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Ángeles DE DIOS ALTUNA DE MARTINA
José Rufo de Uriarte, periodista, editor y escritor (I/III)
José Rufo de Uriarte, periodista, editor y escritor (II/III)
En 1931, Uriarte viaja a Europa. Desde 1924, una miocarditis aguda lo fue alejando del lugar físico de su trabajo pero no de su actividad como periodista, escritor y editor que realizaba en su domicilio. Partió en el barco Asturias el 14 de junio de ese año para tomarse un “merecidísimo descanso”. Desde el barco comenzó a escribir unas crónicas con aportes novedosos en esos años. Se trata de una veintena de notas de tono nostálgico y mirada retrospectiva sobre su vida. “Después de una ausencia de cuarenta años de esta mi amada tierra baska, —dijo— me hallo al fin en el querido Bilbao de mi mocedad donde se deslizaron los más felices años de mi vida...”.1
José Rufo de Uriarte, óleo de Andrea Moch. c. 1910 en La Baskonia, No. 1410, 30 de noviembre de 1932.
Al llegar,2 observa una ciudad que ya no es la conservada aún en su memoria. Como todo el que vuelve después de décadas al lugar de donde partió, no encuentra nada igual: nuevas construcciones, otras costumbres, sitios desconocidos dan la impresión al viajero de ser un extranjero en su propia tierra. Siente una sensación de orfandad y parece escuchar que alguien murmura a su oído: “no debiste alejarte de tu bella tierra”.
Hace una descripción acerca de los cambios que observa; recorre plazas y parques. Visita puentes, iglesias, palacios, museos de arte, etnográficos y arqueológicos, bibliotecas, exposiciones y monumentos. Conoce las nuevas construcciones de Bilbao y pueblos circundantes; los establecimientos industriales, diques, puertos, astilleros, factorías, fábricas y las chimeneas de los Altos Hornos símbolos del desarrollo económico y el progreso de esos años. Visita, escuelas, hospitales, casas de protección a la infancia y otros servicios asistenciales y realiza una descripción histórica y arquitectónica de cada sitio. Consigna la organización escolar, programas de estudios, enseñanza bilingüe del castellano y el euskera, a la vez que resalta la construcción edilicia acorde con las necesidades de los niños.
Simultáneamente realiza entrevistas a diferentes personas a donde su curiosidad y necesidad lo lleva. Viaja, observa, toma notas y reflexiona cada tanto acerca del triste destino de sentirse paria en su propia tierra. Recuerda al Instituto Vizcaíno, ya demolido para esos años, donde realizó estudios de bachiller, donde evoca sus estudios humanísticos.
Observa la vida en los pueblos adyacentes de fines del siglo XIX, los cambios demográficos y culturales y a la vez formula reflexiones donde compara el pasado con el presente, las costumbres, la vestimenta y las tradiciones del pueblo. Visita El Noticiero Bilbaíno donde publica un recordatorio del escritor Félix García-Arcéluz, antiguo compañero de estudios. El peregrino visita también Gernika donde observa la Casa de Juntas, el tronco del árbol viejo, resguardado y al aire libre para su mejor conservación. Llaman su atención las pinturas, los vitrales, la Biblioteca, el Archivo y cada detalle es consignado con admiración. Al despedirse, Uriarte confiesa sentirse sobrecogido por la preocupación íntima de presumir que tal vez no regrese más al lugar, que esa despedida “es un adiós acongojado” y esto escribe:
Decido mi regreso a América. [...]. Me sentí fuertemente impresionado y en ese estado de ánimo abandoné al Bilbao de mis años juveniles, los más dichosos de mi vida.3
Las crónicas tienen un tono nostálgico y una mirada retrospectiva sobre su vida., su discurso es ameno, a veces confidencial. Hay una mirada retrospectiva sobre sí mismo, acerca de su vida y condición de emigrante y sus sentimientos, una sensación de pérdida que expresa en una u otra forma. Es el indiano que regresa enriquecido, no de bienes económicos, sino de conocimientos, de experiencias laborales trascendentes, y esto escribe:
Vapor Cabo San Agustín. Atención Alberto Mantilla.
A su regreso de Europa, en el vapor Cabo San Agustín, Uriarte requirió cuidados especiales por sus problemas cardíacos. Andrea Moch cuidó de su salud. Rodeó al enfermo durante los escasos meses de vida que tenía de un ambiente de paz y convirtió su Torre en un lugar acogedor. Llamó a amigos y organizó un ensamble musical para que el enfermo escuchara a Bach, Beethoven o Sarasate. Solo después de siete años, la artista relató en su autobiografía, el día del fallecimiento de Uriarte:4
[ ] habíamos dejado las puertas abiertas a fin de que el enfermo pudiera escucharnos
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Fui un instante a mi cuarto. Sentí un suspiro, que era algo más; casi un quejido. Me precipité al dormitorio del amigo y le encontré unánime.
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Llamamos a la asistencia. Hicimos esfuerzos desesperados para hacerle reaccionar y cuando el médico vino, declaró que todo había concluido.5
La revista La Baskonia dedicó varias páginas a recordar la figura de su fundador y director. Periodistas, intelectuales e historiadores rescataron la memoria de quien no solo dirigió la revista, sino dejado un relevante legado a la cultura vasca. Andrea Moch también lo hizo, con una mirada cargada de afecto y de admiración por ese hombre con quien compartió su vida y obra.
La ilustró con fotografías tomadas en el jardín de la terraza del atelier, delante de las hortensias con cuartillas de trabajos en sus manos; grandes helechos rodeándolo; enredaderas y plantas son el marco de días felices en la intimidad familiar. Entre otras cosas escribió:
Murió el hombre culto, el hombre bueno, el hombre justo; el gran patriota basko, obstinado y confiado defensor de los fueros; el que jamás hizo mal a nadie, en su vida relativamente corta, demasiado corta, por todo cuanto le quedaba por hacer todavía.
Aquí, en la torre silenciosa, en la alta torre dedicada, toda ella al Arte, al esfuerzo intelectual, a la creación de obras plásticas, tenía su lugar el buen basko, el trabajador incansable, el hermano espiritual, desde la época lejana en que publicó “Los baskos en la Nación Argentina”.
Aquí, lo vimos pasar noches enteras en vela, llenando cuartillas, corrigiendo pruebas, recopilando datos interesantes, tanto para dicha obra como para su querida obra La Baskonia.6
Placa de bronce, homenaje a Uriarte. Obra de Andrea Moch, 1933. Revista La Baskonia, No. 1427, 15 de septiembre de 1933.
Al año siguiente de la muerte de Uriarte, Andrée Moch esculpió una placa de bronce que representa su labor en la Argentina y decidió llevarla a Bermeo. La obra reproduce tomos de la revista y libros con la inscripción:
“Obra Cultural Baska realizada en América durante cuarenta años por José R. de Uriarte. Bermeo 1867 - Buenos Aires 1932”.
Años más tarde, en su autobiografía, describiría el acto para homenajear a Uriarte. Su crónica permite reconstruir el clima vivido en el lugar el día 6 de agosto de 1933 La ceremonia narrada por la protagonista rescata aspectos de la historia de José Rufo de Uriarte, escasamente conocidos.
El acto tuvo lugar en la fecha prevista con música, flores y gran afluencia de público venido de los alrededores y también de Bilbao y San Sebastián. Hubo una serie de discursos en español y en basko, escuchados por una multitud, llena de respeto y simpatía.
Frente al edificio donde se emplazó la placa, desfilaron funcionarios y visitantes en señal de respeto. En las exposiciones se reflejó la personalidad del periodista y publicista; leyeron discursos y adhesiones. Bermeo rindió homenaje a quien llamó “hijo ilustre” El descubrimiento de la placa fue saludado con las palabras” ¡Gora José R. de Uriarte!”.
Sin embargo el transcurso del tiempo dejaría en el olvido este homenaje; la placa sería retirada del frente del establecimiento escolar. Investigaciones realizadas en este sentido documentan los hechos. Una Resolución del Pleno del 3 de diciembre de 1977 dice.
Retirada y depósito de la placa conmemorativa existente en la fachada del antiguo Grupo Escolar Calvo Sotelo. Ante la existencia en la fachada principal del Grupo Escolar Calvo Sotelo de una artística placa conmemorativa de la obra cultural realizada en América por D. José Ramón [sic] Uriarte, la Comisión Municipal Permanente, por unanimidad acordó ordenar la retirada y custodia de tal placa en los archivos municipales para que se repongan en su día en el nuevo edificio que construya en el solar o en lugar idóneo y adecuado para su conservación.
Descubrimiento de placa en Bermeo, 6 de agosto de 1933. Revista La Baskonia, No. 1427, 15 de septiembre de 1933.
El paso del tiempo dejó de lado la figura del periodista. En el edificio escolar donde se colocara la placa, funciona desde hace unos años el Patronato de Salud del Ayuntamiento. Cambios políticos y otros requerimientos respecto de las necesidades edilicias dieron otro destino al establecimiento. Posteriormente, gracias a la intervención del Archivo de Bermeo, la placa fue encontrada en los altos de la torre del Ayuntamiento y la información recibida expresó que sería inventariada y puesta a buen resguardo.
A ochenta años del fallecimiento, la obra de José Rufo de Uriarte aún pervive por el valor testimonial e histórico de su mítica revista y por la mirada visionaria de este periodista apasionado. No logró bienes materiales, dejó su fortuna, si es que la tuvo, al ideario basko, su única herencia.
1 La Baskonia No. 1379, 20 de octubre de 1931 p. 20
2 La expresión Bilbao chimboráceo es un apelativo relacionado a la presencia del pajarito “chimbo” que en antiguas décadas poblaban la ciudad. Dio origen a una escopeta especial para esta caza que recibía el nombre de chimbera y sirvió asimismo para bautizar a los bilbaínos con el apelativo de ‘chimbos’ y a la comarca con el nombre de ‘chimbolandia’.
3 La Baskonia, No. 1372, 10 de noviembre de 1931 pp. 56-57 Notas de Viaje XI.
4 José Rufo de Uriarte falleció en el domicilio de Andrea Moch, Av. de Mayo 1460, Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1932.
5 Andrea Moch Andanzas de una artista Buenos Aires, 1939 pp.374-375.
6 El texto completo de su testimonio obra en La Baskonia del 30 de noviembre de 1932.
José Rufo de Uriarte, periodista, editor y escritor (I/III)
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