Personajes anónimos (entre los que se encuentra la propia pintora de Iparralde en 3 de ellos), conforman esta muestra de la capacidad de Zoe Bray para la representación de retratos. Con una técnica aprendida en Florencia, en la escuela de Charles Cecil, y con la forma de ejecución de una simple ventana orientada al norte.
Sus referentes obvios son Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 6 de junio de 1599- Madrid, 6 de agosto de 1660), Antón Van Dick (Amberes 1599- Londres, 1641) y Tiziano Vecellio o Vecelli, más conocido en su época en España como “Tiziano” (Pieve di Codore, Belluno, 1477-Venecia, 27 de agosto de 1576), ya que además de representar modelos al natural no utiliza foto alguna; como Rafael Ruiz Balerdi (San Sebastián, 5 de mayo de 1934-Elche, Alicante, 11 de marzo de 1992) y Vicente Ameztoy Olasagasti (San Sebastián, 1946- 2001).
Por dedicación y seriedad, Zoe llegará a hacer grandes retratos. Ya que aunque pinte bien, todo es mejorable con ambición, dedicación y honestidad, y Zoe posee esas tres virtudes. Sin olvidar la influencia de James Abbot Mcneill Whistler (Lowell, Massachusetts, Estados Unidos, 14 de julio de 1834- Londres, 17 de julio de 1903).
El cuadro de la chica con la falda azul, dentro de las posibles similitudes, se aleja mucho del cuadro de la Tía abuela de Whistler (cuadro tan conocido que hasta ha salido en la primera película de Rowan Atkinson como Mr. Bean) o del cuadro Bitxori Balerdi sentada (la madre de Balerdi, cuadro consultable en el Catálogo razonado sobre Balerdi, y firmado por Javier Viar, “El punto de vista infinito”) ya que la falda tan larga y azul da un toque elegante a la modelo, y no confiere ni la rigidez de un ama de casa de los tiempos de Balerdi, ni el aire de luto de la anciana del siglo XIX, sino tranquilidad y gran confianza en la retratista. Y desde luego, el pie desnudo al aire corrobora esa idea de posar sin prisa, paciencia sin intranquilidad ni duelo, y gran capacidad para vivir el presente.
La joven de la chaqueta verde denota gran capacidad para posar, relajada, serena y con una postura que muestra su elasticidad. El ambiente es cálido (y no sólo por la temperatura) y mantiene ambos pies desnudos, sentada en una silla de enea.
La mujer de la mecedora ya supone mayor recogimiento de la modelo, se entiende que en sí misma, pero absolutamente atenta a las evoluciones de la pintora.
El cuadro de Zoe en 2 posiciones recuerda mucho a los de Vicente Ameztoy y sus juegos oníricos. Vicente es siempre un gran referente en esa tendencia ya que es el pintor que mejor representaba el cuerpo humano de manera realista en Gipuzkoa bajo un prisma absolutamente personal e inclasificable... pese a que siempre pueda haber referencias que superan el contenido de esta crítica.
Hay más retratos, pero para resumir, queda claro que Zoe Bray conoce las fuentes y que si prosigue en esta defensa de la pervivencia del retrato con retratado posando va a llegar muy lejos en esta especialidad.
Ramuntcho Robles Quevedo
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