Al igual que la floración de la mimosa, la pintura de Sara Otaño preludia la primavera. Y es que esta pintora hondarribitarra de adopción es una paisajista consumada que encuentra sus mejores motivos desde su casa, desde sus diarios paseos, o en excursiones de fin de semana o vacacionales.
Bien con bodegones, vistas de la bahía de Txingudi (con Aiako Harria), bien desde casa o desde la misma bahía, o bien por pueblos de su adorada Nafarroa; Sara juega con los colores según le guíe su instinto y su fuero interno.
Y su fuero interno unas veces es pausado como transmite en sus cuadros con el azul y el morado como colores predominantes, mientras que otras -las más- su fuero interno está encendido, viva muestra de los rojos subidos de algunos de sus cuadros -sus cuadros más característicos-.
Pero lo que es muy evidente es que la hija de Celedonio Otaño adora la arquitectura rural, y los pueblos solitarios que la contienen. Y como pintora de gran paseo y pintura plenairista... Sara Otaño preludia la primavera.
Ramuntcho Robles Quevedo
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