Iker GONZÁLEZ-ALLENDE, University of Nebraska-Lincoln
El libro El exilio vasco: Estudios en homenaje al profesor José Ángel Ascunce Arrieta (Bilbao: Universidad de Deusto, 2016) ofrece una panorámica del destierro que padeció el pueblo vasco tras la Guerra Civil (1936-1939). El volumen, escrito en homenaje a José Ángel Ascunce Arrieta, Catedrático Emérito de la Universidad de Deusto, incluye una entrevista con él y quince colaboraciones de especialistas del ámbito nacional e internacional. Los ensayos recogen la pluralidad del exilio vasco al cubrir tanto a intelectuales nacionalistas vascos como a republicanos. Los temas abordados incluyen el recuerdo traumático de la guerra y del bombardeo de Gernika, la nostalgia por la tierra vasca y el mantenimiento del euskera y de las costumbres nacionales, el asentamiento y la adaptación al país de acogida, y la reflexión humanista y universal.
Cuando se habla del exilio vasco, resulta indispensable mencionar el nombre de José Ángel Ascunce Arrieta. Sus más de treinta libros, junto con sus más de cien artículos publicados en todo el mundo, atestiguan su dedicación y compromiso con la cultura. Destacan sobremanera sus trabajos sobre la poesía social de Gabriel Celaya y Blas de Otero y la recuperación que ha realizado de figuras del exilio vasco que se hallaban relegadas al ostracismo, como Ernestina de Champourcin, Eugenio Imaz, Teodoro Olarte, Cástor Narvarte, Kepa de Derteano y Ramón de Ertze Garamendi. Como presidente de Hamaika Bide Elkartea, la asociación para el estudio del exilio vasco, creada en el año 2000, ha liderado y coordinado la promoción del análisis crítico y la reivindicación de los múltiples intelectuales vascos que se vieron obligados a abandonar España como consecuencia de la Guerra Civil y la subsiguiente dictadura franquista.
José Ángel Ascunce Arrieta.
Ascunce ha definido el exilio como la expatriación forzosa de un individuo o colectividad por razones de ideología política y ha detallado como características propias el desarraigo y la alienación. Asimismo, ha reflexionado lúcidamente sobre las múltiples perspectivas que encierra este fenómeno. Primeramente, el exilio es una experiencia personal, un hecho de existencia individual al que cada persona se va a enfrentar de manera subjetiva. Partiendo de esta realidad, va a resultar siempre complicado realizar generalizaciones sobre el exilio. Sin embargo, se trata también de un acontecimiento concreto, consecuencia de unas circunstancias espaciales y temporales determinadas. Así, se puede hablar del exilio como un hecho histórico, por lo que el exilio vasco de 1936-39 presenta unas características particulares que lo diferencian de otros destierros. Además, cuando el exiliado decide exteriorizar sus vivencias subjetivas por medio de la palabra escrita, el exilio se convierte en testimonio, en un hecho de escritura. Finalmente, los críticos que estudian y sistematizan el exilio lo transforman en una categoría de tipo cultural.
El exilio vasco causado por la Guerra Civil supuso no solo la interrupción de una época de gran desarrollo cultural y la desaparición del suelo patrio de los principales y mejores intelectuales, sino también un momento de escisión en la vida de numerosos vascos. La mayoría de los vascos que se exiliaron decidió partir para América desde Francia, con rumbo a México, Argentina, Venezuela, Uruguay y Chile. Especialmente generosos fueron el presidente de Argentina, Roberto Marcelino Ortiz Lizardi, que dictó un decreto permitiendo el ingreso en su país de aquellos vascos que lo desearan, y el presidente de México, Lázaro Cárdenas, que acogió al mayor número de exiliados republicanos.
En sus estudios sobre el exilio vasco, Ascunce ha subrayado la necesidad de considerar su pluralidad y analizar la diversidad de situaciones individuales y colectivas de los exiliados. Esto abarca tanto sus variadas ideologías como sus diferentes vivencias del destierro. Como la sociedad vasca antes de la guerra era heterogénea en todas sus manifestaciones, el exilio vasco asimismo fue un fenómeno plural. Esta perspectiva abarcadora la demuestra el propio Ascunce al haber publicado cuantiosos estudios sobre escritores de ambas tendencias ideológicas: republicanos vascos (Champourcin, Imaz, Larrea) y nacionalistas vascos (Ugalde, Gárate, Belausteguigoitia). Por lo tanto, para él, el exilio vasco es aquel protagonizado por ciudadanos vascos, independientemente de sus posiciones ideológicas o de su medio de expresión en castellano o euskera.
En rasgos generales, dentro del exilio vasco se puede hablar de dos ámbitos claramente diferenciados: el nacionalista vasco y el republicano. Ascunce ha señalado como rasgo distintivo del primero que estaba constituido por personas pertenecientes al ámbito de la industria, del campo y de los oficios liberales, poco relacionadas con el mundo de la cultura y más con la esfera política. Los intelectuales de la cultura nacionalista vasca en el exilio se habían educado en las universidades del territorio español (Jesús Galíndez, Manuel de Irujo) o pertenecían al mundo clerical (Alberto Onaindía, Ramón de Ertze Garamendi). Por eso, Ascunce argumenta que constituyó una cultura testimonial y utópica que buscaba afirmar y estimular la conciencia nacional e histórica de Euskadi. Los exiliados nacionalistas vascos escribieron tanto en castellano como en euskera, destacando en lengua vasca figuras como Nicolás Ormaetxea “Orixe”, Telesforo Monzón, Jokin Zaitegui, Andima Ibiñagabeitia, José de Eizaguirre y Juan Antonio Irazusta. La editorial Ekin de Buenos Aires, fundada por Isaac López de Mendizábal y Andrés Irujo, puede ser considerada como la empresa cultural más importante del exilio vasco. Las Euskal Etxeak o Centros Vascos permitieron a los exiliados nacionalistas vascos mantener y revivir sus tradiciones y realizar múltiples actividades culturales que fomentaran su identidad nacional. Además, el Gobierno Vasco en el exilio ofreció a la diáspora vasca la sensación de cohesión colectiva y desde su delegación en Nueva York buscó la promoción y el apoyo de los Estados Unidos a la causa vasca. La labor intelectual realizada por los exiliados nacionalistas vascos favoreció el resurgimiento de la cultura vasca en Euskadi en los años sesenta.
En sus estudios sobre el exilio vasco, Ascunce ha subrayado la necesidad de considerar su pluralidad y analizar la diversidad de situaciones individuales y colectivas de los exiliados.
Por su parte, el exilio republicano vasco estaba formado por profesionales de la cultura que se identificaban con la República española y defendían un liberalismo democrático: profesores universitarios, escritores, periodistas, traductores, etc. Con la excepción de Toribio Echevarría, socialista que escribió en euskera en medios nacionalistas vascos, los exiliados republicanos vascos apenas participaron en las empresas relacionadas con la construcción de la comunidad vasca como pueblo diferenciado. Estos intelectuales continuaron en su exilio las labores culturales que habían comenzado antes de la guerra y, debido a su gran preparación, la mayoría de ellos trabajó en los centros más cualificados de sus países de acogida. Así, en la enseñanza universitaria encontramos, entre otros, a Ricardo Gutiérrez Abascal, Aurora Arnáiz, Amado Alonso, Juan García Bacca y Carlos Blanco Aguinaga. En el campo de la traducción destacaron Ernestina de Champourcin y Eugenio Imaz, mientras que en el periodismo hay que mencionar a Enrique Loubet y Progreso Vergara. Con su trabajo, estos intelectuales colaboraron en el desarrollo de la cultura hispánica y del saber universal.
A pesar de las diferencias entre la cultura nacionalista vasca y la republicana vasca, no cabe duda de que los exiliados de ambos grupos compartían algunas similitudes, como su espíritu liberal y democrático, su talante humanista y su compromiso ético con el hombre y la sociedad. Además, todos ellos padecieron análogos sufrimientos durante la Guerra Civil y el subsiguiente exilio y reflejaron en sus obras similares preocupaciones: la lengua —ya sea ésta el euskera o el castellano—, el pueblo, la tierra y la tradición-historia. También hallamos en sus obras las mismas coordenadas temáticas: el recuerdo de la guerra, la admiración por el país de adopción y la adaptación a él y la nostalgia por la patria.
El balance general que ofrece Ascunce sobre el exilio vasco es que la cultura producida por los republicanos vascos fue de una mayor altura y una calidad superior a la de los nacionalistas vascos. Asimismo, enfatiza que, con la excepción de algunos nombres como Larrea, Imaz, Champourcin y “Orixe”, el exilio vasco no alcanzó el esplendor de otros exilios, pero que, a pesar de ello, poseyó un entramado medio muy rico y vigoroso. Es decir, constituyó un exilio muy superior al que se podía esperar de su demografía y de su realidad institucional y social.
El entendimiento de Ascunce del exilio vasco como una realidad plural refleja su amplitud de miras y su curiosidad intelectual, manifestada en su continua búsqueda y recuperación de autores vascos a los que la historia había relegado mayormente al olvido. Por su incansable y original labor académica merece sin duda este homenaje, que esperemos sirva de estímulo para que nos siga iluminando con sus futuros trabajos.
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