Leticia MALDONADO ARRUTI
Apenas dejamos las valijas en el hotel salimos a buscar una óptica. Yo había perdido una de mis lentes... Bueno, quería tener la certeza de que la había perdido y no que estaba fuera de lugar en mi ojo.
Caminábamos por Arones. Ellos iban adelante. Yo lo hacía lentamente, detrás.
Al llegar a la Plaza San Francisco los escucho hablar en voz alta. Había otras voces, todas en euskera.
¿Es posible que cinco azpeitiarras se encuentren al otro lado del planeta sin cita previa? Doy fe que sí. En la esquina oeste de la plaza casi tropezaron: Miren y Juankar con Maite y los hermanos Maider y Josu.
En Cusco se hace la noche repentinamente. No hay crepúsculo. Cuando pregunto la hora era temprano para ir a cenar. Pero acordamos hacerlo juntos.
Nosotros tres seguimos a la óptica y volvimos a buscarlos a su hotel.
Dos días después, y ya en el bus que nos llevaría a Ollantaitambo, Miren y Juankar charlaban en euskera. Tuvimos que esperar a una pasajera que se demoraba (Después supimos que le habían dado mal las indicaciones). Cuando subió se sentó en el asiento de adelante. Mis amigos seguían conversando. Con sus pertenencias a medio acomodar gira su cabeza hacia la izquierda y los mira: Zu euskalduna zara?
¡Sí! Otra vasca. Se trataba de Irati, una tolosarra que había visitado a la hermana de su madre en Caracas y bajaba hacia Santiago de Chile para ver a una amiga. De paso conocía un poco del Perú.
Irati, Miren y Juankar rumbo a los baños calientes.
Como ella y nosotros viajábamos a Aguas Calientes en diferentes trenes, pensé que no la volveríamos a encontrar. Pues, me equivoqué: estábamos tomando un café en una de las tantas peatonales de Aguas Calientes cuando la vemos aparecer. Así que después de terminar el cafecito seguimos subiendo los cuatro hacia los baños termales.
Es un sitio bastante interesante. Organizado en la margen izquierda del río se van escalonando desde arriba hacia abajo: el ingreso, los sanitarios y vestuarios, y las distintas piletas.
Nos cambiamos y bajamos hacia las piscinas. Cuando voy bajando los tres o cuatro escalones para entrar al agua, escucho a dos mujeres que estaban frente a mí y vuelvo a sorprenderme: Zu euskalduna zara? Las interrogo. Desde abajo las mujeres me miran sorprendidas y me contestan algo que no alcanzo a comprender. Pero les digo en perfecto erderaz: estos dos son aizpeitiarras ya que detrás venían Miren y Juankar.
Resultaron ser dos hermanas zumaiarras que habían dejado a sus maridos en sus casas y estaban conociendo Perú. Dos días después las volvimos a encontrar en la cola del Centro Qosco de Arte Nativo.
Cuando regresamos de Machu Picchu y estábamos cenando pasan dos muchachos al lado de nuestra mesa. Cuando salen con su comida en una bolsa Miren les habla, por supuesto en euskera. Son muy jóvenes. Los tolosarras habían estado haciendo montañismo en la Cordillera Blanca, en Huaraz. Tenían intención de hacer el Camino del Inca.
Al principio me preguntaba... Ya no me cabe ninguna duda, en menos de diez días se encontraron diez vascos... ¡Que digo! Diez guipuzcoanos en Cusco... ¡Y sin proponérselo!
¡Ah! Me olvidaba, en veintidós días que duró nuestro viaje yo no encontré ni un argentino.
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