Carmelo Ortiz de Elgea

Pintura

(Gasteiz, 1944)

Nace en Vitoria en 1944 aunque con 3 años la familia se muda a Aretxabaleta. Se dedica a la pintura desde niño y con 16 años realiza su primera exposición individual. Tiene predilección por el paisaje, unos paisajes que son algo más que la transcripción de lugares concretos, aunque recoja encuadres reales del entorno más próximo.

Recibe en 1963 una de las primeras becas de la Fundación Vidal y Fernando de Amárica para estudios artísticos. Marcha por primera vez a Madrid; completa su formación en el Círculo de Bellas Artes, con visitas frecuentes al Museo del Prado. El pintor y grabador donostiarra Luis García Ochoa le cede temporalmente su estudio, que comparte con Pinto Coelho. Esta primera experiencia fuera de casa tiene su refrendo, a su regreso, con una exposición individual en la vieja mansión de los Amárica (Calle Dato).

Volverá de nuevo a la capital madrileña, ahora en compañía del pintor vitoriano Juan Mieg, con quien le une desde entonces inquebrantables lazos de amistad. Durante los meses iniciales de 1965, vivirán ambos en un estudio de la calle Amaniel con el artista riojano Julián Gil. Fruto de esta segunda estancia será la exposición de Ortiz de Elgea en la sala Círculo 2.

La precoz vocación pictórica de Ortiz de Elgea se manifiesta igualmente en los Certámenes de Arte Alavés. Entonces, sus propuestas pictóricas ya recogen los detalles ambientales propios del paisaje rural, pero son ambientes caracterizados por exhibir una impronta ruda y desenvuelta, yendo más allá de la pura contemplación. Unos paisajes reducidos a elementos esenciales. Gradualmente, en su proceso de autoafirmación artística tenderá Ortiz de Elgea a despegarse de la realidad figurativa para ahondar en interpretaciones paisajísticas cada vez mucho más informales o abstractas: la materia, los pigmentos, la textura y el color adquirirán mayor preeminencia.

“Carmelo Ortiz de Elgea y el recuerdo del bombardeo de Gernika”

Carmelo Ortiz de Elgea es uno de los grandes pintores vascos contemporáneos. Adscrito al periodo del expresionismo abstracto, siempre destacó por su gran uso del color.  Sus cuadros siempre se
diferenciaban de los de otros pintores por la viveza de sus colores y por la contundencia de sus imágenes.
Y claro, en un recuerdo del deleznable bombardeo de Gernika por parte de Franco y sus secuaces/prosélitos/aliados no podía dejar indiferente a una persona discreta como Ortiz de Elgea. Al fin y al cabo, es más conocido por su obra que por lo que dice de sí mismo de manera directa.

Imágenes que nos remiten a la destrucción de la villa vizcaína a manos de la Patrulla Condor. Colores muy vivos que hacen que el símbolo del fuego como elemento de destrucción sea visible para todo aquel que contemple los 11 cuadros que comprenden esta exposición. Cuerpos mutilados, desnudos quemados, casas sin paredes ni tejados, la Casa de Juntas en llamas (con un incandescente árbol en frente), sombras aladas augures de mayores lamentos, temores y tristezas para la indefensa población. Y todo para experimento de los que luego iniciarán la 2ª Guerra Mundial tras apoyar a Franco... el sublevado ante la democráticamente Elegida II República Española. Y claro, aquí tan vivos colores nos llegan con más intensidad a los que lamentamos el inicio de tan injusta guerra (supongo que los herederos de los que la provocaron verán estos cuadros en blanco y negro, caso que tengan la dignidad suficiente para recordar los injustos errores cometidos por sus antepasados).

La mayoría de las figuras humanas que salen en los cuadros aparecen de espaldas o sin rasgos excesivamente definidos, lo que denota que Carmelo habla de la inocencia de la gente y que desastres así nos pueden afectar a todos. Sólo que los descendientes directos de los que provocaron la Guerra Civil española se benefician de los beneficios de la Democracia, de la entrada en Europa (de la que tanto tiempo estuvimos separados merced al Caudillo Francisco Franco) y de todo lo que consigue la sociedad civil, las garantías constitucionales de una Constitución que no respetan ya que en su día no la aprobaron. Y ahora, en estos difíciles tiempos queda creer en la educación moral, civil y artística, y tener fe en que ante la cada vez mayor escasez de recursos del ser humano los dirigentes actuales no se inventen más guerras que en nada van a beneficiar ni a los descendientes de sus rivales ni a los suyos propios.

Ramuntcho Robles Quevedo

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