Fabio Javier ECHARRI
Ángel Faustino Pascual nació en el Paraje Cancha Larga, jurisdicción de la localidad de Las Palmas, al Este de la provincia del Chaco en el Noreste argentino, y a unos 70 kilómetros al Norte de la ciudad capital, Resistencia.
Sus padres fueron Ángel Pascual y Felipa San Francisco. El primero nació en Samaniego, Álava, País Vasco. Este pequeño pueblo se ubica al Sur de la provincia, en la región de Rioja alavesa, a una altitud de 572 metros sobre el nivel del mar.
La región en la que se encuentra ya se había poblado en la Edad de Bronce, y esto está testimoniando por el dolmen de Layaza. Su historia se documenta en la Edad Media, cuando era una población fronteriza y una fortificación defensiva del Reino de Navarra. En 1668 le otorgaron el título de villa. Basó siempre su economía en el cultivo de la vid y en la producción de vinos.
La madre, Felipa San Francisco, era natural de Amorebieta, Bizkaia. Esta localidad se ubica en el centro de la provincia y a 20 kilómetros al Sureste de Bilbao. El poblado se originó en la Merindad de Zornotza, y fue otorgado a principios del siglo XIII a Pedro García de Salcedo por su destacada participación en la batalla de las Navas de Tolosa. Una parte de su población se dedicó a la industria armera, logrando obtener buenos productos y reconocimiento.
La familia paterna estaba compuesta por sus abuelos Galo Pascual —de Samaniego, nacido en 1850— y Tiburcia Martínez Aguillo —Paganos, Álava—. Él era un veterano sobreviviente de la guerra hispano-estadounidense de 1898, en la cual España perdió las colonias de Cuba, Puerto Rico y territorios del Pacífico. Ese matrimonio fue padre de Rufina, Ángel, Crisóstomo, Cesáreo, Aurelia y Olegario. Tenían un caserío en la ladera de un monte, donde además de animales de granja, vivían del cultivo del trigo y la vid. Allí mismo, socavando la tierra, construyeron una bodega donde almacenaban el vino que producían para consumo y comercialización. En un pequeño espacio de unos veinte metros cuadrados, llegaban a atesorar más de diez mil litros. Sin embargo, para contribuir al mantenimiento de la familia y mejorar los ingresos, los hijos debieron buscar nuevos horizontes. Así, Ángel fue cartero en el pueblo durante un tiempo, y luego emigró a Bilbao junto a su hermano Crisóstomo para trabajar en Altos Hornos de Vizcaya. Allí conoció a Felipa, quién trabajaba en la casa de un médico. Se casaron en 1907, y un año más tarde nació su primera hija. Las alternativas de trabajo escaseaban, de tal manera que pensaron en emigrar a América.
Si bien Cuba o Argentina era lo mismo para ellos, pudieron conseguir pasajes gratis para el país sudamericano y eso marcó el rumbo de la decisión.
Ángel se embarcó sólo, con la idea de asentarse en Argentina y lograr las condiciones para traer a la familia.
En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, se encontraba la empresa J.J. Drysdale, que fabricaba, entre otras cosas, molinos de viento. Sus dueños eran de origen vasco, de tal forma que habían comunicado a la Oficina de Migraciones de Buenos Aires que cuando llegaba algún paisano de ellos, les avisaran que allí encontrarían trabajo. De esta forma, don Ángel Pascual, anoticiado de ello, apenas arribado a Argentina en 1908, se dirigió a dicha fábrica.
Fueron unos meses de trabajo duro, de adaptación, de acostumbrarse a no ver a los suyos. Merced a su responsabilidad y esfuerzo, supo en seguida ganarse el respeto y confianza de sus patrones. Tal es así que uno de ellos, un vasco de apellido Bengoechea, le dijo que una empresa cliente de ellos, ubicada en el Norte argentino, buscaba agricultores que quieran afincarse y cultivar la tierra. Esa empresa, que marcaría la vida de la familia Pascual, no era otra que Las Palmas del Chaco Austral S.A.
Ángel aceptó la propuesta e inmediatamente envió los pasajes para su mujer e hija. Felipa se embarcó con la niña que enfermó en el barco y apenas sobrevivió la travesía. Inmediatamente tomaron un vapor a Las Palmas, y luego de tres lentos días de navegación por los ríos Paraná y Paraguay, con muchas paradas en el camino, llegaron a su nuevo lugar en el mundo. Él tenía 29 años, su esposa 25, y la niña apenas 1.
Como llegó recomendado por el contador de la empresa J.J. Drysdale, le dieron un campito de 100 hectáreas en el Paraje Cancha Larga, en el cual debía cultivar fundamentalmente caña de azúcar, para surtir a la fábrica, que pretendía seguir aumentando su producción.
El trabajo era arduo, y las tierras extensas para él solo. Fue así que llamó a uno de sus hermanos para que se sume al emprendimiento. Éste arribó en 1910, y a medida que crecía la producción, arribaban los demás. Y nacieron en esta tierra los siguientes hijos de Ángel y Felipa: Ángel Faustino, Luis, Mario y Adolfo.
La vida de la familia Pascual estuvo ligada siempre al ingenio azucarero ‘Las Palmas del Chaco Austral’; una empresa que nació luego de la sanción de la Ley Nº 817 de ‘Inmigración y Colonización’ de 1876, que tenía como objetivo promover el poblamiento de los territorios aun no ocupados de la Argentina, entre los que se encontraba el Chaco.
Los hermanos Ricardo y Carlos Hardy, de nacionalidad irlandesa, obtuvieron la concesión por parte del gobierno nacional de una enorme extensión de tierras productivas en la margen derecha del Río Paraguay, en la entonces Gobernación del Chaco, y ubicada a unos 70 kilómetros al Norte de la ciudad de Resistencia. Éstos debían, además de dedicarse a la producción agropecuaria —la principal actividad sería el cultivo de la caña de azúcar—, crear colonias para promover el poblamiento del territorio. El espíritu emprendedor de estos hermanos irlandeses los llevó a instalar un ingenio azucarero, para lo cual debieron importar maquinarias de Europa, que se introducían en el país aprovechando las vías fluviales. Para este emprendimiento contaron con mano de obra local —aborígenes—, correntinos y paraguayos. Se construyeron además, edificios destinados a la administración y casas para el personal, y fue necesario montar talleres de carpintería, herrería, fábrica de ladrillos, etc.
De acuerdo con las condiciones de la concesión de las tierras por parte del estado nacional, y a medida que crecía el emprendimiento, los empresarios debieron atender ciertas necesidades de la población. La educación, la salud, la justicia y la religión no le fueron ajenas.
Vista de ingenio Las Palmas del Chaco Austral, provincia del Chaco, Argentina.
Construyeron una parroquia en las cercanías de la administración, donde se daba misa, se realizaban ceremonias de casamiento y se bautizaba. Asimismo, la empresa ejecutó la obra de la Escuela Nº16, que fue la única de la localidad de Las Palmas por varias décadas.
También existieron algunas críticas sobre la administración del ingenio, por ejemplo, que se controlaban los almacenes que preveían de alimentos y enseres.
Allí a los obreros y empleados se les abonaba el sueldo con vales o billetes impresos, y canjeables por mercadería a un valor más alto que el real. De esta forma, un empleado cobraba su sueldo y debía gastarlo indefectiblemente en el propio establecimiento pagando más de lo que correspondía. Así, muchas veces se contraían deudas que nunca terminaban de ser saldadas, y pasaban toda una vida dependiendo de la familia Hardy y su emprendimiento.
Luego del fallecimiento de los primeros dueños, la situación del establecimiento fue empeorando paulatinamente con las sucesivas administraciones. El estado nacional se hizo cargo del complejo industrial a partir de 1969 cuando comenzó a darse el proceso de quiebra del establecimiento, que cerró definitivamente en 1991. Esto significó el cierre de la principal fuente de trabajo de la localidad de Las Palmas.
A este lugar llegaron los vascos Ángel, Felipa y su pequeña hija; y aquí mismo nacerían los siguientes. Ellos siempre estuvieron agradecidos a la familia Hardy y a la administración de la empresa, porque les brindaron la posibilidad de trabajar y progresar.
Luego de labrar la tierra por unos años, los directivos le propusieron a Ángel que se hiciera cargo de una fonda, en la cual debería cocinar su mujer Felipa para un grupo de entre 10 y 15 empleados de la firma.
Esta estaba en Las Palmas, a unos cuántos kilómetros de Cancha Larga. Aceptaron la propuesta y allí se dirigieron. El lugar en el cual debía vivir la familia era pequeño al principio, pero se fue agrandado después con espacios construidos por la misma administración para que estuvieran más cómodos.
La fonda tenía dos espacios para servir la comida, porque se separaban a los obreros de los empleados jerarquizados. Como nos dijo Ángel Faustino, ‘se mantenía la diferencia de jerarquía, pero no había segregación’. Eso era lo normal en aquella época.
El estar allí desde muy chico le permitió a él consustanciarse con la gente de todos los sectores sociales, lo cual facilitaría su trabajo de adulto porque comprendía la idiosincrasia particular de los trabajadores y pobladores de la zona, aunque se lo achacarían más tarde cuando le tocara ascender en la administración, acusándolo de favorecer al obrero en determinados aspectos. Pero gracias a eso, no tuvieron huelgas ni problemas gremiales porque supo manejar bien estos temas.
La madre no sólo atendía en la fonda a los obreros, todos hombres, sino también a contingentes indígenas que venían en la época de la zafra, que eran entre 60 y 100 integrantes, de tal forma que manejaba grandes cantidades de comida.
Sin embargo, Ángel Faustino nos cuenta una historia que cambiaría el derrotero de su vida y haría que buscaran nuevos horizontes:
Ocurrió un hecho insólito cuando yo tenía 7 años. En la fonda donde trabajábamos, teníamos que atender a todo tipo de gente. Un día vino un hombre pasado de copas que se quería llevar los cubiertos. Cuando mi padre le advirtió que no lo hiciera, el comensal sacó un puñal y le hizo un corte en el brazo. El agresor fue preso, pero amenazó a la familia. El temor de que algo pudiera ocurrirnos a todos, hizo que optara por irse de Las Palmas.
Fue así que tomaron todos los ahorros que habían podido reunir y partieron a Buenos Aires. Alquilaron una casa en el barrio Chacarita e instalaron un restaurante. Allí tuvieron unos pocos meses, hasta que decidieron volver al Nordeste del país, a la ciudad de Corrientes. Abrió una carnicería primero, luego alquiló un campito y tuvo una lechería, y después otro campo en Laguna Brava, donde puso un almacén además de cultivar la tierra y criar animales.
Sin embargo, las cosas no salieron como las pensaron, así que decidieron volver a Euskadi, su tierra natal.
El matrimonio con sus pequeños hijos se embarcaron en el puerto de Buenos Aires en el barco ‘La Argentina’, y luego de varios días de travesía llegaron a Vigo, después en tren a Burgos, para adentrarse unos días más tarde en tierras alavesas y recalar en Samaniego, el pueblo de los abuelos. Conscientes de que allí la situación no les sería favorable para el bienestar de todos, al poco tiempo Ángel alquiló una granja en cercanías de Logroño, capital de la provincia de La Rioja. Siendo agricultor, intentó hacer producir lo suficiente a la tierra, sin lograr resultados positivos. Se le presentaron algunas opciones, como la de alquilar y administrar un hotel en Valencia, al Sur de España, pero que no terminó de concretarse.
Y como ocurría muy a menudo en estas circunstancias, cuando las dificultades económicas arrecian en el campo, se busca alternativas en las grandes ciudades.
Así fue que se marcharon a Bilbao. Allí alquiló una taberna, donde supo aprovechar la experiencia que obtuviera en la fonda de Las Palmas.
Ángel Faustino Pascual en el Seminario Menor del Castillo de Alejabeitia. Euskadi.
Vivieron en Deusto, en una casa al costado del Nervión, y en este barrio se educaron los niños. Ángel Faustino concurrió al Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde terminó los tres últimos años de escolaridad primaria, y tuvo una experiencia que con el tiempo supo valorar:
Fue muy importante para mí porque estuve en la edad en que el hombre se va formando física y mentalmente.
Luego ingresó al Seminario Menor en el Castillo de Alejabeitia por voluntad de su padre, y si bien no reconoció una vocación sacerdotal, entendía que la educación recibida allí fue muy interesante, y valoraba la base moral que le impartieron más que la didáctica. Fue una experiencia dura pero feliz, y que siempre suma a la hora de considerar el aprendizaje recibido, tanto de sus maestros como del desarraigo y las vicisitudes de la vida.
De nuevo el destino no les sería favorable. El trabajo del padre de familia era duro y apenas alcanzaba para pagar los gastos indispensables. Es así que, enterados de la situación, los hermanos de Ángel que aun se encontraban en Las Palmas, que estaban bien y trabajando gracias a él, le piden que vuelvan.
En 1926 tomaron de nuevo, aunque esta vez todos juntos y con los abuelos, un barco en Barcelona —el ‘Giulio Césare’— que los trajo al Sur del continente americano. Fue más fácil esta vez el ingreso por el puerto de Buenos Aires porque los niños eran ciudadanos argentinos, y rumbearon inmediatamente hacia el Norte del país.
Aquí consiguieron una chacra — ‘La Esperanza’— para trabajarla y administrarla, y le fue muy bien cultivando fundamentalmente caña de azúcar y algodón. Tiempo después, y luego de haber intentado dedicarse al comercio con un almacén en Puerto Vilelas, administró una granja modelo, donde cultivaron hortalizas y verduras, y criaron animales para producir carne y leche. Pero un accidente producido por la embestida de un toro lo obligó a dejar la actividad agrícola, y jubilarse. Vivió junto con su mujer en Las Palmas, en un hotel que albergaba empleados jerarquizados del ingenio y que era administrado por uno de sus hijos. Allí, en ese lugar, lo encontraría la muerte en Marzo de 1965. En Septiembre del mismo año, fue el turno de su mujer, Felipa.
Ángel Faustino por su parte, contaba con 16 años cuando regresó al pueblo que lo vio nacer, e inmediatamente consiguió un puesto en la empresa. Sus estudios en Deusto lo ayudaron a conseguir trabajos de responsabilidad, de tal forma que fue designado para trabajar en la administración, controlando ingresos y egresos. Estudió además contabilidad, lo que le permitió seguir escalando posiciones.
En 1935, a los 24 años, se casó con Margarita Emilia Bonilla, a quién la conoció en Las Palmas siendo muy joven, y pertenecía a la familia de los Hardy. Tuvieron 7 hijos: María Luisa, María Margarita, María Ramona, María Cristina, María Inés, Carlos y Ricardo. Todos nacieron en Las Palmas y en la misma casa.
Ángel Faustino y todos sus hermanos.
A fines de la década de 1950 le propusieron un cargo más alto en la misma empresa en Buenos Aires. Y unos más tarde, en 1957, ingresó en una importante compañía naviera sueca, en la que se desempeñó hasta 1984. Ese año, fue tentado para volver al ingenio de Las Palmas y colaborar en la crítica situación en la que se encontraba la empresa. Hizo aquí lo que pudo, puso su saber y experiencia, su trabajo y su cariño. Llegó a ser gerente general, pero la debacle no pudo evitarse y en 1989 cerraría definitivamente sus puertas, dejando a mucha gente sin trabajo y a todo un pueblo sin alternativas de producción.
Esto, para Ángel Faustino, fue uno de los grandes dolores de su vida. Fue un palmeño orgulloso de su origen vasco, que vivió durante años en la tierra de sus padres, y volvió a morir a la provincia que lo vio nacer. En su modesta casa de la calle Cervantes de la ciudad de Resistencia, con un siglo de vida en sus espaldas, no se cansó de contar su historia y de defender lo que él entendía justo. Ángel Faustino nos dejó el 10 de diciembre de 2014, nueve días antes de cumplir 104 años.
1- Revista Chaqueña. Diario Norte. Un hijo palmeño cumple 100 años: Ángel Faustino Pascual. 19 de Diciembre de 2010.
2- Echarri, Fabio Javier. Patrimonio Cultural del Chaco. Gobierno del Chaco. Subsecretaría de Cultura. 2007.
3- García Pulido, José: El Gran Chaco y su Imperio Las Palmas. 2ª Edición, Editorial Casa García, 1977
4- http://ayuntamientosamaniego.com/
5- http://www.amorebieta-etxano.eus/
7- Maeder, Ernesto J.A. Historia del Chaco. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1997
8- Miranda, Guido. Tres Ciclos Chaqueño. Librería de la Paz, Resistencia, 2005.
9- Pascual, Ángel Faustino. Entrevista personal.
10- Pascual, Ángel Faustino. Historia de una familia. El Impresor. Resistencia, Chaco. 1996.
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