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Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Curriculum | |
Erakusketa / Exposición |
Título de Oro de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, Cuba.
Beca de residencia ARTELEKU, Donostia-San Sebastián, España.
Taller de litografía de Don Herbert, Arteleku, Donostia-San Sebastián.
Taller de Serigrafía de Pepe Albacete, Arteleku, Donostia-San Sebastián.
Muestras personales
2007
2006
2004
2003
2002
2001
2000
Muestras colectivas
2006
2005
2004
2003
2002
2001
2000
Reconocimientos, premios y menciones
2005
2004
2003
2001
2000
Otros
Colecciones
Gustavo Díaz Sosa y la multitudinaria lucha contra lo establecido. La obra de este joven cubano radicado en Arteleku predispone a la indulgencia. Sea por la edad, por las fuentes en las que se inspira y que no desaprovecha -es destacable la relación con Anselm Kiefer y con los pintores cubanos de la generación anterior-, o sea porque trabaja mucho. Pero sobre todo se mira con buenos ojos lo que representa dado el motivo: y no es otro que la lucha de un pueblo por creer, y más en particular el cubano. Hay mucha gente en la historia de la literatura universal que deseaba creer. De los ejemplos significativos los que más descollan son Soren Kierkegaard (siglo XIX-XX), Miguel de Unamuno y Yugo (idem) y Mao-Tse-Tung (XX). El primero era un pastor protestante danés que era agnóstico avant la letre, pero cuyos textos llegaban al corazón o al alma de cualquier persona amante de la literatura -fuese danés o no, creyente o no-. Hasta tal punto que también le “tocó” a D. Miguel (se cartearon y todo). Éste también deseaba creer, o cuando menos ser perdonado ya que se arrepintió siempre de haber sido de la primera hornada del PSOE. Su autoimpuesta penitencia fue leer cada día 50 páginas de la Biblia. Mao, “el pequeño hermano”, procuraba leer cada día 50 páginas del libro que fuera y no creo que divergiesen tanto los autores ya que tenía una formación muy europea. Si he incluido esta nota filológica es por resaltar un hecho que se aprecia muy bien en la Cuba actual. Y sin ánimo de hacer valoración política alguna. En Cuba (entre los que permanecen en la isla, por el motivo que sea) hay gente que cree en Dios, gente que cree en Castro, gente que cree en ambos, y gente que no cree en ninguno, pero ama a su tierra. Los motivos de los cuadros de Gustavo son de gente que “tira de la maroma del Arca de NOE” para traerla a Cuba, o que derriba lo establecido, bien para preservar sus creencias íntimas, las sociales o ambas. Y hay gente que independientemente sea creyente o no quiren y desean que se restaure la Catedral de La Habana, y todo edificio religioso. Y el socialismo que se da en Cuba es aplicable dado el clima caribeño que ayuda a vivir con poco y no sufrir de frío- ya que la falta de comida y ropa se sufre más en Rusia-. Las texturas de Gustavo en variantes del b/n remiten al color de la savia de la caña de azúcar, el azúcar moreno, fuente de riqueza del país que tanta solidaridad internacional despierta. Sus personajes sin rostro son de multitud de personas en torno a uno o varios ideales. Los textos que acompañan algunas de sus obras realzan el mensaje. Los formatos suelen ser medianos/grandes, pero la intensidad de su crítica espero que no se esfume con la edad. Y su pueblo de origen -el mismo que Wilfredo Lam, a mi juicio el mejor pintor cubano del s.XX- Sagua la Grande hace pensar que uno está viendo desde el Museo Balenciaga el Ratón de Getaria. Ramuntcho Robles Quevedo |