francisco Gonzalo de la firma Dreyfus; tentativa de extorsión realizada contra el comerciante Ernesto Vildósola de Gancedo, ocurrido a mediados de octubre de 1934 en Charata; atentado a la autoridad y lesiones contra los agentes Toribio Maldonado y Urbano Escobar, ocurrido el 1º de mayo de 1935 en Charata; asalto y robo a mano armada ocurrido el 6 de agosto de 1936 en perjuicio de la firma Dreyfus de la localidad de Machagay, en presencia de los empleados Bernardino Bueno, Luis Enghel y Luis Garibaldi.
Titular del diario ‘La Voz del Chaco’.
El 10 de marzo de 1946, Eusebio Zamacola Abrisqueta, alias ‘El Vasco’, obtuvo su libertad. Siguió en contacto con sus dos hijos, pero un tiempo después contrajo matrimonio con Aurelia Fleytas y fue a vivir a la localidad de Quitilipi, a 140 kilómetros de la capital chaqueña. Trabajó como administrador de un aserradero, y allí nacieron sus siguientes ocho hijos: Fernando, Isidora, Mary, Cesáreo, Agustina, Osvaldo, Ángela y Marisol de los Ángeles. Vivió una madurez y vejez pacífica, y se retiró a la provincia de Buenos Aires, donde murió en 1983.
Zamacola no fue un hombre común, ni un delincuente común. Se enfrentó a una policía corrupta y a las poderosas empresas que explotaban a los trabajadores, manteniendo aquellos ideales que lo hicieron emigrar de la península. Fue respetado por la gente humilde del Chaco, con la cual convivió cuando hubo pagado sus delitos. Él tuvo coraje y ambición, tuvo principios y códigos, tuvo ideales políticos y sociales de los que nunca se desprendió, tuvo palabra, solidaridad y respeto por la vida. A Zamacola, ‘El Vasco’, todo ello lo convirtió en una leyenda en el Chaco.
Bibliografía y fuentes consultadas: Antonio Castejón, Diario El Territorio, Gobierno Vasco, Guía del Chaco, La Voz del Chaco, Archivo Histórico del Chaco, Juan Madariaga Orbea, Oscar Mari, Guido Miranda, Manuel Montero, Fernando Romero Romero, Ramón de las Mercedes Tissera, Museo Policial del Chaco, Biblioteca Popular ‘Bernardino Rivadavia’. Testimonios de Domingo Zamacola, Ricardo Ifrán y Armando Echarri.
Este trabajo mereció el Premio Andrés de Irujo 2010, otorgado por el Gobierno Vasco. El ensayo fue presentado al concurso por el Centro Vasco ‘Lagunen Etxea’ de Laprida, Provincia de Buenos Aires.
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