En una primera impresión la obra de El hombre mono está inspirada en su mayor parte (o al menos por lo que vislumbro en las 12 imágenes que conforman la selección de obras para esta crítica) en el cómic de una tendencia que podemos llamar de denuncia social.
Así lo clasifico por ver protagonistas en entornos urbanos hostiles para la salud del individuo, tales como la contaminación, la agresividad hacia los menos favorecidos económicamente (que viene de una situación de injusticia previa); por otra parte, muchos de los personajes sufren un proceso que presumo de adaptación a ese proceso que cada vez percibo más y que me atrevo a llamar de cosificación de las personas. En el mencionado proceso, la cara se transforma en máscara. Denuncia ecológica expresa como la de la bombilla alimentada por energía nuclear (lo barato económicamente sale caro para el medio ambiente).
Muestra personalidad y estilo propio, en general con carteles que remiten incluso a la pintura postimpresionista. Veo que tiene muchos recursos que ha de concretar más en un lenguaje expresivo cada vez más propio; incluso para ayudar al bien de la sociedad en general y de si mismo, como ser individual, en particular.
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