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José Ignacio GARCÍA RAMOS
El 23 de mayo de 2012 se cumplen veinte años desde que Atahualpa Yupanqui, utilizando una de sus expresiones, “se fuera p’al silencio”.
Releyendo una de sus biografías me doy cuenta de que vino al mundo en 1908. El mismo año en que nació Jorge Oteiza. Esta coincidencia me ha llevado a pensar ¿qué más cosas pueden tener ambos en común?
Apunto en este breve escrito algunos aspectos destacados, en la seguridad de que el lector interesado descubrirá muchos más.
Jorge Oteiza.
En primer lugar, tanto el músico como el escultor son poetas. Poetas que también han escrito en prosa para divulgar su pensamiento. Además, ambos cumplen con la definición de persona genial: aquella que no transita por caminos que otros han recorrido, es decir, los dos son auténticos creadores.
Ambos han tenido a la persona, al hombre en el lenguaje de la época, como centro y destino de su obra. Ambos tienen una dimensión universal, tanto por lo que abarca su pensamiento como por la permanencia de su creación, por encima de modas e intereses coyunturales.
¿Qué otros paralelismos han tenido en su vida?
Se han marcado una trayectoria y han sido inflexibles manteniendo firme su rumbo, con gran tenacidad. En su larga vida, estos dos luchadores, practicantes del boxeo en su juventud, han superado todo tipo de adversidades. Han peleado contra viento y marea. No han traicionado sus ideas.
También, en ambos casos, ha habido una extraordinaria mujer a su lado, aportándoles calma y aliento durante gran parte de sus vidas. Antoinette Paule Pepin Fitzpatrick —Nené— e Itziar Carreño Etxeandia. Finalmente, ambos descansan, bajo un árbol, en la tierra en la que encontraron refugio. Un roble en el Cerro Colorado y un enebro en Alzuza.
Las tumbas de Atahualpa Yupanqui y Jorge Oteiza.
Pero quizás lo más sorprendente es descubrir que ambos han perseguido a lo largo de sus vidas el mismo objetivo “imposible”: trasladar y hacer oír el silencio a través de la música en el caso de Don Ata y representar el espacio vacío en el de Jorge. Silencio y vacío. Ausencia de lo que se supone constituye la materia prima de su arte. Superación de los límites, trascendencia...
Para terminar, constato otro importante aspecto que tienen en común y que nos es particularmente grato a los guipuzcoanos y a los vascos en general: ambos tienen raíces en Gipuzkoa. La familia materna de Héctor Roberto Chavero Haram y ambas ramas en el caso de Jorge Oteiza Enbil.
Invito fervientemente al lector a bucear y sobre todo a paladear y disfrutar la extraordinaria obra de estos dos genios. Estoy seguro de que nadie se va a sentir defraudado.
La opinión de los lectores:
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